domingo, 23 de diciembre de 2012

Abundancia de bondad


Javier Paz García
Con tantas noticias feas es fácil caer en el pesimismo de pensar que la gente es mala por naturaleza. Sin embargo en el mundo también abundan los actos de amor, de solidaridad, de altruismo. En realidad nuestra vida es tan abundante de estos actos que los pasamos por alto. Es más fácil recordar al taxista que se nos cruzó en la vía y encima nos insultó que a la persona que sin conocernos esperó para que entremos en el ascensor. Cosas como vecinos que se prestan azúcar, parejas que cumplen día a día el incesante rol de ser padres, alguien que nos da una dirección en la calle, misioneros que dedican su vida a ayudar a los demás, un estudiante que se desvela para preparar a su amigo a dar un examen, son tan cotidianas que las olvidamos.
Pero algunos actos de solidaridad quedan en la memoria. Narró dos anécdotas de un viaje de mochilero por Europa el 2002. Los hostales de Londres son muy caros y para que mi presupuesto alcance, una noche me quedé en la calle. Guardé mi mochila en un “locker” en la estación de trenes y salí a caminar. Terminé conversando con un vagabundo quien me ayudó a construir una cama con cartones. Aparte de distraerme gran parte de la noche narrándome una inverosímil versión de su vida, me enseñó que cuando uno busca cartones en la basura, debe olerlos antes para asegurarse que no apesten a comida podrida. También prometió llevarme la mañana siguiente a comprar el café más barato de Londres, promesa que no pudo cumplir porque yo decidí seguir otros rumbos.
La segunda anécdota acontece en el puerto de Patras en Grecia. Yo ya había finalizado mi viaje y estaba retornando hacia el norte de Italia donde debía buscar trabajo para sobrevivir el resto del verano boreal. Para mi mala suerte el puerto estaba paralizado por una huelga laboral. Con el dinero justo para volver y sin la certidumbre de encontrar trabajo en Italia, la demora me tenía preocupado. En el hostal conocí a un mochilero alemán que quería llegar hasta la India. Jugamos ajedrez unas cuantas veces y vimos algún partido del Mundial de fútbol que se jugaba en Corea y Japón. Al saber que me estaba quedando sin dinero, este mochilero, a pesar de no tener dinero de sobra, ni de conocerme y a quien nunca volvería a ver se ofreció a prestarme lo suficiente para llegar a mi destino y me dijo que se lo trasfiera cuando pueda.
Vale la pena recordarnos a nosotros mismos que hay una abundancia de bondad entre los seres humanos y que hay más cosas buenas que malas en la sociedad.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/12
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domingo, 16 de diciembre de 2012

Las víctimas de la justicia boliviana


Javier Paz García
El caso de Jacob Ostreicher sin duda conmueve por el sufrimiento de un inocente extorsionado por funcionarios del Poder Ejecutivo, pero no es un caso aislado. Más del 70% de los presos en Bolivia no tienen sentencia. Algunos son presos políticos de notoriedad como Leopoldo Fernández con 4 años de prisión sin juicio ni sentencia. Otros viven en el olvido el calvario de las injusticias de la justicia boliviana. Lo que le ha sucedido a Ostreicher no es la excepción sino la norma de cómo funciona la justicia en Bolivia. Quienquiera que ha tenido la desgracia de requerir el auxilio del sistema judicial en este país puede atestiguar sobre la corrupción del mismo. Sean procesos civiles o penales, sean trámites administrativos o denuncias a la policía, para que un proceso llegue a buen término es casi obligatorio coimear.
Las víctimas del sistema de justicia boliviano somos todos los habitantes de este país, pero en su mayoría somos víctimas calladas, silenciosas o cuyo quejido no tiene mayor repercusión. El boliviano evita en lo posible acudir ante la policía o ante la justicia porque es consciente de los altos costos que esto significa, tanto legales como extralegales a menudo sin obtener ningún resultado. Ocasionalmente, cuando un extranjero es víctima del sistema de justicia boliviano, la prensa internacional toma nota sobre lo que aquí ocurre y si la presión internacional es suficientemente incómoda, pues se le devuelve su vehículo robado a un brasilero o la libertad injustamente quitada a un norteamericano. Pero para el resto de los bolivianos nada cambia: siguen los presos sin sentencia, siguen los jueces corruptos, siguen los abogados inescrupulosos enriqueciéndose a costa del pueblo.
Es necesario notar que la corrupción que inunda el sistema de justicia boliviano no nace con el actual gobierno pero que desde que Evo Morales es presidente las cosas han empeorado. Y es que más allá de los discursos, las acciones del gobierno son propicias para fomentar la corrupción. Por ejemplo al inicio de su gestión Evo Morales designó a Jorge Alvarado como presidente de la estatal petrolera YPFB. Al evidenciarse malos manejos por parte de Alvarado, Evo Morales lo premió con una embajada y despidió a las dos personas que hicieron la acusación. Casos como este donde el mismo presidente Morales premiaba a los presuntos corruptos y castigaba a los denunciantes han sido frecuentes. A parte de eso el Ejecutivo ha llenado de interinatos las instituciones del Estado, ha presionado a jueces y fiscales para que fallen según sus designios y a perseguido a jueces que se han negado a ser sumisos. Así no se puede hablar de mejor justicia y lucha contra la corrupción.
Santa Cruz de la Sierra, 16/12/12
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lunes, 10 de diciembre de 2012

Revolución en Egipto


Javier Paz García
La caída de Hosni Mubarak trajo esperanzas de democracia y libertad en Egipto. Llegó la democracia, pero no está garantizada la libertad. Y es que ambos conceptos, aunque a menudo se confunden y se utilizan como sinónimos, no tienen el mismo significado. La historia demuestra que un régimen elegido democráticamente puede ser tiránico y liberticida. Y eso, es precisamente lo que temen que suceda en Egipto quienes en la actualidad se oponen a que el actual presidente egipcio, Mohamed Mursi, obtenga poderes especiales y extraordinarios. Mursi es miembro de la Hermandad Musulmana, una organización fundamentalista islámica. Los egipcios que no comparten los enunciados de esta organización, temen que el presidente y su partido impongan sus ideas fundamentalistas sobre todo el país y reduzcan las libertades civiles y políticas. De más está decir que esos temores no son exagerados.
El caso egipcio es propicio para clarificar los conceptos de democracia y libertad. Democracia es el gobierno elegido por el voto popular; es el gobierno de las mayorías. Pero sin la existencia de ciertas garantías y derechos a todos y cada uno de los ciudadanos y sin la imposición de límites al ejercicio del poder político la democracia puede resultar en la opresión ejercida por una mayoría circunstancial sobre las minorías. Aunque la democracia es un requisito para la libertad, no es suficiente. La principal función de una Carta Magna es precisamente proteger a los ciudadanos de los potenciales abusos del gobierno contra los ciudadanos, delimitar el poder del Estado y garantizar ciertos derechos a los individuos. Solo si cumple estos requisitos puede un Estado ufanarse de procurar la libertad de sus habitantes.
Los egipcios han logrado la democracia. Todavía no está claro si el actual régimen democrático avanzará los principios de la libertad, garantizando una nación donde la gente pueda elegir su religión y declarar su opinión sin riesgo de persecución o escarnio por parte del poder o si por el contrario limita la prensa impone la sharia y apedrea a las mujeres que no se vistan de cierta forma. La lucha en Egipto es básicamente entre quienes quieren imponer al resto una forma de vida y entre quienes quieren que les sean respetadas sus libertades básicas y su derecho a elegir.  
Santa Cruz de la Sierra, 09/12/12
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domingo, 9 de diciembre de 2012

