miércoles, 25 de julio de 2012

Individualismo versus colectivismo


Javier Paz García
Otro parámetro más acertado que el tradicional izquierda – derecha es el de individualismo versus colectivismo. 
El individualismo es la doctrina de que cada ser humano es intrínsecamente valioso y soberano de sí mismo, que nada es más valioso que la libertad y que la mayor función del Estado es protegerla. Es importante resaltar que el individualismo no es sinónimo de egoísmo. Más bien la experiencia demuestra todo lo contrario: las sociedades donde se respeta la libertad individual abundan en instituciones privadas de beneficencia, y los actos de caridad y de amor al prójimo son cosa de todos los días.
El colectivismo en cambio niega al individuo y propugna que el grupo es más importante. Bajo esta perspectiva el ser humano deja de ser valioso por sí mismo y pasa a ser una pieza al servicio del aparato social. Mientras que para el individualismo, el Estado es un medio, para el colectivismo el Estado se convierte en un fin y todo lo que engrandece al Estado es considerado bueno. Por supuesto el engrandecimiento del Estado es un eufemismo para referirse a la mayor acumulación de poder en manos de una pequeña cúpula de burócratas. Doctrinas colectivistas como el socialismo, el fascismo o el nazismo, han cometido las mayores atrocidades en nombre del bien común y la grandeza de la nación.
Otra característica fundamental de las doctrinas colectivistas es que consideran que la mayoría de las personas no tienen la capacidad, la inteligencia ni la ética para decidir sobre sus propias vidas y que existe un pequeño grupo de iluminados que sí tienen la capacidad, la inteligencia y la ética para decidir por ellos; que unos cuantos burócratas tienen más sabiduría que los propios padres para decidir sobre la educación de los hijos, más conocimiento que los propios agricultores sobre la siembra de maíz, más información que los propios industriales sobre los costos de producción… Esta sabiduría y moral superior al resto de la población, licencia a los burócratas iluminados a cercenar la libertad de los ciudadanos y atribuirse la capacidad de tomar decisiones en nombre de ellos, a centralizar el poder a costa de la libertad de todos los demás que se convierten en simples piezas mecánicas, sustituibles cuando dejan de funcionar de acuerdo a los designios de quienes tienen el poder.
Aprendamos a identificar a los políticos que se atribuyen una sabiduría y una moral superiores (que sabemos que no tienen) en nombre de las cuales se creen con el derecho a quitarle poder de decisión a los ciudadanos para concentrarlos en sí mismos y a los políticos que tienen la sabiduría y la humildad de reconocer que cada individuo, con todas sus imperfecciones, sigue siendo el más indicado para decidir sobre sus propios asuntos. De esta manera elegiremos a mejores políticos.
Santa Cruz de la Sierra, 25/07/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

jueves, 19 de julio de 2012

Libertad versus opresión


Javier Paz García
Mejor que catalogar a los políticos como de izquierda o derecha es hacerlo de acuerdo a si sus postulados y propuestas amplían las libertades de los ciudadanos o las reducen. Antes que nada es importante resaltar que los tipos de libertades que podamos definir están íntimamente ligadas unas de otras y que no se puede afectar a una sin afectar a otras. Hecha esta aclaración podemos catalogar las libertades en políticas y civiles por un lado, y económicas por otro. Las libertades civiles y políticas tienen que ver con la capacidad de los individuos de participar en el proceso político, de elegir a sus gobernantes, de expresarse libremente y sin miedo a represalias, de practicar la religión de su gusto, de hacer prensa independiente, de no ser encarcelado sin justa razón, de tener derecho al debido proceso. Las libertades económicas tienen que ver con la existencia de la propiedad privada, su uso y usufructo. El derecho a poseer y disponer libremente de bienes y servicios, a exportar e importar sin trabas del Estado, a no ser apabullado por impuestos y cargas fiscales, a invertir y desinvertir de acuerdo a la conveniencia de cada uno es parte de las libertades económicas. Por ejemplo, cuando el Estado ordena a qué precio se puede vender un producto, sea un pedazo de tierra o la carne de pollo, está reduciendo la libertad de los legítimos dueños de tanto de la tierra como del pollo. Lo mismo cuando prohíbe la exportación de productos o impone restricciones a los medios de comunicación. A su vez, si el Estado le impone al ciudadano un impuesto de digamos 50% de su producción, podemos decir que la propiedad privada es una farsa ya que el Estado es dueño de la mayoría de su ganancia, sin tener que trabajar ni correr riesgos para adquirir dicha ganancia; el riesgo y el trabajo lo pone el ciudadano y la ganancia la recibe el Estado.
Como dije antes, las libertades están íntimamente relacionadas, porque por ejemplo un país donde el Estado es dueño de toda la propiedad no puede tener prensa libre, ni sindicatos libres, y como todos dependen del Estado, nadie puede criticarlo sin correr el riesgo de perder su trabajo y sus beneficios. Es por eso que la institución de la propiedad privada es fundamental e imprescindible para preservar las libertades políticas y civiles.
La disyuntiva entre libertad versus opresión es un mejor parámetro para definir a los políticos. En vez de preguntarnos si tal o cual es de izquierda o derecha es mejor preguntarnos quienes proponen ampliar las libertades civiles políticas y económicas de la población versus quienes proponen ampliar el poder del Estado a costa de reducir las libertades citadas y desproteger a los ciudadanos. Con este parámetro podemos darnos cuenta de que muchos políticos que son encasillados en espectros opuestos de la izquierda y la derecha son a menudo la misma cosa.
Santa Cruz de la Sierra, 19/07/2012
http://javierpaz01.blogspot.com/

