martes, 28 de octubre de 2014

Sobre la moral de los políticos


Javier Paz García

Los postulados socialistas de centralización del poder político y económico en manos de unos cuantos burócratas presuponen la superioridad moral e intelectualmente de tales burócratas con respecto al resto de la población.

Todos los seres humanos poseemos vicios y defectos; los políticos no son una excepción. Es más, la política atrae a los flojos, los zalameros, los corruptos, los que buscan fortuna fácil, los inútiles e incapaces, debido a que en política es posible escalar y enriquecerse en base a los favores y las influencias, sin el esfuerzo que requiere el sector privado. No es casualidad que los “servidores públicos” sean famosos por llegar tarde y salir temprano y en el ínterin jugar solitario en las computadoras y tomar cafecitos con los colegas mientras las colas de clientes se acumulan. No es casualidad que los políticos entren pobres y salgan ricos, o que se nombre ministro de agricultura a alguien que nunca ha sembrado ni un naranjo. Por supuesto, también se involucra en la política gente honesta y capaz, pero debemos reconocer que en general, los políticos no son más virtuosos ni más preparados que el resto de la población.

Pero el político tiene incentivos perversos que no tiene el resto de la población porque maneja plata que no es suya y debe pagar favores a quienes lo apadrinaron para llegar hasta donde llegó con recursos que no le pertenecen, por eso puede poner al hijo de su financiador o al sobrino de su aliado político en un cargo para el cual no está capacitado, y no le importa un bledo porque el salario no sale de su bolsillo. Esta es la naturaleza de la política aquí, en Estados Unidos y en la China.

Si existen tantos incentivos para que los políticos malgasten el dinero ajeno (el dinero de todos), para que usen su poder y su influencia en beneficio propio, para que abusen de su poder, entonces debemos concluir que a los políticos hay que limitarles el dinero y el poder. Hay que darles tan poca plata como sea posible para que no puedan robar tanto y sea más fácil fiscalizarlos. Hay que limitar, separar y descentralizar el poder para que no abusen de él en beneficio propio y de sus allegados.

Santa Cruz de la Sierra, 26/10/14

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martes, 21 de octubre de 2014

Pronosticando la crisis económica


Javier Paz García

Paul Krugman en su nota ¿Qué hacer para equivocarse? (El Deber, 21/09/14) afirma que “es necesario replantear la economía después de una crisis, la misma que no se pronosticó ni se previno”. Yo estoy de acuerdo con su primera afirmación y en desacuerdo con la segunda. Y es que la crisis sí se pronosticó. En 1949 Ludwig von Mises publicó La Acción Humana, el que considero el mejor tratado de economía. En dicho libro explicó cómo la expansión monetaria produce periodos de expansión temporal seguidos de periodos de depresión y crisis. Un discípulo suyo, F.A. Hayek, desarrolló aun más dicha teoría y consiguió por ello el premio Nobel de economía. Estos economistas de la llamada Escuela Austriaca pronosticaron la crisis del 2008 más de medio siglo antes de que ocurra. Pronosticaron que si un país implementa las políticas que precisamente Paul Krugman y los keynesianos promocionan (expansión monetaria, déficit fiscales, créditos subvencionados) ese país podrá momentáneamente postergar una crisis a costa de hacerla peor. Las políticas del gobierno de Estados Unidos al menos una década antes de la crisis del 2008 fueron aquellas que los economistas austriacos señalaron como contraproducentes: la Reserva Federal mantuvo las tasas de interés artificialmente bajas, incentivando el gasto y desincentivando el ahorro, el gobierno mantuvo sus déficit fiscales y mediante leyes y agencias de crédito semi-estatales (Fannie Mae y Freddie Mac) facilitó créditos de viviendas a personas que no tenían la solvencia suficiente para adquirir tales créditos. Pero la crisis también fue pronosticada por contemporáneos, por ejemplo por Ron Paul, un miembro del Congreso de Estados Unidos desde 1997 a 2013 y pre candidato presidencial por el partido republicano o Peter Schiff, un inversionista que recientemente ganó prominencia precisamente porque en el 2005 pronosticó la crisis del 2008. Ambos son seguidores de la escuela austriaca de economía. El hecho de que Paul Krugman y los keynesianos no hayan pronosticado la crisis es una evidencia de las falencias de dicha escuela.

Estoy de acuerdo con Krugman con respecto a la necesidad de replantear la economía, aunque sospecho que estamos en desacuerdo sobre qué hay que replantear. Yo por ejemplo cuestiono la prominencia que tiene la teoría keynesiana en tantas universidades, a pesar de sus pobres fundamentos y por sobre todo a pesar de sus contraproducentes resultados. 