Explicando la crisis europea


Javier Paz García
En las finanzas personales cada familia tiene que equilibrar los gastos del mes con los ingresos. Lo prudente es gastar menos de lo que uno gana y de esa forma tener un ahorro. Hay periodos en los que uno gasta más de lo que uno gana, sea por una cuestión de salud, la compra de un vehículo, un viaje de vacaciones, la adquisición de una casa, etc. Hay dos formas de financiar estos gastos: utilizándose los ahorros acumulados u obteniendo un préstamo. La familia que se presta dinero para adquirir un vehículo o una casa, adquiere un activo que puede vender para pagar el préstamo. En cambio la familia que se presta para financiar gastos corrientes, aquellos del día a día, al final del mes ha adquirido una deuda, pero no ha adquirido ningún activo que sirva para pagarla.
A veces es necesario endeudarse para mantener los gastos del hogar, pero tales situaciones no deben prolongarse por mucho tiempo porque a la larga la familia va a tener deudas que no podrá cumplir.
Algo similar le sucede a Grecia. Durante décadas, los diferentes gobiernos de este país vivieron por encima de sus medios, gastando más de lo que recaudaban, incrementando el número de funcionarios estatales, inflando la burocracia pública. Y todo esto se financió con deuda. Pero llegó un momento en que los prestamistas, al ver que la situación era insostenible, que Grecia era insolvente y que corrían el riesgo de que no devuelva los préstamos, dejaron de prestarle. ¿Y qué puede hacer un gobierno cuando ya no le quedan ahorros y nadie le quiere prestar dinero para financiar los déficit fiscales? Pues a la fuerza tiene que gastar menos, tiene que despedir personal, reducir salarios, reducir beneficios sociales, aumentar impuestos hasta que los ingresos que el Estado recibe sean iguales o superiores a sus gastos.
La crisis en Grecia, España, Portugal e Italia no se inició hace uno o dos años. Sus causas provienen de políticas fiscalmente irresponsables de gastar año tras año más de lo que recaudaban. La austeridad requerida no es un capricho de los políticos de turno ni una imposición del FMI o el BCE, es una imposición de la realidad económica. De hecho los préstamos del FMI y el BCE lo que hacen es retardar o reducir la magnitud de las medidas de austeridad necesarias para balancear ingresos y gastos. Estos préstamos de ninguna manera resuelven la causa del problema, sólo atenúan sus efectos, es como dar suministrar morfina a un enfermo terminal, sólo quita el dolor, pero no lo cura.
Los préstamos del FMI y el BCE lo único que hacen es comprar tiempo. Si durante ese tiempo, los países en crisis toman las medidas estructurales adecuadas, pueden tener un periodo menos traumático. Pero si no lo hacen, eventualmente la debacle les va a llegar y en algún punto nadie, ni el FMI ni el BCE estará dispuesto a seguir prestándoles.
Shanghai, 02/12/12
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lunes, 19 de noviembre de 2012

Sobre las imperfecciones del Estado


Javier Paz García
Los estatistas para tratar de justificar el agrandamiento del Estado a menudo recurren al argumento de que el mercado no es perfecto, que existen externalidades, falta de información y asimetrías que justifican la intervención estatal. Este argumento no considera que también existen externalidades, asimetrías e imperfecciones inherentes a la intervención estatal. Los estatistas presumen que un burócrata o un grupo de burócrata pueden con facilidad A) encontrar las imperfecciones del mercado, B) determinar la magnitud de dichas imperfecciones y C) corregirlas de manera eficaz y eficiente. Sin embargo ni A, ni B, son fáciles de lograr pero incluso cuando se puede determinar la existencia de una imperfección y su magnitud, la intervención estatal a menudo puede ser más costosa y distorsionante que la misma distorsión del mercado que se trata de remediar. Como indicaron James Buchanan y Gordon Tullock en su seminal libro El Cálculo del Consenso, la acción del Estado, también provoca externalidades y que por lo tanto “la existencia de efectos externos del comportamiento privado no es una condición necesaria ni suficiente para que una actividad sea puesta a cargo de la acción colectiva”. Por lo tanto la intervención estatal se justifica solo si las externalidades causadas por la intervención estatal son menores a las externalidades causadas por el mercado. 
Entre los detractores del mercado también es implícita la idea de que el mercado promueve las actitudes egoístas de los individuos mientras que el Estado promueve el bien común y es omnisciente, ecuánime, eficiente y eficaz en la persecución de sus benevolentes objetivos. Olvidan que el Estado está compuesto por personas al igual que el mercado, que también persiguen sus propios intereses, al igual que en el mercado, personas con prejuicios y falta de información, al igual que en el mercado y que por lo tanto es incorrecto asumir que el Estado siempre puede solucionar eficientemente las fallas del mercado.
De hecho el Estado es un gran creador de imperfecciones, asimetrías y externalidades. El poder del Estado puede ser capturado por grupos corporativistas para servir sus propios intereses, puede imponer barreras arancelarias o dificultar la competencia para proteger industrias ineficientes, creando sectores monopólicos manejados por allegados al poder, dilapidar recursos escasos y valiosos subsidiando empresas deficitarias. Y mientras más grande y más poderoso es el Estado, mayores son las distorsiones que crea, mayores los incentivos que genera entre los grupos corporativistas como ser los gremios empresariales y sindicales para capturar sus rentas o producir legislación que les otorgue privilegios. Y mientras las imperfecciones del mercado son a menudo pequeñas y localizadas, las imperfecciones del Estado por lo general son grandes y afectan a toda la población.
Es claro que las imperfecciones del mercado no son causa suficiente para justificar la intervención estatal.
Santa Cruz de la Sierra, 19/11/12
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viernes, 16 de noviembre de 2012

Falacias del ataque antiliberal


Javier Paz García
Quienes defendemos la economía de mercado por sobre el estatismo a menudo somos catalogados de defensores de intereses oscuros, títeres de los ricos y poderosos. Esto es una forma de falacia ad hominem donde se deja de lado los argumentos y se ataca a la persona. Para dar un ejemplo de esta falacia, yo puedo decir que la Tierra gira alrededor del sol debido a la atracción gravitacional que existe entre ambos; otra persona podría tratar de desacreditarme diciendo que eso no es cierto porque yo defiendo los intereses de los científicos, o que no deben creerme porque una vez me pasé un semáforo en rojo. En este ejemplo, mi crítico se abstiene totalmente de criticar el argumento presentado por mí, y en vez de ello, me critica a mí directamente. Mi argumento puede ser cierto o falso, pero ello no depende de si defiendo ciertos intereses o si me paso los semáforos en rojo; atacarme a mí es una forma de distracción precisamente para no tener que discutir la idea. Por supuesto no es cierto que los liberales defendamos a los ricos, aunque sí defendemos el derecho a que cualquier persona se pueda enriquecer mediante el trabajo y la innovación. Es un error suponer que un empresario o un rico por serlo, defiende el libre mercado. Siempre existirán empresarios en busca de rentas estatales, subsidios, leyes que los protejan de la competencia, siempre habrá empresarios dispuestos a amarrarse o tomar el poder político para extraer privilegios. Esto no tiene nada que ver con liberalismo.
Otra falacia ad hominem es catalogarnos como egoístas consumados, personas sin escrúpulos que no tienen más Dios que el dinero y el ánimo de lucro y que están dispuestos a vender a su madre por ganar unos centavos. Por supuesto abundan los liberales profundamente religiosos, o quienes incluso siendo ateos o agnósticos son esposos y padres abnegados, ayudan a sus comunidades, donan sus fortunas a la beneficencia, se preocupan por el bienestar de los más pobres, apoyan a escuelas y hospitales, etc. Y también abundan entre los estatistas y socialistas personas sin escrúpulos, que proclaman defender a los pobres y se enriquecen a costa del Estado, personas que se atribuyen una moralidad superior pero que engañan a sus parejas o no pagan la pensión de sus hijos. Por lo tanto este argumento es fácilmente desacreditado con unos abundantes contraejemplos.
Otra falacia es decir que a los defensores del libre mercado no nos interesan los pobres y los asalariados. Para desacreditar esta idea solo basta notar que hay menos pobres en los países capitalistas y que los trabajadores en estos países tienen mejores salarios, mejores condiciones laborales y mejores niveles de vidas que sus pares viviendo en países de tendencia o tradición estatista. ¿Cuántos obreros bolivianos quieren irse a Estados Unidos a trabajar? ¿Cuántos obreros estadounidenses quieren ir a Bolivia a trabajar? Los hechos hablan por sí solos. Es irónico que los socialistas, quienes dicen defender a los trabajadores y a los pobres, defiendan un sistema que empobrece a los trabajadores y a los pobres.
Santa Cruz de la Sierra, 16/11/12
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domingo, 11 de noviembre de 2012

