domingo, 24 de julio de 2016

La pobreza del sindicalismo

Javier Paz García
La Central Obrera Boliviana (COB) ha estado en alerta las últimas semanas debido al despido de alrededor de 800 trabajadores de Enatex, la empresa estatal de textiles. Enatex originalmente era una empresa privada llamada Ametex. Era la más grande del país y producía prendas de exportación, pero la agenda ideológica del actual gobierno y la pérdida del ATPDA (preferencias arancelarias con los Estados Unidos) la pusieron en una difícil situación. Finalmente, el gobierno la tomó, según su dueño, sin su consentimiento y sin compensación; es decir, robando y usurpando bajó el amparo del poder político que ostenta.
Una vez que la empresa estuvo en las manos del gobierno, éste hizo algo que sabe hacer: llenarla de ineptos apadrinados para ganar un sueldo y quebrarla. Luego terminó cerrándola y despidiendo a sus empleados, más de 800. Evo Morales hizo la aclaración de que esta situación no podía compararse a la de los gobiernos neoliberales porque tales gobiernos privatizaban las empresas del Estado, mientras que el actual gobierno las cierra. Siendo rigurosos con el lenguaje, Evo tiene razón: lo que hizo su gobierno no es igual a lo hecho por los neoliberales… es peor.
El máximo dirigente de la COB, Guido Mitma, fiel a la falta de sensatez que se puede esperar de cualquier dirigente de la COB, pretende que el gobierno mantenga indefinidamente abierta una empresa que genera pérdidas y que siga pagando una planilla de sueldos a costa de los fondos de todos los contribuyentes. Y fiel a ese estilo retorcido e ignorante de entender la política y la economía afirma que el gobierno debe defender a los trabajadores de las garras del empresariado que quiere despedirlos. Tal afirmación, por supuesto no tiene sentido y se contradice con la realidad: los empresarios son los que contratan y pagan el salario de los trabajadores y es el Estado el cual, mediante impuestos les quita parte de sus salarios y mediante regulaciones onerosas hace que las empresas no puedan contratar más gente. Para que un empresario despida a alguien, previamente tiene que haberlo contratado y ningún empresario despide a alguien por gusto. Despedir es muy costoso por el tiempo que toma encontrar a un reemplazo y entrenarlo. Pero en fin, cuando se trata de malgastar el dinero ajeno, el cielo es el límite y no es infrecuente en política que se junten entre dos para disponer de la plata de un tercero sin su consentimiento y encima dibujarlo como un monstruo malévolo. Agredir a quien les da de comer es el modus operandi del populismo y del sindicalismo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/07/16
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domingo, 10 de julio de 2016

Vindicación de la desunión

Javier Paz García
No es infrecuente escuchar a los políticos invocar la unidad del pueblo. La unidad es a menudo elevada a lo más alto de nuestros valores, imprescindible para la supervivencia de la nación y el desarrollo de la misma. Si utilizamos un poco de nuestra capacidad intelectual, podemos encontrar ciertas grietas en tal razonamiento.
Para empezar la democracia es signo de desacuerdo, de falta de unidad. Si cada cierto tiempo vamos a elegir entre 2 o más postulantes a un cargo, entonces no estamos unidos en torno a nuestras preferencias políticas: la idea de la unidad, planteada por los políticos es sinónimo de caudillismo y dictadura. En lo económico, la unidad tendría que implicar la existencia de una empresa por sector, es decir una serie de monopolios. En lo intelectual, la noción de unión, nuevamente en la frecuente concepción de los políticos de turno consiste en las ideas únicas, en la ausencia de debates y discrepancias.
¿Es beneficiosa la unidad? Viendo a lo largo de la historia quienes han sido los mayores defensores de la unidad, tal vez tengamos una pauta. Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Perón, Castro son algunos paladines de la unidad, defendida en discursos y en hechos, incluso a fuerza de sangre. No existe aspirante a tirano que no invoque la unidad y justifique atrocidades en su nombre. Ejemplos contemporáneos son Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa o Evo Morales. Matar, encarcelar, acosar, mentir son justificables cuando se hacen por la unidad. Así vista, la unidad es poco beneficiosa para el respeto a los derechos civiles y políticos de las personas. En lo económico, no son las naciones más centralizadas y unidas las que prosperan, sino las más abiertas. Los países donde hay democracia real y mercados abiertos a la competencia son los que ofrecen mejores oportunidades y niveles de vida a sus ciudadanos. Cuba o Corea del Norte, países que han llegado a los límites de la unificación y centralización de ideas y criterios son de los más pobres del mundo, al igual que todas las naciones que siguieron el camino “unificador” del comunismo; Venezuela, gracias a su totalizadora revolución bolivariana en pocos años ha visto desplomarse sus niveles de vida. La ciencia, casi por definición es discrepancia e inconformidad. El progreso científico no se basa en la unidad de criterios, sino en la búsqueda de explicaciones alternativas.
La unidad, como la quieren vender los políticos, no es el mayor de los valores, sino el camino al totalitarismo. Un verdadero valor es la tolerancia, la discusión y el debate de ideas diametralmente opuestas en un ambiente de respeto.
Santa Cruz de la Sierra, 02/07/16

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sábado, 2 de julio de 2016

¿Para qué sirve un cargo público?

Javier Paz García
Soy miembro de una fraternidad formada por algunos compañeros de colegio. Cada año elegimos una directiva y generalmente lo que sucede es que tenemos que buscar un consenso sobre a quienes les toca formar parte de ella, ya sea porque nunca lo han sido antes o porque creemos que lo harían bien. Luego toca arengar a que se postulen, apelando a su solidaridad, compañerismo, responsabilidad, etc. Es que nadie se quiere postular, e incluso alguien casi llegó a las lágrimas para pedir que no lo obliguen a estar en la directiva. Es tal nuestra dificultad para encontrar postulantes voluntarios que hemos llegado al punto de hacerlo por sorteo, una especie de lotería de Babilonia donde ganar es perder y ser maldito por un año.
La situación de mi fraternidad contrasta con la de los cargos a presidentes, gobernadores, alcaldes, parlamentarios, rectores de universidades públicas y un sinfín de cargos donde existe una sobreabundancia de postulantes que dan alma, vida y corazón para obtener el puesto y además gastan ingentes cantidades de dinero para hacer campañas.
¿Cuál es la diferencia entre mi fraternidad y las otras instituciones? Podría ser que en mi fraternidad, los miembros de la directiva no ganan salario o algún beneficio económico. Pero cuando uno ve que lo que algunos candidatos gastan en una campaña es mayor a lo que recibirían de sueldo en toda su gestión, entonces debe concluir que el incentivo del puesto debe estar en otras cosas. Cuando uno ve que las posturas que defienden se basan en lo que circunstancialmente conviene o dicen las encuestas que es más provechoso, uno debe descartar que su objetivo para llegar al cargo sea por defender principios o por una motivación altruista.
Uno se pregunta ¿por qué quieren tanto ganar un cargo público que además paga mal? Si uno medita sobre esta pregunta fácilmente llega a concluir que quieren esos cargos porque van a obtener grandes réditos económicos, que cada centavo invertido en la campaña se multiplicará como soya en tierra fértil, y que mientras más encarnizada es la lucha por conquistar el poder, mayor es el botín. Los cargos públicos sirven para enriquecerse. Lamentablemente y con pocas excepciones, la elección de autoridades es la elección de nuestros verdugos… vamos a elegir quien o quienes serán los próximos en robarnos el fruto de nuestro trabajo.
Santa Cruz de la Sierra, 19/06/16

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