sábado, 27 de junio de 2020

Sobre el justo medio de Mesa


Javier Paz García
La edición de hoy de El Deber nos ofrece el artículo Mesa y el justo medio (ED, 26/06/20) donde los autores afirman que Mesa busca colocarse en el medio entre los extremos ideológicos de la política boliviana y lo comparan con el “justo medio” recomendado por Aristóteles. Esto podría considerarse un caso de la falacia de apelar a la autoridad (argumentum ad verecundiam). Este argumento consiste en afirmar que algo es cierto porque tal experto así lo dice. Aristóteles también dijo que “el coraje de un hombre está en mandar, el de la mujer en obedecer”[1]; creo que en el siglo XXI la mayoría del mundo occidental está en desacuerdo con esto, aunque lo haya dicho el sabio Aristóteles. Más serio aún es que se saca fuera de contexto las ideas del filósofo. Aristóteles definía la virtud como el medio entre dos extremos, por ejemplo, la virtud de la valentía se encontraba entre dos extremos: la cobardía y la temeridad. En este sentido es razonable hablar de un “justo medio”, pero en otros casos no: entre los extremos de decir siempre la verdad y siempre mentir se encuentra el medio de decir mentiras la mitad del tiempo, pocos calificarían dicha actitud de justa o virtuosa. Igualmente, entre ingerir un kilo de arsénico y no ingerir nada, no se encuentra el “justo medio” de ingerir medio kilo, la única alternativa sensible es la extrema de no consumir ni un gramo de arsénico.
Aristóteles se refería al justo medio para situaciones que son relativamente permanentes, como ciertas virtudes que son universalmente reconocidas incluso en diferentes tiempos y culturas. En cambio, hablar del “justo medio” en cuanto a propuestas electorales es decir que si un candidato propone construir 10 hospitales y otro propone 20 el del “justo medio” propondrá 15, pero si el que inicialmente propuso 10, propone 30, el del “justo medio” propondrá 25. El adjetivo justo importa un juicio de valor, significa que el objeto que posee esa característica es bueno, adecuado, virtuoso o algo por el estilo. No sé si yo calificaría como justo medio a quien toma su posición, no en base a principios, sino lo que piensan sus rivales, y que para mantenerse en el “justo medio” debe ir cambiando sus ideas y propuestas al vaivén de sus rivales. Yo concuerdo con los autores en que Mesa es el candidato del medio, pero no del “justo medio”, en todo caso podría calificarlo del “oportunista medio”. Carlos Mesa juega bien ese rol: puede vender su candidatura, trabajar con Goni y desmarcarse de él cuando las cosas se ven feas, puede renunciar a la presidencia cuando las cosas se ven feas, puede hablar de defender la democracia pero maquinar y usar las masas violentas para evitar la sucesión constitucional, puede trabajar con el MAS y desmarcarse cuando las cosas se ven feas, puede decir una cosa en un departamento y lo contrario en otro para agradar al público y es el candidato del medio entre el autoritarismo centralista del MAS y la democracia con autonomía que defiende la dispersa oposición al MAS.
En noviembre pasado, contra todo pronóstico, nos hemos librado de la solapada dictadura del MAS. Todavía no estamos libres de volver a caer en ella y es lamentable que, por lo menos en mi opinión, no haya un solo candidato que inspire confianza y por el cual uno pueda votar con entusiasmo. Creo que todavía no podemos olvidar el bien mayor: mantener a la nación en la senda democrática y acabar con la posibilidad del retorno de la dictadura masista. En tal sentido la dispersión del voto no ayuda, y yo no descarto votar por ningún candidato, inclusive por Carlos Mesa, aunque hacerlo sería algo aciago.   
Santa Cruz de la Sierra, 27/06/20
http://javierpaz01.blogspot.com/



[1] The Politics (1260a23-24)

