Javier Paz García
Muchos afirman que existe que los problemas en Estados Unidos, Grecia y otros países europeos evidencian una crisis del capitalismo.
El capitalismo es un sistema de libre mercado donde los bienes y servicios son producidos y comercializados por agentes particulares buscando su propio beneficio y donde el Estado tiene una intervención limitada en los mercados, dentro del rol de administrador de justicia. El motor del sistema capitalista es el empresario, que arriesga su capital y lo combina con trabajo y tecnología para producir bienes y servicios que luego oferta al resto de la población. A veces gana y a veces pierde. Los ganadores y perdedores son determinados por los consumidores que eligen los productos de su preferencia. A la larga los empresarios exitosos son aquéllos que ofrecen los mejores productos al mejor precio. Es decir que para ser exitoso en el sistema capitalista, el empresario debe servir al consumidor mejor que otros. Los perdedores deben absorber sus propias pérdidas y retirarse.
Lo que sucede en la actualidad en Estados Unidos, Grecia, Portugal, España e Irlanda entre otros son crisis de Estados. Son crisis de gobiernos que creen que no hay límite a su endeudamiento, ni consecuencias de su irresponsabilidad. Son crisis de países que paulatinamente han ido alejándose del sistema capitalista y cuyos gobiernos han adoptado principios socialistas creando estados de bienestar donde el Estado provee cada vez más bienes y servicios. Es la crisis de países cuyos gobiernos manejan esquemas Ponzi (también llamados piramidales) en la administración de pensiones; que gastan miles de millones de dólares en rescatar empresas que bajo un verdadero sistema capitalista hubieran quebrado; donde cada vez es mayor el número de empresarios cuyo éxito depende de sus conexiones políticas y no del mercado; donde los impuestos y las regulaciones son cada vez mayores ahogando al empresariado; y donde son cada vez mayores los bonos, las subvenciones, los gastos y los déficit fiscales.
La crisis que viven actualmente estos países es precisamente por alejarse de los principios capitalistas. El libre mercado, más bien, sigue generando nuevos inventos para el beneficio de la humanidad, sigue creando ipods, celulares, medicinas, vacunas, computadoras, etc. de mejor calidad cada vez a precios menores; sigue proveyendo bienes y servicios mucho mejor de lo que cualquier Estado podría hacerlo; sigue mejorando la productividad y por ende los ingresos de los trabajadores; sigue sacando a millones de personas de la pobreza, como sucede en China e India por citar ejemplos.
Si el motor de capitalismo es la empresa privada, en un marco de libre mercado y seguridad jurídica, ¿a quién se le puede ocurrir calificar la irresponsabilidad de los gobiernos como crisis del capitalismo? Semejante afirmación es análoga a culpar al capitalismo del desabastecimiento de productos en Cuba o Venezuela (por supuesto que no faltan genios que afirman tal cosa). En realidad el capitalismo sigue funcionando, a pesar de los gobiernos.
Santa Cruz de la Sierra, 01/08/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
lunes, 1 de agosto de 2011
martes, 26 de julio de 2011
La visión romántica del socialismo y sus adeptos
Javier Paz García
Muchos tienen una noción romántica sobre el socialismo. Creen en sus promesas discursivas pero rechazan los nefastos resultados donde ha sido puesto en práctica. Esta visión sostiene que cuando el socialismo ha fallado (y ha fallado siempre), es porque quienes lideraron el proceso no estuvieron a la altura, eran corruptos, no tenían la preparación suficiente, el pueblo no estaba listo, o la mentalidad del sistema anterior no fue debidamente borrada, o el capitalismo conspiró para que fracase… en fin, las excusas y apologías son abundantes.
Los fundamentos teóricos del socialismo han sido contundentemente refutados y a su vez la puesta en práctica del socialismo siempre ha generado un descalabro económico y humano. Entonces, es pertinente preguntarse ¿por qué sigue teniendo adeptos?
En primer lugar los pobres e iletrados son especialmente susceptibles a creer en el socialismo por dos razones: 1) son en teoría sus mayores beneficiarios y 2) en general carecen de los conocimientos técnicos para comprender las falacias de la teoría como de los conocimientos históricos para ser conscientes de sus consecuencias.
Pero esta visión romántica no es exclusiva de los pobres e iletrados. De hecho es bastante común entre profesionales e intelectuales de todo tipo. Por ejemplo, los ingenieros (gente de mucha capacidad analítica), cuyo currículo y práctica profesional tienen un fuerte componente de planificación y control; tienden a pensar que planificar la economía de un país de millones de habitantes es análogo a planificar y ejecutar la construcción de un puente.
Por otro lado, los escritores, músicos y artistas en general son personas con una alta capacidad creativa, pero que a menudo adolecen de la capacidad para hacer razonamientos lógicos rigurosos; pueden soñar mundos ficticios donde todo es perfecto, pero eso no los capacita para entender o resolver los problemas del mundo real. Es pertinente establecer que la pasión y el fervor que algunos puedan sentir por la búsqueda de justicia no es suficiente para convertirlos en expertos en economía o ciencias políticas.
Incluso entre los economistas existe un gran desconocimiento de las ciencias económicas. Al respecto, Gordon Tullock, quien ha sido candidato al premio Nobel de economía y que por cierto no estudió economía, cuenta que él leyó La Acción Humana del austriaco Ludwig von Mises y notó que estaba mejor entrenado en economía que muchos de sus contemporáneos que tenían un doctorado en economía.
Y si los mismos economistas sostienen ideas erradas sobre economía, no es de extrañar que otros también las tengan y que el socialismo siga siendo una idea popular, aunque entre los académicos serios ya haya sido refutada y archivada hace décadas.
Por ello, para reducir la confusión y desinformación es necesaria una permanente educación, no solo de economía básica, sino también de historia y de los fundamentos de una sociedad libre y abierta. Como dijo Thomas Jefferson, el precio de la libertad es la eterna vigilancia.
Santa Cruz de la Sierra, 26/07/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Muchos tienen una noción romántica sobre el socialismo. Creen en sus promesas discursivas pero rechazan los nefastos resultados donde ha sido puesto en práctica. Esta visión sostiene que cuando el socialismo ha fallado (y ha fallado siempre), es porque quienes lideraron el proceso no estuvieron a la altura, eran corruptos, no tenían la preparación suficiente, el pueblo no estaba listo, o la mentalidad del sistema anterior no fue debidamente borrada, o el capitalismo conspiró para que fracase… en fin, las excusas y apologías son abundantes.
Los fundamentos teóricos del socialismo han sido contundentemente refutados y a su vez la puesta en práctica del socialismo siempre ha generado un descalabro económico y humano. Entonces, es pertinente preguntarse ¿por qué sigue teniendo adeptos?
En primer lugar los pobres e iletrados son especialmente susceptibles a creer en el socialismo por dos razones: 1) son en teoría sus mayores beneficiarios y 2) en general carecen de los conocimientos técnicos para comprender las falacias de la teoría como de los conocimientos históricos para ser conscientes de sus consecuencias.
Pero esta visión romántica no es exclusiva de los pobres e iletrados. De hecho es bastante común entre profesionales e intelectuales de todo tipo. Por ejemplo, los ingenieros (gente de mucha capacidad analítica), cuyo currículo y práctica profesional tienen un fuerte componente de planificación y control; tienden a pensar que planificar la economía de un país de millones de habitantes es análogo a planificar y ejecutar la construcción de un puente.
Por otro lado, los escritores, músicos y artistas en general son personas con una alta capacidad creativa, pero que a menudo adolecen de la capacidad para hacer razonamientos lógicos rigurosos; pueden soñar mundos ficticios donde todo es perfecto, pero eso no los capacita para entender o resolver los problemas del mundo real. Es pertinente establecer que la pasión y el fervor que algunos puedan sentir por la búsqueda de justicia no es suficiente para convertirlos en expertos en economía o ciencias políticas.
Incluso entre los economistas existe un gran desconocimiento de las ciencias económicas. Al respecto, Gordon Tullock, quien ha sido candidato al premio Nobel de economía y que por cierto no estudió economía, cuenta que él leyó La Acción Humana del austriaco Ludwig von Mises y notó que estaba mejor entrenado en economía que muchos de sus contemporáneos que tenían un doctorado en economía.
Y si los mismos economistas sostienen ideas erradas sobre economía, no es de extrañar que otros también las tengan y que el socialismo siga siendo una idea popular, aunque entre los académicos serios ya haya sido refutada y archivada hace décadas.
Por ello, para reducir la confusión y desinformación es necesaria una permanente educación, no solo de economía básica, sino también de historia y de los fundamentos de una sociedad libre y abierta. Como dijo Thomas Jefferson, el precio de la libertad es la eterna vigilancia.
Santa Cruz de la Sierra, 26/07/11
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jueves, 21 de julio de 2011
¿Qué se puede esperar de la comunidad internacional?
Javier Paz García
Muchos se preguntan por qué la comunidad internacional no interviene de alguna forma para evitar que gobiernos autoritarios como los de Venezuela y Bolivia sigan violentando los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos. Pero para responder esto antes debemos preguntarnos ¿qué puede hacer la comunidad internacional? Y la respuesta es que muy poco. Por un lado existe el principio de soberanía y de no intervención entre Estados que propugna que cada Estado debe resolver internamente sus problemas internos. Por ello existen Estados que sistemáticamente violan derechos considerandos universales; verbigracia China, Venezuela, Arabia Saudita, Irán donde la comunidad internacional ocasionalmente expresa una protesta pública que no significa mucho. Es necesario que suceda algo catastrófico como un genocidio para que la comunidad internacional esté dispuesta a intervenir un país, como es el caso de Libia.
Además, se debe considerar que en las relaciones internacionales priman los intereses por sobre los principios. El gobierno de Venezuela que antagoniza con Estados Unidos le vende la mayor parte de su producción petrolera. Estados Unidos que está dispuesto a intervenir en Libia o en Irak para deponer a dictadores, al mismo tiempo apoya férreamente a otros dictadores en Arabia Saudita o se niega a intervenir en otros casos como los de Robert Mugabe en Zimbabue. La diferencia entre las dictaduras de Irak y Arabia Saudita es que una era antagonista y la otra es aliada. La diferencia entre Libia y Zimbabue es que uno tiene petróleo y armas y el otro no. Aclaro que esto no es una crítica contra los Estados Unidos, sino una explicación realista de la política internacional. Todos los países sin excepción actúan con doble moral en sus relaciones internacionales, esto es hasta cierto punto necesario e inevitable. No es justo acusar únicamente a un país en particular de actuar así.
Los organismos internacionales como la ONU o la OEA están compuestos por los diferentes Estados asociados y sus funcionarios no representan ni defienden a la sociedad civil sino a sus respectivos Estados; basta con citar los oprobiosos casos del Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, que incluso intenta socavar la independencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por resultarle incómoda y del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU en Bolivia, Denis Racicot, quien aparte de disfrutar unas lindas vacaciones pagadas con el dinero de románticos europeos, es un apañador de las violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno.
Y como él, los representantes diplomáticos en el país, que obligatoriamente leen los periódicos, saben las barbaridades que comete este gobierno, pero razonan que no es responsabilidad de sus gobiernos resolver nuestros problemas ¡y tienen razón! Nosotros elegimos el actual gobierno, es responsabilidad nuestra cambiarlo, de nadie más.
Santa Cruz de la Sierra, 21/07/11
Muchos se preguntan por qué la comunidad internacional no interviene de alguna forma para evitar que gobiernos autoritarios como los de Venezuela y Bolivia sigan violentando los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos. Pero para responder esto antes debemos preguntarnos ¿qué puede hacer la comunidad internacional? Y la respuesta es que muy poco. Por un lado existe el principio de soberanía y de no intervención entre Estados que propugna que cada Estado debe resolver internamente sus problemas internos. Por ello existen Estados que sistemáticamente violan derechos considerandos universales; verbigracia China, Venezuela, Arabia Saudita, Irán donde la comunidad internacional ocasionalmente expresa una protesta pública que no significa mucho. Es necesario que suceda algo catastrófico como un genocidio para que la comunidad internacional esté dispuesta a intervenir un país, como es el caso de Libia.
Además, se debe considerar que en las relaciones internacionales priman los intereses por sobre los principios. El gobierno de Venezuela que antagoniza con Estados Unidos le vende la mayor parte de su producción petrolera. Estados Unidos que está dispuesto a intervenir en Libia o en Irak para deponer a dictadores, al mismo tiempo apoya férreamente a otros dictadores en Arabia Saudita o se niega a intervenir en otros casos como los de Robert Mugabe en Zimbabue. La diferencia entre las dictaduras de Irak y Arabia Saudita es que una era antagonista y la otra es aliada. La diferencia entre Libia y Zimbabue es que uno tiene petróleo y armas y el otro no. Aclaro que esto no es una crítica contra los Estados Unidos, sino una explicación realista de la política internacional. Todos los países sin excepción actúan con doble moral en sus relaciones internacionales, esto es hasta cierto punto necesario e inevitable. No es justo acusar únicamente a un país en particular de actuar así.
Los organismos internacionales como la ONU o la OEA están compuestos por los diferentes Estados asociados y sus funcionarios no representan ni defienden a la sociedad civil sino a sus respectivos Estados; basta con citar los oprobiosos casos del Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, que incluso intenta socavar la independencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por resultarle incómoda y del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU en Bolivia, Denis Racicot, quien aparte de disfrutar unas lindas vacaciones pagadas con el dinero de románticos europeos, es un apañador de las violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno.
Y como él, los representantes diplomáticos en el país, que obligatoriamente leen los periódicos, saben las barbaridades que comete este gobierno, pero razonan que no es responsabilidad de sus gobiernos resolver nuestros problemas ¡y tienen razón! Nosotros elegimos el actual gobierno, es responsabilidad nuestra cambiarlo, de nadie más.
Santa Cruz de la Sierra, 21/07/11
sábado, 9 de julio de 2011
La libertad de expresión en las elecciones judiciales
Javier Paz García
La viveza y picardía de los masistas no tiene límites. Hace poco el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Wilfredo Ovando dijo: "No quiero pensar que hayan ciudadanos que estén convocando a realizar un voto en blanco porque cualquier pedido sobre cómo votar estaría conculcando al derecho privativo que tiene cada ciudadano de cómo votar y eso lo vamos a determinar en pleno con el conjunto del TSE".
