miércoles, 29 de abril de 2009

Réplica a “La valoración ética” de Enders

Javier Paz García
Luego de una instructiva introducción semántica sobre ética el señor Abraham Enders en su nota “La valoración ética” (El Deber, 22/04/09) comete tergiversaciones e imprecisiones sobre un artículo mío (Liberalismo contra socialismo: una valoración ética, El Deber, 14/04/09) por las que debo replicar.
Primero, en mi artículo digo que “los socialistas tienen una visión mesiánica de sí mismos” Sin embargo Enders escribe: “… el Sr. Paz, construyendo, en sus propias palabras, “una visión mesiánica de una moralidad superior: la ética liberal por sobre la socialista.” Es decir Enders me imputa una cita que no escribí y además tergiversa mis palabras cuando afirma que atribuyo la visión mesiánica a la ética liberal, cuando en realidad lo hago a los socialistas.
Segundo, Enders se “sorprende (de) la inclusión de Torquemada, el inquisidor del siglo XVI, entre los socialistas”. Tal vez su sorpresa se deba a un intento de tergiversación o simplemente a que no sabe leer, ya que en ningún momento afirmo que Torquemada fue socialista, sino que encaja en el perfil de líder mesiánico. Es cierto que incluyo a Torquemada en una lista en la que figuran notables socialistas, lo que puede llevar a un lector descuidado a cometer el error de Enders.
Enders afirma: “que el Estado intervenga en asuntos tales como las creencias religiosas es una praxis de muy antigua data… que la ética liberal del siglo XIX y sus prohombres nunca intentaron desmantelar”. Semejante afirmación muestra un desconocimiento aparentemente absoluto de la materia en la cual mi crítico decidió voluntariamente embarcarse. Y para probarlo cito un fragmento de la 1er enmienda de la Constitución de los Estados Unidos: “El Congreso no hará ley alguna con respecto a la adopción de una religión o prohibiendo el libre ejercicio de dichas actividades”. Podemos citar a John Locke, David Hume o Adam Smith como ejemplos adicionales que desacreditan la afirmación de Enders. Por ejemplo Locke (1632-1704) inicia su ensayo “Toleración A” con estas palabras: “Creo que los clérigos deberían, como los embajadores, tratar de suplicar, convencer, y persuadir a los hombres sobre la verdad en vez de solicitar al magistrado a forzarlos a su creencia”. La libertad de religión y de expresión eran centrales para estos pensadores; sus numerosos tratados sobre tolerancia, ética, gobierno y religión lo atestiguan sobradamente e influyeron en todo el mundo para que en los siglos posteriores (incluido el XIX) los Estados no persigan o castiguen a quienes no profesaran la religión oficial. Y si quiere ejemplos específicos del siglo XIX le recomiendo leer a Alexis de Tocqueville o Juan Bautista Alberdi.
Enders también afirma que “la ética liberal de las últimas dos décadas ha llevado a la práctica la desintegración de toda forma de solidaridad y armonía”. Ésta es una opinión subjetiva para la cual Enders no aporta ninguna sustentación. Yo podría rebatirla afirmando por ejemplo que los estadounidenses tienen uno de los más altos niveles de donación per cápita (excluyendo las donaciones del gobierno de EEUU) y que podemos encontrar muchos ejemplos de solidaridad entre los bolivianos. O podría disertar, si el espacio me lo permitiera, sobre cómo el socialismo, al transferir al Estado responsabilidades que le corresponden al individuo, termina socavando el sentido de responsabilidad del mismo como también el de solidaridad.
La Paz, 29/04/09

