sábado, 19 de septiembre de 2020

La responsabilidad social de la empresa

 

Javier Paz García

Este mes se cumplieron 50 años desde que el Nobel de economía Milton Friedman publicara un artículo en el New York Times indicando que la responsabilidad social de una empresa es incrementar las ganancias. Hoy se escucha de capitalismo consciente, de responsabilidad social empresarial y cosas por el estilo y por ejemplo la consultora McKinsey en su articulo From there to here: 50 years of thinking on the social responsability of business aboga por empresas que buscan el beneficio de todos los interesados: clientes, empleados, proveedores, comunidades y accionistas. Como advierte la revista The Economist en su edición del 17 de septiembre, tal postura puede estar plagadas de elecciones casi imposibles (What is stakeholder capitalism?).

La diferencia entre la postura de Friedman vs. posturas como las de McKinsey pueden deberse a interpretaciones semánticas. De hecho, en una sociedad libre, una empresa para prosperar debe tener un producto o servicio que beneficie a sus clientes; para atraer y mantener a sus empleados debe darles condiciones superiores al costo de oportunidad, es decir la empresa debe darle beneficios superiores a la mejor alternativa que cada empleado tiene en otra parte; debe generar un lucro para los accionistas que mínimamente iguale el costo de capital; mientras más dinero haga una empresa, más impuestos pagará, beneficiando a la comunidad y por supuesto debe actuar en el marco de las leyes y la ética. Podemos decir categóricamente que una empresa con fines de lucro que genera ganancias y acata la ley cumple completamente su responsabilidad social. De hecho, una empresa con fines de lucro que no genera ganancias destruye valor porque absorbe recursos escasos y los utiliza de manera ineficiente. Imagine una fábrica de máquinas de escribir, que para funcionar contrata personas que de otra manera estarían trabajando en otras industrias más necesarias, que utiliza metales, plásticos y tintas que podrían utilizarse para fabricar otros implementos más requeridos por los consumidores como computadoras o piezas de vehículos. Utilizo el caso de un producto obsoleto, pero conceptualmente el ejemplo sirve para cualquier cosa: si un restaurante de pollos pierde plata, significa que es menos eficiente que otros restaurantes de pollo y tanto el dueño del restaurante como la sociedad estarán mejor utilizando esos recursos de otra forma. En una sociedad libre, el sistema de precios, y las pérdidas y ganancias dan las señales sobre qué valoran más las personas y hacía donde deben dirigirse los recursos. Esto no es solo una construcción teórica, los datos son sólidos en cuanto a que las sociedades más libres (es decir más capitalistas) son las que tienen los menores índices de pobreza y los mayores índices de calidad de vida como lo muestran informes como el Index of Economic Freedom de la Fundación Heritage o el reporte anual Doing Business del Banco Mundial.

Lamentablemente el clamor por la responsabilidad social empresarial no es solo una cuestión semántica. Hay quienes creen que las empresas tienen, no la opción, sino la obligación de asumir un rol mayor en la sociedad y que deben convertirse en una especie de mecenas de los pobres, de los artistas, de la educación, la salud, el medioambiente o lo que sea que a algún burócrata o socialista se le ocurra que es el bien mayor. Friedman notaba en ese artículo de 1970 que “los empresarios que hablan así, son títeres inconscientes de las fuerzas intelectuales que han estado debilitando las bases de una sociedad libre las décadas pasadas” y le parecía sorprendente lo inteligente y acertados que podían ser en cuestiones internas de su empresa y al mismo tiempo tener una visión cortoplacista y nublada en temas que podrían afectar la supervivencia de los negocios en general, tales como los llamados a que las empresas actúen con una responsabilidad social por encima de cumplir sus compromisos y la ley.