Según este señor, “cualquier pedido sobre cómo votar estaría conculcando al derecho privativo que tiene cada ciudadano de cómo votar”. Por supuesto, si esto fuera cierto, no existiría un solo político que no fuera culpable de conculcar el derecho privativo al voto, ya que quienes se postulan a cualquier cargo político, pasan meses de campaña precisamente pidiendo a la gente que vote por ellos; y nadie sería más culpable de “conculcar el derecho al voto” que el mismo jefe del señor Ovando, Evo Morales, que gasta millones de dólares en recursos del Estado para recordarnos todos los días por qué debemos votar por él y solo por él.
Pero por supuesto la declaración de este señor no tiene como objetivo defender los derechos de nadie, ni mucho menos garantizar un proceso transparente, sino al contrario pretende negar a quienes se oponen al proyecto totalitario del MAS la posibilidad de denunciar un proceso electoral destinado a posesionar a jueces tan mediocres y tan serviles como el mismo presidente del Tribunal Supremo Electoral.
En realidad la intención de este señor es precisamente conculcar derechos que él dice defender. La libre expresión es siempre incómoda para las dictaduras; por ello es una de las primeras cosas que conculcan. Como el MAS tiene que aparentar llevar un gobierno democrático y republicano, no puede prohibirla, pero puede limitarla mediante leyes, amenazas, extorsiones y procesos judiciales.
Quien dirige el Tribunal Electoral debe ser una persona prestigiosa, de reconocida y honrada trayectoria, que tenga el consenso y la confianza de las fuerzas políticas, tanto de oficialismo como de oposición. El actual presidente del TSE no cumple estos requisitos y es solo un insignificante peón al servicio de este proyecto totalitario puesto a dedo por Evo Morales.
Quien dirige el Tribunal Electoral debería ser un férreo defensor de la libertad de expresión, pero no es así. Le tocará a la sociedad civil, los políticos de oposición y la prensa independiente luchar para defender ese derecho.
Santa Cruz de la Sierra, 08/07/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
La viveza y picardía de los masistas no tiene límites. Hace poco el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Wilfredo Ovando dijo: "No quiero pensar que hayan ciudadanos que estén convocando a realizar un voto en blanco porque cualquier pedido sobre cómo votar estaría conculcando al derecho privativo que tiene cada ciudadano de cómo votar y eso lo vamos a determinar en pleno con el conjunto del TSE".
Según este señor, “cualquier pedido sobre cómo votar estaría conculcando al derecho privativo que tiene cada ciudadano de cómo votar”. Por supuesto, si esto fuera cierto, no existiría un solo político que no fuera culpable de conculcar el derecho privativo al voto, ya que quienes se postulan a cualquier cargo político, pasan meses de campaña precisamente pidiendo a la gente que vote por ellos; y nadie sería más culpable de “conculcar el derecho al voto” que el mismo jefe del señor Ovando, Evo Morales, que gasta millones de dólares en recursos del Estado para recordarnos todos los días por qué debemos votar por él y solo por él.
Pero por supuesto la declaración de este señor no tiene como objetivo defender los derechos de nadie, ni mucho menos garantizar un proceso transparente, sino al contrario pretende negar a quienes se oponen al proyecto totalitario del MAS la posibilidad de denunciar un proceso electoral destinado a posesionar a jueces tan mediocres y tan serviles como el mismo presidente del Tribunal Supremo Electoral.
En realidad la intención de este señor es precisamente conculcar derechos que él dice defender. La libre expresión es siempre incómoda para las dictaduras; por ello es una de las primeras cosas que conculcan. Como el MAS tiene que aparentar llevar un gobierno democrático y republicano, no puede prohibirla, pero puede limitarla mediante leyes, amenazas, extorsiones y procesos judiciales.
Quien dirige el Tribunal Electoral debe ser una persona prestigiosa, de reconocida y honrada trayectoria, que tenga el consenso y la confianza de las fuerzas políticas, tanto de oficialismo como de oposición. El actual presidente del TSE no cumple estos requisitos y es solo un insignificante peón al servicio de este proyecto totalitario puesto a dedo por Evo Morales.
Quien dirige el Tribunal Electoral debería ser un férreo defensor de la libertad de expresión, pero no es así. Le tocará a la sociedad civil, los políticos de oposición y la prensa independiente luchar para defender ese derecho.
Santa Cruz de la Sierra, 08/07/11
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viernes, 1 de julio de 2011
El “justo” medio y la política
Javier Paz García
En las ciencias y en la filosofía, la búsqueda de la verdad y el conocimiento debe sustentarse sobre procedimientos lógicos y coherentes. Los filósofos, matemáticos, economistas, biólogos, etc. no pueden justificar sus teorías sobre la base de que se encuentran situadas en el medio entre dos extremos (esto no invalida intentos de reconciliar posiciones aparentemente divergentes, como Kant pretendió hacer con el racionalismo cartesiano y el empiricismo inglés, o como la física actual intenta armonizar la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica). Ya sea que se utilicen métodos deductivos como la lógica simbólica o inductivos como el método científico, la coherencia de los resultados depende mucho de los procedimientos. En el ámbito de las ideas, la coherencia lógica es fundamental. Por ello, por ejemplo, en un debate académico defender un punto intermedio entre el socialismo y el liberalismo, sobre la base de que “los extremos son malos y el medio es bueno” es sencillamente mediocre.
En el ámbito de la política (me refiero a la práctica política) esto es totalmente diferente por varias razones. Primero porque la política no versa sobre la verdad o el conocimiento científico, sino sobre las formas de organización de una sociedad y las relaciones de poder. En política, la verdad y la lógica pueden ser herramientas para adquirir poder o defender una posición, como también lo pueden ser la mentira, la retórica, la propaganda o la violencia. Un dictador impone su voluntad, sin importar si la misma se apega a ciertos parámetros de justicia o no. Un demagogo puede dictaminar una ley económicamente perjudicial para los pobres y anunciarla como una ley beneficiosa para los pobres; lo importante no es que sea verdad, sino que la gente le crea lo que dice.
Pero incluso excluyendo a dictadores y demagogos, la política sirve para concertar y resolver pacíficamente los conflictos de interés propios de todo Estado republicano. Aunque muchos lo afirmen, no existe tal cosa como el bien común: en toda sociedad existen intereses divergentes (legítimos e ilegítimos). Un sistema republicano permite soluciones intermedias a los tantos intereses divergentes en el marco del diálogo y el respeto; permite soluciones pacíficas que de otra manera se resolverían mediante la violencia y la fuerza. En este sentido sí es válido hablar de procurar el “justo medio”, el equilibrio o como se lo quiera denominar. Un sistema republicano tiene un parlamento precisamente para reunir a los representantes de los diferentes intereses de una sociedad para que – como la palabra lo indica – parlamenten, dialoguen, busquen puntos de encuentro, minimicen sus diferencias y lleguen a consensos con el fin de preservar la convivencia pacífica.
Los compromisos y los acuerdos son necesarios en el juego democrático. En política, renunciar a la búsqueda de consensos puede conducir a una sociedad a la polarización y la violencia.
Santa Cruz de la Sierra, 29/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
En las ciencias y en la filosofía, la búsqueda de la verdad y el conocimiento debe sustentarse sobre procedimientos lógicos y coherentes. Los filósofos, matemáticos, economistas, biólogos, etc. no pueden justificar sus teorías sobre la base de que se encuentran situadas en el medio entre dos extremos (esto no invalida intentos de reconciliar posiciones aparentemente divergentes, como Kant pretendió hacer con el racionalismo cartesiano y el empiricismo inglés, o como la física actual intenta armonizar la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica). Ya sea que se utilicen métodos deductivos como la lógica simbólica o inductivos como el método científico, la coherencia de los resultados depende mucho de los procedimientos. En el ámbito de las ideas, la coherencia lógica es fundamental. Por ello, por ejemplo, en un debate académico defender un punto intermedio entre el socialismo y el liberalismo, sobre la base de que “los extremos son malos y el medio es bueno” es sencillamente mediocre.
En el ámbito de la política (me refiero a la práctica política) esto es totalmente diferente por varias razones. Primero porque la política no versa sobre la verdad o el conocimiento científico, sino sobre las formas de organización de una sociedad y las relaciones de poder. En política, la verdad y la lógica pueden ser herramientas para adquirir poder o defender una posición, como también lo pueden ser la mentira, la retórica, la propaganda o la violencia. Un dictador impone su voluntad, sin importar si la misma se apega a ciertos parámetros de justicia o no. Un demagogo puede dictaminar una ley económicamente perjudicial para los pobres y anunciarla como una ley beneficiosa para los pobres; lo importante no es que sea verdad, sino que la gente le crea lo que dice.
Pero incluso excluyendo a dictadores y demagogos, la política sirve para concertar y resolver pacíficamente los conflictos de interés propios de todo Estado republicano. Aunque muchos lo afirmen, no existe tal cosa como el bien común: en toda sociedad existen intereses divergentes (legítimos e ilegítimos). Un sistema republicano permite soluciones intermedias a los tantos intereses divergentes en el marco del diálogo y el respeto; permite soluciones pacíficas que de otra manera se resolverían mediante la violencia y la fuerza. En este sentido sí es válido hablar de procurar el “justo medio”, el equilibrio o como se lo quiera denominar. Un sistema republicano tiene un parlamento precisamente para reunir a los representantes de los diferentes intereses de una sociedad para que – como la palabra lo indica – parlamenten, dialoguen, busquen puntos de encuentro, minimicen sus diferencias y lleguen a consensos con el fin de preservar la convivencia pacífica.
Los compromisos y los acuerdos son necesarios en el juego democrático. En política, renunciar a la búsqueda de consensos puede conducir a una sociedad a la polarización y la violencia.
Santa Cruz de la Sierra, 29/06/11
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martes, 21 de junio de 2011
Sobre el “justo” medio
Javier Paz García
A menudo, cuando se debaten dos posiciones, interviene alguien afirmando que la verdad no se encuentra en ninguna de las situaciones “extremas”, sino en el “justo” medio. La idea de que los extremos son malos y que “lo justo y correcto” está en el medio es admisible en charlas familiares pero no tiene valor científico ni coherencia lógica y por supuesto en un debate formal no es un argumento válido.
Sobre su nulo valor científico doy un ejemplo: dos personas debaten sobre cuánto es 2+2 Juan afirma que 2+2=4 y Pedro que 2+2=3. Según la regla del justo medio, la respuesta correcta sería 3,5. Por otro lado, la regla es inconsistente porque el resultado correcto (el medio) varía de acuerdo a la posición inicial de los extremos. En el ejemplo previo, si Juan cree que 2+2=1 entonces los extremos son 1 y 3 y el medio (la nueva respuesta “correcta”) sería 2. Y 2 no es igual a 3,5, ergo, la regla es inconsistente.
Otro ejemplo del uso inadecuado del justo medio es el siguiente, muy real y muy frecuente por cierto. En los debates de economía política entre liberalismo y socialismo, no faltan los “intelectuales” que descalifican estos “extremos” y apoyados en nada más que un refrán popular, proclaman victoriosos que la verdad se encuentra en el “justo medio” de un sistema mixto. En este caso podríamos incluir el anarquismo en el debate y tendríamos que concluir que el “justo medio” es el liberalismo por situarse entre los extremos del anarquismo y el socialismo. Por supuesto no hay manera más imbécil que ésta de deducir la superioridad técnica o moral del liberalismo.
La idea de llegar a puntos de consenso tiene un valor en el ámbito de la negociación, la política y la diplomacia. En un divorcio o en un conflicto limítrofe entre países no hay duda que llegar a consensos es importante. Si Juan cree que 2+2=4 y Pedro que es 3, y si la consecuencia de no ponerse de acuerdo es que vayan a la guerra o Juan muera en la horca, tal vez es mejor para Juan acordar que 2+2=3,5 ¡pero eso de ninguna manera lo hace lógicamente verdadero! Ni la imposición de la fuerza o la creencia de la mayoría hacen verdadero lo que es falso. Si no pregúntenle a Galileo. La noción de evitar los extremos no es un mal consejo de una madre a sus hijos y tiene su valor en este tipo de contextos, como una fábula que sin ser cierta tiene una moraleja. Pero en un debate serio, donde la lógica debe primar por sobre la retórica y donde se deben presentar argumentos para defender posiciones, es bastante débil y mediocre usar como argumento un simple aforismo. El frecuente uso del citado aforismo como si fuera un teorema o un dogma, es una evidencia de la pobreza de nuestros intelectuales.
Santa Cruz de la Sierra, 21/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
A menudo, cuando se debaten dos posiciones, interviene alguien afirmando que la verdad no se encuentra en ninguna de las situaciones “extremas”, sino en el “justo” medio. La idea de que los extremos son malos y que “lo justo y correcto” está en el medio es admisible en charlas familiares pero no tiene valor científico ni coherencia lógica y por supuesto en un debate formal no es un argumento válido.
Sobre su nulo valor científico doy un ejemplo: dos personas debaten sobre cuánto es 2+2 Juan afirma que 2+2=4 y Pedro que 2+2=3. Según la regla del justo medio, la respuesta correcta sería 3,5. Por otro lado, la regla es inconsistente porque el resultado correcto (el medio) varía de acuerdo a la posición inicial de los extremos. En el ejemplo previo, si Juan cree que 2+2=1 entonces los extremos son 1 y 3 y el medio (la nueva respuesta “correcta”) sería 2. Y 2 no es igual a 3,5, ergo, la regla es inconsistente.
Otro ejemplo del uso inadecuado del justo medio es el siguiente, muy real y muy frecuente por cierto. En los debates de economía política entre liberalismo y socialismo, no faltan los “intelectuales” que descalifican estos “extremos” y apoyados en nada más que un refrán popular, proclaman victoriosos que la verdad se encuentra en el “justo medio” de un sistema mixto. En este caso podríamos incluir el anarquismo en el debate y tendríamos que concluir que el “justo medio” es el liberalismo por situarse entre los extremos del anarquismo y el socialismo. Por supuesto no hay manera más imbécil que ésta de deducir la superioridad técnica o moral del liberalismo.
La idea de llegar a puntos de consenso tiene un valor en el ámbito de la negociación, la política y la diplomacia. En un divorcio o en un conflicto limítrofe entre países no hay duda que llegar a consensos es importante. Si Juan cree que 2+2=4 y Pedro que es 3, y si la consecuencia de no ponerse de acuerdo es que vayan a la guerra o Juan muera en la horca, tal vez es mejor para Juan acordar que 2+2=3,5 ¡pero eso de ninguna manera lo hace lógicamente verdadero! Ni la imposición de la fuerza o la creencia de la mayoría hacen verdadero lo que es falso. Si no pregúntenle a Galileo. La noción de evitar los extremos no es un mal consejo de una madre a sus hijos y tiene su valor en este tipo de contextos, como una fábula que sin ser cierta tiene una moraleja. Pero en un debate serio, donde la lógica debe primar por sobre la retórica y donde se deben presentar argumentos para defender posiciones, es bastante débil y mediocre usar como argumento un simple aforismo. El frecuente uso del citado aforismo como si fuera un teorema o un dogma, es una evidencia de la pobreza de nuestros intelectuales.
