sábado, 22 de abril de 2017

Los pobre no pueden tener empresas

Javier Paz García
Una de las claves para que se reduzca la pobreza en un país es que hayan condiciones e incentivos para que la gente emprenda negocios. La pobreza no se disminuye sistemáticamente con bonos y subsidios estatales, sino con trabajo. Y para que haya trabajo tienen que haber empresas y mientras más empresas hayan, más trabajo habrá, más competencia, mejores sueldos para los trabajadores, más y mejores productos para los consumidores y una mejora general en el nivel de vida de la población. Al igual que la educación, donde existe un consenso en la sociedad según el cual, la condición económica de una persona, no debería ser un impedimento para recibir una educación básica y por tanto, un niño debería poder ir a la escuela sin importar si es pobre o rico, de igual manera una persona debería poder iniciar un negocio, sin importar si tiene o no dinero. Con esto no quiero decir que el Estado deba subvencionar a las empresas, ni mucho menos, pero sí debe hacer todo lo posible para no perjudicar ni poner trabas a los emprendedores. El requisito indispensable para iniciar un negocio es tener una buena idea, estar dispuesto a tomar riesgos y trabajar duro. El capital inicial para un negocio también es importante, pero precisamente los mercados financieros, cuando funcionan adecuadamente, canalizan recursos hacia los proyectos productivos. Y el Estado debe procurar alivianar el difícil camino de un emprendedor, imponiéndole la menor cantidad de trámites y costos.
Si queremos que más gente salga de la pobreza y la informalidad, debemos facilitar la formación de empresas y la formalidad. Lamentablemente en nuestro país abrir una sociedad de responsabilidad limitada (SRL) es un lujo que no está destinado para los pobres. Según el informe Doing Business 2017 del Banco Mundial, en Bolivia se requieren 14 trámites con un tiempo aproximado de 45 días y un costo promedio de 1.710 dólares. Tal costo equivale al 54,1% del PIB per cápita boliviano. Es decir una persona que gana el PIB promedio (y hay quienes ganan menos) tendría que ahorrar más de medio año de salarios, solo para conseguir los fondos necesarios para abrir una SRL.
Si queremos ayudar a los pobres, hagámosle la vida más fácil al momento de emprender. Reducir el número y el costo de trámites es algo que puede hacerse sin comprometer las líneas ideológicas de los partidos políticos, sin estudios sofisticados ni perjuicios sustantivos a las arcas del Estado, lo único que se requiere es la voluntad política de hacerlo.
Santa Cruz de la Sierra, 14/04/17

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miércoles, 19 de abril de 2017

Vindicación de la ideología

Javier Paz García
A menudo escuchamos decir que las ideologías están pasadas de moda, que lo que importa ahora es lo práctico y que uno debe guiarse por lo que funciona y dejar de lado lo que no funciona en la política y la economía. Hoy mucha gente se vanagloria de no tener ideología, y por ejemplo un periodista, es considerado bueno si no la tiene, y malo si adopta alguna postura ideológica. Esto es un error colosal, ya que nadie está libre de formar juicios de valor y de defender ciertos principios y valores. Y dado que la ideología no es más que una serie de principios y valores, difícilmente alguien puede estar libre de estar más cercano a alguna ideología. De hecho lo grave, lo preocupante sería lo contrario: gente sin principios y valores con los cuales guiar su comportamiento.
Pongamos algunos ejemplos: usted puede tener la idea de que el sustento debe ser fruto del trabajo propio o que el Estado debe procurar el sustento de las personas; si alguien no paga el alquiler, usted puede considerar que el Estado debería defender el derecho de evicción del propietario o el derecho de vivienda del inquilino; usted puede considerar que el Estado debería regular los precios de los alimentos, o que no debería involucrarse en tal actividad; usted puede considerar que el Estado debería prohibir y criminalizar las drogas, o que su consumo debería ser una cuestión personal; usted puede estar o no de acuerdo con la prostitución, con el nivel de impuestos, con la organización política de su país, con la libertad de prensa, etc. y tener algunas ideas sobre cómo le gustaría que la sociedad manejara estos temas. Cada una de estas cuestiones implican una posición ideológica y difícilmente alguien puede estar libre de tener una opinión o inclinación en todas ellas.
Deberíamos desechar la idea de que todas las ideologías son malas (aunque por supuesto hay ideologías execrables) y que una persona sin ideología, que dice guiarse enteramente por lo práctico es de alguna manera preferible. Como dijo John Maynard Keynes: “las ideas de los economistas y filósofos políticos, tanto cuando son correctas como erróneas, tienen más poder de lo que comúnmente se entiende. De hecho, el mundo está dominado por ellas. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto.” 
Santa Cruz de la Sierra, 02/04/17
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lunes, 17 de abril de 2017