Esta no es una invectiva contra la beneficencia, la solidaridad o el mecenazgo. Los seres humanos tenemos una predisposición natural a ayudar a nuestro prójimo y las personas que quieren donar recursos para una causa como la pobreza, la cultura, la educación, etc. están en todo su derecho y hacen algo digno de aplauso. Los propietarios que donan o hacen alguna labor “social” (la palabra “social” puede significar todo o nada, pero en su sentido etimológico todas las empresas que participan en el mercado hacen una labor social) a través de sus empresas, ya sea porque les nace de corazón o porque es parte de su marketing, están en todo su derecho y no hay nada que criticarles; cada persona tiene el derecho de hacer con su dinero y su tiempo lo que le plazca. Lo inaceptable es la noción de que este tipo de acciones son una obligación de las empresas y que aquéllas que no se involucran en esta moda, no cumplen su responsabilidad social, son irresponsables y merecen la condena de la sociedad. Más peligrosa aun es la idea de que el Estado debe forzar a las empresas a cumplir su responsabilidad social mediante leyes. Las empresas ya pagan impuestos (demasiados en mi opinión). Obligarlas a asumir otros gastos en nombre de la responsabilidad social empresarial es equivalente a elevar los impuestos, pero además se convierte en una fuente de discrecionalidad para que burócratas estatales puedan extorsionarlas.

Si por responsabilidad social entendemos acciones que ayudan a tener una sociedad más próspera y con menos pobreza, entonces nadie cumple ese rol mejor que las empresas con fines de lucro. Son las empresas las que generan los productos que consumimos, son las empresas las que crean los empleos que necesitamos, el dinero que gasta el Estado proviene de impuestos extraídos a las empresas. Las empresas no necesitan donar un centavo para cumplir su responsabilidad social, lo hacen teniendo negocios viables y maximizando las ganancias.

Santa Cruz de la Sierra, 19/09/20

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sábado, 12 de septiembre de 2020

Por qué los candidatos se atacan entre ellos y no al MAS

 Javier Paz García

Imagine que usted es jefe de campaña de un candidato a la presidencia del país. ¿Cuál es el objetivo de su trabajo? Conseguir la mayor votación posible, obtener la mayor cantidad de parlamentarios y para quienes tienen posibilidades, ganar la presidencia. El objetivo de una campaña política, no es decir la verdad, ni promover la democracia, ni buscar lo mejor para el país; es conseguir la mayor cantidad de votos dadas las restricciones de dinero y tiempo de cada candidato. Ya sea que el presupuesto de un candidato sea de 10 millones de dólares y el de otro de 10.000 dólares, ambos tienen restricciones económicas; ni siquiera al que tiene 10 millones le alcanza para comprar todas horas de publicidad televisiva disponible y hacer todas las poleras y banderines que quisiera para regalar. Ambos tienen restricciones de tiempo: un candidato no puede estar en dos lugares a la vez y cada candidato tiene que decir cuánto tiempo invertir en cada departamento, que ciudades visitar, donde hacer su cierre de campaña, etc. 

¿Cómo consigue subir su votación? Antes de responder a esa pregunta, veamos el escenario político. La última encuesta de Unitel pone al MAS en primer lugar con alrededor del 26%, Mesa con 17%, Jeanine con 10% y Camacho con 7% y alrededor de un 30% de indecisos. Es improbable que alguien esté indeciso entre votar por Evo o por Camacho, o entre Evo y Mesa pero hay muchos que saben que no votarán por Evo pero no saben si votarán por Mesa, Jeanine, Camacho o Tuto; creo que los indecisos son mayoritariamente votos para la oposición. Por lo mismo, supongo que los candidatos de la oposición democrática tendrán resultados más altos de lo que indican las encuestas y no veo probable que el MAS se acerque al 40% de votos válidos que necesita para ganar en primera vuelta. Esto es una hipótesis para la cual no tengo respaldo, pero seguramente los partidos deben tener más datos sobre las preferencias de los votantes indecisos. Por lo tanto, hay aproximadamente más de 60% de la población que no votará por el MAS. Del otro lado, el voto por el MAS es un voto duro. Si a estas alturas alguien está dispuesto a apoyar a un pedófilo, nada ni nadie lo hará cambiar de opinión. Prácticamente no hay nada que convenza a un masista de cambiar su voto. Arce Catacora tiene un piso sólido alrededor del 25% pero tampoco tiene mucho para escalar y podemos hablar de dos bandos: los que votarán por el MAS y los que no votarán por el MAS. Entonces desde la perspectiva de una campaña de cualquiera de los otros candidatos, no vale la pena gastar ni un centavo, ni un minuto, ni una gota de saliva en tratar de convencer a un votante masista a cambiar de opinión.