Habla un defensor del mercado


Javier Paz García
Jorge Luis Borges dijo que “no hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédulo”. Precisamente, lo peligroso de comentaristas como Alberto Bonadona es que la gente puede pensar que por ser él economista, sabe de economía y creerle. Ningún encono personal me lleva a criticar las opiniones de este señor, pero sus notas de prensa, por ser abundantes en mitos falaces, son propicias para desvirtuar tales mitos y errores conceptuales.
En su último artículo Del egoísmo y el mercado (El Deber, 10/11/12), Bonadona critica a los economistas que desvirtúan el pensamiento de Adam Smith al pintarlo como un defensor irrestricto del egoísmo. Esta reflexión es cierta, pero es irónico que provenga de alguien que hace lo mismo. Sino recordemos su artículo La lógica del propio interés (El Deber, 21/01/12) donde afirma que “No hay nada que pueda frenar la búsqueda de la propia satisfacción y no hay nada, en la concepción smithiana, que diga por cuál vía lograrlo. No hay prójimo por quien preocuparse, se trata de cada uno por sí mismo.”  Y que “lo que ocurre hoy es la consecuencia de la lógica que inició Smith”. También es irónico que Bonadona, citando a Amartya Sen, critique a quienes no han leído en su totalidad La riqueza de las naciones, cuando es evidente que el mismo Bonadona no lo ha hecho.
Es bueno recordar que Adam Smith era un filósofo y moralista interesado en comprender las causas que hacían posible que una sociedad funcione. Por ejemplo, en La teoría de los sentimientos morales, Smith escribió: “No importa cuán egoísta supongamos que sea el hombre, posee evidentemente unos principios en su naturaleza que hacen que se interese por el bienestar de otros y que la felicidad de otros sea necesaria para él, aunque no gane nada por ello”. De todas maneras, el acercamiento de Bonadona hacia una versión más acertada del pensamiento de Smith es algo positivo.
Pero Bonadona fiel a sus prejuicios concluye diciendo que: “Lo más destacable de esas posiciones defensoras del mercado como el único y más eficiente mecanismo asignador de recursos es que presentan sus ideas como libres de todo interés material o sin mancilla de cualquier ideología, posición que solo revela intereses profundos de defensa de privilegios propios e incluso, de manera nada egoísta, intereses ajenos de individuos poderosos que justifican una despiadada acumulación como naturales consecuencias del mercado.”
Es simplón decir que quienes defienden el mercado defienden privilegios e intereses ocultos, pero Bonadona tendría que explicar qué intereses defienden personas como Ludwig von Mises que demostró la imposibilidad del cálculo económico en un régimen socialista, o Friedrich Hayek que no quería que se repita la experiencia nazi, o Milton Friedman cuyo orgullo más grande fue lograr eliminar la obligatoriedad en el servicio militar en su país, A Ayn Rand que sufrió la injusticia del comunismo o a ex socialistas como Mario Vargas Llosa o Plinio Apuleyo Mendoza, que ante la evidencia rectificaron sus ideas.
Santa Cruz de la Sierra, 11/11/12
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domingo, 4 de noviembre de 2012

El mesianismo norteamericano


Javier Paz García
Estados Unidos es la cuna del capitalismo y existen millones de personas que odian el capitalismo sin siquiera entenderlo, por ende, odian a Estados Unidos. Pero también es una potencia militar que desde la segunda guerra mundial no tiene una década sin haberse involucrado en algún conflicto bélico.
Entre las razones para esto no podemos descartar el pragmatismo de la diplomacia norteamericana y la búsqueda de sus objetivos estratégicos. Por ejemplo, hay que ser muy ingenuo para pensar que los intereses petroleros no tuvieron nada que ver en la defensa de Kuwait ante la invasión iraquí a principios de los noventa. Pero también existe en el imaginario de los norteamericanos la idea de que por gracia de Dios pertenecen a una nación destinada a ser grande y poderosa, y aunque no se la imaginan como dominadora del mundo, sí como regente capaz de decidir quiénes son los buenos y premiarlos y quiénes son los malos y castigarlos. Este mesianismo patente en los discursos políticos, en su literatura y en su producción cinematográfica permea su política exterior en no poca medida y lleva a esta nación a gastar ingentes cantidades de recursos en programas de desarrollos, en desestabilizar regímenes considerados adversos, en apoyar a gobiernos considerados aliados e incluso en llevar a cabo invasiones militares y participar en guerras.
Por supuesto, no todo lo hecho por Estados Unidos es malo: su participación en la segunda guerra mundial fue sin lugar a dudas en pro de la defensa de valores como la libertad y la democracia y contra la opresión del nazismo y el fascismo; juzgada por sus resultados, su intervención en Corea se puede considerar beneficiosa si vemos la diferencia en prosperidad y calidad de vida de los habitantes de Corea del Sur y los de Corea del Norte; la defensa de Kuwait, aunque sea para proteger sus intereses, sigue siendo la defensa del débil, contra una nación más fuerte que fue la que inició la agresión. En fin, existen muchas cosas rescatables sobre la política exterior norteamericana, pero considero que ese mesianismo que mencioné anteriormente los ha llevado a intervenir en otros países mucho más allá de lo que es prudente, necesario y conveniente para ellos mismos.  El resultado es que se han ganado una antipatía casi universal, porque a nadie le gusta que otros se metan en sus asuntos, incluso cuando tienen buenas intenciones (que por supuesto, en este caso, casi nunca solo son buenas intenciones). Sus intentos de exportar democracia no han sido muy exitosos y han servido para reforzar la imagen no del todo justa (y no del todo injusta) de que Estados Unidos es una potencia imperialista en busca de ampliar sus dominios. Considero que harían bien los norteamericanos en ser más humildes en cuanto a la capacidad que creen tener de cambiar al resto del mundo, en dejar de lado ese mesianismo que los cree predestinados a ser rectores de las demás naciones y dejar que, para bien o para mal, cada nación lidie con sus problemas. Se ahorrarían un montón de plata y la antipatía de millones de personas.
Santa Cruz de la Sierra, 04/11/12
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martes, 30 de octubre de 2012