Un compromiso con la verdad

Javier Paz García
Hace poco escuché decir a un dirigente que los cupos de exportación “cumplieron su ciclo” y que era tiempo de liberar las exportaciones de soya. Tal afirmación, implica que dicho mecanismo tuvo un efecto positivo y sirvió para algo pero que ahora ya no se necesita; implica que el gobierno estuvo acertado, hasta cierto punto en implementar la medida, pero es momento de retirarla. Para beneficio de la duda, debemos entender que quienes están en una posición política, ya sea como líderes de algún gremio empresarial o tienen que negociar con el gobierno para conseguir una ley o un decreto, deben tener el tacto político para agradar y convencer a quienes ostentan el poder. Y una forma de convencer es diciendo que algo fue bueno, pero que ya no es necesario o no corresponde con la actual coyuntura.
Ser ambiguo, buscar agradar, ser lisonjero, apoyar al caudillo y al partido en los aciertos y los errores, elegir las opiniones que uno tiene de acuerdo a los votos que puedan proporcionar, tomar posiciones reñidas con lo justo, pero que benefician al sector que uno representa es una necesidad y casi una obligación para los políticos, incluidos los líderes de sindicatos y gremios empresariales. Tal vez por estas razones difícilmente podría seguir una carrera política. Esta necesidad de ser ambiguo, de desinformar, de cambiar de opinión de acuerdo a la conveniencia y no a la convicción o mejor aun a la ciencia lamentablemente no es exclusiva de los políticos, sino también de académicos y periodistas.
Afortunadamente no tengo compromisos con nadie, no busco una carrera política, y aunque sí me interesa convencer, educar y si es posible, agradar, no busco la aprobación de mis lectores, sino la correcta exposición de un argumento o punto de vista. Esta independencia me permite criticar, sin fijarme si esto beneficia al oficialismo o a la oposición, o si será del agrado de tal o cual persona. Me permite decir cosas que algunos consideran que no se deberían decir porque van en contra de los intereses cruceños o porque son demasiado radicales para la sociedad en la que vivimos. Me permite decir que los cupos de exportación nunca fueron una buena idea, que me parece excelente que se haya expulsado a la DEA del país, que este gobierno ha destruido la estructura institucional de Bolivia y que vamos por mal camino. Mi único compromiso es con la búsqueda de la verdad, con mis principios y valores y con la construcción de una sociedad de hombres libres y justos.  
Santa Cruz de la Sierra, 02/04/17