Volviendo a la pregunta que usted tiene que responder como jefe de campaña de cualquiera de los partidos de oposición democrática sobre cómo aumentar la votación, si considera válido el análisis anterior, es claro que gastar dinero, tiempo y esfuerzo en atacar al MAS es una estrategia perdedora. La mejor estrategia de cualquier candidato democráticos es quitar votos a otros candidatos democráticos. Manfredo Kempff reclamaba en su artículo ¿Suicidio colectivo? “la irracional explosión de ira” entre los candidatos de oposición al MAS. En realidad, es el comportamiento que uno puede predecir de agentes racionales que persiguen su propio interés, dos supuestos sobre los que se sustenta la ciencia económica. La mejor alternativa para mejorar su votación, es atacarse entre ellos y no enfocarse en el MAS, aunque haga que el elector no masista se jale los pelos y se pregunté por qué actúan así. Esto no quiere decir que los candidatos no van a hablar del MAS, pero cada candidato tratará de mostrarse como el idóneo para enfrentar al MAS o criticar a los otros por blandos o colaboracionistas. Es decir, incluso las referencias al MAS serán críticas implícitas o explícitas contra los otros candidatos. Como dije al comienzo, las campañas no son para decir la verdad, ni promover la democracia, ni buscar el bienestar del país y no podemos esperar que los candidatos nos digan la verdad, ni promuevan la democracia y se preocupen por el bienestar del país. Lo único que les interesa en esta etapa es ganar votos y por lo tanto es racional que se ataquen entre ellos. La misma lógica de la búsqueda del interés propio y actuación racional que evita la renuncia de candidaturas sin opciones y la conformación de un frente de unidad hace que quienes tienen más o menos las mismas ideas democráticas y representan a la misma masa de votantes sean los que más se peleen entre ellos dejando de lado al verdadero enemigo de la democracia. El resultado de la dispersión del voto y las pugnas entre los candidatos democráticos es que el MAS tendrá una mayor representación parlamentaria, incluso mayoría y la pequeña pero existente posibilidad de ganar la presidencia. Esto es calamitoso para el país, pero evitarlo no es la prioridad de ninguno de los candidatos, aunque todos digan como parte de sus estrategias de campaña que sí lo es.

Santa Cruz de la Sierra, 12/09/20

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miércoles, 9 de septiembre de 2020

Por qué es improbable un frente de unidad

 

Javier Paz García

La última encuesta que pone al MAS en primer lugar ha incrementado el estrés y la preocupación de muchos como también el deseo de que se establezcan alianzas y se bajen algunas candidaturas. Esto es improbable. A menudo pensamos que los agentes en el sector privado buscan su propio interés, sin necesariamente ver algo malo en ello, y al mismo tiempo pensamos que en el sector público se busca el interés común. En 1962 los economistas James Buchanan y Gordon Tullock publicaron El cálculo del consenso: fundamentos lógicos de la democracia constitucional, un extraordinario libro en el cual cuestionan esta lógica y proponen analizar a los agentes que actúan en el sector público de igual manera que se analiza a los agentes en el sector privado, utilizando supuestos estándar del análisis económico: agentes que toman decisiones racionales y que buscan su propio interés. Buchanan recibiría posteriormente el Nobel de economía por desarrollar esta línea de investigación.

¿Cuál es el interés de los actores políticos? Ganar elecciones y mantener o incrementar sus cuotas de poder. Pensemos en lo que significa para un partido o agrupación que tiene posibilidades de conseguir una representación parlamentaria dejar de participar en la elección nacional. Significa la irrelevancia por los próximos 5 años, pocos recursos, ausencia de palestra pública y un camino empinado para reconstruir el proyecto político o incluso el riesgo de desaparecer. Por otro lado, conseguir representación parlamentaria, incluso siendo oposición da una palestra pública para seguir vigente, significa cuotas y puestos de trabajo para miembros del partido que de algo tienen que vivir, significa gravitar en las decisiones y las leyes que se crearán. Incluso una representación minúscula puede otorgar un poder extraordinario; por ejemplo, en la legislatura 2006-2009 el senado estaba dividido entre el MAS y PODEMOS, UN tenía un senador y con ese voto logró la presidencia del senado por un año. Un partido no tiene nada que ganar al bajar su candidatura y sí tiene mucho que perder. Si actúan racionalmente siguiendo su propio interés, entonces la decisión correcta es continuar en carrera.