Curiosidades del fumador


Javier Paz García
Existe algo glamoroso en fumar. Las imágenes del galán hollywoodiense que bota humo por la boca luego de pronunciar alguna frase memorable o del mafioso que agarra su habano mientras dicta una sentencia de muerte son parte de nuestra cultura popular. Nos hemos criado viendo propagandas de bellas mujeres con su pucho en la mano, o al varonil vaquero de Marlboro montado en su caballo. ¡Vaya uno a saber que tiene de sensual o romántico que un galán o una mujer tengan aliento a cigarrillo!
Y bueno, para un adolescente está el tema de ser grande… porque fumar no es cosa de niños, es cosa de adultos, y el que fuma, de alguna manera ha dado un paso a la adultez.
Yo me salvé de convertirme en fumador, pero eso no quiere decir que no encuentre cautivante ciertos aspectos de la cultura del cigarrillo. Por ejemplo, si usted se acerca a un desconocido y le pide que le regale cincuenta centavos, éste lo va mandar a cierta parte; sin embargo a esa misma persona puede pedirle que le regale un cigarrillo, y éste – si es fumador – sacará su cajetilla y le ofrecerá uno con la mayor naturalidad. Yo no me imagino pidiendo chicles a desconocidos, pero sé que si fuera fumador, podría tranquilamente pasarme la vida fumando sin haber comprado jamás un pucho. Existe pues una solidaridad casi universal entre los fumadores, que nunca abandonan a un caído en el campo de batalla.
El hecho de que haya tantos fumadores es también algo curioso, porque creo que podemos estar de acuerdo en que a nadie le gustó fumar las primeras veces que lo probó y la adicción se desarrolla muy posteriormente.
Fumar también tiene su utilidad; por ejemplo, una vez alguien me dijo que pedir un cigarrillo o pedir “fuego” era la perfecta excusa para iniciar conversación con una chica.
Otra característica frecuente del fumador es que puede ser respetuoso del prójimo en todo sentido, menos en cuanto a intoxicarlo con el humo del cigarrillo. No falta el amigo que se sube a tu auto o entra a tu casa y enciende un cigarrillo como si nada, sin pedirte permiso; y cuidado que le pidás que lo apague, porque es probable que se moleste. Por supuesto a esa misma persona no le gustaría que te tirés un pedo. Esto a pesar de que la flatulencia no es dañina a la salud, su olor es efímero y hasta puede ser motivo de risas, mientras que el cigarro es dañino a la salud, tiene un olor que no agrada ni al mismo fumador y se impregna en tu ropa, en tu pelo y en tu auto por bastante tiempo. Pareciera que el fumador desarrolla cierto grado de insensibilidad y cierta creencia de inmunidad, porque puede ser un caballero en todo sentido, pero en cuanto respecta al cigarrillo, puede estar rodeado de no fumadores, y aun así encender su cigarrillo sin inmutarse.
Hoy existe una caza encarnizada contra el Homo Fumatericus aunque todavía no está en peligro de extinción. Fumar es restringido cada vez en más lugares y ya no es infrecuente ver a los pobres fumadores a la intemperie en pleno invierno agrupados en pequeñas manadas compartiendo unos puchos mientras se frotan las manos para calentarlas.
Santa Cruz de la Sierra, 28/10/12

miércoles, 24 de octubre de 2012

¿El Estado crea empleos?


Javier Paz García
No existe político que no prometa o se vanaglorie de crear empleos. No me refiero aquí a los empleos que se crean cuando un Estado da seguridad jurídica, mantiene una estructura burocrática eficiente donde los trámites son pocos, sencillos, baratos y cortos, elabora leyes que no están diseñadas para crear grupos privilegiados y extractores de rentas estatales o construye un sistema de justicia eficiente y relativamente poco corrupto. Alegrémonos cuando los políticos hablan de crear empleos a través de estos mecanismos. Me refiero al empleo estatal, creado porque el Estado contrata a alguien y le paga un salario. Y cuando el Estado contrata a alguien, aparece un político afirmando que gracias al Estado se ha creado un puesto de trabajo.
Para analizar la veracidad de esta afirmación primero debemos entender de dónde salen los fondos con los que el Estado paga salarios. Esos fondos provienen de impuestos que son extraídos de todos (o casi todos) los habitantes del país. El Estado no puede dar nada, sin haber quitado previamente. Entonces para evaluar si el Estado crea empleos tendríamos que tratar de medir cuántos empleos adicionales se crearían de forma privada si el Estado devolviera a sus dueños los impuestos que colecta. No podemos aseverar si el resultado estaría a favor o en contra del Estado, pero como podemos estar seguros que por lo menos algunos puestos de trabajo adicionales se crearían en el sector privado, sí podemos afirmar que el Estado no crea tantos empleos dice crear.
Ahora vamos a la calidad y productividad del empleo. El Estado contrata un burócrata que pasa la mitad de su tiempo jugando solitario o viendo Facebook en su computadora, tomando cafecito y tertuliando con los colegas y utiliza el tiempo que le queda para trabajar a un ritmo que no lo fatigue mucho. Si una empresa paga impuestos equivalentes al sueldo del burócrata y si esa empresa teniendo esos recursos disponibles los utilizara para contratar un ingeniero agrónomo, sin dudas que podríamos afirmar que la diferencia en calidad y el valor para la sociedad entre ambos empleos es abismal. Que sea el lector quien juzgue si es el Estado o el sector privado más propenso a crear empleos improductivos. ¿Y si utilizara esos recursos para contratar 4 jornaleros? Ahora imaginemos que el Estado maneja una mina y contrata mineros. ¿Crea empleos productivos? Solo si la productividad de esos mineros estatales es igual o mayor a la productividad de los mineros privados. Si, ceteris paribus, un minero estatal extrae la mitad de lo que extrae uno privado entonces esos empleos son tan improductivos como los del burócrata que se la pasa en Facebook. Nuevamente, que el lector juzgue si los empleados estatales son tan productivos como aquellos que trabajan en el sector privado.
Santa Cruz de la Sierra, 01/10/12
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viernes, 12 de octubre de 2012

Desarrollo y ayuda del Estado


Javier Paz García
Cuando surge el tema del desarrollo de Santa Cruz uno escucha a menudo que el departamento fue olvidado y sin embargo prosperó “a pesar del poco apoyo del Estado”. La idea implica que si el departamento hubiese tenido tal apoyo hubiera crecido aun más.
Para objetar esta idea, primero uno tiene que entender que los recursos del Estado provienen de los impuestos que pagan los ciudadanos. Por lo tanto, para que el Estado “invierta” en los ciudadanos, debe previamente haberle quitado esos recursos a los mismos ciudadanos. Entonces, para que la inversión estatal sea beneficiosa, debe ser mejor administrada de lo que sería en manos privadas, lo cual es infrecuente. En general cada persona administra mejor su dinero que el dinero ajeno y pone más ahínco al realizar un trabajo cuando obtiene un beneficio del mismo, que cuando no lo hace. Veamos por ejemplo las cooperativas de servicios básicos de la ciudad de Santa Cruz que fueron creadas por el esfuerzo privado de los propios ciudadanos, sin ayuda estatal. El éxito de las mismas beneficiaba a sus dueños, por lo tanto sus dueños (los habitantes) tenían un gran interés en hacer que funcionen. Estas cooperativas, fruto del esfuerzo privado y el interés propio de los habitantes de Santa Cruz de la Sierra hoy son un paradigma de eficiencia y buen servicio, incluso a nivel de Sudamérica. Podemos tener certeza que otro fuera su destino si el Estado las hubiera creado y administrado. En cambio ahora que el servicio de gas domiciliario es manejado por la empresa estatal YPFB, el servicio es peor que cuando estaba en manos privadas. Es más burocrático, más lento, con decenas de casas y edificios que no tienen gas domiciliario por culpa de las trabas e ineptitudes en YPFB. Hoy los desabastecimientos y las colas son más frecuentes para obtener una garrafa o cargar combustible. Y a pesar de que el gobierno se enorgullece de que YPFB es de todos los bolivianos, el resultado es un peor servicio que perjudica a todos.
Y es que, a diferencia del esfuerzo privado que cuando da frutos, beneficia a quienes hicieron el emprendimiento, la inversión estatal está en manos de burócratas que ganan un sueldo y cuya recompensa a menudo se mide más por lealtades políticas que por buenas gestiones gerenciales. Además existe el aditamento de que en una país centralista, quienes manejan las instituciones del Estado son en su mayoría paceños traídos de la sedes de gobierno y que por lo tanto poco o nada se perjudican si no funcionan las cosas en Santa Cruz o cualquier otra región periférica.
Hoy el Estado no tiene a Santa Cruz en el olvido, sino al contrario, lo tiene muy presente. Quienes manejan el poder quieren tener a los productores y exportadores cruceños a la merced de burócratas otorgando permisos, quieren (no han podido aun) que las cooperativas sean manejadas por el Estado, etc. En vista de la evidencia, habría que celebrar en vez de lamentar el olvido del Estado.
Santa Cruz de la Sierra, 12/10/12
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jueves, 4 de octubre de 2012

