jueves, 31 de mayo de 2012

Mi biblioteca favorita


Javier Paz García
Mario Vargas Llosa comenzó su discurso de aceptación del premio Nobel diciendo que aprender a leer es la cosa más importante que le ha pasado en la vida. Yo no me animo a hacer semejante afirmación, pero comparto con Vargas Llosa la pasión por los libros. Debo (tergiversando a Borges) tal pasión a la conjunción de mi madre y su pequeña biblioteca. Ésta consta de dos estantes de un poco más de dos metros de alto cada uno. No llega a completar ni un hexágono de la Biblioteca de Babel, pero sin embargo es en cierta forma infinita. En sus anaqueles conocí la Francia de  Richelieu y D'Artagnan, sufrí las penurias de Jean Valjean, entré en la atormentada mente de Raskolnikov, combatí contra molinos de viento y escuché las ocurrencias de Sancho, tuve la grata sorpresa de conocer la picardía de don Francisco de Quevedo, participé de la fundación de Macondo junto a los Buendía, memoricé y olvidé hechos y fechas de la historia contemporánea, viajé por el Oriente con la princesa muerta… Conocí el mundo de una forma que solo es posible a través de la literatura y adquirí un vicio placentero, saludable y barato.
Ver a mi madre leyendo un libro es una de las escenas más frecuentes de mi infancia. Eso, sus frecuentes invocaciones para que yo lea y el tener esa pequeña pero infinita biblioteca me convirtieron en ávido lector. Por ello le estoy infinitamente agradecido.
Comenzando la adolescencia comencé mi primer libro grueso: Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas. El volumen superaba las 600 páginas y yo pensaba que tardaría meses o años en acabarlo. Leía una o dos páginas y miraba el índice para ver cuánto me faltaba y no entendía cómo la gente podía leer cosas tan largas. También me acuerdo cuando mi madre me dijo que no lea Luna de Locos de mi tío Manfredo Kempff, por “no ser apta para menores”: su advertencia fue el mejor aliciente para leerlo a escondidas con una avidez desenfrenada.
Aprendí de ella que uno tiene que leer lo que le gusta y que la fama de un libro o de un autor no es motivo suficiente para leerlo o admirarlo, que la lectura es ante todo un acto hedonista y que no vale la pena leer algo que nos aburre.
Hoy somos colegas de lectura, comentando o recomendándonos libros mutuamente y tengo el inmenso de placer de haberle anoticiado algunos libros que le han gustado. Es un tipo de placer propio de los lectores: el de sugerir una aventura y alegrarse al saber que la sugerencia no estuvo equivocada. Es para mí también una forma de agradecimiento por tener esa maravillosa biblioteca que fue parte tan importante de mi infancia y juventud como lo fueron los juntes de primos, las jugadas de fútbol, las idas al campo o los recreos de colegio.      
Y porque yo disfruté tanto de esa pequeña biblioteca es que recomiendo a quienes tienen hijos, que adquieran libros y construyan su pequeña biblioteca para que les den a sus hijos la opción y la oportunidad de conocer mundos a los que solo se puede llegar a través de la literatura.
Santa Cruz de la Sierra, 31/05/12
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lunes, 28 de mayo de 2012

Agradecimiento a las abuelas


Javier Paz García
Las abuelas tienen una ventaja sobre las madres y es que adulan a los nietos, como las madres, pero poco o nunca los tratan o los castigan. Por ello, durante la infancia y adolescencia, uno ocasionalmente se enoja con su madre pero poco o nunca con sus abuelas. Por lo menos ese es mi caso y como no hay día de la abuela (o solo lo hay indirectamente) es que aprovecho esta columna para homenajearlas.
  Mi abuela Irma es la personificación de la alegría y la bondad. Es un ejemplo de abnegación, siempre atenta a lo que uno necesita. Su mayor preocupación es la salud y bienestar de sus seres queridos y no desperdicia oportunidad para ofrecer a sus nietos alguna fruta, un jugo natural o un somó, y recomendar que limitemos nuestra ingesta de azúcar y sal. En su casa no faltan chirimoyas, papayas, mangas o paltas sacadas de su jardín y tampoco guineos comprados en El Abasto. Y en ella se cumple lo que dice el refrán de que no hay placer más grande que dar, ya que nada la hace más feliz que dar de comer a otros. Es su forma de demostrar cariño.
Mi abuela Adriana, a quien cariñosamente la llamábamos aya, era un muchacho más entre nosotros. Se sentaba a jugar cartas con los pelaus y a reírse de nuestras ocurrencias. Su fruta era el achachairú, y se podía acabar una bolsa entera mientras miraba tele. Nunca le faltaban chicles ni chocolates escondidos en su ropero y nosotros en niños se los “robábamos”, con la ingenua creencia de que ella no se daba cuenta (es imposible no advertir la acción de un escuadrón de nietos roba dulces; ya en viejo uno se da cuenta que nuestra travesura sucedía con su parcial anuencia). Las navidades siempre se celebraban en su casa, reuniendo a toda la familia. Había un show de juegos artificiales, el tío Dorian se disfrazaba de Papa Noel y nosotros recibíamos regalos de manos del mismísimo Papa Noel, lo cual era algo maravilloso. Todos los nietos esperábamos ansiosos las navidades pero ahora creo que nadie las disfrutabas más que mi aya y mi tío Dorian.
Borges repite con frecuencia la idea de que un hombre es todos los hombres. No es inverosímil entonces pensar que una abuela (o dos como en este caso) son todas las abuelas y que este homenaje va para todas ellas. De esta manera, muy íntima y muy sencilla, les rindo honores y agradezco todo el amor, el apoyo y la alegría que nos han regalado. 
Santa Cruz de la Sierra, 24/05/12
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Consecuencias del ánimo de lucro


Javier Paz García
Pocos atributos humanos son tan mal comprendidos y objetos de la condena general como el ánimo de lucro.
Sin embargo, el ánimo de lucro es una parte esencial de nuestro instinto de supervivencia; es una expresión de nuestra búsqueda de mejora continua como seres humanos, de progreso, de bienestar, de mejores días para nuestra descendencia. Así como la religión y la meditación son mecanismos para que mejoremos interiormente, el ánimo de lucro es un mecanismo para que mejoremos materialmente. Y no existe una contradicción entre progreso interior y el exterior, sino que se complementan. Ambos son partes del ser humano, como lo son el cuerpo y la mente.
Por supuesto, son condenables el robo, el fraude, la mentira y el abuso; y quienes acumulan riqueza engañando o abusando de otros merecen ser castigados por la sociedad. Pero quien ha acumulado riqueza honestamente no merece la condena de nadie, sino más bien la admiración de todos, porque en una sociedad de mercado la única forma de hacer riqueza es sirviendo a los demás. Y quienes más fortuna acumulan son aquéllos que mejor sirven a los otros. Steve Jobs o Bill Gates contribuyeron al bienestar de la humanidad y la reducción de la pobreza mucho más que cualquier político contemporáneo y crearon tecnologías que revolucionaron el mundo teniendo en mente, entre otras cosas, el ánimo de lucro.
  El ánimo de lucro motiva a los emprendedores a buscar maneras más baratas de producir y servir mejor a los clientes, a los deportistas a entrenar y ser cada día mejores, a los asalariados a destacarse en sus trabajos, a los estudiantes a buscar la excelencia académica. El ánimo de lucro ha sido instrumental para alcanzar el nivel tecnológico actual. Desde el invento del motor de combustión, hasta las computadoras modernas, el celular o el transplante de órganos no hubieran sido posibles si los seres humanos no tuvieran el ánimo de lucro. Las mejores universidades del mundo funcionan con ánimo de lucro y producen miles de profesionales y emprendedores cada año que crean tecnologías nuevas que salvan vidas en África y dan puestos de trabajo para los menos favorecidos. La competencia de las empresas privadas en un mercado libre permite una mejora constante en el precio y la calidad de los productos como también de los salarios y las condiciones laborales de los trabajadores. El ánimo de lucro es instrumental para permitir que hayan cada vez menos pobres en la sociedad, y que los pobres del mañana tengan una mejor situación que los de ahora.
Las sociedades donde el ánimo de lucro no es mal visto, son precisamente donde los seres humanos han alcanzado los mejores niveles de prosperidad. Por contrapartida, donde el ánimo de lucro es considerado un mal y el Estado ha intentado extirparlo es donde peor vive la gente.
Santa Cruz de la Sierra, 18/05/12
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miércoles, 9 de mayo de 2012