Santa Cruz de la Sierra, 19/10/14

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miércoles, 15 de octubre de 2014

Remembranzas del diccionario


Javier Paz García

Con la facilidad de internet, es cada vez menos frecuente que uno se de el trabajo de utilizar un diccionario impreso para buscar el significado de una palabra. Hace unos días, a pesar de tener mi computadora y todo el poder de internet a mi disposición, con Google, la RAE y compañía listos para darme respuestas, decidí usar mi Pequeño Larousse edición de 1996, que hurté de mi madre (con su resignada aprobación). El papel físico tiene una autoridad que la etérea pantalla adolece. Y es que lo que encontramos a través de internet, incluso cuando viene de una fuente confiable, está sujeto a desaparecer, a cambiar de lugar, a ser actualizado y modificado, mientras que lo escrito en tinta aspira a la eternidad.

Tomar el diccionario y hojear aleatoriamente las letras que lo componen me trae recuerdos gratos, verbigracia (busqué en el diccionario) el fallido propósito de aprender una palabra por día, que luego se convertiría en el fallido intento de aprender una por semana y luego una por mes. Borges seguramente diría que postulando un horizonte infinito (la tan deseada vida eterna), aprender una palabra por siglo sería suficiente para agotar todos diccionarios en todos los idiomas.

El diccionario también me recuerda a mi querido abuelo, quien, a pesar de su vasta cultura y amplio vocabulario, siempre se negó a decirme el significado de cualquier palabra. Muchas veces le pregunté que significaba esto o aquello y él, invariablemente dejaba lo que sea que estuviese haciendo (a menudo estaba en su máquina de escribir) para dirigirse a su biblioteca o a su dormitorio, agarrar su diccionario y ponerlo en mis manos para que yo me dé el trabajo hojearlo.

Otra ventaja del papel sobre la pantalla, es que en internet uno debe saber qué es lo que está buscando y sus resultados se limitan a eso, en cambio hay misterio en el papel, en la posibilidad de abrir una hoja al azar y no saber qué nuevas palabras vamos a encontrar, qué ilustraciones acompañarán al texto. Qué cosas nuevas vamos a descubrir.

Santa Cruz de la Sierra, 31/05/14

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miércoles, 8 de octubre de 2014

Krugman siempre tiene la razón

Javier Paz García
El más prominente economista keynesiano contemporáneo es el Nobel de economía Paul Krugman. La receta de Krugman para salir de una crisis es “incurrir en déficits e imprimir mucho dinero” (Macroeconomic populism returns).
La receta de Krugman para Estados Unidos luego de la crisis del 2008 fue (adivinen) incurrir en déficits e imprimir dinero. El 2007 la deuda del gobierno de Estados Unidos era de 9 billones de dólares (9 x 1012) y representaba un 63% del PIB. El 2013 la deuda era de 16,7 billones y representaba un 100% del PIB norteamericano. El 1ro de enero de 2008 el stock de dinero M1 era de 1,38 billones de dólares; el 1ro de agosto de 2014 subió a 2,82 billones. Estos son los niveles más altos de deuda y emisión monetaria en la historia del país, por lo que difícilmente se puede argumentar que Estados Unidos no ha seguido la receta keynesiana y sin embargo para Krugman, hace falta más: “un estímulo fiscal inadecuado y una prematura austeridad podría conducir a una década perdida o más de depresión económica y que la Reserva Federal debería hacer más para levantar la economía…” (Want to strengthen the recovery? Stop listening to paranoid inflationistas, Salon agosto 2014).
Un ejemplo aun más contundente es el de sus opiniones sobre Argentina. El 2012 Krugman afirmaba que Argentina “es un destacable historia de éxito, una que, se podría  decir que contiene lecciones para la zona euro.” (Down Argentina Way). Pero posteriormente, cuando el desastre argentino era innegable dijo en una entrevista hecha por Andrés Oppenheimer (La Argentina, según Krugman) que “si se hubiera hecho un giro hacia políticas más moderadas en 2007, la historia de la Argentina hubiera sido totalmente positiva. En cambio, mantuvieron el pie sobre el acelerador". Y uno se pregunta ¿por qué entre el 2008 y el 2012 seguía alabando las políticas de Argentina?
Y es que para Paul Krugman si un gobierno gasta, imprime dinero y no sale de la recesión, la explicación es que no gastó demasiado. Y si existe un (aparente y engañoso) repunte, como es normal que ocurra en los periodos iniciales de expansión monetaria y gasto fiscal, pues la califica como historia de éxito, pero cuando las inevitables consecuencias a largo plazo de esas políticas se hacen evidentes y la situación no solo vuelve a deteriorarse (como ocurre en Argentina), pues el señor Krugman dice que se excedieron al aplicar sus recetas. Nunca son las políticas de Krugman las causantes de una crisis, sino su mala aplicación. ¡Paul Krugman siempre tiene la razón!
Santa Cruz de la Sierra, 05/10/14

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