jueves, 23 de abril de 2009

Ropa usada: economía y dignidad

Javier Paz García
La ropa usada debido a su bajo precio, beneficia a los consumidores y perjudica a los productores nacionales de ropa. Quien compra la camisa usada de 5 pesos es comparativamente 25 pesos más rico de lo que sería si hubiera comprado la camisa nueva de 30. En un país con tantos pobres como Bolivia, esta diferencia no es trivial. Los bajos precios de la ropa usada alivian un poco la economía de las clases más bajas cuyas familias pueden abrigarse bien sin tener que sacrificar la leche de los hijos; en las clases medias, jóvenes profesionales, secretarias y personal de oficina pueden adquirir ropa adecuada para asistir al trabajo sin que ello resulte en un gasto oneroso. Prohibir la ropa usada beneficia a los productores nacionales a costa de empobrecer a los consumidores de ropa usada, que en Bolivia vienen a ser muchos.
Es cierto que permitir la ropa usada causa en el corto plazo una pérdida de empleos al sector de textiles, pero también es cierto que prohibirla causa una pérdida de empleos en el sector importador de ropa usada. En el largo plazo los desempleados encuentran empleos en otros sectores de la economía (minería, agricultura, albañilería, etc.). En realidad, ante la invasión de la ropa usada, los productores nacionales tendrían que cambiar el enfoque de su producción hacia la exportación y hacia sectores con altos ingresos en el país. Sobre esto debemos admitir la dificultad de los productores, con un gobierno que cierra mercados y que aparentemente solo está interesado en relaciones con Venezuela y Cuba.
Tal vez el argumento más convincente desde el punto de vista puramente económico para prohibir la ropa usada es que ésta equivale a una forma de “dumping”, aunque estrictamente no lo es.
Con respecto a la dignidad (uno de los argumentos para prohibir la ropa usada y el más canalla de todos), el análisis es puramente subjetivo. Un rico y un pobre, un importador de ropa y un productor, un modista y un campesino van a tener diferentes definiciones de dignidad. Por supuesto que el productor de ropa dirá que usar calzoncillos usados es indigno, aunque en mi opinión semejante aseveración está guiada por intereses propios, más que por la preocupación sobre la dignidad del prójimo. Creo que cada individuo debe decidir por su cuenta lo que considera digno, y no creo que personas ajenas deban decir por otros en tales temas. Al final de cuentas, creo que un padre que puede comprarle una chompa usada a su bebé y darle su vaso de leche es preferible a uno que tiene que elegir entre la chompa y la leche; prohibir la ropa usada, significará para algunos (sospecho que para muchos) tener esta disyuntiva. Lo que sí considero indigno es que el gobierno o un gremio particular, me usurpen a mí y a miles de bolivianos nuestra potestad de decidir sobre nuestra propia dignidad. Si los funcionarios del gobierno y los productores de ropa usada consideran indigno usar ropa usada, pues no la usen, pero no pretendan imponernos “su dignidad” (que no es más que su propio interés) mediante una prohibición. Para quienes nos preocupa la pobreza y quisiéramos que sea paliada y eventualmente superada, existen pocos argumentos para justificar la prohibición de la ropa usada. Lo más indigno de todo esto es que nos restrinjan la libertad de elegir en nombre de nuestra dignidad.
La Paz, 22/04/09