El interés propio en la economía


Javier Paz García
Los seres humanos buscamos nuestro bienestar. En la economía de mercado, la forma de satisfacer nuestras necesidades es cooperando y satisfaciendo las necesidades ajenas; y satisfacemos las necesidades ajenas porque conviene a nuestro propio interés. Como dijo Adam Smith, “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés”. El agricultor siembra para mejorar su condición económica, pero al hacerlo también ayuda a quienes demandan su producto. El trabajador asalariado cumple con los horarios de trabajo y hace sus labores responsablemente porque quiere mantener su puesto y en lo posible escalar profesionalmente, precisamente buscando su propio interés. El ama de casa que rebate los mercados buscando las verduras más frescas y baratas, lo hace porque tiene su propio interés en mente, y nunca se le ocurriría comprar un tomate podrido por benevolencia hacia el vendedor. Y la que le vende los tomates no lo hace por un deseo filantrópico de alimentar a la población, sino de procurar su propio sustento y el de su familia.
Nuevamente citando a Smith “Ahora bien, como cualquier individuo pone todo su empeño en emplear su capital en sostener la industria doméstica, y dirigirla a la consecución del producto que rinde más valor, resulta que cada uno de ellos colabora de una manera necesaria en la obtención del ingreso anual máximo para la sociedad. Ninguno se propone, por lo general, promover el interés público, ni sabe hasta qué punto lo promueve. Cuando prefiere la actividad económica de su país a la extranjera, únicamente considera su seguridad, y cuando dirige la primera de tal forma que su producto represente el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este como en muchos otros casos, es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios. No son muchas las cosas buenas que vemos ejecutadas por aquellos que presumen de servir sólo el interés público. Pero ésta es una afectación que no es muy común entre comerciantes, y bastan muy pocas palabras para disuadirlos de esa actitud”.     
Smith explica magistralmente como la búsqueda del interés particular de los actores económicos promueve el bien común, sin que nadie tenga la intención de hacerlo y como paradójicamente quienes dicen promover el bien común (los políticos) son a menudo los que más daño le hacen a la sociedad.
Santa Cruz de la Sierra, 09/05/12
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viernes, 4 de mayo de 2012

Bolivia: entre realidad y ficción


Javier Paz García
Miguel de Cervantes imaginó una historia donde uno de sus personajes, llamado Sancho Panza, hombre simple, de orígenes humildes, poco instruido, guiado por refranes populares era falsamente posesionado como dueño de una isla. La intención de los promotores de la farsa era simplemente tomarle el pelo a Sancho y reírse a costa suya. Y éste, luego de pasar hambre, sueño y otras vicisitudes, decide abandonar el gobierno de la isla y seguir de escudero.
En Bolivia, la ficción se hizo realidad y tenemos en el presente un gobierno de ineptos e ignorantes acabados. Tristemente, a diferencia de la ficción, los resultados no son inocuos y el país está encaminado al desastre. Hemos retrocedido en democracia, en derechos humanos, en independencia de poderes, en institucionalidad, en la idoneidad de los servidores públicos, en lucha contra la corrupción, en libertades civiles y políticas como la libertad de expresión y la presunción de inocencia. Hemos desaprovechado la mejor coyuntura económica de la historia de Bolivia creciendo a ritmos inferiores a nuestros vecinos. El gobierno ha ahogado la iniciativa privada, ha privilegiado el clientelismo político y ha creado una docena de empresas deficitarias. Tenemos un yatiri en el Tribunal Constitucional que juega a las adivinanzas con hojas de coca para decidir sus fallos. Nuestra diplomacia es improvisada, ineficaz y contraproducente. Los odios raciales y regionales han sido exacerbados por el propio gobierno. La constitución es un pedazo de papel válido solo cuando le sirve al gobierno. Existe persecución política y existe a la vez un Estado cada vez más débil, incapaz de frenar la delincuencia, incapaz de impedir un bloqueo aunque los bloqueadores sean apenas cinco pelagatos, incapaz de frenar el contrabando y el crimen organizado.
Pero no todo es malo. A cambio tenemos un aumento del Bonosol, tenemos unos cuantos bonos más que en unos años no se van a poder pagar, tenemos el mejor aparato de propaganda política que el dinero puede comprar, tenemos un presidente que en el extranjero todavía genera esperanza entre algunos ingenuos y bienintencionados y risas en todos los demás. Y tenemos una nueva filosofía de la bellaquería que dará para la risa y el disfrute de generaciones venideras. Porque si algo valioso y digno de la posteridad ha producido este gobierno, son las Evadas y las Choquehuancadas que, incluso en la desolación de tener el gobierno que tenemos, nos dan tanta risa y tanto tema de charla y tertulia.
Santa Cruz de la Sierra, 04/05/12
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jueves, 26 de abril de 2012

Una agenda para el censo


Javier Paz García
En Bolivia, de acuerdo a leyes vigentes correspondía que se realice un censo nacional el año 2010 que hasta ahora no se ha llevado a cabo. No es difícil especular sobre los motivos de esta dilación. Los datos del censo son utilizados principalmente para dos cosas: 1) distribuir recursos de coparticipación tributaria a municipios y gobernaciones, y 2) redistribuir escaños parlamentarios. Santa Cruz tiene el mayor crecimiento demográfico del país y un nuevo censo tendría como resultado un aumento en recursos económicos de parte del gobierno central y un incremento en el número de diputados asignados al departamento. Pero Santa Cruz, a pesar de la persecución política y la incesante propaganda del gobierno, sigue siendo el bastión de la oposición política. Por ello el Movimiento al Socialismo no tiene ningún interés en realizar un censo cuyo resultado inevitablemente beneficiará a esta región.
Adicionalmente, en Bolivia nos hemos acostumbrado a pisotear el Estado de Derecho y la justicia y a obtener las cosas por la fuerza. A menudo no importa cuán injustificada o reñida con las leyes es una causa, sino cuanta presión pueden ejercer sus patrocinadores. Verbigracia, según los resultados del último censo, a Santa Cruz le correspondía un mayor número de parlamentarios del que tiene actualmente, pero la presión de los departamentos que iban a perder esos escaños resultó en un “compromiso político” ilegal y desventajoso para Santa Cruz. En Bolivia, como en todo Estado débil, las leyes a veces se cumplen y a veces no. En ocasiones los acuerdos políticos quedan por encima incluso de la constitución y a menudo gana, no el que tiene la razón o el derecho de su lado, sino quien llora y grita más fuerte.
Dado este escenario, considero que la dirigencia cruceña debería elaborar una agenda y una estrategia que garantice dos cosas: 1) la impostergable realización del censo este año y 2) la garantía ex – ante de que se respeten y se apliquen sus resultados antes de las elecciones generales del 2014.
Es de suponer que la realización del censo y su cabal aplicación solo se lograrán mediante la presión de las regiones que se ven perjudicadas por su aplazamiento.
Por otro lado este escenario abre la oportunidad para reunificar a la oposición política, la dirigencia cívica, los sectores empresariales y gremiales cruceños en torno a un objetivo común y de difícil deslegitimación. Adicionalmente, la dirigencia cruceña tiene una inmejorable oportunidad de aunar esfuerzos con regiones simpatizantes al gobierno, pero que también tienen un interés en que se realice el censo, como es el caso de la ciudad de El Alto. Llevar a buen término esta agenda, podría sacar de la irrelevancia de los últimos años a la dirigencia cívica cruceña y fortalecer a la oposición democrática en el país.
Santa Cruz de la Sierra, 26/04/12
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martes, 24 de abril de 2012