miércoles, 24 de junio de 2020

La ciencia de la felicidad


Javier Paz García
Un cliché que todos hemos oído alguna vez es que en chino la palabra crisis, también significa oportunidad. La pandemia nos ha traído la cuarentena, la cuarentena nos ha privado de visitas con los padres, de cumpleaños de niños, de llevadas y traídas al colegio, de la frater o el junte de amigos; la necesidad de quedarnos en casa nos ha dado tiempo y con el tiempo hemos jugado más con nuestros hijos, conversado más con nuestra pareja, hemos leído más, hemos mirado tele. También por la pandemia, muchas instituciones educativas pusieron a disposición del público algunos cursos en internet de forma gratuita; uno de ellos es el curso más popular de la Universidad de Yale, The science of well being (la ciencia de la felicidad dado en inglés en www.coursera.org).
El curso examina lo que la ciencia sabe sobre cómo funciona el cerebro, el comportamiento humano y las cosas que tienden a darnos felicidad, como también cosas que creemos que lo harán pero que no lo hacen y cómo a veces el cerebro nos engaña para que persigamos cosas que no necesitamos. Si su abuela le dijo alguna vez que el dinero no causa la felicidad, puede decirle que, según la ciencia, tiene razón: una vez podemos cubrir las necesidades básicas de alimentación, vivienda y salud, el incremento de la riqueza tiene un impacto ínfimo en la felicidad de las personas. Tampoco causan felicidad cosas que muchos creemos que sí, como tener el trabajo de nuestros sueños, poseer muchos bienes materiales, tener notas perfectas (el curso se da a estudiantes de Yale, jóvenes altamente competitivos y obsesionados por ser los mejores), tener un cuerpo perfecto y ni siquiera encontrar el amor verdadero. Según las investigaciones que presentan, el matrimonio genera un aumento de felicidad que luego de alrededor de dos años se disipa totalmente, algo que yo no puedo confirmar ni a rechazar por cuestiones de supervivencia. Es decir, según estos estudios (nuevamente aclaro que esto no lo digo yo), el matrimonio sería como comprarse un Mercedes: nos hace felices cuando lo estrenamos y luego nos acostumbramos.
Y si estas cosas no nos dan felicidad, entonces ¿qué nos hace felices? Podemos preguntarle a la abuela y nos dirá que la salud, el ejercicio físico, dormir lo suficiente y nuevamente tendrá razón. Por supuesto, Yale no va a dar un curso, ni se convertirá en el más popular por repetir los consejos de la abuela. Entre las cosas que se exploran son las fortalezas personales y cómo ponerlas en práctica. Hacer las cosas en las que nos sentimos capaces y que disfrutamos es una parte importante de sentirnos plenos y es que los seres humanos tenemos una necesidad intrínseca de sentirnos útiles a nuestra sociedad. Por esto mismo otra forma de ser felices es cultivar la generosidad, no importa si usted ayuda a un conocido o desconocido, el hecho de ayudar nos una alegría más duradera que un Mercedes y diversos estudios muestras cómo la gente se siente mejor cuando gasta dinero en otros que cuando lo gasta en sí mismo; en tal sentido, el dinero sí puede contribuir a la felicidad. Sentir gratitud y agradecer diariamente por las cosas buenas es también otra manera de construir nuestra felicidad. El día (y la vida) es una serie de eventos que podemos ver como positivos o negativos, en muchos casos nosotros elegimos enfocarnos en lo malo y rumiar sobre el problema en el trabajo, la discusión con la pareja, etc. o sentirnos agradecidos por ver un amanecer, estar sanos, haber aprendido algo del error cometido, abrazar a un hijo o besar a la mujer amada. La gratitud es una actitud mental al igual que la envidia y el odio. Curiosamente son mutuamente excluyentes, es decir, es difícil que una persona sienta ambas al mismo tiempo. Sentir gratitud nos da paz y tranquilidad, sentir envidia, odio o rumiar sobre un mal momento nos quita la paz. Nosotros elegimos y curiosamente muchas veces elegimos la intranquilidad.
Nuestra mente está continuamente generando pensamientos que nos producen intranquilidad (trate de concentrarse siquiera 3 minutos en su respiración y verá que luego de algunos segundos le caerán una lluvia de pensamientos, sobre lo que tiene que hacer mañana, sobre algo que pasó ayer, una charla con el vecino, etc.) De cierta manera no somos dueños de nuestros pensamientos, pero nuestros pensamientos son los que determinan nuestro estado de ánimo y nuestra felicidad. La meditación es una práctica que ayuda a concentrarnos, a moderar nuestra mente e incluso a reaccionar con mayor mesura ante situaciones desagradables. De hecho, nuestra mente es tan hábil para divagar que la mayoría del tiempo que hacemos una cosa estamos pensando en otra; nos levantamos y pensamos lo que vamos a hacer en el trabajo, en el trabajo pensamos lo que vamos a comer al medio día, en el almuerzo pensamos en la reunión de la tarde y en la noche pensamos lo que tenemos que hacer al día siguiente. Para contrarrestar esto otra práctica que podemos hacer es saborear. Cuando se meta un bocado a la boca, concéntrese exclusivamente en ese bocado, en su sabor, textura, como se va desintegrando, en fin, haga lo que hacen los que han aprendido a catar un vino, disfrute el aroma, los colores, la textura. Saborear no se limita a la comida, cuando abrace a su hijo, haga lo mismo, no piense en otra cosa que en el placer del abrazo. No tengo que recomendarle saborear el sexo, porque, según los estudios, es la actividad donde la mente divaga menos, se concentra en lo que está haciendo y a diferencia de la mayoría de actividades, no piensa en mil cosas más.
Por último, menciono la importancia de mantener conexiones sociales. Las personas que tienen relaciones sociales, que se mantienen en contacto con sus amigos tienden a vivir más y ser más felices que las personas solitarias. Cultive sus amistades como cultiva una planta, disfrute de sus amigos y ría con ellos. Eso es precisamente lo que voy a hacer ahora, luego de prepararme un singani que voy a saborear con placer, porque es noche de frater virtual y mis amigos me están esperando.   
Santa Cruz de la Sierra, 24/06/20
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domingo, 21 de junio de 2020

La cuestión medioambiental y las soluciones socialistas

Javier Paz García

Un tema relevante de nuestra época es el daño al medio ambiente causado por el hombre. La crítica al capitalismo como destructor del medio ambiente ha sido un caballo de batalla de los socialistas; y yo creo que tienen razón. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha superado las 400 partes por millón (ppm) cuando en los últimos 800.000 años su pico no había superado las 300 ppm[1]. En 1800 se ocupaban 1,35 mil millones de hectáreas para agricultura, para el 2016 el área subió a 4,87 mil millones[2]. ¿Por qué? Porque en el planeta hay más personas que antes, que viven más tiempo, con mayor capacidad de consumo y calidad de vida. En 1800 la población mundial no llegaba a los 1.000 millones de habitantes, para 1900 era de aproximadamente 1.650 millones y para el 2017 se calcula en 7.700 millones[3]. La esperanza de vida promedio desde el paleolítico hasta los inicios de la revolución industrial era de 30 años y la mortalidad infantil antes de los 5 años era del 50%; hoy la esperanza de vida ronda los 70 años, y la tasa de mortalidad infantil antes de los cinco años no llega al 4%, e incluso en los países más pobres donde puede estar alrededor del 10% están mucho mejor que las sociedades más ricas hace 100 años[4]. Adicionalmente vivimos en la mayor opulencia en la historia del planeta, las hambrunas son una rareza que solo sucede bajo regímenes totalitarios, la pobreza extrema en la cual vivió más del 90% de la población desde la antigua Grecia hasta los inicios del siglo XIX es un mal que hoy sufre menos del 10% de la población mundial[5], principalmente en países gobernados por dictadores socialistas. El planeta tiene más gente, que vive más tiempo, come más y vive mejor que hace 100 años ¿por qué? Porque desde la revolución industrial, el capitalismo ha sido una fuente de creatividad, innovación y productividad que sigue sin agotarse. Hemos tenido revoluciones en agricultura que han permitido aumentar la cantidad de alimentos al mismo tiempo que se han hecho más baratos; hemos tenido revoluciones en medicina, con vacunas, antibióticos, fármacos para cada dolencia, rayos x, tomografías, trasplantes de órganos, que han salvado millones de vidas y han aumentado la expectativa de vida para ricos y pobres; hemos tenido revoluciones en comunicaciones que nos permiten hablar con cualquier persona en cualquier parte del mundo sin costo, con una conexión de internet; revoluciones en transporte pasando de la carreta al automóvil y el avión; tenemos luz eléctrica, agua potable, alcantarillado y un sinnúmero de servicios que serían la envidia de los reyes del medioevo.