Santa Cruz de la Sierra, 21/06/11
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domingo, 19 de junio de 2011
Crisis económica y regulación
Javier Paz García
Los escépticos de la libertad claman por un Estado todopoderoso, que controle todo. No entienden que los grandes logros de la humanidad, los grandes progresos tecnológicos, económicos y sociales se han dado en sociedades donde primaba el respeto por la libertad individual. No hay duda de que existe una ceguera colectiva con respecto a la capacidad benefactora del Estado, análogo al de los enamorados que no ven más que perfección y virtudes en su pareja.
Un síntoma de ese enamoramiento colectivo ajeno a toda evidencia, a toda duda científica, contrario a la realidad histórica, es la exigencia popular de que el Estado regule todo. Y cuando la regulación es ineficaz o contraproducente, la respuesta habitual es exigir al Estado que regule más.
Vamos a citar algunos ejemplos. La crisis financiera de Estados Unidos fue causada por un auge inmobiliario y la facilidad de crédito del sistema bancario norteamericano. ¿Qué causó el auge? 1) Durante los noventa el gobierno implementó leyes que facilitaban el crédito bancario con el objetivo de ayudar a las familias norteamericanas a tener casa propia. 2) Los bancos privados otorgaban crédito sabiendo que el gobierno se los iba a comprar (Fannie Mae y Freddie Mac agencias hipotecarias creadas por el gobierno federal eran las mayores poseedoras de hipotecas) y que si quebraban el gobierno los iba a rescatar (lo cual sucedió). Es decir el gobierno creó lo que los economistas llaman riesgo moral, que en palabras simples es crear las condiciones para que la gente actúe irresponsablemente sabiendo que si algo malo sucede, otro pagará el costo. 3) La Reserva Federal (el Banco Central de los Estados Unidos) mantuvo durante la mayor parte de la década tasas de interés artificialmente bajas para incentivar el crédito y el consumo.
Estas acciones del Estado originaron la burbuja del sector inmobiliario. Paradójicamente la gente clamó por que el mismo Estado responsable de crear la crisis, se convierta en el salvador. No es irrelevante destacar que Estados Unidos en la actualidad se maneja con una irresponsabilidad fiscal propia de algún país africano. Su deuda pública es casi el 100% de su PIB y su déficit fiscal sigue subiendo.
La crisis en Grecia es precisamente una crisis del gobierno griego que gastó y se endeudó por encima de sus posibilidades. Cuando se la acabó la plata y tuvo que pagar los préstamos, sufrió una implosión que hasta ahora puede resolver.
El actual gobierno de Venezuela no se lo puede acusar de ser pro-mercado. Ha creado tanta regulación y centralización que la actividad privada está atrofiada. Y como resultado tiene la inflación más alta de América desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y una economía que decrece a pesar de que el precio de su principal producto (el petróleo) está por los cielos. Para que este país vuelva a la senda del crecimiento, será necesario deshacer buena parte de la regulación instituida la última década.
Y podemos citar muchos más ejemplos como los anteriores que muestran como a menudo pedimos a Estados que sean reguladores de actividades donde han mostrado su ineptitud e irresponsabilidad. Esto no es muy diferente a pedirle a un drogadicto que administre una farmacia.
Santa Cruz de la Sierra, 17/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Los escépticos de la libertad claman por un Estado todopoderoso, que controle todo. No entienden que los grandes logros de la humanidad, los grandes progresos tecnológicos, económicos y sociales se han dado en sociedades donde primaba el respeto por la libertad individual. No hay duda de que existe una ceguera colectiva con respecto a la capacidad benefactora del Estado, análogo al de los enamorados que no ven más que perfección y virtudes en su pareja.
Un síntoma de ese enamoramiento colectivo ajeno a toda evidencia, a toda duda científica, contrario a la realidad histórica, es la exigencia popular de que el Estado regule todo. Y cuando la regulación es ineficaz o contraproducente, la respuesta habitual es exigir al Estado que regule más.
Vamos a citar algunos ejemplos. La crisis financiera de Estados Unidos fue causada por un auge inmobiliario y la facilidad de crédito del sistema bancario norteamericano. ¿Qué causó el auge? 1) Durante los noventa el gobierno implementó leyes que facilitaban el crédito bancario con el objetivo de ayudar a las familias norteamericanas a tener casa propia. 2) Los bancos privados otorgaban crédito sabiendo que el gobierno se los iba a comprar (Fannie Mae y Freddie Mac agencias hipotecarias creadas por el gobierno federal eran las mayores poseedoras de hipotecas) y que si quebraban el gobierno los iba a rescatar (lo cual sucedió). Es decir el gobierno creó lo que los economistas llaman riesgo moral, que en palabras simples es crear las condiciones para que la gente actúe irresponsablemente sabiendo que si algo malo sucede, otro pagará el costo. 3) La Reserva Federal (el Banco Central de los Estados Unidos) mantuvo durante la mayor parte de la década tasas de interés artificialmente bajas para incentivar el crédito y el consumo.
Estas acciones del Estado originaron la burbuja del sector inmobiliario. Paradójicamente la gente clamó por que el mismo Estado responsable de crear la crisis, se convierta en el salvador. No es irrelevante destacar que Estados Unidos en la actualidad se maneja con una irresponsabilidad fiscal propia de algún país africano. Su deuda pública es casi el 100% de su PIB y su déficit fiscal sigue subiendo.
La crisis en Grecia es precisamente una crisis del gobierno griego que gastó y se endeudó por encima de sus posibilidades. Cuando se la acabó la plata y tuvo que pagar los préstamos, sufrió una implosión que hasta ahora puede resolver.
El actual gobierno de Venezuela no se lo puede acusar de ser pro-mercado. Ha creado tanta regulación y centralización que la actividad privada está atrofiada. Y como resultado tiene la inflación más alta de América desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y una economía que decrece a pesar de que el precio de su principal producto (el petróleo) está por los cielos. Para que este país vuelva a la senda del crecimiento, será necesario deshacer buena parte de la regulación instituida la última década.
Y podemos citar muchos más ejemplos como los anteriores que muestran como a menudo pedimos a Estados que sean reguladores de actividades donde han mostrado su ineptitud e irresponsabilidad. Esto no es muy diferente a pedirle a un drogadicto que administre una farmacia.
Santa Cruz de la Sierra, 17/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
martes, 14 de junio de 2011
Cuentos cortos para leer
Javier Paz García
Don Hernando García Vespa acaba de publicar catorce cuentos cortos agrupados en un pequeño libro titulado “El general nunca miraba de frente y otros cuentos”. No pretendo, ser un crítico imparcial de la obra por dos motivos fundamentales: 1) algo sé de literatura, pero poco o nada de crítica literaria y 2) el cariño que tengo por el autor me permite cierta parcialidad. Pero puedo evitar las alabanzas y hacer algunos comentarios sobre la obra que puedan serle útiles al lector interesado.
Hay temas recurrentes en la obra de don Hernando: la naturaleza, los ríos, las selvas indómitas, la vida del campo. Y muchos de estos cuentos transcurren en selvas benianas pobladas de tigres, o en ríos repletos de lagartos. Sus descripciones expresan esa realidad fantástica que es el Beni donde no es algo extraño que dos amantes hagan el amor entre caimanes y pirañas. Los personajes son gente sencilla, ya sea en su ingenuidad, como en su maldad y las situaciones que narra, son bastante comunes de la vida de los pueblos y rancheríos alejados de la modernidad. Las historias no incluyen celulares ni correos electrónicos, pero están hechas de las mismas pasiones que mueven a los seres humanos de todas las épocas y condiciones; son historias sobre el poder, la lujuria, el amor, la tentación, la fatalidad… no nos debería sorprender que algunas de ellas sean ciertas. No creo que los cuentos tengan una moraleja o una intención moralizadora, sino simplemente pretenden retratar situaciones comunes de la convivencia humana.
Creo que lo más importante de un buen cuento es que mantenga al lector expectante y cautivo de la trama y que no acabe sin algún elemento de sorpresa. Más allá de algún final predecible, la obra cumple estos criterios. Además, fiel a su estilo, el autor hace un uso exquisito de la lengua castellana, aprovechando al máximo la riqueza del idioma y al mismo tiempo manteniendo una economía de palabra propia de Borges. El lenguaje es en general sencillo y por ocasiones intencionalmente campechano, pero de ninguna manera pobre o malogrado.
Luego de leer lo que, si no me equivoco, es el primer libro de cuentos publicado por el autor, solo puedo esperar que pronto se anime a publicar otros más. ¡Enhorabuena!
Santa Cruz de la Sierra, 11/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Don Hernando García Vespa acaba de publicar catorce cuentos cortos agrupados en un pequeño libro titulado “El general nunca miraba de frente y otros cuentos”. No pretendo, ser un crítico imparcial de la obra por dos motivos fundamentales: 1) algo sé de literatura, pero poco o nada de crítica literaria y 2) el cariño que tengo por el autor me permite cierta parcialidad. Pero puedo evitar las alabanzas y hacer algunos comentarios sobre la obra que puedan serle útiles al lector interesado.
Hay temas recurrentes en la obra de don Hernando: la naturaleza, los ríos, las selvas indómitas, la vida del campo. Y muchos de estos cuentos transcurren en selvas benianas pobladas de tigres, o en ríos repletos de lagartos. Sus descripciones expresan esa realidad fantástica que es el Beni donde no es algo extraño que dos amantes hagan el amor entre caimanes y pirañas. Los personajes son gente sencilla, ya sea en su ingenuidad, como en su maldad y las situaciones que narra, son bastante comunes de la vida de los pueblos y rancheríos alejados de la modernidad. Las historias no incluyen celulares ni correos electrónicos, pero están hechas de las mismas pasiones que mueven a los seres humanos de todas las épocas y condiciones; son historias sobre el poder, la lujuria, el amor, la tentación, la fatalidad… no nos debería sorprender que algunas de ellas sean ciertas. No creo que los cuentos tengan una moraleja o una intención moralizadora, sino simplemente pretenden retratar situaciones comunes de la convivencia humana.
Creo que lo más importante de un buen cuento es que mantenga al lector expectante y cautivo de la trama y que no acabe sin algún elemento de sorpresa. Más allá de algún final predecible, la obra cumple estos criterios. Además, fiel a su estilo, el autor hace un uso exquisito de la lengua castellana, aprovechando al máximo la riqueza del idioma y al mismo tiempo manteniendo una economía de palabra propia de Borges. El lenguaje es en general sencillo y por ocasiones intencionalmente campechano, pero de ninguna manera pobre o malogrado.
Luego de leer lo que, si no me equivoco, es el primer libro de cuentos publicado por el autor, solo puedo esperar que pronto se anime a publicar otros más. ¡Enhorabuena!
Santa Cruz de la Sierra, 11/06/11
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domingo, 5 de junio de 2011
Religión y Estado
Javier Paz García
Las religiones se mueven en el ámbito espiritual. El apego de cualquier persona a una u otra creencia religiosa es y debe ser un asunto netamente personal y de conciencia.
Por otro lado el Estado moderno (democrático y sujeto al derecho) tiene como objetivos normar las relaciones de las personas que habitan un territorio determinado velando por la preservación de ciertos derechos para todos. La misión del Estado es materialista (en su sentido filosófico).
Por supuesto, a lo largo de la historia, el Estado democrático y sujeto al derecho ha sido la excepción. Los déspotas han sido más numerosos que los demócratas y republicanos. Y un tipo de despotismo muy dañino ha sido el de las teocracias: los Estados que imponen a la fuerza una religión y una fe entre su población. Pocas plagas han causado tanta muerte y sufrimiento humano como las luchas religiosas y los intentos de unos de imponer su religión a otros. Es a raíz de ello que el Estado liberal moderno, se aparta de la religión. No necesariamente por una visión atea o agnóstica, sino para preservar el principio de libertad de conciencia de cada ser humano y lograr la armonía en una sociedad.
Los primeros colonizadores ingleses que llegaron a América, lo hicieron huyendo de la persecución religiosa de la que eran objeto en su tierra de origen. Por eso cuando fundaron los Estados Unidos de América prohibieron al Estado legislar sobre temas religiosos. El resultado fue una de las sociedades más armoniosas y más prósperas que haya conocido el planeta, a tal punto que dicho país llegó a convertirse en la mayor potencia económica y militar de la historia de la humanidad.
Aunque no pretendo atribuir el éxito de la nación americana exclusivamente a la libertad de culto, deseo mostrar que el resultado no es fortuito ni aislado. En la ciudad de Córdoba en la actual España se fundó la primera universidad Europea hace más de mil años, en un periodo breve donde cristianos, moros y judíos convivían con cierta armonía. Fue también un periodo de crecimiento cultural, tecnológico y económico para esa región. Los europeos, luego de siglos de matarse entre ellos por ser protestantes o católicos, dejaron sus diferencias atrás y hoy son, junto con pequeñas porciones del planeta, la región más próspera del mundo. El islam que nos dio a Averroes y Avicena es diferente al que pretende imponer el fundamentalismo a través de la violencia.
Quienes han vivido el drama de sufrir persecución, ostracismo y muerte por tener un pensamiento (sea político o religioso) diferente al de aquellos que ostentan el poder, entienden la importancia de preservar la libertad expresión y de conciencia.
La libertad de culto y de pensamiento debe ser preservada y protegida por todos los miembros de la sociedad, por su importancia intrínseca como derecho humano y también por su valor instrumental para crear armonía, paz y desarrollo.
Santa Cruz de la Sierra, 03/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Las religiones se mueven en el ámbito espiritual. El apego de cualquier persona a una u otra creencia religiosa es y debe ser un asunto netamente personal y de conciencia.
Por otro lado el Estado moderno (democrático y sujeto al derecho) tiene como objetivos normar las relaciones de las personas que habitan un territorio determinado velando por la preservación de ciertos derechos para todos. La misión del Estado es materialista (en su sentido filosófico).