Para algunos lectores puede ser indignante leer esto. Para muchas personas molesta la idea de que los políticos pongan sus propios intereses por encima de los de la nación o el bien común. Buchanan y Tullock cuestionan en primer lugar que exista un bien común que se pueda definir. Existen personas que consideran que el candidato del MAS es el mejor y cualquier otro es una calamidad, otros que ven a Carlos Mesa como el mejor, otros que no son del MAS y que ven a Mesa como un desastre, unos que nunca votarían por Camacho, otros que no votarían por nadie más que Camacho, etc. y todos son bolivianos por igual. De igual manera más allá de los candidatos, construir un hospital en Sucre, significa dejar de usar esos recursos para construir una carretera en Cochabamba o 100 postas sanitarias en Tarija y tanto la recolección de impuestos como su uso significa beneficios para algunos a costa de otros, por lo que es imposible definir el mal llamado bien común, toda decisión tiene ganadores y perdedores. También cuestionan la idea del doble estándar moral y metodológico: está bien que una persona en su vida privada busque superarse, subir de cargos, ganar más dinero, procurar un mejor futuro para sus hijos, etc. pero en la vida pública busque el bien común y se sacrifique por ello. Más razonable es pensar que el político profesional es tan humano como el que no participa activamente en política. Los políticos no son mejores ni peores que el resto de la población: son humanos que, como todos, buscan su propio interés y no deberíamos satanizarlos por ello. Después de todo, si hacemos el ejercicio de ponernos en sus zapatos, ¿cuántos sacrificarían sus trabajos por una causa altruista que no les dará ninguna remuneración? Se me viene a la mente el testimonio de Pablo Fernández que cuenta cómo cuando estaba el MAS, los artistas dispuestos a protestar activamente eran los menos, pero cuando cayó todos querían estar en palestra. O podemos hablar de los empresarios que trabajaron y colaboraron con el gobierno del MAS o que simplemente bajaron la cabeza y callaron, con lo cual mantuvieron vivo el aparato productivo o de los funcionarios públicos que por 14 años fueron a concentraciones masistas obligados para no perder sus trabajos, porque tienen niños que alimentar y nada es más importante que eso. Todos tenemos una pizca de cobardía o mejor dicho, de instinto de preservación o mejor dicho de búsqueda del propio interés y es está búsqueda del propio interés en parte lo que nos ha permitido evolucionar como especie, desde dominar el fuego, inventar la rueda, hasta construir aviones y surcar los cielos. Creo que pocos pueden tirar la primera piedra y aunque es fácil juzgar desde fuera, creo que la mayoría, si estuviéramos en la situación de los líderes políticos actuales, actuaríamos de manera similar a ellos: como humanos que somos.

Y como humanos que somos buscamos justificar nuestros actos y ponerlos en un pedestal de moralidad y racionalidad. Los políticos también lo hacen y Carlos Mesa puede argumentar que es primero en las encuestas y por tanto la opción natural para enfrentar al MAS y tiene razón. Jeanine Áñez puede decir que Mesa ha sido aliado del MAS y no es garantía de firmeza ante los duros momentos que se vienen y tiene razón. Fernando Camacho puede decir que fue el líder de la protesta que sacó a Evo y que representa la renovación y tiene razón. Y todos tienen sus razones que se van agrandando en sus mentes al mismo tiempo que cada bando minimiza las razones ajenas y esto es muy humano; todos lo hemos experimentado en una discusión con la pareja o en un debate entre amigos que en un 99% de los casos no lleva a ningún cambio de postura por parte de los participantes. Cada candidato construye sus argumentos del por qué es la mejor opción y son los otros los que deben bajarse y unirse a él.

También hay presiones e inercias como las de un transatlántico en movimiento que tarda kilómetros para detenerse. Cada candidato presidencial tiene una estructura de candidatos al parlamento, asesores políticos, jefes de campaña, etc. Algunos han dejado un trabajo seguro para unirse a una opción y los líderes pueden sentir una obligación moral de seguir en carrera, hay los financiadores y donantes, hay los jóvenes que han hecho voluntariado para hacer campaña y todo un grupo de gente que cree en su líder, que empuja para continuar y que estaría decepcionada de que se dé marcha atrás.

Finalmente, en la elección de octubre del año pasado era vital que la oposición se uniese para tener una oportunidad de ganarle al MAS: sabíamos que habría fraude, sabíamos que el MAS era más popular que ahora, sabíamos que tenía todo el aparato estatal para hacer campaña y aun así no se unieron. Aunque hoy el MAS sigue siendo fuerte, es una amenaza menor de lo que era en octubre, entonces, si no se unieron entonces ¿bajo qué lógica podemos esperar que se unan ahora?