El incremento en la población, en años de vida y en capacidad de consumo, gracias al sistema capitalista producen también una presión sobre los recursos del planeta y sobre el medio ambiente. Entonces los ambientalistas tienen razón cuando le endilgan al capitalismo la culpa por su deterioro. Por supuesto, dado que el problema es el capitalismo, la solución pasa por eliminar los beneficios del capitalismo para que 1) se reduzca la población mundial, 2) se reduzca la esperanza de vida y 3) se reduzca el consumo y la calidad de vida de las personas. Voy a tratar de demostrar con algunos ejemplos que los socialistas no son del todo inconsecuentes con estos objetivos.

Que el mundo haya pasado en 100 años de menos de 2 a casi 8 mil millones de habitantes, y que a pesar de ese incremento se haya reducido la pobreza extrema de cerca del 90% a menos de 5% de la población mundial, es un logro extraordinario que ronda en lo milagroso. Parte de la explicación de este fenómeno es la mecanización del campo, el manejo de suelos y la mejora genética de las plantas. Todas estas innovaciones permiten producir más con menos, además de la posibilidad de introducir nutrientes y vitaminas. Un caso específico es el del arroz dorado, una variedad genéticamente modificada (OGM) para proveer de vitamina A. El 2016, 109 premios Nobel firmaron una carta pidiendo a Greenpeace, que detenga su propaganda de desprestigio contra los OGM y particularmente contra el arroz dorado, haciendo notar que no está apoyada en evidencia científica sino en desinformación y que “nunca ha existido un solo caso confirmado de un efecto negativo para personas o animales” causados por el consumo de transgénicos, que la “Organización Mundial de la Salud estima que 250 millones de personas sufren por deficiencia de vitamina A, incluyendo 40% de los niños en los países en desarrollo. Basado en estadísticas de UNICEF, un total de uno a dos millones de muertes prevenibles ocurren cada año por la deficiencia de vitamina A porque debilita el sistema inmunológico poniendo a los bebés y a los niños en un gran riesgo”. La carta termina preguntando “¿Cuánta gente pobre tiene que morir en el mundo antes de que consideremos esto como ‘un crimen contra la humanidad’?”[6] La introducción de variedades transgénicas como el arroz dorado puede salvar vidas, pero mientras más vidas se salven, más daño le hacemos al medio ambiente. Greenpeace prefiere el medio ambiente a la vida de millones de niños pobres en África. Aunque yo no estoy de acuerdo con esa preferencia, tengo que reconocer al menos que son coherentes con su defensa medioambiental. Menos coherente es la oposición a los transgénicos desde la perspectiva de la productividad, ya que, al producir más comida en menos área, los transgénicos ahorran al planeta una mayor deforestación de bosques.

El recurso al hambre y la inanición no es exclusivo de Greenpeace. Los vecinos de un Lenin con apenas 20 años, en su ciudad, Samara le “denunciaron por no sumarse a la campaña nacional montada para mitigar la hambruna de 1891, en la cual morirían medio millón de personas. Entonces explicó a un camarada que ‘la inanición destruye a la desfasada economía, anticipando el socialismo’”[7]. Ya en el poder no fue ajeno a las políticas de eugenesia y alentaría desde Pravda que “cada ciudad y pueblo decida cómo limpiarse de sus alimañas, bien encarcelándolas, obligando a que porten distintivos amarillos como las prostitutas, mandándolas limpiar letrinas o fusilando a una de cada diez.”[8] Más allá de los asesinatos políticos de Lenin, que sobrepasan el millón de personas, sus políticas de confiscación y su intento de suprimir el mercado ocasionaron la muerte por hambre y frío de alrededor de entre 3,9 y 7,75 millones de personas.[9] Su sucesor, Stalin, logra proezas tales como que “según estadísticas oficiales, entre 1928 y 1932 el consumo anual de patata pasa de 141 kilos a 125, el de carne y tocino de 24 a 11, el de mantequilla de 1,5 a 0,7” [10]. Su política de colectivización de granjas provocó la muerte por inanición de hasta 12 millones de personas y la reducción del área cultivada y el número de vacas, ovejas, chanchos y animales domésticos[11]. En total se estima que 20 millones de personas perecieron bajo Stalin, pero sería superado por otro líder socialista, el chino Mao Tse Tung, quien ocasionaría la muerte de 40 millones de sus compatriotas. Y dentro de esta liga de superestrellas no podemos obviar a otro socialista, el líder del Partido Nacional Socialista (nazi), Adolfo Hitler, quien, sin contar las muertes de combatientes en la Segunda Guerra Mundial, mató a 15 millones de personas[12]. Estos tiranos lograron reducir la población, reducir la expectativa de vida, reducir el consumo y frenar la innovación y el desarrollo en sus países ¡Pocas personas han hecho más por el medioambiente que estos íconos del socialismo! Por lo tanto, no nos debe sorprender que muchos miembros de Greenpeace y movimientos afines vean a estos líderes y a las sociedades que crearon como modelos a seguir. Alguien dirá que invocar a estos tiranos es un cliché, que responde a casos aislados. Algún desinformado o fanático incluso exclamará que Hitler no era socialista. Yo discrepo de la idea de que sean casos aislados, cuando a esa lista de protectores de la naturaleza se pueden añadir muchos más como Pot Pol, Kim Il Sum, Fidel Castro (quien, además de ser un tirano que empobreció a Cuba, enérgicamente pedía que la Unión Soviética lance su arsenal nuclear sobre el enemigo capitalista). Discrepo que sean hechos aislados cuando hoy, la pobreza extrema es mayor precisamente en los países que siguen las recetas socialistas. Discrepo que sean hechos aislados cuando sus teóricos nunca negaron su predilección por el terror eugenésico. Karl Marx decía que “el terrorismo revolucionario acelera el parto del Hombre Nuevo”; Bernard Shaw, un Nobel de literatura, y socialista, apoyaba la eugenesia y llamó “obra maestra” al libro Los Fundamentos del siglo XIX, “sin intuir que será la Biblia nazi, o quizá por eso mismo”[13]. Shaw fue miembro de la Sociedad Fabiana, un grupo de intelectuales ingleses que abogaba por la abolición de la propiedad privada y la instauración del socialismo y que dio las bases ideológicas al actual partido laborista inglés. La penetrante investigación de Antonio Escohotado en su monumental Los enemigos del comercio – Una historia moral de la propiedad, abunda en ejemplos de intelectuales cuyo socialismo pasaba por la liquidación de buena parte de la humanidad, ya sea para acabar con los “perros burgueses”, como decía Jean Paul Sartre, o en la línea de “más vale pocos, pero mejores” de Lenin.