Por supuesto, a lo largo de la historia, el Estado democrático y sujeto al derecho ha sido la excepción. Los déspotas han sido más numerosos que los demócratas y republicanos. Y un tipo de despotismo muy dañino ha sido el de las teocracias: los Estados que imponen a la fuerza una religión y una fe entre su población. Pocas plagas han causado tanta muerte y sufrimiento humano como las luchas religiosas y los intentos de unos de imponer su religión a otros. Es a raíz de ello que el Estado liberal moderno, se aparta de la religión. No necesariamente por una visión atea o agnóstica, sino para preservar el principio de libertad de conciencia de cada ser humano y lograr la armonía en una sociedad.
Los primeros colonizadores ingleses que llegaron a América, lo hicieron huyendo de la persecución religiosa de la que eran objeto en su tierra de origen. Por eso cuando fundaron los Estados Unidos de América prohibieron al Estado legislar sobre temas religiosos. El resultado fue una de las sociedades más armoniosas y más prósperas que haya conocido el planeta, a tal punto que dicho país llegó a convertirse en la mayor potencia económica y militar de la historia de la humanidad.
Aunque no pretendo atribuir el éxito de la nación americana exclusivamente a la libertad de culto, deseo mostrar que el resultado no es fortuito ni aislado. En la ciudad de Córdoba en la actual España se fundó la primera universidad Europea hace más de mil años, en un periodo breve donde cristianos, moros y judíos convivían con cierta armonía. Fue también un periodo de crecimiento cultural, tecnológico y económico para esa región. Los europeos, luego de siglos de matarse entre ellos por ser protestantes o católicos, dejaron sus diferencias atrás y hoy son, junto con pequeñas porciones del planeta, la región más próspera del mundo. El islam que nos dio a Averroes y Avicena es diferente al que pretende imponer el fundamentalismo a través de la violencia.
Quienes han vivido el drama de sufrir persecución, ostracismo y muerte por tener un pensamiento (sea político o religioso) diferente al de aquellos que ostentan el poder, entienden la importancia de preservar la libertad expresión y de conciencia.
La libertad de culto y de pensamiento debe ser preservada y protegida por todos los miembros de la sociedad, por su importancia intrínseca como derecho humano y también por su valor instrumental para crear armonía, paz y desarrollo.
Santa Cruz de la Sierra, 03/06/11
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viernes, 27 de mayo de 2011
El fin del mundo, los charlatanes y las sociedades libres
Javier Paz García
Hace unos días un columnista publicó por este medio la nota “El fin del mundo, los charlatanes y la ley” (ED, 25/05/11). La nota versa precisamente sobre los charlatanes que anuncian cada cierto tiempo el fin del mundo y llama a los gobernantes a tomar acciones legales contra estos charlatanes.
A pesar de concordar plenamente con el autor en el hecho de que quienes anuncian el fin del mundo son unos charlatanes, me permito usar el artículo como un ejemplo de la actitud iliberal e intolerante que existe en nuestra sociedad y mostrar cómo este tipo de pensamientos justifican y permiten el recorte de nuestras libertades.
Comencemos. El autor afirma que “Difundir mensajes de este tipo [anunciar el fin del mundo] puede causar olas de suicido, histeria colectiva, disturbios…”, que esto equivale a “un intento de ‘alteración del orden público’” y que este tipo de comportamiento “de ningún modo se puede permitir, se trate de religiosos, políticos o clarividentes”. Mi respuesta es que las sociedades libres inevitablemente tienen excesos. Donde hay libertad de expresión y religión habrá charlatanes y estafadores. Pero la censura de los “sabios gobernantes” es mucha más peligrosa que la alternativa. En una sociedad libre, cada quien debe ejercer su propio juicio para decidir qué creer y qué no creer. Darle a los gobernantes la autoridad para que decidan eso por nosotros es abrir el camino del autoritarismo. En cualquier momento que uno enciende la radio, existen por lo menos media docena de charlatanes predicando como Jesucristo puede sanar a aquellos que tengan fe y donen dinero. No me quepa duda de que son unos estafadores, y me da pena la gente que se deja engañar, pero debo aceptar que están en su derecho de creer en lo que les plazca, sea en Jesucristo, Mahoma, Topo Gigio o el fin del mundo.
El autor también dice que “no se puede tolerar mensajes o acciones alarmistas en el seno de la sociedad”. Sin lugar a dudas Evo Morales, Hugo Chávez, Cristina Fernández, Rafael Correa y todos los Gadafis del mundo concuerdan con el autor. Con un argumento similar el gobierno quiere meter preso a Doria Medina por “dar mensajes alarmistas” sobre la economía.
Finalmente el autor nos lanza la joya de todas las joyas cuando sostiene que “los medios de comunicación también son corresponsables por caer en el juego de estos ‘profetas’, que por lo visto están dispuestos a arrastrar a muchos al abismo del pesimismo y la muerte. Por eso, la ley debe aplicarse también en estos casos.” ¡O sea que hay que castigar a los medios por informar! ¿No es esto lo que la sarta de autoritarios que gobiernan América Latina sostienen? Estoy seguro que si el autor manda su propuesta al gobierno boliviano será bien recibida y considerada para la nueva ley de medios.
Thomas Jefferson escribió que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Esta es una lección que los latinoamericanos hasta ahora aprendemos.
Santa Cruz de la Sierra, 26/05/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Hace unos días un columnista publicó por este medio la nota “El fin del mundo, los charlatanes y la ley” (ED, 25/05/11). La nota versa precisamente sobre los charlatanes que anuncian cada cierto tiempo el fin del mundo y llama a los gobernantes a tomar acciones legales contra estos charlatanes.
A pesar de concordar plenamente con el autor en el hecho de que quienes anuncian el fin del mundo son unos charlatanes, me permito usar el artículo como un ejemplo de la actitud iliberal e intolerante que existe en nuestra sociedad y mostrar cómo este tipo de pensamientos justifican y permiten el recorte de nuestras libertades.
Comencemos. El autor afirma que “Difundir mensajes de este tipo [anunciar el fin del mundo] puede causar olas de suicido, histeria colectiva, disturbios…”, que esto equivale a “un intento de ‘alteración del orden público’” y que este tipo de comportamiento “de ningún modo se puede permitir, se trate de religiosos, políticos o clarividentes”. Mi respuesta es que las sociedades libres inevitablemente tienen excesos. Donde hay libertad de expresión y religión habrá charlatanes y estafadores. Pero la censura de los “sabios gobernantes” es mucha más peligrosa que la alternativa. En una sociedad libre, cada quien debe ejercer su propio juicio para decidir qué creer y qué no creer. Darle a los gobernantes la autoridad para que decidan eso por nosotros es abrir el camino del autoritarismo. En cualquier momento que uno enciende la radio, existen por lo menos media docena de charlatanes predicando como Jesucristo puede sanar a aquellos que tengan fe y donen dinero. No me quepa duda de que son unos estafadores, y me da pena la gente que se deja engañar, pero debo aceptar que están en su derecho de creer en lo que les plazca, sea en Jesucristo, Mahoma, Topo Gigio o el fin del mundo.
El autor también dice que “no se puede tolerar mensajes o acciones alarmistas en el seno de la sociedad”. Sin lugar a dudas Evo Morales, Hugo Chávez, Cristina Fernández, Rafael Correa y todos los Gadafis del mundo concuerdan con el autor. Con un argumento similar el gobierno quiere meter preso a Doria Medina por “dar mensajes alarmistas” sobre la economía.
Finalmente el autor nos lanza la joya de todas las joyas cuando sostiene que “los medios de comunicación también son corresponsables por caer en el juego de estos ‘profetas’, que por lo visto están dispuestos a arrastrar a muchos al abismo del pesimismo y la muerte. Por eso, la ley debe aplicarse también en estos casos.” ¡O sea que hay que castigar a los medios por informar! ¿No es esto lo que la sarta de autoritarios que gobiernan América Latina sostienen? Estoy seguro que si el autor manda su propuesta al gobierno boliviano será bien recibida y considerada para la nueva ley de medios.
Thomas Jefferson escribió que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. Esta es una lección que los latinoamericanos hasta ahora aprendemos.
Santa Cruz de la Sierra, 26/05/11
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viernes, 20 de mayo de 2011
Tres motivos para ser socialista
Javier Paz García
Existen básicamente tres motivos para ser socialista.
El primer motivo es ignorancia. El socialismo es atractivo porque apela a nuestra búsqueda de justicia, a nuestros sentimientos y nuestra frustración por el sufrimiento y la pobreza que nos rodea. Pero más allá de lo romántico, entrar en los pormenores del por qué el socialismo es inviable y contrario a los fines que supuestamente persigue no es tarea sencilla. Entender estos pormenores requiere de conocimientos de economía, historia, política, derecho y psicología. Por ejemplo, pocos conocen el teorema ricardiano de la ventaja comparativa que demuestra que el comercio no es un juego de suma cero donde la ganancia de unos es la pérdida de otros, sino que más bien es un mecanismo de beneficio mutuo; o “el problema del cálculo económico” analizado por Ludwig von Mises, que demuestra la inviabilidad técnica del socialismo; o el rol que juegan los precios en una economía de mercado; o los beneficios de la división y especialización del trabajo; o que las teorías marxistas de la plusvalía y la explotación se basan en la teoría del valor desarrollada por Adam Smith y que dicha teoría fue superada por los aportes de la escuela austriaca y la revolución marginal iniciada por Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras desde finales del siglo XIX; o los abusos de los regímenes socialistas y los peligros de las economías centralizadas como lo advirtió Friedrich von Hayek (Nobel de economía); o la teoría de opción pública desarrollada por James Buchanan (Nobel de economía) y Gordon Tullock que pone en evidencia que los políticos no necesariamente tienen el incentivo a buscar “el bien común”; o la importancia de la propiedad privada, no solo en la generación de riqueza, sino también para preservar la libertad y evitar la tiranía de los gobernantes como escribió John Locke en el siglo XVIII; o las categorías de libertad elaboradas por el Nobel de economía Amartya Sen.
Por supuesto, muy pocas personas saben esto, por lo tanto es comprensible que se vean atraídos por la propaganda socialista. Debo aclarar que en este contexto, el calificativo de ignorante no es un insulto contra nadie. Todas las personas somos ignorantes en la mayoría de las áreas del conocimiento. Yo apenas domino una pequeña área de la economía y las finanzas.
El segundo motivo es idiotez. Algunos, teniendo ciertas nociones de economía, política e historia, siguen insistiendo en su error porque se aferran a dogmas y prefieren ajustar la realidad a esos dogmas, en vez de ajustar los dogmas a la realidad. El conocimiento y la ciencia, requieren de un alto sentido crítico y analítico que muchas personas no tienen, no importa cuánto hayan leído y memorizado.
El tercer motivo es oportunismo. Porque muchos ven la oportunidad de llegar al poder a través del discurso populista y simplón del socialismo: prometiendo el cielo y las estrellas, azuzando el revanchismo, inventando enemigos y explotadores y vendiendo la esperanza de un futuro donde la gente viva del Estado y no tenga que trabajar.
La ignorancia es subsanable, la idiotez y el oportunismo son crónicos en quienes lo padecen.
Santa Cruz de la Sierra, 20/05/11
http://javierpaz01.blogspot.com
Existen básicamente tres motivos para ser socialista.
El primer motivo es ignorancia. El socialismo es atractivo porque apela a nuestra búsqueda de justicia, a nuestros sentimientos y nuestra frustración por el sufrimiento y la pobreza que nos rodea. Pero más allá de lo romántico, entrar en los pormenores del por qué el socialismo es inviable y contrario a los fines que supuestamente persigue no es tarea sencilla. Entender estos pormenores requiere de conocimientos de economía, historia, política, derecho y psicología. Por ejemplo, pocos conocen el teorema ricardiano de la ventaja comparativa que demuestra que el comercio no es un juego de suma cero donde la ganancia de unos es la pérdida de otros, sino que más bien es un mecanismo de beneficio mutuo; o “el problema del cálculo económico” analizado por Ludwig von Mises, que demuestra la inviabilidad técnica del socialismo; o el rol que juegan los precios en una economía de mercado; o los beneficios de la división y especialización del trabajo; o que las teorías marxistas de la plusvalía y la explotación se basan en la teoría del valor desarrollada por Adam Smith y que dicha teoría fue superada por los aportes de la escuela austriaca y la revolución marginal iniciada por Stanley Jevons, Carl Menger y Leon Walras desde finales del siglo XIX; o los abusos de los regímenes socialistas y los peligros de las economías centralizadas como lo advirtió Friedrich von Hayek (Nobel de economía); o la teoría de opción pública desarrollada por James Buchanan (Nobel de economía) y Gordon Tullock que pone en evidencia que los políticos no necesariamente tienen el incentivo a buscar “el bien común”; o la importancia de la propiedad privada, no solo en la generación de riqueza, sino también para preservar la libertad y evitar la tiranía de los gobernantes como escribió John Locke en el siglo XVIII; o las categorías de libertad elaboradas por el Nobel de economía Amartya Sen.
Por supuesto, muy pocas personas saben esto, por lo tanto es comprensible que se vean atraídos por la propaganda socialista. Debo aclarar que en este contexto, el calificativo de ignorante no es un insulto contra nadie. Todas las personas somos ignorantes en la mayoría de las áreas del conocimiento. Yo apenas domino una pequeña área de la economía y las finanzas.
El segundo motivo es idiotez. Algunos, teniendo ciertas nociones de economía, política e historia, siguen insistiendo en su error porque se aferran a dogmas y prefieren ajustar la realidad a esos dogmas, en vez de ajustar los dogmas a la realidad. El conocimiento y la ciencia, requieren de un alto sentido crítico y analítico que muchas personas no tienen, no importa cuánto hayan leído y memorizado.
El tercer motivo es oportunismo. Porque muchos ven la oportunidad de llegar al poder a través del discurso populista y simplón del socialismo: prometiendo el cielo y las estrellas, azuzando el revanchismo, inventando enemigos y explotadores y vendiendo la esperanza de un futuro donde la gente viva del Estado y no tenga que trabajar.
La ignorancia es subsanable, la idiotez y el oportunismo son crónicos en quienes lo padecen.
Santa Cruz de la Sierra, 20/05/11
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viernes, 13 de mayo de 2011
Democracia y República
Javier Paz García
La democracia en un sentido estricto es el gobierno de la mayoría. La república por otro lado, es un concepto más amplio; Wikipedia la define como “un sistema político que se fundamenta en el imperio de la ley (constitución) y la igualdad ante la ley como la forma de frenar los posibles abusos de las personas que tienen mayor poder, del gobierno y de las mayorías, con el objeto de proteger los derechos fundamentales y las libertades civiles de los ciudadanos”.