Buchanan y Tullock hicieron su análisis pensando en la democracia norteamericana, porque ni en Estados Unidos, siendo la democracia moderna más longeva el político deja de ser humano y pone a un lado su propio interés. Usando el lenguaje de la teoría de juegos, las opciones óptimas de cada partido contrario al MAS ocasiona un desenlace sub-óptimo para el conjunto de la oposición democrática, con dispersión de votos y sub-representación parlamentaria. Como en el Titanic, todos vemos venir el iceberg (en realidad el iceberg no viene, nosotros vamos hacia él), todos sabemos el desenlace, pero las fuerzas ya están en movimiento y lamentablemente no hay nada que podamos hacer.    

Santa Cruz de la Sierra, 09/09/20

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martes, 8 de septiembre de 2020

Cerco a las instituciones benéficas

 

Javier Paz García

Cuando la gente piensa en la actividad privada, piensa en negocios y empresas. Esta es una concepción estrecha del ámbito privado. También son instituciones privadas entidades como Davosan o el Rotary Club. Estas instituciones funcionan gracias a personas que donan su tiempo y dinero (generalmente unos donan tiempo y otros, dinero) para ayudar a personas de escasos recursos a cubrir necesidades básicas. Las instituciones de beneficencia proveen medicamentos gratuitamente o a bajo costo, solventa operaciones médicas y cuidan personas y niños enfermos como el Hogar Teresa de los Andes. La ayuda que la red de organizaciones benéficas gestiona es inmensa e invaluable, salvando vidas, ayudando a la salud y bienestar de los más pobres y dando esperanza y alegría a los necesitados. Una diferencia entre la beneficencia privada y las ayudas estatales es la pasión y el entusiasmo de los gestores. El sector estatal está manejado por gente pagada, que en muchos casos sigue la ley del mínimo esfuerzo y lo único que le interesa es la hora de salida y el sueldo a fin de mes. En muchos casos la ayuda estatal se presta para negociados que enriquecen a sus gestores, sirve para campaña del partido de turno y termina en desperdicios como alimentos que se malogran porque no se entregan nunca o cosas por el estilo. En cambio, los gestores privados son en su mayoría voluntarios que no reciben una remuneración por su servicio y que incurren en costos de tiempo y dinero, pero ganan la satisfacción de ayudar al prójimo, de servir, de dar ejemplo y dejar una mejor sociedad. Puedo dar el testimonio de mi suegro, quien es rotario y cuando empieza a hablar de las campañas que organizan, ya sea para hacer operaciones gratuitas a niños con labios leporinos, a personas con cataratas o donaciones de sillas de ruedas, transmite la inmensa alegría y satisfacción que recibe de ayudar a otros.    

Precisamente fue mi suegro quien me contó una dificultada en la que se encuentran instituciones como Davosan, el hogar Teresa de los Andes y el Rotary. Entre septiembre y octubre del 2019 estas instituciones recibieron notas de cargo con impuestos y multas cuantiosas por donaciones que habían recibido hace más de 10 años y por las cuales nunca habían recibido una notificación previa. Davosan por ejemplo recibió el 7 de octubre de 2019 un proveído de ejecución tributaria por Bs. 352.995 por una importación para donación recibida el 2008. Una importación de sillas de ruedas gestionada para el Rotary también el 2008 tiene un proceso por el que han sido notificados en septiembre del 2019 con multas de cientos de miles de bolivianos. El Hogar Teresa de los Andes, un centro para niños con discapacidad se encuentra en similar situación. Uno esperaría que estas instituciones tuvieran el apoyo activo del Estado o en todo caso, que no sean perjudicadas por este. Lamentablemente no siempre es así y la situación que describo incluso genera la sospecha sobre si el gobierno anterior tenía la intención de socavar y destruir a las instituciones privadas de beneficencia. Los Estados totalitarios no quieren que nadie compita con ellos, y para el megalómano nadie debe ser bien visto excepto él mismo. En todo caso, cada centavo que se le quita a estas instituciones, es un centavo menos para los necesitados. Sin un cambio de gobierno estas instituciones benéficas estuvieran ahora en una situación crítica, cercadas por el mismo Estado.  Hacemos votos para que el gobierno actual pueda darles una mano y reparar esta injusticia.

Santa Cruz de la Sierra, 08/09/12

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