Sorprendentemente, hoy el aumento de la población mundial no se da en los países más ricos, sino en los más pobres. El 2015 los países más desarrollados crecían en población al 0,27%, con algunos países incluso decreciendo, mientras que los menos desarrollados tenían tasas de crecimiento poblacional promedio de 2,36%[14]. La baja tasa de crecimiento en los países desarrollados no es el producto de la fuerza o la imposición estatal, sino de la decisión libre y voluntaria de gente que prefiere tener pocos hijos para darles mejores condiciones de vida y que tienen la educación y los medios para tomar medidas anticonceptivas. Esto en contraste con la política de un hijo por familia impuesta por el partido comunista chino, violando un derecho humano tan fundamental como es el de los padres a decidir cuántos hijos tener.

Cuando la mortalidad infantil en el mundo llegaba al 50% era normal que las familias tuvieran muchos hijos. A medida que las tasas de mortalidad fueron bajando, las tasas de fertilidad también bajaron, pero en los países más pobres esas tasas no lo hicieron al mismo ritmo en que ha bajado la tasa de mortalidad infantil y las madres siguen teniendo muchos hijos. Esto, además de generar una explosión demográfica significa que, estas familias, que en general de por sí son pobres, se van a empobrecer más por tener que sustentar a un gran número de miembros. Ante esta situación, algo que se puede hacer para reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida de estas familias es enseñar métodos anticonceptivos. Esto, mientras se haga mediante la educación y la concientización, sin recurrir a la coacción, es un acto de humanidad y algunos organismos internacionales como el Banco Mundial han tratado de colaborar en campañas de esta naturaleza. No todos están de acuerdo, entre ellos intelectuales socialistas como Eduardo Galeano quien afirma que el objetivo de estas políticas es “convencer a los pobres de que la pobreza es el resultado de los hijos que no se evitan y poner un dique al avance de la furia de las masas en movimiento y rebelión. Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles.[15] Fiel a la prosa socialista, Galeano augura que los úteros de las mujeres latinoamericanas son fábricas de guerrilleros, con lo que podemos adivinar su predilección de sangre y muerte para los burgueses no revolucionarios. Este tipo de prejuicios basado en mentiras sigue ocurriendo hasta nuestros días y una de las víctimas contemporáneas es Bill Gates cuya fundación invierte millones en campañas de vacunación en países subdesarrollados especialmente en África para acabar con enfermedades como la polio o tuberculosis que, gracias a las vacunas, son inexistentes en el mundo moderno, pero que matan a millones de niños en los países más pobres[16]. Su actividad filantrópica recibe críticas tanto de la izquierda como de la derecha, en muchos casos con campañas basadas en la desinformación y la mentira no muy diferentes a las de Galeano o de Greenpeace y es un ejemplo de la imposibilidad de agradar a todos, porque está mal si lo hace y está mal si no lo hace. Por cierto, innovaciones de Gates, como Word y Excel, evitan que miles de árboles tengan que ser sacrificados para papel, mientras la burocracia de los gobiernos (y más aún los socialistas) multiplica los trámites ad nauseam y exigen respaldos físicos para todo. La contribución de Gates al medioambiente no es suficiente para expiar el pecado de innovar, generar valor para la sociedad y hacerse millonario con ello, por lo cual merece el odio eterno de los socialistas del mundo[17], aunque no por ello dejen de usar productos de Microsoft.

Tal vez el actual nivel de consumo sea insostenible y debamos empezar a hacer sacrificios para reducirlo. Tal vez un modelo a seguir es la Venezuela de Hugo Chávez, émulo de Fidel Castro, cuya revolución ha logrado que el PIB a PPA per cápita venezolano pase de $us 11.468 a 7.399 el 2019[18], que unos 4,6 millones de personas abandonen su país[19], que haya tanta conciencia en la población que se multipliquen quienes escarban las sobras de la basura para no desperdiciar alimentos, que aumente la pobreza, la escasez, el hambre, la desnutrición sin perjuicio de que los jerarcas del partido acumulen fortunas millonarias. Otro ejemplo a seguir podría ser Corea del Norte. Hasta 1950, Corea era una sola nación. En ese año hubo una división arbitraria en el paralelo 38 quedando el norte bajo una administración comunista apoyada por la Unión Soviética y el sur bajo un gobierno democrático de línea capitalista apoyado por Estados Unidos. 50 años después “la gente de Corea del Sur tiene un estándar de vida similar al de Portugal y España. Hacia el norte, en la llamada República Popular Democrática de Corea, o Corea del Norte, los estándares de vida son similares al de los países del África Subsahariana, alrededor de una décima parte del estándar de vida promedio en Corea del Sur. La salud de los coreanos del norte está incluso en peor estado; el norcoreano promedio puede esperar vivir 10 años menos que sus primos en el sur del paralelo 38.”[20] Dicen que una imagen vale más que mil palabras y la imagen satelital de ambas Coreas de noche, muestra un sur rebosante en luz y prosperidad versus un norte hundido en las tinieblas de la pobreza. ¡Todo un ejemplo de ambientalismo!


El actual tirano de Corea del Norte es Kim Jong-un, nieto Kim Il-sung el tirano que se instaló en 1948. Tal vez la solución al problema del medio ambiente es hacer de Kim Jong-un y Nicolás Maduro no solo dictadores de sus países sino del planeta entero, para que en un lustro reduzcan la población a mil millones y el nivel de vida baje al de los cubanos o norcoreanos. Tal vez la solución al problema del medioambiente pasa por no vacunar a los niños pobres y dejar morir de inanición a quienes no puedan acceder a alimentos orgánicos e hidropónicos, como parecen querer Greenpeace y las miles de organizaciones afines en todo el mundo.