Ganadores y perdedores de la bolivianización


Javier Paz García
El Ministerio de Economía ha lanzado una propaganda radial para explicar el éxito de su política de bolivianización (desdolarización). Nos explica que esto se ha logrado mediante tres elementos: 1) aumentando la diferencia entre los tipos de cambio de compra y de venta, 2) cobrando a los usuarios un impuesto a las transacciones bancarias en dólares y 3) obligando a los bancos a mantener una mayor reserva legal para los depósitos en dólares.
Efectivamente, la política de bolivianización de la economía ha sido exitosa en el sentido de que ha ocasionado un incremento en el uso de la moneda local y una disminución del uso del dólar. Lo que el ministro no explica es a quién beneficia la bolivianización y a quiénes perjudica.
La mayor diferencia entre los tipos de cambio de compra y venta hace que cada vez que las personas cambian de una moneda a otra, pierdan dinero y que el Estado y los bancos ganen dinero. El impuesto a las transacciones en dólares es, como todo impuesto, un costo para la población cuyo beneficiario directo es el gobierno. La reserva legal es el porcentaje de dólares que cada banco debe entregar al Banco Central sobre su cartera de dólares. Al aumentar ese porcentaje para los depósitos en dólares, el costo de mantener esos depósitos o de prestarlos se incrementa para el banco. Y el banco lo que hace es traspasar parte de ese costo al usuario que por lo tanto, recibe menos interés cuando deposita sus dólares en el banco y paga más intereses cuando saca créditos en el banco. Pero el gobierno se beneficia porque incrementa sus reservas internacionales.
De manera global, el gobierno se beneficia de la bolivianización porque hace más efectiva su política monetaria y le permite obtener mayores ingresos a través del impuesto inflacionario. Para el resto de los bolivianos, esto significa una menor protección contra el riesgo de inflación de la moneda nacional y mayor pérdida del poder adquisitivo. Es precisamente por esta razón que el uso del dólar es tan amplio en la economía boliviana, porque la gente lo considera una moneda más segura y estable.
La política de bolivianización exitosamente llevada a cabo por el Ministerio de Economía consiste en imponerle costos adicionales al ciudadano cada vez que realiza transacciones en dólares y de esta manera obligarlo a usar la moneda local. Si la bolivianización reflejara una mayor confianza de los bolivianos hacia la moneda local, tendríamos motivos para festejar; pero simplemente refleja la imposición de mayores costos para quienes usan la moneda extranjera. Y las consecuencias de esas políticas son 1) costos adicionales para todos los bolivianos a través de diversos impuestos, 2) una reducción de las opciones de los ciudadanos con respecto a qué moneda utilizar, 3) una mayor exposición de los ciudadanos al riesgo de pérdida del valor adquisitivo por efecto de la inflación de la moneda local. Y por el lado del gobierno 4) mayores ingresos a través de impuestos formales como el impuesto a las transacciones, 5) mayores reservas internacionales y 6) mayores ingresos mediante la inflación. En definitiva, la bolivianización beneficia al gobierno en desmedro de la población.   
Santa Cruz de la Sierra, 20/04/12
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viernes, 13 de abril de 2012

Jugando con lo ajeno


Javier Paz García
El presidente Evo Morales dijo recientemente que “el sector privado no sirvió para administrar”, refiriéndose a los problemas financieros y la posible quiebra de la empresa Aerosur. Morales usa el ejemplo de una empresa en particular para afirmar que el Estado es mejor administrador que los privados. Lo que Morales hace es utilizar un ejemplo anecdótico y sacar conclusiones generales del mismo. Lo cierto es que todos los días en todas partes del mundo, empresas privadas cierran o quiebran. Sin embargo esto no invalida el hecho de que en general el sector privado es más eficiente que el sector público en la administración de empresas. No invalida el hecho de que el crecimiento económico y la reducción de la pobreza ocurren en los países donde el Estado respeta y protege la iniciativa privada y que los países más pobres son precisamente los que siguen recetas socialistas y estatistas.  
Pero, más allá de los resultados (que apabullantemente hablan a favor del sector privado y en contra del capitalismo de estado), existe otra razón de carácter ético para desaprobar las declaraciones de Morales. El empresario que invierte en una empresa, lo hace con su dinero. Si esa empresa quiebra, el empresario pierde su propio dinero. El empresario asume riesgos y a veces gana, otras pierde y otras veces lo pierde todo. En cambio los gobernantes cuando invierten, lo hacen con plata ajena y si esas inversiones fracasan, “los inversionistas” no pierden un solo centavo.
El presidente Morales puede despertar con deseos de comprarse un avioncito o crear una empresa de aviación, puede poner a cargo de los hospitales a una persona que tardó casi tres décadas en graduarse de médico o en la empresa de hidrocarburos a un individuo cuyo acto más notorio fue ponerse a repartir garrafas en persona y puede mandar construir ingenios azucareros donde no se siembra caña a sabiendas de que aunque estas empresas lo hagan bien o mal, él no va a perder un solo peso. El presidente toma decisiones con plata ajena (de hecho con mi plata y la de todos los bolivianos) y por ello no pierde el sueño si una empresa no funciona o se va al descalabro. El presidente no hipoteca su propia casa, ni saca el dinero de su bolsillo para crear una empresa y puede decidirse por inversiones millonarias con la misma facilidad con la que un niño compra hoteles cuando juega Monopolio.
Cada quien tiene el derecho de hacer con lo suyo lo que le plazca y si un empresario privado pierde su dinero, ya sea por mala suerte, o porque el tipo enloqueció y decidió echarle fuego, no tenemos nada que reprocharle; es su dinero y su problema. El presidente Morales y los políticos no tienen ninguna autoridad moral para juzgar las malas decisiones que otros hacen con sus propios recursos cuando él y la mayoría de los políticos toman a menudo malas decisiones con recursos ajenos, sin que les cueste un solo centavo.
Santa Cruz de la Sierra, 13/04/12
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miércoles, 4 de abril de 2012