viernes, 17 de abril de 2009

Lo que Evo le debe a Goni

Javier Paz García
No es mi intención en este artículo defender a Gonzalo Sánchez de Lozada, pero creo conveniente hacer resaltar algunas de sus políticas (buenas y malas) que tienen como denominador común el haber contribuido al auge y a la popularidad del actual mandatario Evo Morales.
Comencemos con la participación popular. Esta medida descentralizó parcialmente el poder y permitió la profundización de la democracia, empoderando a las comunidades y pueblos indígenas y distribuyendo recursos públicos a las poblaciones más remotas del país para que sean administrados por sus mismos pobladores. La participación popular le dio importancia y vitalidad a los municipios, prueba de ello es la explosión municipal que vivió el país, donde antes de 1994 solo existían 24 municipios mientras que ahora hay más de 300. Es gracias a la ley de participación popular, creada durante la primera administración de Goni, que los municipios empiezan a tener un peso político propio. Y es gracias (en parte) al control de los municipios del trópico cochabambino por parte del MAS que el MAS y Evo Morales logran posicionarse como una fuerza política.
Goni crea el Bonosol, Hugo Banzer le cambia el nombre a Bolivida, y Evo, imitando a Hugo Banzer vuelve a cambiarle el nombre a Renta Dignidad. Hoy la Renta Dignidad es una de las banderas electorales del masismo.
La capitalización es otra de las políticas por las que Evo está en deuda con Goni. Los bolivianos podemos tener posiciones diferentes sobre la capitalización como concepto, yo personalmente creo que era una buena idea. Sin embargo también creo, como la mayoría de los bolivianos, que el proceso de capitalización estuvo manchado de una corrupción espantosa por la cual Goni y su ministro Revollo deberían responder ante la justicia. La corrupción del proceso le permitió a Evo abanderar un discurso nacionalista que lo catapultó como defensor de los recursos naturales del país. Es cierto que existió corrupción, pero aun así, ninguna persona seria puede negar que la capitalización trajo inversiones al país, las cuales convirtieron a Bolivia en una potencia gasífera y le dieron al gobierno de Evo Morales los mayores ingresos fiscales de cualquier administración en la historia del país. Si Evo tuvo plata para botar durante los últimos tres años, se lo debe a la inversión que trajo la capitalización del gobierno de Goni.
Me parece totalmente legítimo que Evo haya despotricado contra Goni por la corrupción en el proceso de capitalización, porque es precisamente éste el rol de una buena oposición: criticar las malas políticas del gobierno de turno. Sin embargo me parece deshonesto que se atribuya méritos ajenos como son el Bonosol, la bonanza económica o el superávit fiscal.
La participación popular le dio a Evo los medios para consolidar su proyecto político, pero el mérito sigue siendo de Evo y el MAS y hay que felicitarlos por ello; la capitalización le dio la propaganda para catapultarse a nivel nacional y de nuevo debemos reconocer el arduo trabajo de Evo para abanderar el tema; Goni también le dio el Bonosol y Evo ahora actúa como usurpador, cambiándole de nombre y atribuyéndoselo, lo cual es condenable; y finalmente vivió (y se atribuyó como mérito suyo) una bonanza económica gracias a las inversiones de hace una década, inversiones que él execra, lo cual es hipócrita.
La Paz, 16/04/09

miércoles, 8 de abril de 2009

Liberalismo vs. Socialismo: una valoración ética

Javier Paz García
Es generalmente entendido que quienes propugnan una línea liberal de pensamiento consideran que la libertad es el mayor tesoro del ser humano, mientras que quienes simpatizan con líneas socialistas de pensamiento, consideran que la igualdad entre seres humanos debe ser un fin del accionar de hombres y gobiernos.
Debemos admitir que ambas líneas de pensamiento buscan el mejoramiento y el bienestar humano; sin embargo las implicancias de ambas posturas son diametralmente opuestas. El liberalismo es esencialmente filantrópico: cree que el ser humano no necesita de fuerzas coercitivas para practicar valores éticos como el respeto, la tolerancia o la solidaridad.
En cambio, el socialismo nace de una visión misantrópica del ser humano: el hombre libre es incapaz de conductas éticas y ante la falta de fuerzas coercitivas moralizantes, es guiado por el egoísmo hedonista. Los hombres son malos y egoístas, por lo tanto si los dejamos a su libre albedrío producen sociedades malas y egoístas. Por ello los socialistas tienen una visión mesiánica de si mismos: solo personas con una moralidad superior al común de los hombres pueden poner orden a la sociedad y devolverle un sentido ético. Personajes como Tomás de Torquemada, Vladimir Lenin o Adolfo Hitler en el pasado y Fidel Castro, Hugo Chávez o Evo Morales en tiempos más recientes encajan en este perfil del líder mesiánico, éticamente superior al resto de la población y encomendado (¿por quién?) a reformar a una sociedad en decadencia.
Y por supuesto el medio para reformar esa sociedad mala es generalmente la violencia y la supresión de la libertad.
El liberal no juzga las preferencias de otros, sin que eso signifique que él mismo no tenga fuertes preferencias y valores propios. El católico liberal vive su fe y no encuentra ningún problema en que otros practiquen otras creencias; el católico socialista cree que todos deberían ser católicos y socialistas. El ateo liberal cree que la única forma de imponer sus creencias es mediante la razón; el ateo socialista cree que el Estado debe eliminar la religión por ser el opio del pueblo. Un liberal puede perfectamente admitir el derecho de otros a practicar la prostitución o a consumir drogas, aunque él mismo no lo haga y tenga fuertes objeciones éticas respecto a estas prácticas.
El socialista en cambio, quiere imponer su visión ética a toda una sociedad, aunque sea por la fuerza y lo que para él es malo, debe ser prohibido y castigado por el Estado.
Finalmente, el socialista cree que la persona común es idiota, no sabe lo que quiere, no sabe lo que es bueno o malo y hay que tratarla como un niño. Por ello por dar un ejemplo, para el socialista, el Estado debe obligar a los ciudadanos a ahorrar en fondos de pensiones manejados por el Estado, porque el ciudadano común, irresponsable como es, no puede ahorrar por su cuenta ni prever para el futuro.
El liberal no niega que hay idiotas e irresponsables en este mundo (un ejemplo son los socialistas mesiánicos), sin embargo considera que el ser humano, como persona libre, debe responsabilizarse de sus acciones. Por ello, para el liberal, el Estado no debería interferir en decisiones que son estrictamente personales como ser la creencia religiosa o la decisión de ahorrar para el futuro.
La Paz, 08/04/09