Sorprendentemente, más allá de ser efectivo para reducir la población con hambrunas y purgas y acrecentar la pobreza, el socialismo no tiene un buen record en cuanto a contaminación. El mayor desastre nuclear en la historia de la humanidad sucedió en la Unión Soviética en 1986, ocasionando un daño medioambiental sin precedente. Magnitogorsk, una ciudad construida dentro de los planes quinquenales de Stalin para industrializar la URSS es infame por su nivel de polución e insalubridad. Hoy los mayores generadores de dióxido de carbono en el mundo son China un país gobernado por un partido comunista desde 1949 con 27% de las emisiones globales, Estados Unidos, con 15% y la India con 6,8%[21], cuya dinastía Nehru-Gandhi (ninguna relación con Mahatma Gandhi) ha sido fundamental para llevar a esta nación por los caminos del socialismo, la corrupción y la pobreza. Sin embargo, en 2015 la tasa de mortalidad por polución del aire en la India fue de 223 por 100.000 personas, en China 121, en contraste con Estados Unidos con 20[22]. El problema de la contaminación y la polución, aunque existe en todas partes, está mucho más controlado en países desarrollados y por ejemplo, mientras el Lago Michigan en Estados Unidos es una belleza panorámica, el lago de Maracaibo en Venezuela es una gran cloaca.

La contaminación ambiental y la explotación de los recursos de la Tierra son problemas reales y hay gente verdaderamente preocupada por ello. También es real que los movimientos socialistas han camuflado su odio al capitalismo con ambientalismo. La contaminación ambiental y la explotación de los recursos de la tierra deben ser tomados en serio y debemos buscar soluciones como sociedad, pero éstas no deben estar por encima de la vida, la libertad y la dignidad de los seres humanos. Los socialistas, con su plétora de matanzas, genocidios, fracasos económicos, miseria y esclavitud han perdido cualquier autoridad moral para entronizarse como paladines de la humanidad y de la paz (cosa que no les impide seguir haciéndolo, tal vez porque eso de basarse en datos reales y decir la verdad es moral burguesa y en la moral revolucionaria, la mentira y la impostura son medios válidos) y muchos se han disfrazado de ambientalistas para defenestrar contra el capitalismo. Dicen luchar por el campesino, pero no quieren que el campesino elija qué semilla utilizar; dicen luchar por los pobres, pero no quieren que el pobre se eduque y aumente su poder adquisitivo; aplauden el bienestar de Cuba, pero viven en California con todas las comodidades del primer mundo; y quieren lo mismo que los socialistas desde Marx hasta Chávez, gobiernos más poderosos, que controlen a la población, que reduzcan la libertad de la gente, con burocracias que definan quienes son los ganadores y perdedores. Y por supuesto ellos quieren ponerse a las cabezas de tales burocracias.

Santa Cruz de la Sierra, 21/06/20

http://javierpaz01.blogspot.com/

 



[1] Hannah Ritchie and Max Roser (2017) - "CO₂ and Greenhouse Gas Emissions". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/co2-and-other-greenhouse-gas-emissions' [Online Resource]

[2] Hannah Ritchie and Max Roser (2013) - "Land Use". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/land-use' [Online Resource]

[3] Wikipedia. Población Mundial.

[4] Max Roser, Hannah Ritchie and Bernadeta Dadonaite (2013) - "Child and Infant Mortality". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/child-mortality' [Online Resource]

[5] Max Roser and Esteban Ortiz-Ospina (2013) - "Global Extreme Poverty". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/extreme-poverty' [Online Resource]

[7] Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo II, Espasa, Barcelona, 2015. Pag. 667.

[8] Ibíd. Pag. 668.

[10] Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo III, Espasa, Barcelona, 2017. Pag. 172.

[11] El interesado en mayores estadísticas puede ver en Wikipedia las entradas. Colectivización en la Unión Soviética y Holodomor.

[13] Antonio Escohotado, Los Enemigos del Comercio Tomo II, Espasa, Barcelona, 2015. Pag. 613.

[14] Max Roser, Hannah Ritchie and Esteban Ortiz-Ospina (2013) - "World Population Growth". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/world-population-growth' [Online Resource]

[15] Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Siglo veintiuno editores, México, 1978. Pag. 10. Las letras cursivas son parte del texto original. Este texto ha sido una biblia para la izquierda latinoamericana. Su autor admitió el 2014 que no volvería a leer dicho libro porque “no tenía los suficientes conocimientos de economía ni de política cuando lo escribí”.

[16] El documental de Netflix, Bill Gates: bajo la lupa, muestra parte del trabajo de su fundación y los prejuicios que enfrenta.

[17] El mismo rechazo tuvieron magnates John Rockefeller o Andrew Carnegie, quienes donaron buena parte de sus fortunas para fundaciones filantrópicas y que por ello son acusados intentos de dominación mundial y cosas por el estilo. Lo mismo les espera a los nuevos millonarios como Jeff Bezos o Mark Zuckerberg y los que vengan. La envidia es parte de la naturaleza humana y los socialistas la tienen potenciada.

[18] Wikipedia. Economía de Venezuela.

[20] Daron Acemoglu y James A. Robinson, Why nations fail: the origins of power, prosperity and poverty, Crown Publishers, New York, 2012. Ebook Pag. 114. Traducción propia.

[21] Hannah Ritchie and Max Roser (2017) - "CO₂ and Greenhouse Gas Emissions". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/co2-and-other-greenhouse-gas-emissions' [Online Resource]

[22] Hannah Ritchie (2017) - "Air Pollution". Published online at OurWorldInData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/air-pollution' [Online Resource]