Los conceptos de democracia, Estado de Derecho, igualdad ante la ley, son partes de una república, en cambio un gobierno democrático, no necesariamente implica un Estado republicano. Ejemplos contemporáneos son Venezuela, Bolivia y Ecuador donde líderes populares que han llegado al poder mediante el apoyo de las mayorías en procesos democráticos, han acabado con el Estado de Derecho y han convertido al sistema judicial y a las fuerzas del orden en instrumentos de represión y persecución política. Estrictamente, estos gobiernos no han dejado de ser democráticos, después de todo, los atropellos que han cometido han tenido la aprobación tácita o explícita de la mayoría de sus respectivas poblaciones. Es por ello, que siendo despóticos y antirrepublicanos se vanaglorian (con cierta razón) de ser democráticos. Y precisamente usan como argumento la democracia, en el sentido estricto de apoyo de las mayorías mediante las urnas, para acabar con la república.
Es claro entonces que el concepto estricto de democracia abre la puerta a que las mayorías circunstanciales cometan abusos contra las minorías. Las instituciones republicanas precisamente tienen como objetivo evitar los abusos de cualquier grupo hacia otros, permitiendo gobiernos democráticos en manos de las mayorías, pero con igualdad ante la ley para todos y protección universal de ciertos derechos civiles y políticos.
En la actualidad existe una tendencia de sustituir la palabra “república” y reemplazarla por “democracia”. Incluso quienes defendemos el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley a menudo englobamos todos estos conceptos dentro de la palabra “democracia”. Creo que cometemos un error al hacerlo por los motivos antes expuestos. Sin importar las tropelías que cometan los gobiernos autoritarios, el haber accedido al poder mediante las urnas les da cierta aureola democrática y mientras el debate se centre sobre si son gobiernos democráticos o no, tendrán un sólido argumento para sostener que sí lo son: los resultados electorales. En cambio, difícilmente podrían sostener una defensa de sus credenciales republicanas.
Los gobiernos despóticos son esencialmente antirrepublicanos, y lo primero que hacen al llegar al poder es destruir las instituciones republicanas hasta acabar con la república y convertirla en un feudo del caudillo. En Bolivia, en un raro acto de honestidad intelectual, el gobierno de Evo Morales eliminó incluso la palabra “República” del nombre oficial de la Nación. El cambio no fue para nada fortuito.
Santa Cruz de la Sierra, 12/05/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
La democracia en un sentido estricto es el gobierno de la mayoría. La república por otro lado, es un concepto más amplio; Wikipedia la define como “un sistema político que se fundamenta en el imperio de la ley (constitución) y la igualdad ante la ley como la forma de frenar los posibles abusos de las personas que tienen mayor poder, del gobierno y de las mayorías, con el objeto de proteger los derechos fundamentales y las libertades civiles de los ciudadanos”.
Los conceptos de democracia, Estado de Derecho, igualdad ante la ley, son partes de una república, en cambio un gobierno democrático, no necesariamente implica un Estado republicano. Ejemplos contemporáneos son Venezuela, Bolivia y Ecuador donde líderes populares que han llegado al poder mediante el apoyo de las mayorías en procesos democráticos, han acabado con el Estado de Derecho y han convertido al sistema judicial y a las fuerzas del orden en instrumentos de represión y persecución política. Estrictamente, estos gobiernos no han dejado de ser democráticos, después de todo, los atropellos que han cometido han tenido la aprobación tácita o explícita de la mayoría de sus respectivas poblaciones. Es por ello, que siendo despóticos y antirrepublicanos se vanaglorian (con cierta razón) de ser democráticos. Y precisamente usan como argumento la democracia, en el sentido estricto de apoyo de las mayorías mediante las urnas, para acabar con la república.
Es claro entonces que el concepto estricto de democracia abre la puerta a que las mayorías circunstanciales cometan abusos contra las minorías. Las instituciones republicanas precisamente tienen como objetivo evitar los abusos de cualquier grupo hacia otros, permitiendo gobiernos democráticos en manos de las mayorías, pero con igualdad ante la ley para todos y protección universal de ciertos derechos civiles y políticos.
En la actualidad existe una tendencia de sustituir la palabra “república” y reemplazarla por “democracia”. Incluso quienes defendemos el Estado de Derecho y la igualdad ante la ley a menudo englobamos todos estos conceptos dentro de la palabra “democracia”. Creo que cometemos un error al hacerlo por los motivos antes expuestos. Sin importar las tropelías que cometan los gobiernos autoritarios, el haber accedido al poder mediante las urnas les da cierta aureola democrática y mientras el debate se centre sobre si son gobiernos democráticos o no, tendrán un sólido argumento para sostener que sí lo son: los resultados electorales. En cambio, difícilmente podrían sostener una defensa de sus credenciales republicanas.
Los gobiernos despóticos son esencialmente antirrepublicanos, y lo primero que hacen al llegar al poder es destruir las instituciones republicanas hasta acabar con la república y convertirla en un feudo del caudillo. En Bolivia, en un raro acto de honestidad intelectual, el gobierno de Evo Morales eliminó incluso la palabra “República” del nombre oficial de la Nación. El cambio no fue para nada fortuito.
Santa Cruz de la Sierra, 12/05/11
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domingo, 8 de mayo de 2011
¿Qué es el mercado?
Javier Paz García
Un mercado es un lugar donde vendedores y compradores se juntan para intercambiar productos y servicios. En un sentido más amplio, podemos llamar mercado a los mecanismos, las instituciones y los participantes involucrados en la compra y venta de bienes y servicios. Por ejemplo, el mercado de hortalizas está compuesto por los productores y sus tierras, el nivel de lluvias, los transportistas y las carreteras, los comercializadores, la regulación sobre higiene, los consumidores que somos todos, muchos factores más.
Es claro entonces que el mercado no es una entidad autómata con vida propia. Cuando alguien habla de las acciones del mercado, en realidad se refiere las acciones de cientos, miles e incluso millones de personas. El mercado son las personas que participan en él.
Se suele hablar del mercado como la condición donde impera la ley de la oferta y la demanda. Esto es conceptualmente erróneo porque las leyes de la oferta y la demanda nunca desaparecen, como tampoco puede desaparecer la ley de gravedad. La regulación del Estado no cambia esta realidad. Digamos por ejemplo que el Estado mediante un decreto obliga a los productores y comerciantes a bajar el precio del pollo. Inmediatamente los consumidores demandarán una mayor cantidad de pollo al ver que el precio ha disminuido (ley de la demanda). Por otra parte, al obtener menores ganancias, los productores y comerciantes de pollo reducirán su producción, aunque no necesariamente de forma inmediata (ley de oferta). El efecto de corto plazo es una reducción de precios que beneficia a los consumidores. El efecto de mediano y largo plazo es un desabastecimiento de pollo y un mercado negro donde el pollo se vende a precios mayores de los que fija el Estado y mayores a los que existirían si el Estado no hubiera fijado precios en primer lugar.
Los precios y las cantidades que se producen en el mercado no son aleatorios, ni determinados por el capricho de unos cuantos, sino que están determinadas por miles de factores entre los que se encuentran las preferencias de los consumidores, la productividad de los trabajadores, el clima, los costos de transporte, el acceso a la información, los costos de los insumos, los precios de productos sustitutos y complementarios, etc., mediante un proceso similar al de prueba y error. No hay persona o grupo de personas que puedan suplantar este proceso, debido a la infinita cantidad de información que genera. Por eso, cuando el Estado intenta regular el mercado fracasa y obtiene resultados perjudiciales que a menudo son contrarios a los deseados.
Podemos decir que el libre mercado es aquel donde son las personas de manera individual y libre quienes definen sus preferencias sobre lo que desean producir y consumir. La restricción del libre mercado implica entonces una restricción sobre la libertad y el derecho de cada persona a utilizar sus recursos y manifestar sus preferencias de la manera que vea conveniente.
Santa Cruz de la Sierra, 05/05/11
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Un mercado es un lugar donde vendedores y compradores se juntan para intercambiar productos y servicios. En un sentido más amplio, podemos llamar mercado a los mecanismos, las instituciones y los participantes involucrados en la compra y venta de bienes y servicios. Por ejemplo, el mercado de hortalizas está compuesto por los productores y sus tierras, el nivel de lluvias, los transportistas y las carreteras, los comercializadores, la regulación sobre higiene, los consumidores que somos todos, muchos factores más.
Es claro entonces que el mercado no es una entidad autómata con vida propia. Cuando alguien habla de las acciones del mercado, en realidad se refiere las acciones de cientos, miles e incluso millones de personas. El mercado son las personas que participan en él.
Se suele hablar del mercado como la condición donde impera la ley de la oferta y la demanda. Esto es conceptualmente erróneo porque las leyes de la oferta y la demanda nunca desaparecen, como tampoco puede desaparecer la ley de gravedad. La regulación del Estado no cambia esta realidad. Digamos por ejemplo que el Estado mediante un decreto obliga a los productores y comerciantes a bajar el precio del pollo. Inmediatamente los consumidores demandarán una mayor cantidad de pollo al ver que el precio ha disminuido (ley de la demanda). Por otra parte, al obtener menores ganancias, los productores y comerciantes de pollo reducirán su producción, aunque no necesariamente de forma inmediata (ley de oferta). El efecto de corto plazo es una reducción de precios que beneficia a los consumidores. El efecto de mediano y largo plazo es un desabastecimiento de pollo y un mercado negro donde el pollo se vende a precios mayores de los que fija el Estado y mayores a los que existirían si el Estado no hubiera fijado precios en primer lugar.
Los precios y las cantidades que se producen en el mercado no son aleatorios, ni determinados por el capricho de unos cuantos, sino que están determinadas por miles de factores entre los que se encuentran las preferencias de los consumidores, la productividad de los trabajadores, el clima, los costos de transporte, el acceso a la información, los costos de los insumos, los precios de productos sustitutos y complementarios, etc., mediante un proceso similar al de prueba y error. No hay persona o grupo de personas que puedan suplantar este proceso, debido a la infinita cantidad de información que genera. Por eso, cuando el Estado intenta regular el mercado fracasa y obtiene resultados perjudiciales que a menudo son contrarios a los deseados.
Podemos decir que el libre mercado es aquel donde son las personas de manera individual y libre quienes definen sus preferencias sobre lo que desean producir y consumir. La restricción del libre mercado implica entonces una restricción sobre la libertad y el derecho de cada persona a utilizar sus recursos y manifestar sus preferencias de la manera que vea conveniente.
Santa Cruz de la Sierra, 05/05/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
El gran Estado como fuente de corrupción
Javier Paz García
El liberalismo cree que el poder del Estado debe ser limitado por muchas razones. Una de ellas es la corrupción. Usualmente, mientras más grande y poderoso es el Estado, mayor es la corrupción que genera.
Esto es evidente si suponemos tasas constantes de corrupción. Por ejemplo, imaginemos que 5% de los recursos del Estado se pierden por causa de la corrupción de sus funcionarios. Entonces, si el Estado duplica sus gastos, también duplicará el monto que se desperdicia a causa de la corrupción. Esta es una buena razón para limitar el tamaño del Estado.
Pero probablemente a medida que el Estado crece, la tasa de corrupción también crece. Es decir, si para cierto nivel de gasto, existe un 5% de recursos perdidos por la corrupción, para un nivel de gasto mayor, la tasa de corrupción será superior a 5%. Bajo este supuesto, si el Estado duplica sus gastos, entonces el dinero que se pierde a causa de la corrupción se incrementa en más del doble. Entre las razones que nos permiten suponer que la tasa de corrupción aumenta a medida que aumenta el tamaño del Estado están las siguientes:
1) Mayores niveles de gasto, hacen más difícil la fiscalización. No es lo mismo fiscalizar gastos por un monto de mil dólares, que fiscalizar gastos por cien mil dólares. No es lo mismo fiscalizar cien entidades públicas y cien cuentas bancarias, que fiscalizar mil entidades públicas con diez mil cuentas bancarias. Y por supuesto, mientras más difícil sea fiscalizar los fondos públicos, habrá más funcionarios dispuestos a corromperse.
2) Mientras más grande el Estado, mayor la posibilidad de crear botines políticos. De hecho, las empresas estatales tienden a ser fuentes de empleo o de beneficios para los allegados al gobierno de turno. Que sean ineficientes, con planillas supernumerarias y que operen a pérdida es menos importante que el poder y la posibilidad de enriquecimiento que otorgan al político que las controla.
3) Un mayor nivel de gasto ocasiona un uso más dispendioso de los recursos. Cuando sobra el dinero, los funcionarios pueden destinar más fondos a sus bolsillos sin que la gente se dé cuenta o se moleste. Mayores niveles de gasto implican que en el margen, los proyectos son cada vez menos necesarios. Es decir, un gobierno con recursos limitados tratará de utilizar dichos recursos de la mejor manera posible, priorizando los más urgente y necesario. Por otro lado, un gobierno con amplios recursos a su disposición tenderá a hacer gastos cada vez menos necesarios como ser comprar un avión de lujo para el presidente o juguetes para las Fuerzas Armadas, etc. Esto no significa necesariamente corrupción, pero son gastos superfluos para beneficio de los funcionarios del Estado, en desmedro de gastos para beneficio del resto de la población. El exceso de dinero permite que los gobiernos no tengan que priorizar sus gastos y que utilicen los fondos (legalmente como también ilegalmente) para beneficio propio.
Santa Cruz de la Sierra, 19/04/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
El liberalismo cree que el poder del Estado debe ser limitado por muchas razones. Una de ellas es la corrupción. Usualmente, mientras más grande y poderoso es el Estado, mayor es la corrupción que genera.
Esto es evidente si suponemos tasas constantes de corrupción. Por ejemplo, imaginemos que 5% de los recursos del Estado se pierden por causa de la corrupción de sus funcionarios. Entonces, si el Estado duplica sus gastos, también duplicará el monto que se desperdicia a causa de la corrupción. Esta es una buena razón para limitar el tamaño del Estado.
Pero probablemente a medida que el Estado crece, la tasa de corrupción también crece. Es decir, si para cierto nivel de gasto, existe un 5% de recursos perdidos por la corrupción, para un nivel de gasto mayor, la tasa de corrupción será superior a 5%. Bajo este supuesto, si el Estado duplica sus gastos, entonces el dinero que se pierde a causa de la corrupción se incrementa en más del doble. Entre las razones que nos permiten suponer que la tasa de corrupción aumenta a medida que aumenta el tamaño del Estado están las siguientes:
1) Mayores niveles de gasto, hacen más difícil la fiscalización. No es lo mismo fiscalizar gastos por un monto de mil dólares, que fiscalizar gastos por cien mil dólares. No es lo mismo fiscalizar cien entidades públicas y cien cuentas bancarias, que fiscalizar mil entidades públicas con diez mil cuentas bancarias. Y por supuesto, mientras más difícil sea fiscalizar los fondos públicos, habrá más funcionarios dispuestos a corromperse.