jueves, 12 de julio de 2012

El falso debate de las izquierdas y derechas


Javier Paz García
Debo confesar que a menudo me parece vacío el debate entre derechas e izquierdas. La razón es que estas etiquetas pueden significar tantas cosas que al final no significan nada y es frecuente que individuos o partidos políticos que son catalogados como pertenecientes a bandos opositores tengan casi todo en común. El más notorio ejemplo de este vacío de significados es el de catalogar a Lenin y Stalin como representantes de la izquierda y a Hitler y Mussolini como representantes de la derecha. Incluso dejando de lado el hecho que “nazi” es el acrónimo de “nacional socialismo” y que Mussolini fue miembro destacado del Partido Socialista Italiano, estos cuatro dictadores tienen en común que instalaron regímenes de terror en sus países, eliminaron la disidencia, aniquilaron la prensa independiente reemplazándola por aparatos propagandísticos controlados por ellos, ejercieron control sobre el pensamiento, las ideas, la literatura, las ciencias, creando sistemas de espionaje y terror entre la población y entre los mismos funcionarios del partido, hicieron uso arbitrario y cotidiano de la violencia como método de acción. En fin hicieron todo lo necesario para perpetuarse en el poder y tener el control total: político, económico, cultural e intelectual.
Alguien podrá objetar que lo que los distingue es que los primeros abolieron la propiedad privada. Es cierto que bajo Hitler y Mussolini ésta existía, pero quienes no actuaban de acuerdo a los designios del dictador la perdían o peor aún, perdían la vida. La potestad que los dictadores tenían de disponer de vidas y haciendas equivale a una anulación casi total de la propiedad privada. Tanto el gerente de una fábrica comunista como el propietario de una fábrica en la Alemania nazi tenían que dar gusto a sus respectivos dictadores a riesgo incluso de sus propias vidas: ni el uno ni el otro eran dueños de nada.
Otros dirán que Hitler y Stalin se odiaban. A esto diré que las monarquías de Francia e Inglaterra estuvieron en guerras mutuas por siglos y esto no significa que quisieran abolir el sistema monárquico, simplemente querían más poder que su vecino.
 De la misma manera, son más las similitudes que las diferencias entre Fidel Castro y Francisco Franco o entre Hugo Chávez y José Gaspar Rodríguez de Francia. Todos son dictadores y son nimiedades las que colocan a unos en la izquierda y a otros en la derecha.
He citado casos extremos y paradigmáticos, pero esta ambivalencia o vacío en el significado de “izquierda” y “derecha” se da a todo nivel en el debate político. De hecho, los políticos a menudo utilizan estas etiquetas como una forma de huir al debate. Catalogan al contrincante como “miembro de la derecha” (o de la izquierda) y continúan con una sarta de insultos que nada tienen que ver con presentar ideas y debatir propuestas.
Santa Cruz de la Sierra, 12/07/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

lunes, 9 de julio de 2012

¿Seguridad jurídica en Bolivia?


Javier Paz García
El partido de gobierno ha demostrado una capacidad inaudita para manipular hechos, tergiversar ideas y mentir descaradamente y sin el menor rubor. A su vez el gobierno está integrado por personas que en su mayoría sobresalen por ignorantes e incultas. Los escasos militantes de quienes uno puede suponer una adecuada formación profesional y una aceptable capacidad intelectual están tan enfrascados en su visión marxista de la historia, que no pueden dejar de lado ese sesgo a la hora de interpretar y entender la realidad. Es por ello que cuando los personeros del gobierno repiten incesantemente que en Bolivia hay seguridad jurídica, yo no sé si están mintiendo conscientemente, o realmente creen lo que están diciendo.
Tal vez creen que la seguridad jurídica consiste en la palabra que pueda empeñar el presidente, el vicepresidente o sus ministros. Pero eso es clientelismo dependiente del ánimo del caudillo y sus secuaces.
Reportes de instituciones serias e independientes clasifican a Bolivia entre los países con mayor inseguridad jurídica en el mundo. Por ejemplo según el índice de libertad económica de la fundación Heritage y el Wall Street Journal, Bolivia ocupa el puesto número 166 en la protección a los derechos de propiedad y el puesto número 113 en corrupción de un total de 179 países.
Es que no tiene sentido repetir que en Bolivia existe seguridad jurídica cuando nadie confía en la justicia, los juicios duran una eternidad y son ganados por quien tiene más dinero o conexiones políticas; cuando los avasallamientos de propiedades agrícolas y terrenos urbanos son cosa de todos los días y la justicia ampara más a los avasalladores que a los dueños legítimos; cuando cualquier bellaco puede bloquear una carretera por cualquier motivo y paralizar el aparato productivo nacional por el tiempo que le dé la gana sin que el Estado haga nada; cuando las empresas son estatizadas por decreto y sin justa compensación; cuando ni el mismo gobierno cumple la constitución y las leyes; cuando los magistrados juegan a las adivinanzas con hojas de coca para decidir sus fallos; cuando a cada rato los mineros se matan entre sí, expulsan empresas y secuestran trabajadores; cuando el productor agrícola está a la merced de un burócrata que le puede dar o negar un permiso de exportación; cuando países ideológicamente cercanos otorgan asilo a perseguidos políticos; cuando existen miles de presos sin sentencias; cuando el presidente proclama odios y amenazas hacia el sector empresarial nacional y extranjero (aunque luego garantice la seguridad jurídica).
Bolivia es uno de los países con menos seguridad jurídica del mundo. Desgraciadamente ni siquiera podemos afirmar que estamos mejorando. Sería interesante poder preguntarles a nuestros gobernantes qué entienden por seguridad jurídica y en qué se basan para afirmar que en Bolivia existe tal.
Santa Cruz de la Sierra, 06/07/12
http://javierpaz01.blogspot.com/