Un libro de Carlos Rangel


Javier Paz García
Los seres humanos tenemos la tendencia a atribuir nuestros éxitos a nosotros mismos y buscar culpables externos de nuestros fracasos. Los latinoamericanos padecemos de este síntoma de manera crónica y aguda. Abundan los escritores, historiadores, sociólogos, poetas, músicos, economistas, políticos y todo tipo de intelectuales que han buscado las causas de la pobreza y el subdesarrollo latinoamericano en todas partes menos los propios latinoamericanos. La víctima más frecuente de este nuestro victimismo ha sido Estados Unidos.
Del buen salvaje al buen revolucionario de Carlos Rangel (Venezuela, 1929 – 1988) tiene la particularidad de ser un libro autocrítico en una cultura (la nuestra) donde la autocrítica no se practica. Rangel analiza la historia del continente americano buscando explicar las causas del estancamiento de Latinoamérica mientras el norte anglosajón prosperaba. Sin dejar de notar que Estados Unidos ha cometido abusos e intromisiones en la región, descarta la hipótesis de que sea esta nación la causante de nuestro subdesarrollo. Indica que en sus inicios esta nación era tan o más pobre que los países hispanoamericanos. El crecimiento de Estados Unidos no se explica por haber abusado de Latinoamérica, sino al contrario, la actitud imperialista de Estados Unidos viene luego de haber superado a Latinoamérica económica y militarmente. Rangel cuestiona también esa recurrente manía de los latinoamericanos de suponernos de alguna manera moralmente superiores al anglosajón materialista como una manera de justificar nuestra pobreza.
Y volvemos a la pregunta clave: si ambas regiones nacieron a la independencia más o menos en la misma época y en igualdad de condiciones ¿por qué prosperó el norte y se estancó el sur? El análisis y la interpretación de la historia que hace Rangel para responder esta pregunta no son nada menos que magistrales. Con un espíritu autocrítico excepcional y con una imparcialidad que no hace miramientos entre gobiernos de izquierda o derecha, e incluso entre gobiernos democráticos o dictaduras, analiza la historia hispanoamericana y presenta una explicación convincente de nuestra pobreza y subdesarrollo.  
El libro nos aleja de esa autocomplacencia de pensar que nuestros males son causados por agentes externos o conspiraciones mundiales. Lo positivo de esto es que al ser nuestras acciones las principales causantes de nuestro retraso, pues está en nosotros y en nadie más cambiar para prosperar. En este sentido el libro también es un ataque contra el fatalismo conformista. Del buen salvaje al buen revolucionario fue publicado en la década de los 70; sin embargo, pareciera que fue escrito ayer, lo que indica (tristemente) que nada ha cambiado y en nada hemos cambiado.
Santa Cruz de la Sierra, 04/10/12
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viernes, 28 de septiembre de 2012

La innecesaria y costosa soberanía alimentaria



Javier Paz García
Nos explican los defensores de la soberanía alimentaria que un país debe autoabastecer sus necesidades de alimentos. ¿Pero por qué? ¿Por qué es necesario que un país se autoabastezca de todo lo que consume? ¿Por ejemplo, por qué tiene un país tropical que producir quinua, si sus zonas agrícolas no son aptas para su cultivo y la puede comprar más barata de lo que le cuesta producirla?
Precisamente, el propósito del comercio internacional (y en realidad del comercio en general), es que cada país produzca lo que mejor se adapte a sus condiciones, venda su producción excedentaria a otros países y les compre aquello que no le conviene o no puede producir.
La soberanía alimentaria es innecesaria, ya que si un país no produce cierto alimento, no quiere decir que no pueda consumirlo; lo puede comprar a otro país. Sobran los ejemplos de países que no siembran trigo, pero no les falta pan, que usan aceite de soya sin sembrar soya o fabrican chocolate sin sembrar cacao. La soberanía alimentaria es además costosa, porque existen ciertos productos que no son aptos para ser cultivados en un país. Producir manzanas en Ecuador es costoso porque el clima ecuatoriano no es apto para ello. Producir bananas en Chile es costoso por los mismos motivos. Tratar de hacerlo implica un desperdicio de recursos. Mejor es que Chile produzca manzanas, exporte parte de su producción a Ecuador y le compre bananas y que Ecuador haga lo contrario. Dada la posibilidad de que cada país siembre aquellos productos para los cuales tiene las condiciones adecuadas y compre de otros países aquellos productos que le costarían más caro producir por sí mismo, es una tontería perseguir la soberanía alimentaria. Y cuando un país se embarca en esta tontería, hace que la canasta de alimentos se encarezca, castigando al consumidor. Por supuesto, son los más pobres los que en términos relativos sufren más por estas políticas.
La política de soberanía alimentaria es eufemismo para lo que en economía se llama sustitución de importaciones y la experiencia latinoamericana es contundente en cuanto al fracaso y las consecuencias negativas de las políticas cepalinas de sustitución de importaciones. El discurso de la soberanía alimentaria apela al nacionalismo, incluso a la xenofobia y es un instrumento en el arsenal de los populistas y demagogos para mostrarse como defensores de los intereses nacionales. Por eso no nos debe sorprender que abunden políticos que enarbolen este discurso. Tampoco nos debe sorprender que empresarios agroindustriales promuevan el debate, ya que buscan obtener algún subsidio, barrera arancelaria o monopolio que los proteja de la competencia u otros beneficios de parte del Estado. Que la gente común crea este discurso es entendible como es entendible que un no cardiólogo le crea a un cardiólogo en temas del corazón. Pero es lamentable que economistas profesionales que son considerados de cierto prestigio por la opinión pública también promuevan esta costosa e innecesaria falacia… Y los hay de sobra.     
Santa Cruz de la Sierra, 28/09/12
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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Dos significados de individualismo