 


domingo, 14 de junio de 2020

Los intelectuales y el socialismo


Javier Paz García
Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.
La estrofa corresponde a un fragmento de Rusia compuesto por el poeta español Miguel Hernández. Más allá de la valoración estética que se le pueda dar al poema, es pertinente acotar que las condiciones de vida en la Unión Soviética de Lenin y Stalin fueron peores que las del periodo zarista precedente; que las dictaduras de Lenin y Stalin castigaban con cárcel o muerte a quienes se sacudían la frente y que la colectivización de las granjas significó caídas de la producción agrícola y la muerte por hambrunas de millones de personas. Por supuesto, la literatura y la poesía no tienen por qué coincidir con la realidad y tal vez esa sea una de las razones por la que tantos intelectuales se decantan por filosofías del totalitarismo y la miseria.
Pablo Neruda, Nobel de literatura en 1971, también le dedicó una Oda a Stalin, en la que proclama que “enseñó la Paz” y que “Lenin dejó una herencia de patria libre y ancha. Stalin la pobló con escuelas y harina”; H.G. Wells aseveró que Stalin era “demasiado bondadoso”; Bernard Shaw, Nobel de literatura 1925 y cuyas ideas sobre eugenesia serían posteriormente puestas en práctica por Lenin, Stalin y Hitler, fue un ferviente defensor de la Unión Soviética. Bertolt Brecht, Máximo Gorki, Jean Paul Sartre (Nobel 1964), Louis Althusser, José Saramago (Nobel, 1998) son una minúscula muestra de escritores notables que defendieron el comunismo. Otros como André Gide (Nobel 1947) y Bertrand Russell (Nobel 1950) siendo socialistas, tuvieron la honestidad intelectual de denunciar los abusos del bolchevismo. La intelectualidad latinoamericana tampoco ha escapado al embrujo socialista y al ya mencionado Neruda podemos citar (como una pequeña muestra), a Julio Cortázar, Mario Benedetti, Gabriel García Márquez (Nobel 1982) y Mario Vargas Llosa (Nobel 2010). Vargas Llosa, defraudado del socialismo, a partir de los 70 empezó un tránsito hacia la causa de la libertad.
Hace algunos años, tuve el gusto de almorzar con Plinio Apuleyo Mendoza, coautor del Manual del perfecto idiota latinoamericano. Apuleyo Mendoza fue, como muchos jóvenes de su generación, socialista y como más de uno, posteriormente pasaría a desencantarse. También fue uno de los amigos más cercanos de Gabriel García Márquez (El olor de la guayaba es de coautoría de ambos). Durante la charla, Plinio contó algunos pormenores sobre la carta que varios intelectuales socialistas, mandaron a Fidel Castro en 1971 reclamando por el arresto de Heberto Padilla y lo que había sucedido con Gabo, quien no la firmó; también que intervino en varias ocasiones, gracias a su amistad con Fidel, para persuadirlo de liberar o dejar salir de la isla a tal o cuál persona que había perdido el favor del régimen, con lo cual había salvado varias vidas. Yo le pregunté cómo era posible que García Márquez, habiendo escrito De viaje por los países socialistas, un libro donde narra su experiencia por los países de la cortina de hierro en 1957 y que no es nada halagador con respecto a lo que era la vida bajo el comunismo, pueda defender esa ideología y ser amigo de un dictador como Fidel Castro. Me reveló que Franco, uno de los personajes del libro, en realidad era él, Plinio. Luego respondió que por un lado, García Márquez era muy celoso de su obra y que no quería que su legado literario se vea manchado por desacreditar el socialismo, que quería estar del lado correcto de la historia. También dijo que Gabo era muy susceptible a la lisonja, el aplauso y la fama, que le encantaba rodearse de gente famosa y que podía reunirse con Fidel un día y con Bill Clinton el siguiente sin ningún problema. No había amargura o molestia en Plinio mientras contaba esto, sino la perspectiva de un buen amigo que entiende que nadie es perfecto.
Tal vez García Márquez tenía razones para no repudiar los abusos del socialismo, después de todo más de uno cree que a Jorge Luis Borges le perjudicó su postura política “de derecha” para no recibir el Nobel. Cuando la mayoría de los intelectuales eran de izquierda, no serlo podía significar la condena y el ostracismo como le sucedió a Gide por narrar lo que vio en su viaje a la URSS. Gide cuenta que “jamás había viajado en condiciones tan fastuosas. En vagón especial o en los mejores coches, siempre las mejores habitaciones en los mejores hoteles… Aclamado en todas partes, adulado, mimado, festejado”. Es que la Unión Soviética sabía de la importancia de la cultura y reclutaba intelectuales, organizaba visitas guiadas para que artistas vean el progreso soviético, personajes como Willi Münzenberg (quien probablemente fue asesinado por orden de Stalin) y la Agitprop manejaban revistas e imprentas en todo el mundo; no hay mejor forma de promover la ideología y defender al régimen que promoviendo la cultura. Y mientras reclutaba intelectuales afuera, adentro mantenía un férreo control con persecución y acoso permanente para escritores como Aleksandr Solzhenitsyn (Nobel de literatura 1970) que se atrevían a contar los horrores del régimen. El mismo Gide escribiría: “Dudo de que en ningún otro país, incluyendo la Alemania de Hitler, el espíritu sea menos libre, más sometido a yugo, más temeroso, más sujeto a vasallaje”. García Márquez llega a una opinión similar.
¿Por qué ha habido y sigue habiendo tantos intelectuales socialistas? Una posible respuesta puede ser ignorancia: que el desconocimiento de la gente, los lleva a ideas equivocadas, como pensaba el Nobel de economía 1974, Freidrich Hayek. Nótese, que el término ignorancia no es empleado de forma peyorativa: todos nacemos ignorantes y morimos ignorantes en casi todo excepto una pequeña fracción del conocimiento. Hay cierta complejidad en el funcionamiento de la economía y el accionar humano que puede ser difícil de comprender para el no especializado. Entender que la teoría del valor-trabajo (originada en Ricardo y Smith) sobre la que descansa el aparato teórico del marxismo es incorrecta como lo demostraron los marginalistas comenzando con Carl Menger, o que el cálculo económico es imposible en una economía planificada como lo demostró Ludwig von Mises, va más allá de lo que la persona promedio está dispuesta a profundizar.
Otra razón podría ser el idealismo. El mundo sensible está lleno de problemas e imperfecciones, ya Buda planteaba que la característica de la existencia es la ubiquidad del sufrimiento. Esa realidad nos conduce a la indignación y la condena de la situación presente. Ante la realidad imperfecta, siempre es posible imaginar una irrealidad mejor, surgiendo las utopías que abundan en la literatura, como las de Platón, Moro, Fourier, Marx y a decenas más, sin riesgo de ser exhaustivos. Cabalmente utopía, etimológicamente significa “no-lugar” o como dijo Quevedo “no hay tal lugar”. Después de todo, un literato es por definición un soñador, un fabricante de ilusiones e irrealidades alternativas. No deja de haber cierto sesgo en esta postura, porque los críticos del capitalismo, lo comparan con una irrealidad, pero evitan compararlo con el socialismo real de la Unión Soviética, de Cuba, la Venezuela chavista y los múltiples experimentos de formar al Hombre Nuevo y construir el paraíso sobre la tierra. Pareciera que existen diferentes valoraciones para los muertos de Hitler y Mussolini, que para los que murieron bajo la égida de Lenin, Stalin, Mao o Fidel. Hasta el uso abusivo de la palabra fascista, para insultar a alguien importa un sesgo, porque si comparamos entre Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini, il Duce resulta ser el menos sanguinario del cuarteto y sin embargo abundan los comunistas cuyo insulto de cabecera es fascista. Yo veo en ello cierta falta de honestidad intelectual de parte de quienes se proclaman intelectuales lo que me lleva a la siguiente posibilidad.
Los seres humanos tenemos un deseo intrínseco de ser queridos y admirados, de ser populares. No hay por qué pensar que el intelectual, el literato, el pensador está por encima de estas pasiones. Los intelectuales, podrían tener la presión de ser originales y de ganarse ciertas medallas, como la de reaccionario, progresista, inconformista para tener el aprecio de sus colegas. Una forma de lograrlo es protestar contra el sistema, lo cual debe ser bienvenido y tolerado en sociedades abiertas. Lamentablemente en los regímenes totalitarios, los artistas deben mantener la línea del partido. Por supuesto, también hay quienes van más allá del deseo de ser populares, hay quienes como el hincha de fútbol, que se pone su polera y quiere lucirla, no tiene nada más importante en la vida que el siguiente partido y está a dispuesto a ocasionar destrozos y lastimar a los oponentes, también sienten una pasión religiosa por defender sus convicciones: son los fanáticos.
Los seres humanos somos susceptibles de ser adoctrinados y una vez formamos ciertos paradigmas mentales, es muy difícil que alguien los cambie apelando a la lógica y la argumentación. Este fenómeno, estudiado por la psicología, se debe parcialmente a que internalizamos ciertas creencias que se vuelven parte de nuestro ser, a tal punto que, si nos son quitadas, perdemos parte de nuestra identidad. Atacar nuestras creencias más profundas significa atacar nuestra identidad y nuestro ego, lo que genera una reacción defensiva contraria a la reflexión. La religión es un ejemplo de ello y la gran mayoría de la gente morirá con las creencias religiosas heredadas de sus progenitores y difícilmente la lógica pura pueda hacer cambiar la fe de un adulto. Por eso mismo los debates de esta naturaleza son en general estériles y desembocan en diálogos de sordos. A pesar de que Marx calificó su socialismo como científico, en realidad él fue un fanático que promovió una doctrina quasi-religiosa que exigía el fanatismo. Su estilo sardónico y visión dogmática se ven reflejadas en sus críticas a Proudhon, Bakunin o Kautsky, de ahí viene el facilismo marxista de catalogar algo como burgués para poder simplemente rechazarlo sin más análisis ni argumentación. Como diría el filósofo marxista Georg Lukács “hablar a efectos de persuadirnos recíprocamente caracteriza a la clase burguesa” o que “La libertad real es subordinación consciente a la voluntad de conjunto representada por el Partido, una libertad que, unida a la solidaridad, es disciplina”. Otro filósofo, Maurice Mereau-Ponty nos enseña que “El marxismo no ha querido ser uno de esos “puntos de vista”, una de esas “concepciones del mundo”, una de esas “filosofías de la historia” que ordenan la realidad en torno a un principio escogido arbitrariamente, sino la expresión de la realidad”. ¡Vaya filósofos! Más que filósofos, son teólogos del marxismo. Es difícil debatir cuando existe una verdad revelada como la marxista o, como sucedía en la URSS cualquier desviación de la “pureza ideológica” se pagaba con la expulsión del partido, una temporada en los gulags o un tiro en la nuca.  
Santa Cruz de la Sierra, 14/06/20
http://javierpaz01.blogspot.com/