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sábado, 8 de abril de 2017

Burocracia desde que nacemos

Javier Paz García
Hace unos días nació mi hija. Más allá de la alegría personal, quisiera destacar la burocracia que acompaña al hecho. Luego de nacida, mi hija recibió un certificado de nacido vivo de la clínica, es decir un certificado de nacimiento. Hasta aquí todo bien. Con este papel debo ir a la gobernación, pero antes tengo que sacarle una fotocopia al certificado de marras. En la gobernación el trámite es rápido y lo único que hacen es sellarlo pero mientras espero y soy atendido tengo por lo menos media docena de televisores recordándome lo grandioso que es nuestro gobernador, las muchas obras que realiza y lo agradecido que debemos estar con él. Es decir, somos sometidos a la propaganda política con la ignominia que nosotros mismos la pagamos y somos obligados a verla mediante la realización de un trámite absolutamente innecesario. Pero la historia no acaba aquí porque luego tengo que ir a un Registro Civil a sacar un certificado de nacimiento. Es decir, en la clínica me dan un certificado de nacido vivo que para todo motivo práctico es un certificado de nacimiento, para que con ese documento pueda sacar otro certificado de nacimiento. Además tengo que ir al registro civil con mi esposa y mi hija, con todos los riesgos y molestias que implica sacarlas a la calle y exponerlas a ambientes sucios, ventoleras, humo de micros y otros contaminantes. Pero la historia tampoco acaba aquí ya que posteriormente tendré que ir al Segip a sacarle un carnet de identidad y seguramente en sus instalaciones me recordarán lo grandioso que es nuestro presidente, las muchas obras que realiza y lo agradecido que debemos estar con él.
Yo me pregunto ¿por qué no me pueden dar el certificado de nacimiento definitivo en la misma clínica? ¿Por qué otorgar un certificado de nacimiento con el cual uno tramita otro certificado de nacimiento? ¿Cuál es la utilidad de esa duplicación? ¿Cuál es el propósito de ir a la gobernación a sellar un papel? Si es por una cuestión estadística, ¿no puede la clínica directamente pasar esos datos? ¿Y la Oficialía de Registro Civil por qué requiere que vayan los padres con el recién nacido? ¿Acaso la clínica mediante el certificado de nacido vivo no ha dado fe de que el niño nació? ¿No podría la clínica dar el certificado de nacimiento definitivo o mejor aun el carnet de identidad en vez de tener a los padres a vueltas en trámites innecesarios y en colas abrumadoras? Vaya uno a saber si la multiplicación de trámites se debe a la necesidad de multiplicar funcionarios y pegas, a la conveniencia de obligar al ciudadano a tragarse la propaganda política mientras hace las colas o a la ineptitud de quienes no pueden hacer las cosas lo más sencillo posible.
Santa Cruz de la Sierra, 26/03/17

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domingo, 2 de abril de 2017

Motivos prácticos para despenalizar las drogas

Javier Paz García
Bolivia ha pagado un precio demasiado alto en su lucha contra el narcotráfico. Decenas de muertos entre militares y campesinos, una penetración de las estructuras de poder por parte de los narcotraficantes, mayor corrupción en el sistema judicial, mayor delincuencia en las ciudades, etc. Sin embargo el mayor costo ha sido probablemente que la lucha contra el narcotráfico encumbró la carrera política de un cocalero hasta alcanzar la presidencia de la República. Hoy tenemos el peor gobierno de la historia democrática de Bolivia. Y estamos pagando muy caro por ello, con persecuciones políticas, con inseguridad jurídica, con un aparato público en manos de incapaces y resentidos.
La historia universal nos enseña que cuando existe la demanda, aparece la oferta. Esta ley económica es inescapable. No importa cuánto tratemos de limitar la oferta de cocaína, mientras exista la demanda, las políticas de erradicación serán análogas a apretar un globo de aire: se aprieta por un lado, y se infla de otro. Tenemos un caso análogo en la experiencia norteamericana de los años veinte con la prohibición del alcohol y la aparición de las mafias organizadas y el célebre Al Capone. Y el costo que pagamos, ni siquiera se debe a un problema nuestro: los consumidores, son mayormente norteamericanos y europeos, pero los gobiernos norteamericanos y europeos le han pasado el problema a los países productores y de tránsito. El resultado ha sido la violencia en Colombia en los años 80 y 90, la violencia en Méjico en la presente década, el fortalecimiento de grupos terroristas como las FARC o Sendero Luminoso, el fortalecimiento de bandas criminales en las favelas brasileras, el ascenso de un cocalero marxista a la presidencia de Bolivia. Y por supuesto, la supuesta lucha contra el narcotráfico es un fracaso rotundo ya que cualquier persona puede conseguir cocaína en cualquier parte del mundo.
En vista de estos resultados, creo que es necesario debatir los alcances de la lucha contra el narcotráfico y si vale la pena seguirla. Mejor sería dejarles el problema a quienes han creado el problema: los miles de consumidores en los países ricos. El rato que ellos dejen de demandar cocaína, los cocaleros van a dejar de plantar coca, sin que nadie los obligue.
Santa Cruz de la Sierra, 21/03/12
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