Javier Paz García
Uno de los argumentos esgrimidos por los defensores del colectivismo es que ellos combaten el individualismo, anteponiendo la solidaridad y el altruismo por sobre el egoísmo. Karl Popper (1902-1994) en su libro “La Sociedad Abierta y sus Enemigos” ataca esta idea primeramente clarificando algunos conceptos. Popper indica (Cp. 6, V) que el término “individualismo” puede ser usado de dos formas diferentes: (a) contrario a colectivismo, y (b) contrario a altruismo.
Para el significado (a), no existen sinónimos, pero para el (b) se pueden usar sinónimos como “egoísmo”.  Popper elabora la siguiente tabla:
(a)     Individualismo   es lo contrario de   (a´) Colectivismo
(b)     Egoísmo             es lo contrario de   (b´) Altruismo.
Este doble significado de la palabra “individualismo” permite que los enemigos de la libertad asocien el individualismo con el egoísmo, y por otro lado asocien el colectivismo con el altruismo. Este sofisma ha sido usado por el mismo Platón en su ataque a las instituciones democráticas de Atenas y sigue siendo usado hoy, con bastante éxito.
 Pero cuando clarificamos los términos, vemos que el altruismo no es contrario al individualismo (en su significado “a”) y que el colectivismo no es sinónimo de altruismo. El mismo Popper hace notar que existe egoísmo colectivo y que por otro lado un anti-colectivista (individualista) puede ser altruista y cita a Dickens como ejemplo.
Ser un individualista en su significación política, no implica estar en contra de la solidaridad, de la beneficencia, del amor al prójimo, ni implica un antagonismo con las doctrinas religiosas predominantes. Defender el individualismo, es defender la libertad y la dignidad de cada ser humano; es repudiar el racismo o cualquier doctrina que propugne una superioridad moral de un grupo humano por sobre otros; es repudiar la tiranía, el caudillismo, el culto al líder; es repudiar la exaltación del Estado como un ente superior al individuo, como un fin en sí mismo.
Las libertades básicas, como la libertad de expresión, de tránsito, de religión, de poseer propiedad son producto del individualismo como doctrina política. Por el contrario el colectivismo en todas sus variantes (socialismo, comunismo, nazismo, fascismo) ha sido causante de las mayores masacres humanas, las mayores represiones, las mayores pérdidas de la libertad y la dignidad humana, además de la perpetuación o exacerbación de la pobreza. Es en las sociedades colectivistas como la Unión Soviética, Alemania Oriental, Cuba o Corea del Norte donde se construyen muros para que la gente no pueda escapar, donde solo el Estado tiene medios de prensa, donde nadie es dueño de la casa en que vive, ni de su vida misma y donde no hay esperanza de salir de la pobreza con la excepción de aquellos allegados al régimen. Ser individualista, es simplemente no querer ese terrible destino para uno, ni para sus hijos, ni para el prójimo.
Santa Cruz de la Sierra, 12/09/12
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viernes, 7 de septiembre de 2012

Reflexiones masistas sobre el “capitalismo verde”


Javier Paz García
Hace pocos días el vicepresidente Álvaro García Linera explicó lo que él denominó “capitalismo verde”. Según su explicación, las empresas europeas compran bosques para su preservación en países tercermundistas y reciben compensaciones millonarias de sus gobiernos mediante bonos de carbono. De esta manera, las multinacionales crean “supraestados”: territorios donde el Estado no tiene cabida.
Muchos, incluidos Evo Morales y García Linera, condenan al capitalismo por destruir los bosques. Sin embargo aquí García Linera critica al capitalismo precisamente por hacer lo contrario: preservar bosques. Y según su propia admisión, le molesta que el ánimo de lucro sea lo que motive a las empresas a velar por su preservación. Siguiendo esta lógica, está bien destruir bosques mientras no sea con ánimo de lucro, está mal salvarlos si es para lucrar. Esta es una clara muestra de la inconsistencia de los intelectuales de izquierda que critican al capitalismo si destruye si hace algo y lo critican si no lo hace. Incluso Evo Morales, autoproclamado defensor de la madre tierra, ha criticado el movimiento ambientalista como una imposición del capitalismo mundial y un freno al desarrollo de los países pobres. ¿En qué quedamos? ¿O el capitalismo destruye el medio ambiente o lo preserva a costa del desarrollo de los países pobres? Ni ellos mismos lo saben, o adoptan la posición que ven conveniente según el auditorio.
El vicepresidente también afirma que existen áreas protegidas que pertenecen a particulares y no están bajo control del Estado, y critica esta situación como una pérdida de soberanía y poder. Asumiendo la veracidad de tal afirmación, al vicepresidente no parece interesarle analizar la efectividad y eficiencia ambas alternativas: no discute si las áreas protegidas que según él están en manos de transnacionales (yo desconozco si existen y cuáles son) son mejor o peor cuidadas que aquellas en manos del Estado. No le interesa analizar con qué método se preserva mejor el medio ambiente, sino que el Estado tenga el control. Siguiendo la lógica de su argumento, más importante es tener un Estado todopoderoso aunque haga un pobre manejo de las áreas protegidas, que tener áreas protegidas bien manejadas en manos privadas.
Esta inconsistencia y pobreza argumentativa proviene de quien es reputado como el mayor intelectual del partido gobernante. Luego, no debería sorprendernos las sandeces que escuchamos de otros militantes del Movimiento al Socialismo. El vicepresidente puede posar como ambientalista cuando le conviene, pero su argumentación es deficiente y un ligero análisis muestra que lo que le interesa es el poder: la concentración del poder en manos del Estado y el manejo del Estado en manos suyas.      
Santa Cruz de la Sierra, 07/09/12
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sábado, 1 de septiembre de 2012

Sobre el control de las armas y la prensa


Javier Paz García
El hecho de que ninguna dictadura se haya instaurado en los Estados Unidos tiene mucho que ver con la prohibición constitucional que tiene su gobierno de regular o limitar en cualquier manera la libertad de expresión y la posesión de armas a los ciudadanos. La constitución norteamericana establece en su primera enmienda la libertad de prensa y en su segunda enmienda el derecho de portar armas, precisamente para proteger a sus ciudadanos y para que sus ciudadanos puedan proteger al sistema democrático si éste se ve amenazado. Es que para instaurar una tiranía, es indispensable que los gobernantes controlen la prensa y las armas de fuego.
Pero es raro que un aspirante a tirano declare abiertamente sus verdaderas intenciones. Lo normal es que disfrace sus aspiraciones de poder irrestricto con motivos nobles. Por ejemplo el control de medios de prensa es justificado por los tiranos como una forma de “democratizar” la información. Mario Vargas Llosa ha dicho al respecto que “cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido.” Igualmente, el control de armas es justificado como una medida de seguridad para reducir los crímenes comunes y la violencia. En 1935 Hitler dijo: “Este año marcará un hito en la historia. Por primera vez una nación civilizada tiene un completo registro de las armas. Nuestras calles serán más seguras, nuestra policía más eficiente…”. No es casualidad que Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales adopten políticas parecidas a las de Adolfo Hitler y utilicen los mismos justificativos. Por supuesto prohibir la posesión de armas tiene el efecto contrario, ya que los ciudadanos decentes obedecen la prohibición, pero los criminales no. Es decir, con estas medidas se logra desarmar y desproteger a las personas honestas y dar más bríos a los criminales para que puedan actuar sin miedo.
Tanto las leyes para “democratizar los medios” como aquellas para controlar las armas, tienen como consecuencia concentrar el poder en manos de los gobernantes. Estas leyes ni democratizan los medios, ni reducen la criminalidad, de hecho la aumentan. Hoy en Sudamérica, gobiernos con tintes totalitarios como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina han implementado medidas contra la prensa y la posesión de armas de fuego. Venezuela, a pesar de tener estas imposiciones durante años, es una de los países más peligrosos del mundo en cuanto a criminalidad. En Bolivia el gobierno prohibió las armas el 2008 y la criminalidad ha empeorado. Pero eso no preocupa a los gobernantes porque su propósito no es mejorar la libertad de expresión ni la seguridad ciudadana, sino neutralizar cualquier elemento que pueda interponerse en su proyecto de perpetuación del poder.
Santa Cruz de la Sierra, 01/09/12
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jueves, 23 de agosto de 2012