La falacia de la demanda interna


Javier Paz García
El gobierno, ayudado por economistas que no saben de economía, quiere explicarnos que el crecimiento y la solidez de nuestra economía se deben al fortalecimiento de la demanda interna. ¿Qué es la demanda interna? Es la suma de lo que gastan todos los habitantes de Bolivia. Según el gobierno, gracias a sus políticas redistributivas, la gente puede gastar más, generando mayor demanda interna y fortaleciendo la economía.
El problema es que un país no crece de manera sostenida gastando más, sino produciendo más. Imaginemos que yo gano 500 dólares mensuales. Es obvio que lo máximo que puedo gastar de manera sustentable es 500 dólares. Si yo de alguna manera, en vez de gastar 500, gasto 700 dólares al mes (digamos que me presto dinero de alguien), estoy mejorando mi nivel de vida en el presente con esos 200 dólares adicionales, pero sacrificando mi nivel de vida en el futuro cuando tenga que pagar el préstamo. La única forma de que yo pueda incrementar mis gastos de manera sustentable, sin sacrificar mi bienestar futuro es ganando más de 500 dólares y para ello debo incrementar mi producción.
Ni las personas, ni las empresas, ni los países escapan a esta ecuación entre ingresos y gastos. Quienes sostenidamente gastan más de lo que producen, tarde o temprano terminan quebrando. ¿Sabe qué país incentivó la demanda interna la última década? Grecia, y mire el desastre en el que se encuentra. Bolivia vivió los 70 gastando plata prestada y tuvo que pagarlo en los 80, con una de las mayores crisis económicas de su historia. Argentina hizo lo propio en la década de los noventa y tuvo que pagarlo la década del 2000. Y el actual gobierno argentino está nuevamente haciendo lo mismo por lo que yo no creo que pasen más de 5 años sin que ese país vuelva a vivir otra crisis.
Por supuesto, mientras se despilfarra la plata que otros ahorraron, todo es bonito, hay para bonos, para obras públicas, para empresas estatales y el gobierno puede jactarse de mejorar la vida de la gente, de ser solidario, etc. Pero cuando se acaba la plata (lo cual es inexorable), el país sufre una recesión, como la tienen Estados Unidos, España y Grecia ahora, como la tuvo Argentina el 2001 o como la tuvo Bolivia el 82. No existen cosas gratis en economía y el gasto por encima de la producción tarde o temprano se paga.  Tal vez para entonces el partido actual ya no esté en gobierno y hasta pueda decir que “en sus tiempos la gente vivía mejor”. Es lo que hacen todos los políticos.
Poco o nada ha hecho este gobierno para incrementar la productividad y la producción del país. Más bien ha puesto trabas a todos los sectores productivos. La bonanza económica actual se debe principalmente al incremento de precios internacionales de nuestras materias primas (algo de lo cual el gobierno no tiene ningún mérito) y al incremento del narcotráfico (algo de lo cual el gobierno tiene algún mérito). Una caída de tales precios y una lucha efectiva contra el tráfico de drogas revertirían la situación, y la “demanda interna” se esfumaría, como va a suceder tarde o temprano.
Santa Cruz de la Sierra, 04/04/12
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viernes, 30 de marzo de 2012

La tragedia de la intolerancia


Javier Paz García
La entrada a la adolescencia es un periodo donde uno reclama independencia y libertad. Es también un tiempo donde uno quiere alejarse de los padres y es proclive a ser influenciado por malas (o buenas) amistades y a hacer travesuras que no infrecuentemente bordean en el vandalismo e incluso en la crueldad. Tal vez por ese motivo mi padre, cuando yo tenía unos 13 o 14 años, se sentó conmigo a conversar y a darme algunos consejos de vida. Una de las cosas que me recomendó es que no formar parte de grupos que salen a golpear a homosexuales y prostitutas; que uno puede no estar de acuerdo con la homosexualidad o la prostitución, pero tampoco tiene uno por qué maltratar a quienes lo sean. El consejo de mi padre y su ejemplo de vida me han servido hasta ahora como modelo de tolerancia. Precisamente la tolerancia consiste en respetar a las personas con las que no nos sentimos a gusto, a las que no entendemos, con las que no estamos de acuerdo. Y no puede existir una sociedad pacífica sin que exista tolerancia entre sus miembros.
Rememoro esa charla paternal debido a los trágicos hechos acaecidos hace poco en Chile donde un joven fue golpeado hasta morir por su condición de homosexual y en Tarija donde otro joven fue golpeado hasta morir por su condición de cruceño. Es indescriptible la conmoción y la tristeza que me causan estos actos de barbarismo, intolerancia e insensibilidad humana. No encuentro el sentido de golpear a un desconocido indefenso que no me ha causado ningún daño, simplemente por ser de otra región, ideología política u orientación sexual diferente a la mía. No imagino la pena de los familiares y amigos de estos jóvenes que han perdido la vida de una forma tan brutal por un motivo tan tonto.
Y es que me parece tonto definir a un ser humano por una sola de sus características. Que una persona sea homosexual, negra, camba o colla, no impide que sea amable, honesta, bondadosa, trabajadora, inteligente y otros tantos cientos de atributos que conforman la personalidad y el ser. No sería sensato rechazar el genio de Leonardo da Vinci por su condición de homosexual, privarse de la poesía de Pablo Neruda por causa de sus ideas políticas o despreciar la fabulosa música de los Kjarkas porque sus integrantes son de una región de Bolivia diferente a la mía.
Creo que estos hechos tan tristes y tan trágicamente faltos de sentido deben ser repudiados por todos y castigados con todo el peso de la ley para dar un poco de paz a los familiares de las víctimas, quienes sufren una pérdida irreparable y un trauma inolvidable. Y deben servir para que los padres se sienten con sus hijos y les transmitan valores como la tolerancia y el respeto hacia todas las personas. Los niños y jóvenes son como esponjas y es muy importante que tengan cosas buenas para absorber. No hay personas más importantes que los padres para ayudar a que así sea. Enseñemos la tolerancia y practiquémosla. Solo así vamos a construir una sociedad mejor donde cada ser humano ejercite su libertad y respete la libertad ajena y no tengamos que volver a lamentar la pérdida de una vida inocente por causa de la intolerancia irracional.
Santa Cruz de la Sierra, 29/03/12
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jueves, 22 de marzo de 2012

La coca como símbolo


Javier Paz García
Lo más difícil de abordar el tema de la coca, es que ésta se ha convertido en un símbolo. Para los indígenas de occidente ha pasado a ocupar un lugar sagrado y se ha convertido en un símbolo de la lucha por preservar sus propias costumbres, su autonomía y su autodeterminación frente a un Estado y una sociedad que se impone sobre ellos. La coca se ha convertido en una bandera de batalla de los indígenas del occidente contra lo que ellos perciben como las clases privilegiadas bolivianas, la globalización y el imperialismo, que los explotan y los discriminan.
Por otro lado, para los cruceños, la coca también se ha convertido en un símbolo de la nueva colonización y avasallamiento del oriente por parte del occidente, de la discriminación, el racismo y el desprecio del actual gobierno hacia la región. Simboliza también la permisividad del Estado con una actividad (el narcotráfico) que socaba las instituciones nacionales, incrementa la delincuencia y amenaza a la juventud.
El problema de los símbolos, es que por ser elevados al estatus de “sagrados” o de “malditos”, escapan al análisis racional. Así como una simple tela suscita reacciones diferentes si tiene los colores de la whipala o si tiene las franjas verde, blanco y verde, también la coca, suscita sentimientos que son el cúmulo de experiencias históricas y construcciones sociológicas que van más allá de las características intrínsecas de la planta misma.
 Por ello considero importante diferenciar lo que la planta es de lo que simboliza, tanto para sus defensores como sus críticos.
Si analizamos lo que la planta simboliza, creo que podemos encontrar puntos de coincidencia entre los anhelos y las frustraciones de los indígenas de occidente y los cruceños. Por ejemplo, tanto los cruceños como los indígenas anhelan que el Estado les de mayor autonomía y no se entrometa en sus costumbres y tradiciones, consideran de que el Estado los ha discriminado y tratado como ciudadanos de segunda clase, desconfían de la élite política nacional que los ha manipulado para beneficio propio. Estos anhelos y frustraciones comunes podrían servir como un vínculo de comunicación para reducir las desconfianzas y odios construidos por mucho tiempo y exacerbados por los gobiernos de Carlos Mesa y Evo Morales.  Las élites gobernantes (pasadas y presentes) han sido hábiles en alimentar las desconfianzas y odios entre oriente y occidente, culpando a los cruceños del atraso, la discriminación y las vejaciones que los indígenas occidentales sufrieron de manos de otros. Dependerá de la inteligencia y habilidad de los propios cruceños escapar de este juego destructivo.
Los cruceños hemos crecido con el dogma casi religioso de que la coca es mala. Por ello, es muy difícil para nosotros abordar el tema objetivamente, dejando de lado las pasiones que el tema genera. Sin embargo considero que si nuestros líderes pudieran hacerlo, tendrían una fabulosa oportunidad para crear puntos de acercamiento con los indígenas de occidente, quienes por cierto son muchos más que los cocaleros del Chapare.
Santa Cruz de la Sierra, 22/03/12
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lunes, 12 de marzo de 2012

