lunes, 28 de mayo de 2012

Agradecimiento a las abuelas


Javier Paz García
Las abuelas tienen una ventaja sobre las madres y es que adulan a los nietos, como las madres, pero poco o nunca los tratan o los castigan. Por ello, durante la infancia y adolescencia, uno ocasionalmente se enoja con su madre pero poco o nunca con sus abuelas. Por lo menos ese es mi caso y como no hay día de la abuela (o solo lo hay indirectamente) es que aprovecho esta columna para homenajearlas.
  Mi abuela Irma es la personificación de la alegría y la bondad. Es un ejemplo de abnegación, siempre atenta a lo que uno necesita. Su mayor preocupación es la salud y bienestar de sus seres queridos y no desperdicia oportunidad para ofrecer a sus nietos alguna fruta, un jugo natural o un somó, y recomendar que limitemos nuestra ingesta de azúcar y sal. En su casa no faltan chirimoyas, papayas, mangas o paltas sacadas de su jardín y tampoco guineos comprados en El Abasto. Y en ella se cumple lo que dice el refrán de que no hay placer más grande que dar, ya que nada la hace más feliz que dar de comer a otros. Es su forma de demostrar cariño.
Mi abuela Adriana, a quien cariñosamente la llamábamos aya, era un muchacho más entre nosotros. Se sentaba a jugar cartas con los pelaus y a reírse de nuestras ocurrencias. Su fruta era el achachairú, y se podía acabar una bolsa entera mientras miraba tele. Nunca le faltaban chicles ni chocolates escondidos en su ropero y nosotros en niños se los “robábamos”, con la ingenua creencia de que ella no se daba cuenta (es imposible no advertir la acción de un escuadrón de nietos roba dulces; ya en viejo uno se da cuenta que nuestra travesura sucedía con su parcial anuencia). Las navidades siempre se celebraban en su casa, reuniendo a toda la familia. Había un show de juegos artificiales, el tío Dorian se disfrazaba de Papa Noel y nosotros recibíamos regalos de manos del mismísimo Papa Noel, lo cual era algo maravilloso. Todos los nietos esperábamos ansiosos las navidades pero ahora creo que nadie las disfrutabas más que mi aya y mi tío Dorian.
Borges repite con frecuencia la idea de que un hombre es todos los hombres. No es inverosímil entonces pensar que una abuela (o dos como en este caso) son todas las abuelas y que este homenaje va para todas ellas. De esta manera, muy íntima y muy sencilla, les rindo honores y agradezco todo el amor, el apoyo y la alegría que nos han regalado. 
Santa Cruz de la Sierra, 24/05/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

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