Los intereses de los medios


Javier Paz García
Decir que los dueños de medios de comunicación tienen intereses particulares no tiene (o no debería tener) nada de controversial. ¡Por supuesto que los tienen, como intereses particulares tenemos todos! Prohibir la posesión de medios de comunicación a quienes el Estado juzgue como personas con intereses particulares es totalmente arbitrario y violatorio de la libertad de expresión. Sin embargo los actuales gobernantes en Bolivia, Ecuador, Argentina y Venezuela ponen este pretexto como justificativo para regular, censurar y cerrar medios de prensa. El razonamiento va más o menos así: 1) Los dueños de medios tienen intereses particulares. 2) Los medios privados tergiversan la información para favorecer los intereses particulares de sus dueños. 3) El Estado debe intervenirlos para garantizar la imparcialidad de la información, la “verdadera libertad de prensa” o algo así. La premisa 1 es cierta, pero incluso si asumimos que la premisa 2 también es cierta, no es suficiente para concluir que el Estado debe intervenir y cerrar medios. ¿Por qué? a) Porque la competencia disciplina a los medios, porque la pluralidad de medios hace que lo que unos quieran ocultar sea revelado por otros y que las falsedades que sean publicadas por algunos, sean corregidas por otros. b) Porque el lector o televidente no es idiota (al menos no todos). El ciudadano decide cuáles medios de comunicación mirar y cuáles descartar, qué noticias creer y qué noticias dudar. La decisión final sobre lo que cada uno mira y cree recae en uno mismo. Dentro de este abanico de medios, también están los medios del Estado, que a pesar de su parcialización, dan un punto de vista adicional a quienes quieran creerles.
Los gobernantes, al plantear la necesidad de que el Estado controle los medios, subestiman el rol de la competencia como instrumento de disciplina y mejora de calidad, subestiman la importancia de la pluralidad de medios como instrumento para permitir al televidente o lector formarse un mejor criterio sobre la veracidad de una noticia y finalmente subestiman la inteligencia del ciudadano y su capacidad de discernir lo cierto de lo falso. En realidad es una característica general de los defensores del colectivismo pensar que la competencia no funciona y que las personas son estúpidas y por lo tanto necesitan líderes que decidan todo por ellos.
Además al razonamiento del gobierno le falta también una premisa fundamental: los gobernantes igualmente tienen intereses particulares: como ser reelegidos, mantener su popularidad, ocultar sus picardías, etc. Y la historia nos muestra que, en comparación con los dueños de medios, los gobernantes están dispuestos a cometer acciones más repudiables para defender sus intereses particulares… una de esas acciones es precisamente cerrar y censurar a la prensa independiente. Nada mejor para tener en jaque los turbios intereses particulares de los gobernantes que la existencia de muchos medios de prensa independientes actuando sin riesgo a ser cerrados o acallados por el Estado.
Santa Cruz de la Sierra, 23/08/12
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jueves, 16 de agosto de 2012

Sobre la democratización de los medios de comunicación


Javier Paz García
Los gobiernos que cierran o censuran medios de prensa comenten atropellos contra la libertad de prensa y los derechos de propiedad. Lo paradójico es que frecuentemente justifican sus fechorías con el argumento de querer ampliar o democratizar la libertad de expresión. El éxito de tal argumento no se sustenta en su solidez, sino en la ignorancia e ingenuidad de las masas.
Para desgranar el sofisma de “democratizar los medios” primero debemos entender la diferencia entre derechos negativos y positivos. Los derechos negativos prohíben a alguien interferir en ciertas acciones de terceros. El derecho a la libre expresión es negativo porque prohíbe al Estado penalizar las opiniones. Es un límite impuesto al Estado para evitar que abuse de su poder y lo único que tiene que hacer para cumplir con este derecho es no hacer nada: no tiene que darle ni quitarle nada a nadie. Respetar los derechos negativos como la libertad de expresión no le cuesta un centavo al Estado.  Los derechos positivos en cambio crean una obligación de unos sobre otros. Por ejemplo hacer de la salud un derecho obliga al Estado a proveerla gratuitamente. Para cumplir con este derecho tiene que quitar a unos para dar a otros.
El sofisma consiste en hablar de libertad de expresión como si fuera un derecho positivo; como si fuera obligación del Estado garantizar que cada ciudadano tenga acceso a los medios de prensa, de la misma manera que tiene acceso a hospitales y escuelas públicas. Pero hay una trampa adicional, y es que por ejemplo, cuando el Estado proclama la salud y la educación como derechos, el mismo Estado asume el costo de proveerlas gratuitamente; sin embargo cuando los gobernantes hablan de democratizar la libertad de expresión, no asumen el costo de garantizar tal acceso a todos, sino que lo imponen a los medios de comunicación privados,  obligándolos a ciertas restricciones o acciones, como ser emitir discursos presidenciales. Esta segunda tergiversación de la libertad de expresión es también un atropello sobre los derechos de propiedad.
Quien abre un canal de televisión o un periódico, no quita el derecho a otro de abrir su propio medio, ni impide a nadie expresar su opinión. Sin embargo a menudo los gobernantes se refieren a los medios como monopolios, como si su existencia hiciera imposible la aparición de otros medios y significara un cercenamiento de la libertad de expresión de quienes no son propietarios de medios. Así justifican el control estatal sobre los mismos. Cuando esta artimaña de hablar de libertad de expresión como si fuera un derecho positivo y de hacer responsables a los medios privados (y no al Estado) de garantizar ese falso derecho positivo es creída por la mayoría de la población, es que los gobernantes pueden satanizar, censurar y cerrar medios de prensa, con el beneplácito de la ciudadanía. Bien lo ha dicho Mario Vargas Llosa: “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido”.
El Alto, 16/08/12
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lunes, 13 de agosto de 2012

Cadena presidencial: otro abuso del gobierno


Javier Paz García
El 6 de agosto de 2012 marca otro hito en la construcción de un Estado totalitario y hacia las restricciones de las libertades y los derechos civiles y políticos en Bolivia: el gobierno obligó a todos los canales de televisión y radios a transmitir el mensaje presidencial. Que yo recuerde, ningún gobierno democrático había implementado tal medida. Sé que en las dictaduras se cerraban medios, no sé si se los obligaba a transmitir los mensajes del gobierno.
Es típico de los dictadores y en general de aquellos con tendencias totalitarias asumirse superiores a los demás; superiores intelectual y moralmente para decidir en nombre de todos qué es importante, qué es correcto, qué es adecuado, qué es bueno y qué no lo es. Esa superioridad de la que se creen poseedores los capacita para acumular poder a costa de reducir la libertad del resto de las personas; todo, por supuesto, en nombre de velar por el bienestar de las personas. Una muestra de ello sucedió este 6 de agosto, fecha en que Bolivia cumple un año más de independencia. El argumento del gobierno es que debido a la importancia del mensaje, debía ser escuchado por todos. ¿Pero por qué no dejar que cada uno decida lo que considera importante? Existe por lo menos un canal y una radio del Estado que emiten su señal en todo el territorio nacional, entonces cualquier persona que considerase importante el mensaje presidencial podría haber sintonizado tales medios. ¿Por qué entonces obligar a todos los medios a transmitir lo mismo? Tal vez si estuviéramos al borde de una guerra o alguna catástrofe de esas proporciones se justificaría una medida así, ¿pero escuchar al presidente explicar cuan maravillosa es su gestión amerita una cadena nacional? Por supuesto que la respuesta es afirmativa para los actuales inquilinos del poder, pero no deja de ser paradójico que hablen de democratizar los medios y sin embargo obliguen a todos los medios a transmitir lo mismo; que hablen de empoderar y dignificar al ciudadano, y sin embargo le quiten hasta la potestad de decidir qué quiere mirar por televisión o escuchar por radio.
Hemos tenido nuestra primera cadena presidencial al estilo de la Venezuela de Chávez. Tal vez para muchos esto no signifique mucho, para mí es nuevo un paso hacia la concentración del poder total, “político, económico y cultural”, como alguna vez lo declaró el vicepresidente. Es un paso más hacia el cercenamiento de las libertades civiles y políticas por las que lucharon los héroes de la independencia, libertades que son el fin máximo de cualquier república. Y así van avanzando, con cosas que parecen poco, con medidas, que tal vez por ser pequeñas o paulatinas no causan mucho revuelo… o tal vez la maquinaria de miedo y amedrentamiento del gobierno ha logrado acallar a las mayorías. El hecho es que poco a poco pero inexorablemente la libertad en Bolivia se va reduciendo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/08/12
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jueves, 2 de agosto de 2012