Sobre la despenalización de la hoja de coca


Javier Paz García
El tema de la coca en Bolivia es sin lugar a dudas un tema complejo que genera fuertes controversias. Algunos la consideran “maldita” y “destructora de la sociedad”, otros la llaman “milenaria y sagrada” (concuerdo que es milenaria, como lo son todas las especies de plantas y animales). ¿Pero cuál es el argumento para penalizar y prohibir el consumo de hoja de coca?
Dejando los prejuicios de lado, no existe motivo válido para que un país o un organismo multinacional prohíban el consumo de hoja de coca. Desde un punto de vista de salud, la coca inhibe temporalmente el sueño y el hambre, es un buen digestivo y ayuda para los malestares propios de la altura; es menos adictiva que el café o el tabaco; no inhibe la capacidad motriz y de raciocinio como lo hace el alcohol; es más, sospecho que la gente sería más saludable si reemplazara el café, el tabaco o el alcohol por la hoja de coca. Y sin embargo una convención de burócratas internacionales ha decidido que es perfectamente aceptable consumir alcohol, café y tabaco pero que el consumo de hojas de coca debe ser penalizado. Algo totalmente arbitrario.
A esto se añade que el consumo de la hoja de coca es parte de las tradiciones y costumbres indígenas en el occidente de Bolivia a tal punto que la consideran sagrada. O sea que cuando los burócratas internacionales, ayudados por burócratas bolivianos, decidieron legislar sobre el asunto, no solo prohibieron el consumo de algo que es inofensivo para la salud, sino que también es parte de ciertas culturas indígenas. Esto es análogo a prohibir que el hebreo tome vino o el cristiano coma hostias.
La prohibición del consumo de la hoja de coca es un disparate y una abusiva arbitrariedad impuesta por la comunidad internacional. A uno puede gustarle o no la coca, puede considerarla un arbusto poco aristocrático, catalizador del mal aliento y multiplicador de escupitajos; pero esos no son motivos para prohibirla. Incluso alguien puede argumentar (sin más pruebas que los propios prejuicios) que el masticado de coca sí es dañino para la salud. Pero como lo demuestran los casos del café, el tabaco, el azúcar, la sal, los panchitos, las gaseosas, las bebidas alcohólicas, el paracaidismo o el sexo con desconocidos: que algo sea peligroso o malo para la salud no es motivo suficiente para prohibirlo.  
Evo Morales, no solo tiene el derecho de pedir la despenalización internacional del consumo de la hoja de coca, sino que (algo muy poco frecuente) también tiene la razón.
Santa Cruz de la Sierra, 12/03/12
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jueves, 8 de marzo de 2012

Intervencionismo estatal y competencia perfecta


Javier Paz García
En La tendencia natural a monopolizar (El Deber, 08/03/12) Alberto Bonadona dice que “En la formación (o deformación) de economistas  tanto se llena la cabeza a estos (sic) con la competencia perfecta como el fundamento del funcionamiento de los mercados que, aquello que es una construcción explicativa, se convierte en la realidad desde los ojos de alumnos y luego de profesionales.” Concuerdo plenamente con él y escribí precisamente sobre el tema en Teoría económica e intervencionismo estatal (El Deber, 06/12/11). Desafortunadamente el mismo Bonadona hace lo que él critica. Es decir, acertadamente hace notar que la competencia perfecta es una construcción teórica que no existe en la vida real. Pero inmediatamente utilizando el modelo que acaba de criticar, deduce que al no existir la competencia perfecta, el Estado tiene un justificativo para intervenir en prácticamente cualquier mercado, incluso en el quiosco del barrio.
Es evidente que Bonadona no ha leído a Adam Smith ni en Wikipedia. Pero si se hubiera dado el trabajo de leer esa monumental obra titulada La riqueza de las naciones sabría que Smith no cometió el anacronismo de hablar de competencia perfecta. Smith argumentó convincentemente que la competencia en el mercado tiende a generar mayor riqueza y bienestar y que por el contrario la intervención estatal tiende a frenar la generación de riqueza. En ningún momento Smith se refirió a un modelo de competencia perfecta o a mercados perfectamente competitivos. Por cierto, en épocas más recientes tenemos casos de economistas ilustres que, como Bonadona, critican el modelo neoclásico porque conduce a muchos economistas, como Bonadona, a justificar el intervencionismo estatal basándose en que la competencia perfecta no existe en la vida real. Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek (Nobel de economía) pioneros de la escuela austriaca y James Buchanan (Nobel de economía) y Gordon Tullock pioneros de la teoría de la opción pública son ejemplos de economistas que hacen una crítica del modelo neoclásico y del abuso de las matemáticas en las ciencias económicas. La Acción Humana de Mises, Camino a la servidumbre de Hayek y el Cálculo del Consenso de Buchanan y Tullock son libros altamente recomendados que podrían ayudar a economistas como Bonadona a salir del error de mostrar tanta fe en el intervencionismo estatal.
Un economista debe buscar explicaciones al por qué algunos países progresan más que otros. Dejando de lado la teoría, existen un sinfín de estudios estadísticos (Índice de libertad económica del Heritage Foundation, Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser, Doing Business del Banco Mundial, Índice de Transparencia de Transparencia Internacional, etc., etc.) que corroboran aquello que Smith expuso hace ya más de dos siglos: la intervención estatal en la economía frena el desarrollo y la generación de riquezas y se convierte en una causante de pobreza; tiende a crear monopolios y grupos privilegiados que gracias al Estado se benefician a costa del resto; tiende a generar mayor corrupción y clientelismo. Por ello, más allá de lo anecdótico y retórico es difícil justificar el intervencionismo estatal en la economía.
Santa Cruz de la Sierra, 08/03/12
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sábado, 3 de marzo de 2012