viernes, 12 de junio de 2020

Los herederos de Marx y los intelectuales del adjetivo

Javier Paz García

Discrepar es parte inevitable de vivir en una sociedad. En las sociedades totalitarias, el riesgo de cárcel o de perder la vida acallan los debates, pero no la libertad de conciencia. En las sociedades libres, el debate es amplio y entre personas cultas el debate gira en torno a las ideas. Separar a las ideas de las personas es un triunfo de la inteligencia humana y es un signo de civilidad y cultura, aunque como ya lo sabían los sofistas en la antigua Grecia y lo saben los políticos ahora, enfocarse en los argumentos no siempre es la mejor forma de ganar el favor de la opinión pública y a veces, especialmente cuando los argumentos son débiles, reditúa más enfocarse en atacar a la persona. En lógica, esto se llama la falacia ad hominem, que consiste en desacreditar a la persona y luego inferir que, porque tal persona lo dijo, debe ser falso. Por ejemplo, si Satanás dice que 2+2 es 4 un argumento ad hominem sería decir que Satanás es malo, el príncipe de las tinieblas y por tanto lo que él dice es mentira, por lo que 2+2 no es 4.

Insultar no es argumentar, pero eso no significa que no sea un recurso frecuente incluso de personas inteligentes como Karl Marx, cuyo espíritu visceral no podía evitar mezclar sentimientos, ideas y personas. Por ejemplo, aplicar el epíteto de burgués a algo le era suficiente para descalificarlo y así podía condenar la “libertad burguesa”. Marx llama a Proudhon “filisteo” que “no tiene suficiente valor ni suficientes luces para elevarse sobre el horizonte burgués”; a Bakunin “Tocino rancio” y “enorme masa de carne y grasa, gentuza paneslava, charlatán, ignorante, saltibanqui capaz de cualquier infamia”, mostrando alguno de sus prejuicios raciales; la obra de Bruno Bauer es un “monótono chismorreo, semejante a boñigas de vaca aplastadas”; Willich es un “borrico cuatricornudo”; Lasalle un “judezno negroide”; su yerno Lafargue un “descendiente de un gorila”, Frei “conciencia meada de caniche” y Bastiat “un economista pigmeo”.[i] Sus discípulos, entre quienes destacan Lenin, Stalin, Fidel, Che Guevara, Chávez, aunque con menores habilidades retóricas, siguieron sus pasos y establecieron una larga tradición del insulto y la descalificación.