Moribunda libertad de expresión


Javier Paz García
Hace unos días, Milena Fernández, conductora de un programa de televisión dijo que “Oruro es una ciudad fétida”. Por ello fue acusada de discriminación y se emitió una orden de aprehensión en su contra. Esto sienta un precedente gravísimo para la libertad de expresión y para la democracia en Bolivia. Si se puede meter presa a una persona por hacer un comentario despectivo de una ciudad, entonces el Estado puede meter preso a cualquiera por cualquier motivo. El caso de Milena Fernández ilustra mejor que nada los peligros y los abusos que se pueden cometer bajo el amparo de la ley contra el racismo y la discriminación.
Algunas personas han hecho notar que la Sra. Fernández tenía la intención de hacer una crítica constructiva, que pidió disculpas y que por lo tanto el municipio orureño debería desistir del juicio. Quienes argumentan esta posición fallan olímpicamente en entender el fondo y la trascendencia de la cuestión: y es que la Sra. Fernández (o cualquier persona) debería poder opinar bien o mal de una ciudad o de cualquier tema sin miedo a ser perseguida judicialmente. En una sociedad que se digna de defender la libertad y los derechos humanos, nada puede ser más sagrado que la libertad de expresión. Lo que está en peligro no es solo la libertad física de la Sra. Fernández, sino la libertad de todos los que habitamos esta tierra de expresarnos libremente y sin miedo a ser perseguidos por el Estado.
En el caso de la Sra. Fernández, los orureños tienen todo el derecho a manifestar su disgusto, a declararla persona no grata, pedirle explicaciones, ¡pero someterla a un juicio! es un abuso mayúsculo y marca un nuevo precedente en el cercenamiento de las libertades por parte de un gobierno cada día más autoritario y abusivo.
Aunque este asunto se solucione de manera razonable, aunque para el momento que esta nota salga en la prensa la demanda se haya retirado y la Sra. Fernández ya no sea sometida a la tortura psicológica que está sufriendo (y espero que así sea), el mensaje ya ha sido lanzado y es claro: hoy en Bolivia cualquier persona puede ir a la cárcel por cualquier opinión que no sea del gusto de quienes están en el poder; hoy el periodismo debe ejercer la autocensura. Hoy en Bolivia la libertad de expresión está moribunda.
Santa Cruz de la Sierra, 02/08/12
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miércoles, 25 de julio de 2012

Individualismo versus colectivismo


Javier Paz García
Otro parámetro más acertado que el tradicional izquierda – derecha es el de individualismo versus colectivismo. 
El individualismo es la doctrina de que cada ser humano es intrínsecamente valioso y soberano de sí mismo, que nada es más valioso que la libertad y que la mayor función del Estado es protegerla. Es importante resaltar que el individualismo no es sinónimo de egoísmo. Más bien la experiencia demuestra todo lo contrario: las sociedades donde se respeta la libertad individual abundan en instituciones privadas de beneficencia, y los actos de caridad y de amor al prójimo son cosa de todos los días.
El colectivismo en cambio niega al individuo y propugna que el grupo es más importante. Bajo esta perspectiva el ser humano deja de ser valioso por sí mismo y pasa a ser una pieza al servicio del aparato social. Mientras que para el individualismo, el Estado es un medio, para el colectivismo el Estado se convierte en un fin y todo lo que engrandece al Estado es considerado bueno. Por supuesto el engrandecimiento del Estado es un eufemismo para referirse a la mayor acumulación de poder en manos de una pequeña cúpula de burócratas. Doctrinas colectivistas como el socialismo, el fascismo o el nazismo, han cometido las mayores atrocidades en nombre del bien común y la grandeza de la nación.
Otra característica fundamental de las doctrinas colectivistas es que consideran que la mayoría de las personas no tienen la capacidad, la inteligencia ni la ética para decidir sobre sus propias vidas y que existe un pequeño grupo de iluminados que sí tienen la capacidad, la inteligencia y la ética para decidir por ellos; que unos cuantos burócratas tienen más sabiduría que los propios padres para decidir sobre la educación de los hijos, más conocimiento que los propios agricultores sobre la siembra de maíz, más información que los propios industriales sobre los costos de producción… Esta sabiduría y moral superior al resto de la población, licencia a los burócratas iluminados a cercenar la libertad de los ciudadanos y atribuirse la capacidad de tomar decisiones en nombre de ellos, a centralizar el poder a costa de la libertad de todos los demás que se convierten en simples piezas mecánicas, sustituibles cuando dejan de funcionar de acuerdo a los designios de quienes tienen el poder.
Aprendamos a identificar a los políticos que se atribuyen una sabiduría y una moral superiores (que sabemos que no tienen) en nombre de las cuales se creen con el derecho a quitarle poder de decisión a los ciudadanos para concentrarlos en sí mismos y a los políticos que tienen la sabiduría y la humildad de reconocer que cada individuo, con todas sus imperfecciones, sigue siendo el más indicado para decidir sobre sus propios asuntos. De esta manera elegiremos a mejores políticos.
Santa Cruz de la Sierra, 25/07/12
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jueves, 19 de julio de 2012

Libertad versus opresión


Javier Paz García
Mejor que catalogar a los políticos como de izquierda o derecha es hacerlo de acuerdo a si sus postulados y propuestas amplían las libertades de los ciudadanos o las reducen. Antes que nada es importante resaltar que los tipos de libertades que podamos definir están íntimamente ligadas unas de otras y que no se puede afectar a una sin afectar a otras. Hecha esta aclaración podemos catalogar las libertades en políticas y civiles por un lado, y económicas por otro. Las libertades civiles y políticas tienen que ver con la capacidad de los individuos de participar en el proceso político, de elegir a sus gobernantes, de expresarse libremente y sin miedo a represalias, de practicar la religión de su gusto, de hacer prensa independiente, de no ser encarcelado sin justa razón, de tener derecho al debido proceso. Las libertades económicas tienen que ver con la existencia de la propiedad privada, su uso y usufructo. El derecho a poseer y disponer libremente de bienes y servicios, a exportar e importar sin trabas del Estado, a no ser apabullado por impuestos y cargas fiscales, a invertir y desinvertir de acuerdo a la conveniencia de cada uno es parte de las libertades económicas. Por ejemplo, cuando el Estado ordena a qué precio se puede vender un producto, sea un pedazo de tierra o la carne de pollo, está reduciendo la libertad de los legítimos dueños de tanto de la tierra como del pollo. Lo mismo cuando prohíbe la exportación de productos o impone restricciones a los medios de comunicación. A su vez, si el Estado le impone al ciudadano un impuesto de digamos 50% de su producción, podemos decir que la propiedad privada es una farsa ya que el Estado es dueño de la mayoría de su ganancia, sin tener que trabajar ni correr riesgos para adquirir dicha ganancia; el riesgo y el trabajo lo pone el ciudadano y la ganancia la recibe el Estado.
Como dije antes, las libertades están íntimamente relacionadas, porque por ejemplo un país donde el Estado es dueño de toda la propiedad no puede tener prensa libre, ni sindicatos libres, y como todos dependen del Estado, nadie puede criticarlo sin correr el riesgo de perder su trabajo y sus beneficios. Es por eso que la institución de la propiedad privada es fundamental e imprescindible para preservar las libertades políticas y civiles.
La disyuntiva entre libertad versus opresión es un mejor parámetro para definir a los políticos. En vez de preguntarnos si tal o cual es de izquierda o derecha es mejor preguntarnos quienes proponen ampliar las libertades civiles políticas y económicas de la población versus quienes proponen ampliar el poder del Estado a costa de reducir las libertades citadas y desproteger a los ciudadanos. Con este parámetro podemos darnos cuenta de que muchos políticos que son encasillados en espectros opuestos de la izquierda y la derecha son a menudo la misma cosa.
Santa Cruz de la Sierra, 19/07/2012
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