La política en los albores del totalitarismo


Javier Paz García
Aristóteles definía al ser humano como un animal político y con toda razón. El hombre es un ser gregario, que vive en sociedad. La política versa sobre la forma de organización de una sociedad y la toma de decisiones colectivas. Por tal motivo, todo individuo, como miembro de la sociedad, tiene un legítimo interés en la política. Votar en elecciones, informarse o participar en partidos políticos o instituciones civiles son muestras de dicho interés.
La democracia es un sistema político en el cual los gobernantes son elegidos por voto popular y donde cualquier persona tiene el derecho a postularse a cargos públicos. En países democráticos todos los ciudadanos tienen garantizados ciertos derechos, entre ellos el de opinar libremente sin miedo a represalias por parte de los gobernantes y realizar actividad política. Por el contrario, en Estados totalitarios, el legítimo interés a participar en política es negado o truncado por quienes manejan el poder público. Cuba tiene elecciones, pero solo participa un partido político, lo cual hace que en realidad no exista elección, los ciudadanos son privados del legítimo derecho a organizarse en partidos políticos, no existe prensa independiente y la opinión disidente es castigada por el aparato represivo del Estado.
Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua están siguiendo los pasos de Cuba, transitando el camino hacia el autoritarismo y la dictadura. En estos países hay decenas de perseguidos, exiliados y presos políticos, el miedo y la autocensura imperan, y quien se atreve a criticar al régimen o ser parte de la oposición política sufre el acoso legal y no legal por parte del gobierno. El vicepresidente de Bolivia, a menudo repite de manera amenazante que los empresarios no deben hacer política, mostrando claramente una visión antidemocrática, según la cual la actividad política no es un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos bolivianos. El juicio al periódico El Universo de Ecuador, demuestra que el mandatario Correa es un autócrata que maneja los otros poderes del Estado a su gusto y que quien se le oponga o critique, corre el riesgo de perderlo todo, incluso su libertad.
Otra forma de promover la autocensura es calificar de “política” la postura de cualquier institución civil. Si los indígenas, un comité cívico o la Iglesia adoptan una postura sobre algún tema en particular, no falta un portavoz del gobierno que los descalifique por adoptar una posición “política”. Para entender la falacia de este argumento hay que separar la actividad política de la militancia partidista. Un comité cívico regional por ejemplo, sin lugar a dudas realiza actividad política en pro de los intereses de su región, simplemente que no lo hace a través de partidos políticos. Cuando la Iglesia deplora el narcotráfico también hace política. Si entendemos al hombre como un animal político y a la política, como parte integral de vivir en una sociedad, hacer política no debe ser una ofensa, como lo quieren hacer ver los autócratas de turno, para quienes la política y el poder deben estar reservados exclusivamente para ellos mismos.
Santa Cruz de la Sierra, 02/03/12
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Adiós a Giselle y Hernando


Javier Paz García
Hace apenas unos días nos abandonaron dos personas extraordinarias: la Sra. Giselle Bruun Sciaroni y mi abuelo Hernando García Vespa. Los medios de prensa les han rendido justos honores. Yo voy a aprovechar estas líneas para hacer apreciaciones más íntimas.
La Sra. Giselle era una amiga entrañable y visitante frecuente de la casa de mis abuelos, ahí la conocí. Era una señora alta, vivaz, bien plantada, con unas gafas descomunales y una energía que hacía creer que los años no transcurrían para ella. Su voz era fuerte, como para que nadie a su alrededor se quede sin escucharla y su charla desembocaba ineludiblemente su país y su ciudad. Esta señora, que por su edad y méritos tenía sobradas razones para echarse en una hamaca, llevaba una vida activa, realizando labores cívicas y de beneficencia. Su postrimera gran preocupación fue la granja de espejos; un hogar para rehabilitar a niños de la calle con problemas de drogadicción. La última vez que estuve con ella, contó que la granja de espejos, luego de un arduo trabajo, estaba en condiciones de funcionar, pero que las autoridades locales no estaban dispuestas a hacerse cargo y que para colmo, la Policía Nacional quería adueñarse de los predios. Creo que el mejor homenaje que las instituciones cruceñas pueden hacerle a la Sra. Giselle es hacer funcionar la granja.
Mi abuelo Hernando era otra de esas personas que nunca dejan de tener proyectos y sueños. Se jactaba de ser una persona multifacética: escritor, político, empresario, diplomático, periodista y (lo digo yo) un gran abuelo. De hablar pausado, prudente, claro y bien articulado, era un orador inigualable. Tenía un gran sentido del humor, pero el mismo nunca consistía en dejar en ridículo a otros. A sus 84 años su creatividad y capacidad ejecutiva eran fabulosas y tenía la lucidez mental de un joven de treinta. Era también un hombre de familia que disfrutaba de sus nietos y bisnietos; de uno de ellos, Felipe (de apenas 2 o 3 años), me dijo alguna vez que yo debía incentivarlo a escribir. La naturaleza era parte de su literatura y de su diario vivir y los animales eran otra fuente de felicidad para él.
Mi abuelo vivió una vida plena, realizó muchos de sus sueños, dejó huellas por donde pasó, tuvo una familia a la que amó y que lo amó. Como él mismo dijo: ¡qué más le puedo pedir a la vida! No puedo dejar de agradecer en nombre de toda su familia a las personas que manifestaron su apoyo y solidaridad durante sus últimos días de vida: a los médicos y enfermeras que lo atendieron, a quienes donaron sangre incluso sin conocerlo, quienes ofrecieron su ayuda, a las señoras que no pudieron llegar de Trinidad a su entierro porque había un bloqueo en la ruta, a quienes rezaron por él.
La Sra. Giselle falleció a los pocos días de enterarse que su amigo Hernando estaba en terapia intensiva. Mi abuelo, al morir, no sabía que su amiga Giselle ya nos había abandonado. Ninguno supo del fallecimiento del otro. Tal vez es mejor así.
Santa Cruz de la Sierra, 24/02/12
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viernes, 10 de febrero de 2012

Precisiones sobre la racionalidad


Javier Paz García
Alberto Bonadona en su artículo Racionalidad económica limitada (El Deber, 28/01/12), entre divagaciones y errores conceptuales, hace una crítica de la racionalidad.
En primer lugar confunde los fines u objetivos, con los medios e intenta analizar la racionalidad de los objetivos. También critica la “forma simple de razonar” de los economistas, ¡sin embargo implícitamente iguala la racionalidad económica con la búsqueda de acumulación de riqueza! Nada es más simplista que esto.
Cada persona tiene diferentes valores éticos y objetivos personales. Unos quieren ser ricos, otros ascetas, unos poetas, otros don juanes, unos jugar fútbol, otros ayudar a los pobres, etc. Como indica Ludwig von Mises, los objetivos de cada ser humano no están sujetos a un análisis de racionalidad y nada tiene que decir el economista sobre éstos. Sin embargo, para lograr nuestros objetivos, los seres humanos disponemos de recursos, que siempre son escasos. Es el uso de la razón lo que nos permite que tomemos decisiones con respecto al uso adecuado de los recursos para alcanzar nuestros objetivos. Y es el trabajo del economista estudiar el uso racional de los recursos. Para ello debe presumir cierta racionalidad de los individuos; sin esta presunción su trabajo se hace imposible. Corresponden a la psicología y la psiquiatría el estudio de la irracionalidad.  Bonadona confunde la presunción de racionalidad como herramienta de análisis con juicios de valor de carácter ético. Por ejemplo dice que “Escoger el propio interés de acumular capital, por ejemplo, puede llevar a un ser humano a esclavizar a otros”. Efectivamente esclavizar a otros es éticamente deleznable, pero no es en sí mismo, racional o irracional. Bonadona ni siquiera entiende la definición de libre mercado, cuya característica principal precisamente excluye situaciones de esclavitud: el comercio de esclavos y la trata de personas no son mercados libres.
Bonadona confunde racionalidad con conflicto de intereses y luchas de poder (y nuevamente la asocia a actividades anti-éticas) cuando dice que “preservar lo que escogió un grupo por la posición que en un momento ocupa (conquistador, hacendado o gobernante de turno) significa mantener la condición de extrema pobreza de otros grupos, tal elección será ‘racional’ para el grupo poderoso, pero no para el grupo sometido. ¿Cómo explicar, entonces, que este segundo grupo pudo ser económicamente irracional?”. La racionalidad del explotador no implica la irracionalidad del explotado ni viceversa: ambos grupos pueden estar actuando racionalmente en un escenario de explotación y abuso de poder. Por cierto este tipo de situaciones donde ciertos grupos mantienen privilegios es característico de los Estados: los mercados competitivos tienden a reducir los privilegios sectoriales, en cambio los gobiernos tienden a crear grupos privilegiados a costa del resto.
Finalmente Bonadona llega a la insólita e infundada conclusión de que la causa parcial de la pobreza en el mundo es que “se privilegia como única la concepción de la racionalidad económica”. Por supuesto, su simplista y errónea concepción de la racionalidad económica lo lleva a este desenlace.
Santa Cruz de la Sierra, 10/02/12
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miércoles, 1 de febrero de 2012