2) Mientras más grande el Estado, mayor la posibilidad de crear botines políticos. De hecho, las empresas estatales tienden a ser fuentes de empleo o de beneficios para los allegados al gobierno de turno. Que sean ineficientes, con planillas supernumerarias y que operen a pérdida es menos importante que el poder y la posibilidad de enriquecimiento que otorgan al político que las controla.
3) Un mayor nivel de gasto ocasiona un uso más dispendioso de los recursos. Cuando sobra el dinero, los funcionarios pueden destinar más fondos a sus bolsillos sin que la gente se dé cuenta o se moleste. Mayores niveles de gasto implican que en el margen, los proyectos son cada vez menos necesarios. Es decir, un gobierno con recursos limitados tratará de utilizar dichos recursos de la mejor manera posible, priorizando los más urgente y necesario. Por otro lado, un gobierno con amplios recursos a su disposición tenderá a hacer gastos cada vez menos necesarios como ser comprar un avión de lujo para el presidente o juguetes para las Fuerzas Armadas, etc. Esto no significa necesariamente corrupción, pero son gastos superfluos para beneficio de los funcionarios del Estado, en desmedro de gastos para beneficio del resto de la población. El exceso de dinero permite que los gobiernos no tengan que priorizar sus gastos y que utilicen los fondos (legalmente como también ilegalmente) para beneficio propio.
Santa Cruz de la Sierra, 19/04/11
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domingo, 17 de abril de 2011
Hacia una noción realista del Estado
Javier Paz García
Muchos asumen que el Estado antepone el bien común por sobre los intereses particulares y que por lo tanto el Estado es benévolo y que por contraste el sector privado es egoísta y malévolo. Las ideologías colectivistas no son más que la apoteosis de esta noción, que llevada al extremo lleva a proponer el control total por parte del Estado de la propiedad, los medios de producción, las ciencias e incluso el pensamiento y la religión.
Esta idea del Estado presupone funcionarios estatales moralmente superiores al resto de la población; presupone personas honestas y desinteresadas de aquello que no sea “el bien común”; presupone también funcionarios intelectualmente superiores al resto, capaces de guiar a la nación hacia destinos gloriosos; presupone cierto consenso sobre lo que significa “el bien común” y cómo alcanzarlo.
En la realidad no sucede así. El aparato estatal está compuesto por personas comunes, con similares ambiciones y aspiraciones que el resto de la población. Un profesor de colegio fiscal no es más noble, ni más inteligente por trabajar para el Estado, que un profesor que trabaja en un colegio particular. Un diputado o un ministro piensa tanto en su bolsillo como lo hace un empresario privado. Un empresario privado puede estar tan interesado en labores de beneficencia y desarrollo económico como un político de carrera.
El aparato estatal no está exento de luchas de poder y el Estado en la práctica es un gran generador de intereses particulares, de monopolios, de acciones que consideran todo menos “el bien común”. El hecho de que los funcionarios estatales manejen dinero que no les pertenece y que no les cuesta, hace que muchas decisiones sean tomadas de manera irresponsable, genera también corrupción y pillaje. De hecho no es infrecuente que mediocres, burros y pícaros sean políticos exitosos.
Ante este escenario, la solución de quienes tienen esta noción idílica del Estado es cambiar de funcionarios y darle más poder al Estado. Creen que el Estado es bueno pero que los funcionarios son malos y que por tanto la solución para reconducir el Estado es sacar a los malos y meter a los buenos. Y quienes entran siguen siendo tan humanos como los anteriores, con sus propias aspiraciones personales. Y así se genera un círculo vicioso donde ante el fracaso del Estado, la solución es darle más poder al Estado, produciendo gobiernos cada vez más autoritarios.
Esta visión idílica del Estado es dañina porque nos impide hacer un diagnóstico acertado sobre los problemas del Estado y por lo tanto no nos permite plantear soluciones adecuadas para los mismos. Es peligrosa porque puede conducirnos a otorgar demasiado poder al Estado, llegando incluso al totalitarismo.
Una visión realista del Estado, no debe tener premisas irreales. No debe basarse en utopías donde todos son buenos, sabios, generosos y honestos, sino en el mundo real, donde cada ser humano posee sus vicios y virtudes. El Estado se debe construir pensando en que será manejado por seres imperfectos, llenos de apetitos personales. Ignorar esta realidad es condenar al Estado al fracaso.
Santa Cruz de la Sierra, 14/04/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Muchos asumen que el Estado antepone el bien común por sobre los intereses particulares y que por lo tanto el Estado es benévolo y que por contraste el sector privado es egoísta y malévolo. Las ideologías colectivistas no son más que la apoteosis de esta noción, que llevada al extremo lleva a proponer el control total por parte del Estado de la propiedad, los medios de producción, las ciencias e incluso el pensamiento y la religión.
Esta idea del Estado presupone funcionarios estatales moralmente superiores al resto de la población; presupone personas honestas y desinteresadas de aquello que no sea “el bien común”; presupone también funcionarios intelectualmente superiores al resto, capaces de guiar a la nación hacia destinos gloriosos; presupone cierto consenso sobre lo que significa “el bien común” y cómo alcanzarlo.
En la realidad no sucede así. El aparato estatal está compuesto por personas comunes, con similares ambiciones y aspiraciones que el resto de la población. Un profesor de colegio fiscal no es más noble, ni más inteligente por trabajar para el Estado, que un profesor que trabaja en un colegio particular. Un diputado o un ministro piensa tanto en su bolsillo como lo hace un empresario privado. Un empresario privado puede estar tan interesado en labores de beneficencia y desarrollo económico como un político de carrera.
El aparato estatal no está exento de luchas de poder y el Estado en la práctica es un gran generador de intereses particulares, de monopolios, de acciones que consideran todo menos “el bien común”. El hecho de que los funcionarios estatales manejen dinero que no les pertenece y que no les cuesta, hace que muchas decisiones sean tomadas de manera irresponsable, genera también corrupción y pillaje. De hecho no es infrecuente que mediocres, burros y pícaros sean políticos exitosos.
Ante este escenario, la solución de quienes tienen esta noción idílica del Estado es cambiar de funcionarios y darle más poder al Estado. Creen que el Estado es bueno pero que los funcionarios son malos y que por tanto la solución para reconducir el Estado es sacar a los malos y meter a los buenos. Y quienes entran siguen siendo tan humanos como los anteriores, con sus propias aspiraciones personales. Y así se genera un círculo vicioso donde ante el fracaso del Estado, la solución es darle más poder al Estado, produciendo gobiernos cada vez más autoritarios.
Esta visión idílica del Estado es dañina porque nos impide hacer un diagnóstico acertado sobre los problemas del Estado y por lo tanto no nos permite plantear soluciones adecuadas para los mismos. Es peligrosa porque puede conducirnos a otorgar demasiado poder al Estado, llegando incluso al totalitarismo.
Una visión realista del Estado, no debe tener premisas irreales. No debe basarse en utopías donde todos son buenos, sabios, generosos y honestos, sino en el mundo real, donde cada ser humano posee sus vicios y virtudes. El Estado se debe construir pensando en que será manejado por seres imperfectos, llenos de apetitos personales. Ignorar esta realidad es condenar al Estado al fracaso.
Santa Cruz de la Sierra, 14/04/11
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sábado, 9 de abril de 2011
Racismo y libertad de expresión
Javier Paz García
Construir sociedades abiertas (siguiendo a Karl Popper), requiere de un alto grado de tolerancia. Requiere especialmente de una defensa abrumadora de la libertad de expresión. Requiere defender el derecho de otros a expresar sus ideas, no importa cuán idiotas o retorcidas creamos que sean. Es precisamente cuando surgen discursos que la mayoría reprocha, donde se pone a prueba la tolerancia y la libertad de expresión en una sociedad.
El racismo es un tema que puede poner a prueba el nivel de civilidad y tolerancia de una sociedad. Y es encomiable que la sociedad y el Estado luchen contra el racismo, pero esa lucha no se debe sobreponer a la defensa intransigente del derecho de cada ciudadano a expresar libremente sus ideas. Pocas cosas pueden ser tan importantes como la libertad de expresión para preservar una sociedad de ciudadanos libres, es por ello que una de las primeras cosas que los regímenes autoritarios hacen es limitarla. Permitirle al Estado que cercene la libertad de expresión, incluso cuando se utiliza para expresar ideas que la mayoría desaprueba, puede abrir las puertas a mayores limitaciones… y a la tiranía.
Para preservar una sociedad abierta, la libertad de expresión debe ser protegida, incluso cuando es utilizada para promover ideas que la mayoría desaprueba, como son las ideas racistas, de la misma manera que protegemos el derecho de cada uno a profesar su religión, aunque no sea la nuestra.
Esto no quiere decir que el racismo no deba ser rechazado y combatido. Pero como dije antes, se lo debe combatir con ideas, con educación y con el rechazo de la gente hacia quienes expresan opiniones racistas. Por ejemplo quienes rechazan el racismo tienen todo el derecho de no entablar amistad ni hacer negocios con personas o instituciones que promuevan el racismo. Un medio de prensa privado tiene todo el derecho de no dar cobertura a personas racistas. Y por supuesto, el Estado debe aplicar la ley contra quienes van más allá del discurso y cometen actos de violencia contra otras personas.
El rechazo generalizado de la sociedad, la educación y la concienciación son las mejores armas contra el racismo. Un buen ejemplo de esto es el grupo de supremacía blanca Ku Klux Klan en Estados Unidos. Son gente que declara abiertamente su odio por quienes no son blancos descendientes de anglosajones. Son en su mayoría lo que los americanos llaman basura blanca (white trash): gente pobre, con poca educación, resentida con la sociedad que se junta a beber cerveza y a lamentarse de su situación. Viven en una sociedad que mayoritariamente los rechaza, los ignora, y los mira como una curiosidad anacrónica. Son irrelevantes e inofensivos. Y tienen el derecho de decir todas las estupideces que deseen, pero no tienen quien los escuche.
Santa Cruz de la Sierra, 07/04/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Construir sociedades abiertas (siguiendo a Karl Popper), requiere de un alto grado de tolerancia. Requiere especialmente de una defensa abrumadora de la libertad de expresión. Requiere defender el derecho de otros a expresar sus ideas, no importa cuán idiotas o retorcidas creamos que sean. Es precisamente cuando surgen discursos que la mayoría reprocha, donde se pone a prueba la tolerancia y la libertad de expresión en una sociedad.
El racismo es un tema que puede poner a prueba el nivel de civilidad y tolerancia de una sociedad. Y es encomiable que la sociedad y el Estado luchen contra el racismo, pero esa lucha no se debe sobreponer a la defensa intransigente del derecho de cada ciudadano a expresar libremente sus ideas. Pocas cosas pueden ser tan importantes como la libertad de expresión para preservar una sociedad de ciudadanos libres, es por ello que una de las primeras cosas que los regímenes autoritarios hacen es limitarla. Permitirle al Estado que cercene la libertad de expresión, incluso cuando se utiliza para expresar ideas que la mayoría desaprueba, puede abrir las puertas a mayores limitaciones… y a la tiranía.
Para preservar una sociedad abierta, la libertad de expresión debe ser protegida, incluso cuando es utilizada para promover ideas que la mayoría desaprueba, como son las ideas racistas, de la misma manera que protegemos el derecho de cada uno a profesar su religión, aunque no sea la nuestra.
Esto no quiere decir que el racismo no deba ser rechazado y combatido. Pero como dije antes, se lo debe combatir con ideas, con educación y con el rechazo de la gente hacia quienes expresan opiniones racistas. Por ejemplo quienes rechazan el racismo tienen todo el derecho de no entablar amistad ni hacer negocios con personas o instituciones que promuevan el racismo. Un medio de prensa privado tiene todo el derecho de no dar cobertura a personas racistas. Y por supuesto, el Estado debe aplicar la ley contra quienes van más allá del discurso y cometen actos de violencia contra otras personas.
El rechazo generalizado de la sociedad, la educación y la concienciación son las mejores armas contra el racismo. Un buen ejemplo de esto es el grupo de supremacía blanca Ku Klux Klan en Estados Unidos. Son gente que declara abiertamente su odio por quienes no son blancos descendientes de anglosajones. Son en su mayoría lo que los americanos llaman basura blanca (white trash): gente pobre, con poca educación, resentida con la sociedad que se junta a beber cerveza y a lamentarse de su situación. Viven en una sociedad que mayoritariamente los rechaza, los ignora, y los mira como una curiosidad anacrónica. Son irrelevantes e inofensivos. Y tienen el derecho de decir todas las estupideces que deseen, pero no tienen quien los escuche.
Santa Cruz de la Sierra, 07/04/11
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domingo, 3 de abril de 2011
Defendiendo principios liberales y a fumadores
Javier Paz García
En muchos lugares del mundo, el Estado prohíbe fumar cigarrillos en sitios de propiedad privada. Por ejemplo hace apenas unos días el gobierno de Uruguay decidió multar al Hotel Sheraton por permitir a Joaquín Sabina fumar durante una conferencia de prensa. Según reportes de prensa el monto podría llegar a los 11.000 dólares. Este es un ejemplo donde, ante la ausencia de principios que guíen nuestra conducta, nos alineamos según nuestra conveniencia: los fumadores en contra de la medida, y los no fumadores a favor.
Yo no fumo, y pocas cosas me son más molestas que el humo del cigarrillo. Creo sin embargo que cada persona debe tener la libertad de elegir sus preferencias e incluso sus vicios. Y me parece fantástico que el Estado prohíba que se fume en oficinas públicas, pero no estoy de acuerdo en que el Estado prohíba que se fume en sitios de propiedad privada, incluso cuando son de uso público como ser restaurantes u hoteles. Para evitar malinterpretaciones, debo aclarar que no estoy en contra de que, por ejemplo, el dueño de un restaurante decida prohibir fumar a sus clientes, sino que sea el Estado quien lo prohíba.
Alguien dirá que el Estado prohíbe fumar para proteger a las personas que no fuman. Sin embargo el argumento es falaz porque nadie es forzado a entrar a lugares donde se fuma. Además, sucede a menudo que el propio mercado, cuando se lo deja en libertad, encuentra soluciones a las preferencias de los consumidores; en la mayoría de los casos, en los lugares donde se aplicó este tipo de leyes, ya existían restaurantes y hoteles que prohibían o limitaban las áreas de fumadores.