viernes, 3 de abril de 2009

Reivindicación del pensamiento liberal

Javier Paz García
Mi querido amigo Enrique Fernández se queja continuamente del “reduccionismo económico” que sufre el pensamiento liberal; yo estoy plenamente de acuerdo con él. Hoy se discute el liberalismo casi exclusivamente en términos de políticas económicas y para muchos, ser liberal es sinónimo de apoyar a los ricos en detrimento de los pobres, incluso asociando al liberalismo con gobiernos dictatoriales, el racismo o el clasismo; nada más lejos de la verdad.
Los fundamentos del liberalismo son la dignidad de todo ser humano, la libertad individual, la tolerancia y el respeto. De hecho, el pensamiento liberal nace como una crítica a los sistemas monárquicos y aristocráticos con derechos diferenciados entre los ciudadanos. Por ejemplo, en el siglo XVII John Locke, considerado el padre del liberalismo, escribe su Primer Tratado sobre Gobierno, donde hace una crítica a la noción de que los reyes eran enviados de Dios y por tanto superiores a los demás y más bien sostiene que los reyes deben estar al servicio del pueblo y si son tiranos, el pueblo tiene el derecho de removerlos, incluso mediante la revolución.
La libertad y la dignidad de todo ser humano es la esencia del liberalismo; por ello, la tolerancia y el respeto son centrales en la concepción liberal: homosexuales, heterosexuales, mujeres, hombres, negros, indios, blancos, pobres, ricos, ateos, cristianos, judíos o musulmanes tienen los mismos derechos y se deben respeto y tolerancia los unos a los otros. En este sentido, el pensamiento liberal propugna un compromiso con la tolerancia sin parangón.
Por otro lado, conceptos tales como que las leyes deben estar por encima de las personas, incluso que los reyes; que el poder del gobierno debe ser limitado y desconcentrado; que los gobiernos deben respetar la libertad de credo y de expresión; que todas las personas deben gozar de ciertos derechos fundamentales, sin importar su raza, credo, género o posición económica son conceptos puramente liberales.
La democracia moderna donde todos los ciudadanos tienen el derecho a elegir a sus gobernantes es fruto de las ideas liberales.
El liberalismo, como su nombre lo indica, es una línea de pensamiento que valora por sobre todo la libertad individual en el marco de la tolerancia y el respeto entre unos y otros. Denostar el liberalismo es análogo a exaltar las virtudes del fascismo y el comunismo. Reducirlo a su aspecto económico es análogo a mirar solamente el borde de la moneda.
La Paz 03/04/09