Adam Smith más allá del propio interés


Javier Paz García
En su artículo La lógica del propio interés (El Deber, 21/01/12) Alberto Bonadona hace una caracterización tendenciosa y equivocada del pensamiento de Adam Smith. Bonadona dice que “No hay nada que pueda frenar la búsqueda de la propia satisfacción y no hay nada, en la concepción smithiana, que diga por cuál vía lograrlo. No hay prójimo por quien preocuparse, se trata de cada uno por sí mismo. Ni familia ni religión o, mejor dicho, la religión es esa incesante sed de acumulación.” Cualquiera que lee este párrafo y el resto del artículo podría concluir que para Smith solo importaba la acumulación de riqueza, bajo una lógica maquiavélica e incluso criminal. Nada más lejano a la verdad.
En primer lugar, Smith no inventó la lógica del propio interés, como parece creerlo Bonadona, sino que simplemente, dejando los prejuicios de lado y adoptando una actitud científica, observó que una parte del comportamiento humano se ajusta a la búsqueda del propio interés. De esa observación sacó algunas deducciones. Decir que “lo que ocurre hoy es la consecuencia de la lógica que inició Smith” como afirma Bonadona, es análogo a decir que el hecho de que la tierra gire alrededor del sol es culpa de Copérnico.
En segundo lugar Smith no justificó el comportamiento criminal, ni la anarquía. Smith consideraba una actividad legítima del Estado el evitar y castigar la actividad criminal de las mafias, los estafadores y los Al Capones.
En tercer lugar Smith no postuló que todo el comportamiento humano se ajusta a la búsqueda del propio interés. De hecho Smith escribió La teoría de los sentimientos morales, donde analiza las causas que llevan a los seres humanos a preocuparse por su prójimo, actuar correctamente, ser altruistas y benevolentes. Ahí dijo que “No importa cuán egoísta supongamos que sea el hombre, posee evidentemente unos principios en su naturaleza que hacen que se interese por el bienestar de otros y que la felicidad de otros sea necesaria para él, aunque no gane nada por ello”. Smith donó gran parte de su fortuna en vida a instituciones de caridad. Tampoco es posible concluir que Smith era ateo o que hacía de la acumulación de riqueza una religión, al contrario creía que Dios es quien pone en los seres humanos los sentimientos de empatía y benevolencia que frenan nuestros impulsos egoístas. Cuando Bonadona afirma que “Lo bueno, según el principio liberal, es que la persona haga dinero impulsada por su propio beneficio y lo acumule. Lo malo es que no aproveche cualquier oportunidad para hacerlo”, reduce el pensamiento liberal a un mero algoritmo y demuestra su desconocimiento de la filosofía liberal y del pensamiento de Adam Smith (desconocimiento evidente ya que ni siquiera parafraseó correctamente la frase del cervecero y el carnicero). Hablar por tanto de que en la concepción smithiana no existe ni familia ni religión, ni prójimo por quien preocuparse, ni virtudes humanas, solo el interés por acumular dinero es una tergiversación vulgar de Adam Smith propia de alguien que no ha leído ni comprendido a este filósofo del siglo XVIII.
Santa Cruz de la Sierra, 31/01/12
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viernes, 27 de enero de 2012

La función del Estado


Javier Paz García
Bajo la óptica liberal la principal función del Estado es proteger las libertades individuales; la constitución debe proteger las libertades del individuo y definir los límites del Estado en cuanto a su capacidad para afectar dichas libertades; las Fuerzas Armadas tienen el propósito de proteger a los ciudadanos de amenazas externas; y el sistema de justicia y la policía tienen como función principal dirimir controversias entre los habitantes,  proteger la vida y la propiedad de las personas y castigar a aquéllos que violen la ley. Estas son, a grandes rasgos las principales funciones de un Estado republicano liberal.
El Estado es un medio, no un fin. Cuando el Estado se convierte en un fin en sí mismo, de tal manera que la principal función del Estado es fortalecerse y engrandecerse a sí mismo, éste pierde su esencia filosófica liberal. En realidad el Estado no piensa ni actúa por sí mismo sino a través de los gobernantes de turno. Y cuando los gobernantes de turno hablan de engrandecer y fortalecer al Estado, a menudo a lo que se refieren es a incrementar el poder que ellos tienen, en desmedro de las libertades del resto de los ciudadanos. Y en nombre de la grandeza de la patria hacen de la constitución y las leyes instrumentos para limitar las libertades individuales a favor de un Estado cada vez más enquistado en los asuntos privados de las personas; usan a las Fuerzas Armadas para atacar y destruir “enemigos internos” a quienes por ser tales, no se les respetan sus derechos civiles y políticos; Manejan el sistema de justicia y la policía como armas de represión y persecución política.
Las consecuencias políticas de esta situación son: desconfianza en el sistema de justicia y la policía, miedo al Estado, violación de derechos civiles y políticos, acoso y persecución a opositores, arbitrariedad en las decisiones de gobierno, censura y control de la prensa, falta de garantías a la propiedad privada, inseguridad jurídica.
Las consecuencias económicas son: reducida inversión privada, fuga de capitales, migración de las personas al exterior, mayor corrupción en los gastos del Estado, bajo crecimiento económico, pobreza, desempleo.
Por ello, quienes deseen remediar las consecuencias políticas y económicas aquí descritas, deben entender sus causas. Atacar solo las consecuencias es inútil y a menudo contraproducente.
Santa Cruz de la Sierra, 30/10/11
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viernes, 20 de enero de 2012