Alguien dirá que estas leyes son buenas porque fumar es malo para la salud. Entonces deberíamos aplicar el mismo principio a la infinidad de cosas que son malas para la salud, como consumir bebidas alcohólicas, comer demasiada carne roja, no hacer ejercicios regularmente, no comer frutas ni ensaladas, etc., y que sin embargo el Estado no regula. Probablemente la mayoría de los ciudadanos no estarían dispuestos a que el Estado controle el régimen alimenticio.
Y es que el tema no debe estar basado sobre si es bueno o malo para la salud, (todos los fumadores saben que fumar es malo) sino sobre el inmenso poder que delegamos al Estado cuando le permitimos normar asuntos que son netamente de interés privado y personal, y el riesgo de que dicho poder sea cada vez más opresor. Defender principios liberales implica defender la libertad de otros, incluso cuando esa libertad ajena nos sea molesta u odiosa. Defender la libertad de otros es una forma de defender nuestra libertad. Muchos tiranos han querido imponer su visión moral sobre sus gobernados. A veces el camino a la servidumbre puede comenzar por algo tan sencillo, aparentemente incontrovertible, apolítico y noble como ser prohibir fumar.
Santa Cruz de la Sierra, 01/04/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
En muchos lugares del mundo, el Estado prohíbe fumar cigarrillos en sitios de propiedad privada. Por ejemplo hace apenas unos días el gobierno de Uruguay decidió multar al Hotel Sheraton por permitir a Joaquín Sabina fumar durante una conferencia de prensa. Según reportes de prensa el monto podría llegar a los 11.000 dólares. Este es un ejemplo donde, ante la ausencia de principios que guíen nuestra conducta, nos alineamos según nuestra conveniencia: los fumadores en contra de la medida, y los no fumadores a favor.
Yo no fumo, y pocas cosas me son más molestas que el humo del cigarrillo. Creo sin embargo que cada persona debe tener la libertad de elegir sus preferencias e incluso sus vicios. Y me parece fantástico que el Estado prohíba que se fume en oficinas públicas, pero no estoy de acuerdo en que el Estado prohíba que se fume en sitios de propiedad privada, incluso cuando son de uso público como ser restaurantes u hoteles. Para evitar malinterpretaciones, debo aclarar que no estoy en contra de que, por ejemplo, el dueño de un restaurante decida prohibir fumar a sus clientes, sino que sea el Estado quien lo prohíba.
Alguien dirá que el Estado prohíbe fumar para proteger a las personas que no fuman. Sin embargo el argumento es falaz porque nadie es forzado a entrar a lugares donde se fuma. Además, sucede a menudo que el propio mercado, cuando se lo deja en libertad, encuentra soluciones a las preferencias de los consumidores; en la mayoría de los casos, en los lugares donde se aplicó este tipo de leyes, ya existían restaurantes y hoteles que prohibían o limitaban las áreas de fumadores.
Alguien dirá que estas leyes son buenas porque fumar es malo para la salud. Entonces deberíamos aplicar el mismo principio a la infinidad de cosas que son malas para la salud, como consumir bebidas alcohólicas, comer demasiada carne roja, no hacer ejercicios regularmente, no comer frutas ni ensaladas, etc., y que sin embargo el Estado no regula. Probablemente la mayoría de los ciudadanos no estarían dispuestos a que el Estado controle el régimen alimenticio.
Y es que el tema no debe estar basado sobre si es bueno o malo para la salud, (todos los fumadores saben que fumar es malo) sino sobre el inmenso poder que delegamos al Estado cuando le permitimos normar asuntos que son netamente de interés privado y personal, y el riesgo de que dicho poder sea cada vez más opresor. Defender principios liberales implica defender la libertad de otros, incluso cuando esa libertad ajena nos sea molesta u odiosa. Defender la libertad de otros es una forma de defender nuestra libertad. Muchos tiranos han querido imponer su visión moral sobre sus gobernados. A veces el camino a la servidumbre puede comenzar por algo tan sencillo, aparentemente incontrovertible, apolítico y noble como ser prohibir fumar.
Santa Cruz de la Sierra, 01/04/11
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viernes, 1 de abril de 2011
Sobre el fin del capitalismo y otras bellaquerías
Javier Paz García
Karl Marx no era loco ni tonto, era un pensador extraordinario, pero se equivoco en la mayoría de sus predicciones (Karl Popper, en La Sociedad Abierta y sus Enemigos muestra la pobre capacidad profética del autor de El Capital). Marx fue uno de los primeros pensadores en indagar sobre los ciclos económicos del capitalismo, aportando así a esta ciencia. Sin embargo, profetizó (y se equivocó) que los ciclos económicos se harían más intensos hasta acabar con el capitalismo.
Ya ha pasado más de una década desde aquella profecía, y el capitalismo, a pesar de sus ciclos económicos, es más dinámico que nunca. De hecho, hoy casi todo el mundo, incluidas la ex Unión Soviética y China ha adoptado sistemas más o menos capitalistas y hasta Fidel Castro (tal vez luego de haberse fumado unos habanos cargados con algo más que tabaco) en un raro despliegue de sinceridad admitió que el comunismo no sirve para nada.
Sin embargo, siguen existiendo agoreros y charlatanes pronosticando el fin del capitalismo. Entre los tantos bellacos, tal vez mis favoritos son Hugo Chávez y Evo Morales, cuyas ocurrencias están a la altura de las de Quevedo o Cervantes. Por ejemplo, Hugo Chávez anunció recientemente un descubrimiento que estremeció a la comunidad científica mundial: que en Marte hubo vida, pero el capitalismo acabo con ella. Por su parte, el Estado Plurinacional de Bolivia no se queda atrás, ya que Evo recientemente anunció que el capitalismo es culpable de los terremotos. Y podemos concluir de las palabras de su ministro de comunicación, el futurólogo Iván Canelas, que si el mundo le hubiera hecho caso a Evo, se hubiera evitado el terremoto y el tsunami de Japón.
Es tan “plurifacético” nuestro pluripresidente que también es secretario de los cocaleros, futbolista, trompetista, yatiri, salvador del planeta y luz del universo, entonces, ¿por qué no puede ser científico? Además recordemos que S.E. también ha descubierto las causas de la homosexualidad y la calvicie, y ha pronosticado el desempleo total para los peluqueros en 50 años más. Pero Morales no está solo en sus investigaciones científicas, tiene un canciller que ha descubierto que las piedras son fornicadoras empedernidas y que la hoja de coca es un excelente sustituto de la leche para los niños. También tiene un club de super-amigos entre los que se encuentra el iraní Ahmadinejad, quien ha pronosticado el fin del capitalismo para dentro de poquísimo, ha puesto en evidencia que el holocausto judío fue un invento y ha descubierto que el atentado a las torres gemelas fue auto-infligido. Está también el comunista renegado Fidel Castro, abuelito de Evo Morales a quien la vejez no le resta la habilidad para la literatura fantástica.
No creo que después del rodillazo, Evo vuelva a ser candidato serio al premio Nobel de la Paz, pero podría hacer un compendio de la sabiduría adquirida por él y sus amigazos (¿por qué no incluirlo al pobre Gadaffi también?) para que sean candidatos al de literatura.
Santa Cruz de la Sierra, 24/03/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Karl Marx no era loco ni tonto, era un pensador extraordinario, pero se equivoco en la mayoría de sus predicciones (Karl Popper, en La Sociedad Abierta y sus Enemigos muestra la pobre capacidad profética del autor de El Capital). Marx fue uno de los primeros pensadores en indagar sobre los ciclos económicos del capitalismo, aportando así a esta ciencia. Sin embargo, profetizó (y se equivocó) que los ciclos económicos se harían más intensos hasta acabar con el capitalismo.
Ya ha pasado más de una década desde aquella profecía, y el capitalismo, a pesar de sus ciclos económicos, es más dinámico que nunca. De hecho, hoy casi todo el mundo, incluidas la ex Unión Soviética y China ha adoptado sistemas más o menos capitalistas y hasta Fidel Castro (tal vez luego de haberse fumado unos habanos cargados con algo más que tabaco) en un raro despliegue de sinceridad admitió que el comunismo no sirve para nada.
Sin embargo, siguen existiendo agoreros y charlatanes pronosticando el fin del capitalismo. Entre los tantos bellacos, tal vez mis favoritos son Hugo Chávez y Evo Morales, cuyas ocurrencias están a la altura de las de Quevedo o Cervantes. Por ejemplo, Hugo Chávez anunció recientemente un descubrimiento que estremeció a la comunidad científica mundial: que en Marte hubo vida, pero el capitalismo acabo con ella. Por su parte, el Estado Plurinacional de Bolivia no se queda atrás, ya que Evo recientemente anunció que el capitalismo es culpable de los terremotos. Y podemos concluir de las palabras de su ministro de comunicación, el futurólogo Iván Canelas, que si el mundo le hubiera hecho caso a Evo, se hubiera evitado el terremoto y el tsunami de Japón.
Es tan “plurifacético” nuestro pluripresidente que también es secretario de los cocaleros, futbolista, trompetista, yatiri, salvador del planeta y luz del universo, entonces, ¿por qué no puede ser científico? Además recordemos que S.E. también ha descubierto las causas de la homosexualidad y la calvicie, y ha pronosticado el desempleo total para los peluqueros en 50 años más. Pero Morales no está solo en sus investigaciones científicas, tiene un canciller que ha descubierto que las piedras son fornicadoras empedernidas y que la hoja de coca es un excelente sustituto de la leche para los niños. También tiene un club de super-amigos entre los que se encuentra el iraní Ahmadinejad, quien ha pronosticado el fin del capitalismo para dentro de poquísimo, ha puesto en evidencia que el holocausto judío fue un invento y ha descubierto que el atentado a las torres gemelas fue auto-infligido. Está también el comunista renegado Fidel Castro, abuelito de Evo Morales a quien la vejez no le resta la habilidad para la literatura fantástica.
No creo que después del rodillazo, Evo vuelva a ser candidato serio al premio Nobel de la Paz, pero podría hacer un compendio de la sabiduría adquirida por él y sus amigazos (¿por qué no incluirlo al pobre Gadaffi también?) para que sean candidatos al de literatura.
Santa Cruz de la Sierra, 24/03/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
jueves, 24 de marzo de 2011
Socialismo y los asalariados
Javier Paz García
En el papel y en los discursos, el socialismo defiende a las clases trabajadoras, principalmente a los obreros y campesinos con bajos niveles de educación. Sin embargo en los hechos, el socialismo ha sido perjudicial para estos sectores.
No existe punto de comparación entre la calidad de vida que goza un obrero en Estados Unidos o la Unión Europea y uno que viva en Latinoamérica o África. En general, mientras más alejada se encuentre una economía de las doctrinas socialistas, es mayor el nivel de vida que goza su población, incluidos obreros y campesinos. El trabajador asalariado de un país de tendencia socialista debe resignarse a vivir peor y ganar menos que su homólogo en un país de tendencia capitalista porque las condiciones institucionales lo hacen poco productivo. El trabajador asalariado de un país de tendencia socialista debe resignarse a sufrir el desempleo y el subempleo, en tasas mayores y por tiempos más prolongados de los experimentados en los países de tendencia capitalista, porque el marco institucional de los países socialistas hace más difícil crear empresas y hacerlas crecer.
Adicionalmente, las condiciones laborales, en cuanto a seguridad industrial, seguros de salud, horario laboral, pago de horas extras son mucho mejores en los países capitalista. Por ejemplo, en Estados Unidos un trabajador gana un 50% más por sus horas extras; es decir, si un trabajador gana 10 dólares por hora, por cada hora extra que trabaje se le pagará 15 dólares. Además el trabajador en Estados Unidos tendrá todo el equipo de seguridad que sea necesario (botas, guantes, gafas, etc.) mientras que su homólogo en un país como Bolivia podría estar haciendo lo mismo, ganando en un día lo que el norteamericano gana en una hora, trabajando más horas y calzando chinelas. Los índices de trabajo infantil son mayores en los países de tendencia socialista
Finalmente, la actividad sindical goza de mucha mayor libertad en los países capitalistas, mientras que en los países de tendencia socialista es limitada por el Estado e incluso reprimida.
Hay una razón por la cual los trabajadores mejicanos, cubanos, guatemaltecos y latinoamericanos emigran a Estados Unidos, incluso poniendo en riesgo sus vidas o los turcos y nor-africanos emigran a la Unión Europea y es simplemente que los países capitalistas ofrecen mejores condiciones de vida para los trabajadores asalariados.
Santa Cruz de la Sierra, 17/03/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
En el papel y en los discursos, el socialismo defiende a las clases trabajadoras, principalmente a los obreros y campesinos con bajos niveles de educación. Sin embargo en los hechos, el socialismo ha sido perjudicial para estos sectores.
No existe punto de comparación entre la calidad de vida que goza un obrero en Estados Unidos o la Unión Europea y uno que viva en Latinoamérica o África. En general, mientras más alejada se encuentre una economía de las doctrinas socialistas, es mayor el nivel de vida que goza su población, incluidos obreros y campesinos. El trabajador asalariado de un país de tendencia socialista debe resignarse a vivir peor y ganar menos que su homólogo en un país de tendencia capitalista porque las condiciones institucionales lo hacen poco productivo. El trabajador asalariado de un país de tendencia socialista debe resignarse a sufrir el desempleo y el subempleo, en tasas mayores y por tiempos más prolongados de los experimentados en los países de tendencia capitalista, porque el marco institucional de los países socialistas hace más difícil crear empresas y hacerlas crecer.
Adicionalmente, las condiciones laborales, en cuanto a seguridad industrial, seguros de salud, horario laboral, pago de horas extras son mucho mejores en los países capitalista. Por ejemplo, en Estados Unidos un trabajador gana un 50% más por sus horas extras; es decir, si un trabajador gana 10 dólares por hora, por cada hora extra que trabaje se le pagará 15 dólares. Además el trabajador en Estados Unidos tendrá todo el equipo de seguridad que sea necesario (botas, guantes, gafas, etc.) mientras que su homólogo en un país como Bolivia podría estar haciendo lo mismo, ganando en un día lo que el norteamericano gana en una hora, trabajando más horas y calzando chinelas. Los índices de trabajo infantil son mayores en los países de tendencia socialista
Finalmente, la actividad sindical goza de mucha mayor libertad en los países capitalistas, mientras que en los países de tendencia socialista es limitada por el Estado e incluso reprimida.