Dicha tradición se mantiene intacta en la intelligentsia progresista, lista para lanzar su artillería de adjetivos a quienes discrepen de sus recetas para el bien común, más aún si ese “bien común” pasa por favorecer sus intereses. Tomo como ejemplo, la eliminación del ministerio de cultura de Bolivia y la reacción de la escritora Liliana Colanzi quien en su Facebook ha comparado dicha medida a una “…nueva manera de censurar y acallar las voces que podrían ser críticas… una acción tan fascista como quemar libros en la plaza.” Más allá del predilecto recurso socialista de llamar fascismo a lo que se les opone (un análisis serio muestra que el fascismo y el socialismo tienen más semejanzas que diferencias), sus palabras evidencian su desconocimiento de la diferencia entre derechos positivos y negativos: que el Estado decida no subvencionar a tal o cual escritor o artista es substancialmente diferente a acallarlo, amenazarlo, prohibir sus obras y quemar sus libros, como hacen los regímenes totalitarios.

En otra entrada nos informa que le “da hueva explicar una y otra vez a una élite burda y chota que tiene casas lujosas y ni un solo estante chiquito de libros para qué sirve la cultura. Es la misma gente que después consume y copia todos los productos culturales, los discursos y la ideología de otros países que sí tienen políticas culturales (incluyendo países muy capitalistas y neoliberales como EE.UU.). Es la gente que quiere que sigamos siendo colonia.”

Supongo que “hueva” significa flojera o hastío. Como Marx, Liliana recurre al insulto y con eso evita la argumentación, más allá de la ironía de haberse criado en una de las más grandes mansiones de Santa Cruz (con lo cual yo no tengo ningún inconveniente), más allá de la ironía de promover el chauvinismo y criticar ideologías foráneas cuando todas sus ideas pueden rastrearse al viejo continente (las ideas se evalúan por sí mismas y su validez, no su procedencia), Liliana comete un serio error conceptual al equiparar la cultura con el gasto del Estado en cultura. La cultura no muere porque el Estado reduzca sus subvenciones. La cultura está en nuestra gastronomía, nuestras costumbres y modales (modales que muchos defensores de la cultura adolecen a la hora de defenderla), en la forma en que hablamos, que difiere de región a región, en nuestra arquitectura y por supuesto, también en la producción literaria, plástica y musical, la cual no se va a acabar. Insinuar que eliminar el ministerio de culturas nos lleva a que sigamos siendo colonia (no sabía que lo éramos y me gustaría saber qué entiende por tal) es una aberración semejante a su anterior aseveración de que la reducción del gasto equivale a censura o fascismo. En todo caso, que el Estado dirija la cultura de un país, sí me parece colonialismo.

Liliana incurre en un ataque ad hominem al llamar élite burda y chota que no lee, con lo cual implícitamente, ella se eleva a sí misma al rango de los elegidos, de los no burdos, no chotos que sí leen y que por tanto tienen la sabiduría y el derecho de decidir qué es lo mejor para el resto de nosotros. Yo no pongo en duda la inteligencia de Liliana Colanzi, como tampoco pongo en duda el genio de Platón y del mismo Marx, pero eso no quiere decir que tengan razón en todo. La República ideal de Platón es un Estado totalitario que controla la cultura, decide las uniones entre parejas y quita a los niños de sus madres, para ser educados por el Estado y nadie sepa quién es el hijo de quién. Marx ideó un Estado no menos pavoroso, donde “el terrorismo revolucionario acelera el parto del Hombre Nuevo”. Estos señores eran más inteligentes y leídos que la mayoría de nosotros y no por eso debemos consentir a sus ideas.  

Liliana quiere que el Estado quite parte del trabajo de la gente, a través de impuestos y lo destine a gasto en cultura, es decir a subvencionar a algunos colegas y amigos suyos, pero “le da hueva explicar” a los contribuyentes (todos nosotros) sobre su uso. Y quienes nos oponemos al gasto del Estado en cultura, no lo hacemos porque estemos en contra de la cultura, sino porque estamos en contra del Estado. Más allá del despilfarro y corrupción que conlleva el dar más recursos a burócratas, no existe régimen totalitario que no pretenda controlar la educación y la cultura (incluido el régimen de Evo Morales), con lo cual deberíamos ser escépticos de querer darle esa potestad al Estado. Y si reconocemos que en una sociedad libre cada persona es soberana en sus asuntos (algo que los socialistas no reconocen), entonces deberíamos dejar que sean los individuos quienes libre y voluntariamente gasten en las actividades que Liliana entiende como cultura. Para hacer más palpable estas dificultades, podemos ponernos de ejemplo y decir, que, dadas las posturas del progresismo socialista de Liliana a mí no me gustaría que me quiten parte de mi salario para que ella decida qué gastos de cultura hacer por el bien del país. Análogamente, supongo, que, dada mi postura liberal, a ella no le gustaría darme su plata, para que yo decida qué gasto de cultura hacer por el bien del país. Yo no le pido que me dé su dinero, ni la llamo fascista por no hacerlo, ni exijo que el Estado me publique o haga de mis escritos lectura obligatoria, ni sustento la idea de que una superioridad intelectual da derecho a alguien a decidir sobre la vida y la hacienda de otros. Un impuesto es una contribución obligatoria que hacemos los ciudadanos en virtud del poder coercitivo del Estado. Argumentar la necesidad del gasto en cultura es admitir que queremos que mediante la fuerza y la coerción se destinen recursos para cosas que los ciudadanos no estarían dispuestos a incurrir por voluntad propia.  

Estos son algunos argumentos de alguien que no vive en una mansión, que tiene una biblioteca que, aunque pequeña, tiene más de un estante, y que cree que la buena cultura no necesita ser defendida con falacias, con insultos (como los que sin duda me llegarán por parte de los paladines de la cultura y la buena educación), ni por la coerción del Estado.

Santa Cruz de la Sierra, 12/06/20

http://javierpaz01.blogspot.com/

 



[i] El interesado en las fuentes puede consultar Los Enemigos del Comercio - Tomo II de Antonio Escohotado.