Bolivia en el Índice de Libertad Económica 2012


Javier Paz García
La edición 2012 del Índice de Libertad Económica elaborado por la Fundación Heritage y el Wall Street Journal ubica a Bolivia en el puesto 146 a nivel mundial de un total de 179 países. Nuestros vecinos en el ranking son la República de África Central, arriba de nosotros y Nepal debajo. A nivel de Sudamérica y el Caribe ocupamos el puesto 25 de un total de 29 países. ¡Haití tiene una mejor puntuación que Bolivia! Siguen detrás de nosotros, Ecuador, Argentina, Venezuela y de último Cuba. El denominador común de estos países es que tienen gobiernos autoritarios, irrespetuosos de las leyes, centralistas, estatistas, intolerantes hacia la disidencia y la libertad de expresión.
El índice mide 10 parámetros divididos en 4 áreas: el estado de derecho, el tamaño del gobierno, la cantidad de regulaciones para los negocios y la apertura de los mercados. Como indica el informe, “los fundamentos de la libertad económica en Bolivia siguen siendo frágiles, severamente afectados por problemas estructurales e institucionales. El sistema judicial es cada vez más vulnerable a la interferencia política, la corrupción es prevalente y el estado de derecho (rule of law) es débil en todo el país”.
El valor de este estudio es mostrar la correlación positiva indiscutible entre la libertad económica y el desarrollo. Por supuesto, cualquier estudiante de economía y estadística sabe que una correlación no implica causalidad. Sin embargo la teoría económica nos explica por qué los mercados libres son un componente indispensable para que una sociedad crezca y se desarrolle económicamente. El índice y otros tantos estudios empíricos son evidencia y confirmación de la teoría.
Los políticos, que son quienes conducen los Estados y toman decisiones sobre aspectos económicos que afectan la vida de miles y millones de personas e incluso de generaciones por venir, a menudo no entienden mucho de economía; no es algo que merezca un excesivo reproche, ya que no es infrecuente encontrar economistas que no entienden de economía. El índice tiene el mérito adicional de mostrar de forma sencilla y didáctica áreas en las que un país puede hacer reformas estructurales que mejoren la competitividad y faciliten el crecimiento del país. Es por ello importante que este tipo de estudios sean divulgados y comentados entre la población y especialmente entre la clase política, los dirigentes gremiales y los líderes de opinión.
El estudio completo se encuentra en inglés en la página web de la Fundación Heritage: www.heritage.org  Seguramente en algunas semanas más saldrá la versión en español.
Santa Cruz de la Sierra, 20/01/12
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jueves, 12 de enero de 2012

Granjas orwellianas en Latinoamérica


Javier Paz García
George Orwell (Bengala 1903 – Londres 1950) publicó en 1946 La Granja Animal, una parodia del régimen soviético. La novela trata de una granja donde los animales se rebelan contra su amo humano y lo expulsan. La granja instaura un régimen comunista donde todos los animales son iguales. El liderazgo queda en mano de los cerdos por ser los más inteligentes de los animales. Con la expulsión del humano, los animales tienen la promesa de recibir todo el fruto de su trabajo y mejorar sus condiciones de vida. Sin embargo a medida que pasa el tiempo las cosas se ponen cada vez más difíciles para los animales que ven sus horas de trabajo aumentar sin que aumente su calidad de vida. La libertad de expresión de los animales es también sistemáticamente coartada por  los cerdos que imponen un régimen de silencio, obediencia y trabajo duro, todo en nombre del bien común. El mayor beneficiario de todos es el líder, un cerdo llamado Napoleón quien termina actuando igual que el amo humano que fue expulsado en la revolución.  Para mantenerse en el poder, el cerdo Napoleón se rodea de una jauría de perros que imponen el miedo, para explicar los fracasos utiliza la estrategia de los enemigos internos y externos siempre conspirando, persigue a quienes cuestionan al líder o piensan por sí mismos y matan si es necesario. Al final la granja llega a la paradójica situación donde todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros.
El cerdo Napoleón es una caricatura de Stalin y la granja es una parodia de la Unión Soviética, pero la comparación con regímenes actuales como los de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández o Daniel Ortega surge con naturalidad dada la similitud de éstos con el del cerdo Napoleón. Lo trágico es que este tipo de regímenes sigan surgiendo a pesar de la experiencia soviética y muchas otras. Es triste que hoy en Latinoamérica miles de personas tendrán el destino Boxer, el caballo de la granja (no digo más para no perjudicar a quienes deseen leer la novela).
El prólogo, escrito por el mismo Orwell, contiene reflexiones magistrales sobre la libertad de expresión, el rol de la prensa y la autocensura. Recordemos que el libro fue publicado en un periodo donde Inglaterra era aliada de la Unión Soviética y no era políticamente correcto criticarla y peor aun comparar a Stalin con un cerdo. Es por ello que, más allá de las afecciones ideológicas o políticas (vale la pena indicar que Orwell se consideraba socialista), el prologo contiene reflexiones perdurables y valiosas para todo periodista que aspire a ser íntegro y serio. El libro es corto y sencillo como un cuento infantil. Quienes gusten de La Granja Animal también pueden leer 1984, novela “distópica” del mismo autor, más larga, un poco más pesada pero no menos interesante.
Guarujá, 04/01/12
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jueves, 5 de enero de 2012

¿El presidente se asemeja a un padre o a un gerente?


Javier Paz García
Uno escucha con cierta frecuencia la analogía del presidente como padre y al resto de los ciudadanos como los hijos a los que tiene él que cuidar.
La relación padre-hijo implica poder y posesión. El padre, por lo menos hasta cierta edad, es dueño y responsable absoluto del hijo. Un padre ordena a su hijo qué comer, cuándo dormir, estudiar y divertirse, cuáles programas de televisión mirar, etc. El padre tiene potestad sobre el hijo y le inculca sus valores. Además el padre manda y el hijo obedece.
La relación padre-hijo no es análoga a la de presidente-ciudadanos. No es, ni debe ser la potestad del presidente decirnos que programas de televisión mirar o que valores morales adoptar. El balance de poder no es el mismo. Mientras un padre tiene tuición casi absoluta sobre sus hijos, la cual solo puede ser revocada en casos extremos de abuso y abandono, el presidente no tiene tal tuición sobre el resto de los ciudadanos (con la excepción de las dictaduras).
La noción de que el presidente es como un padre de los ciudadanos es peligrosa por dos motivos. El primero porque implica que el presidente tiene poderes casi absolutos, como lo tiene un padre con su hijo. Y la historia es por demás de contundente con respecto a los abusos que cometen los gobernantes que acumulan tal poder. El segundo motivo es que incentiva al ciudadano a convertirse en irresponsable y dependiente del Estado. Hacer del presidente un padre, implica equiparar a ciudadanos adultos con niños. Implica que miles de personas adultas no tienen la capacidad de pensar, de razonar y decidir lo que está bien o mal y que necesitan de un quien los guíe. Por supuesto para quienes quieren vivir a costas del Estado, esta situación de sentirse hijos es conveniente (que el papá Estado les dé de comer sin trabajar (o trabajando para el Estado que muchas veces es lo mismo)). Sin embargo la mayoría de los ciudadanos nos valemos por nosotros mismos y no aceptamos que el Estado nos trate como niños ni se atribuya funciones que no le pertenecen.
Más adecuado es comparar al presidente con un gerente de empresa. El gerente no manda sobre los dueños de la empresa, sino que al contrario, debe rendirles cuentas. El gerente tiene la potestad para decidir sobre ciertos asuntos de la empresa, pero enmarcándose en las normas internas, así como un presidente no puede estar por encima de la constitución y las leyes. Por último un gerente toma decisiones en nombre de los propietarios, pero solo en aquellos aspectos en los que los propietarios se lo permiten. Esos aspectos se enmarcan en el manejo de la empresa y no van más allá: un gerente no les ordena a los propietarios cómo deben vestirse, qué hacer con sus utilidades o qué hacer en sus momentos de ocio. De la misma manera los dueños del país y del Estado somos todos los ciudadanos. Como dueños delegamos ciertas funciones a los políticos y los elegimos mediante elecciones: los hacemos gerentes de nuestro país.
Entender que el rol de un presidente se asemeja más al de un gerente que al de un padre es vital para entender hasta donde deben llegar los límites de su poder.
Santa Cruz de la Sierra, 05/01/12
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