Hay una razón por la cual los trabajadores mejicanos, cubanos, guatemaltecos y latinoamericanos emigran a Estados Unidos, incluso poniendo en riesgo sus vidas o los turcos y nor-africanos emigran a la Unión Europea y es simplemente que los países capitalistas ofrecen mejores condiciones de vida para los trabajadores asalariados.
Santa Cruz de la Sierra, 17/03/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
miércoles, 16 de marzo de 2011
¿Por qué Bolivia es un Estado fallido?
Javier Paz García
La principal función del Estado es la administración de justicia. Los hombres nos sometemos a cumplir ciertas normas para evitar el caos y la anarquía. Renunciamos a la ley de la selva para ser parte de un Estado de Derecho donde las leyes respondan a ciertos principios de equidad, libertad y derechos universales. Y es precisamente para mantener ese Estado de Derecho y hacer cumplir la ley que permitimos que el Estado tenga el monopolio de la fuerza. Los jueces, fiscales y policías por lo tanto no están para servir al Estado o al gobierno, sino para hacer cumplir la ley y resguardar los derechos de los ciudadanos. Cuando un país tiene un sistema judicial que protege los derechos de los ciudadanos, castiga a quienes violan la ley y pone límites al poder de los gobernantes entonces dicho Estado cumple su función principal y esa sociedad tiene mejores posibilidades de vivir en paz y prosperidad.
Bolivia tiene un sistema judicial totalmente corrompido, donde los jueces y fiscales son en buena parte agentes de extorsión y chantaje, donde la retardación de justicia nos exige la paciencia de Matusalén, donde ganan los juicios quienes tienen más dinero o influencias sin importar quién tiene la razón o la verdad. ¿O quién no conoce alguna historia de terror sobre la corrupción de los jueces y fiscales o la ha vivido en carne propia?
En la Policía Nacional la situación no es más alentadora. Sus miembros se asocian con narcotraficantes, criminales organizados y ladrones comunes para delinquir, robar y extorsionar a personas inocentes. Son tantas las denuncias y los hechos comprobados que alguien podría inferir que la Policía no es más que una banda criminal; la más grande y mejor organizada de Bolivia.
La corrupción del sistema judicial y de la Policía Nacional hace que estas instituciones pasen de protectoras y guardianes de la sociedad civil, a extorsionadoras. Hace que se diluya el Estado y pululen los maleantes y pandilleros, ladrones de cuello blanco y estafadores actuando con impunidad e incluso protección del Estado. Deja a la población indefensa ante la injusticia. Obliga a que la gente haga justicia con sus propias manos como es el caso de los linchamientos. Hace que el Estado se aplace todos los días en su asignatura más importante: la administración de justicia. Hace de Bolivia un Estado fallido.
Santa Cruz de la Sierra, 11/03/11
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La principal función del Estado es la administración de justicia. Los hombres nos sometemos a cumplir ciertas normas para evitar el caos y la anarquía. Renunciamos a la ley de la selva para ser parte de un Estado de Derecho donde las leyes respondan a ciertos principios de equidad, libertad y derechos universales. Y es precisamente para mantener ese Estado de Derecho y hacer cumplir la ley que permitimos que el Estado tenga el monopolio de la fuerza. Los jueces, fiscales y policías por lo tanto no están para servir al Estado o al gobierno, sino para hacer cumplir la ley y resguardar los derechos de los ciudadanos. Cuando un país tiene un sistema judicial que protege los derechos de los ciudadanos, castiga a quienes violan la ley y pone límites al poder de los gobernantes entonces dicho Estado cumple su función principal y esa sociedad tiene mejores posibilidades de vivir en paz y prosperidad.
Bolivia tiene un sistema judicial totalmente corrompido, donde los jueces y fiscales son en buena parte agentes de extorsión y chantaje, donde la retardación de justicia nos exige la paciencia de Matusalén, donde ganan los juicios quienes tienen más dinero o influencias sin importar quién tiene la razón o la verdad. ¿O quién no conoce alguna historia de terror sobre la corrupción de los jueces y fiscales o la ha vivido en carne propia?
En la Policía Nacional la situación no es más alentadora. Sus miembros se asocian con narcotraficantes, criminales organizados y ladrones comunes para delinquir, robar y extorsionar a personas inocentes. Son tantas las denuncias y los hechos comprobados que alguien podría inferir que la Policía no es más que una banda criminal; la más grande y mejor organizada de Bolivia.
La corrupción del sistema judicial y de la Policía Nacional hace que estas instituciones pasen de protectoras y guardianes de la sociedad civil, a extorsionadoras. Hace que se diluya el Estado y pululen los maleantes y pandilleros, ladrones de cuello blanco y estafadores actuando con impunidad e incluso protección del Estado. Deja a la población indefensa ante la injusticia. Obliga a que la gente haga justicia con sus propias manos como es el caso de los linchamientos. Hace que el Estado se aplace todos los días en su asignatura más importante: la administración de justicia. Hace de Bolivia un Estado fallido.
Santa Cruz de la Sierra, 11/03/11
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martes, 8 de marzo de 2011
Estudiante venezolanos en huelga de hambre
Javier Paz García
Mientras escribo estas líneas, hay casi ochenta y tres jóvenes venezolanos llevando a cabo una huelga de hambre en su país. Piden que el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza vaya a Venezuela a verificar la situación de los derechos humanos en ese país. Según la carta enviada por los jóvenes a la OEA, Insulza se comprometió el siete de diciembre de 2009 a ir a Venezuela entre enero y febrero del 2010 “para constatar in situ la situación general de los Derechos Humanos en nuestro país y, muy especialmente, la situación de los presos y perseguidos políticos…”
Piden “el cese inmediato en nuestro país de la prisión y de la persecución judicial por motivos políticos.”
Piden el “respeto a la democracia y la voluntad popular expresada a través del voto el 26 de Septiembre de 2010, que eligió a los presos políticos Biaggio Pilieri, Freddy Curupe y José Sánchez como Diputados a la Asamblea Nacional de lo que deriva que los mismos deben ser puestos en inmediata libertad para poder desempeñar, con la inmunidad que es inherente a sus cargos, las funciones parlamentarias que les confió el pueblo de Venezuela”.
Piden atención médica y trato humanitario para los presos Silvio Mérida Ortiz, William Saud, Rolando Guevara, Erasmo Bolívar, José Sánchez, Otto Gebauer, Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henry Vivas.
Cada vez se suman más jóvenes a la huelga y han recibido el apoyo y la solidaridad de grupos como los exiliados venezolanos en Perú. El alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma pidió a la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff para que se pronuncie sobre la huelga.
Los jóvenes huelguistas solicitan la ayuda de todos, para que juntos hagamos presión a nuestros gobiernos enviando cartas a nuestros parlamentarios y autoridades electas, para que presionen a Venezuela y a la OEA buscando que se respeten los derechos humanos en este país.
Mediante la presente deseo expresar la solidaridad de los bolivianos demócratas, cuya situación en cuestión de abusos del gobierno y persecución política es similar a la de Venezuela. Y también presionar a la OEA y a su actual Secretario General, cuya actuación en defensa de los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho en la región deja mucho que desear.
Santa Cruz de la Sierra, 23/02/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Mientras escribo estas líneas, hay casi ochenta y tres jóvenes venezolanos llevando a cabo una huelga de hambre en su país. Piden que el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza vaya a Venezuela a verificar la situación de los derechos humanos en ese país. Según la carta enviada por los jóvenes a la OEA, Insulza se comprometió el siete de diciembre de 2009 a ir a Venezuela entre enero y febrero del 2010 “para constatar in situ la situación general de los Derechos Humanos en nuestro país y, muy especialmente, la situación de los presos y perseguidos políticos…”
Piden “el cese inmediato en nuestro país de la prisión y de la persecución judicial por motivos políticos.”
Piden el “respeto a la democracia y la voluntad popular expresada a través del voto el 26 de Septiembre de 2010, que eligió a los presos políticos Biaggio Pilieri, Freddy Curupe y José Sánchez como Diputados a la Asamblea Nacional de lo que deriva que los mismos deben ser puestos en inmediata libertad para poder desempeñar, con la inmunidad que es inherente a sus cargos, las funciones parlamentarias que les confió el pueblo de Venezuela”.
Piden atención médica y trato humanitario para los presos Silvio Mérida Ortiz, William Saud, Rolando Guevara, Erasmo Bolívar, José Sánchez, Otto Gebauer, Iván Simonovis, Lázaro Forero, Henry Vivas.
Cada vez se suman más jóvenes a la huelga y han recibido el apoyo y la solidaridad de grupos como los exiliados venezolanos en Perú. El alcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma pidió a la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff para que se pronuncie sobre la huelga.
Los jóvenes huelguistas solicitan la ayuda de todos, para que juntos hagamos presión a nuestros gobiernos enviando cartas a nuestros parlamentarios y autoridades electas, para que presionen a Venezuela y a la OEA buscando que se respeten los derechos humanos en este país.
Mediante la presente deseo expresar la solidaridad de los bolivianos demócratas, cuya situación en cuestión de abusos del gobierno y persecución política es similar a la de Venezuela. Y también presionar a la OEA y a su actual Secretario General, cuya actuación en defensa de los derechos humanos, la democracia y el Estado de Derecho en la región deja mucho que desear.
Santa Cruz de la Sierra, 23/02/11
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viernes, 18 de febrero de 2011
Liberalismo y los asalariados
Javier Paz García
La propaganda socialista le ha hecho mala fama al liberalismo, especialmente entre los sectores obreros y campesinos. Marx sentía un odio visceral hacia el liberalismo, odio no del todo injustificado si tomamos en cuenta las terribles condiciones de los asalariados europeos de principios del siglo XIX. Lo cierto es que el liberalismo en general defiende la libertad y persigue objetivos que la promuevan y afiancen, en un marco de democracia e igualdad ante la ley. En lo que concierne a la producción defiende el libre mercado tanto en bienes y servicios, como laboral.
Podría parecer que defender el libre mercado laboral va en contra de los asalariados. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que permitirle a un empleador despedir libremente a sus empleados pueda ser beneficioso para los empleados? La razón radica en que el libre mercado dinamiza la economía, obliga a las empresas a ser eficientes y de esa manera incrementa las tasas de crecimiento de un país. Solo en la medida en que una empresa se vuelve más eficiente y genera mayores ingresos, es que puede pagar mayores salarios.
La rigidez del mercado laboral tiene consecuencias similares en los asalariados porque crea incentivos para trabajar menos, a sabiendas de que no importa si son flojos o son esforzados, su empleador no los puede despedir. La rigidez del mercado laboral disminuye la productividad de una empresa, disminuyendo a su vez la capacidad de pagar salarios. Por otro lado, siempre me pareció ilógica la noción de que hay que proteger las fuentes de trabajo de las garras de los avaros capitalistas. Incluso aceptando la noción de que el capitalista es avaro y solo le interesa hacer dinero, tenemos que reconocer que para hacer dinero es necesario atraer y retener a buenos trabajadores, por ende está en el mejor interés del capitalista el retener a sus buenos trabajadores y darles un trato y una paga que evite que cambien de trabajo. Por otro lado, un mercado laboral flexible genera mayores opciones de trabajo y reduce las tasas de desempleo, lo cual beneficia a los asalariados.
Si la explicación teórica precedente no es suficiente para convencer al lector que la libre contratación y despido de trabajadores en un marco de libre competencia, es la mejor forma de mejorar las condiciones laborales, tal vez la realidad sirva de argumento. No es en los países socialistas donde los asalariados disfrutan de las mejores condiciones de trabajo, sino al contrario en los países más capitalistas. Por citar un ejemplo específico, los sueldos de un chofer de tráiler en Estados Unidos rondan los setenta mil dólares, mientras que en Bolivia, un chofer que trabaja más horas que su homólogo americano, con caminos más difíciles y peligrosos, con suerte llega a ganar ocho mil dólares al año. Y así podemos hablar de mineros, mecánicos, secretarias, empleadas domésticas, etc. cuyos salarios en Estados Unidos y Europa les permite tener casa, vehículo y una alimentación adecuada, mientras sus homólogos del segundo y tercer mundo trabajan para apenas escapar de la miseria y el hambre.
Santa Cruz de la Sierra, 15/02/11
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La propaganda socialista le ha hecho mala fama al liberalismo, especialmente entre los sectores obreros y campesinos. Marx sentía un odio visceral hacia el liberalismo, odio no del todo injustificado si tomamos en cuenta las terribles condiciones de los asalariados europeos de principios del siglo XIX. Lo cierto es que el liberalismo en general defiende la libertad y persigue objetivos que la promuevan y afiancen, en un marco de democracia e igualdad ante la ley. En lo que concierne a la producción defiende el libre mercado tanto en bienes y servicios, como laboral.
Podría parecer que defender el libre mercado laboral va en contra de los asalariados. Por ejemplo, ¿cómo puede ser que permitirle a un empleador despedir libremente a sus empleados pueda ser beneficioso para los empleados? La razón radica en que el libre mercado dinamiza la economía, obliga a las empresas a ser eficientes y de esa manera incrementa las tasas de crecimiento de un país. Solo en la medida en que una empresa se vuelve más eficiente y genera mayores ingresos, es que puede pagar mayores salarios.
La rigidez del mercado laboral tiene consecuencias similares en los asalariados porque crea incentivos para trabajar menos, a sabiendas de que no importa si son flojos o son esforzados, su empleador no los puede despedir. La rigidez del mercado laboral disminuye la productividad de una empresa, disminuyendo a su vez la capacidad de pagar salarios. Por otro lado, siempre me pareció ilógica la noción de que hay que proteger las fuentes de trabajo de las garras de los avaros capitalistas. Incluso aceptando la noción de que el capitalista es avaro y solo le interesa hacer dinero, tenemos que reconocer que para hacer dinero es necesario atraer y retener a buenos trabajadores, por ende está en el mejor interés del capitalista el retener a sus buenos trabajadores y darles un trato y una paga que evite que cambien de trabajo. Por otro lado, un mercado laboral flexible genera mayores opciones de trabajo y reduce las tasas de desempleo, lo cual beneficia a los asalariados.
Si la explicación teórica precedente no es suficiente para convencer al lector que la libre contratación y despido de trabajadores en un marco de libre competencia, es la mejor forma de mejorar las condiciones laborales, tal vez la realidad sirva de argumento. No es en los países socialistas donde los asalariados disfrutan de las mejores condiciones de trabajo, sino al contrario en los países más capitalistas. Por citar un ejemplo específico, los sueldos de un chofer de tráiler en Estados Unidos rondan los setenta mil dólares, mientras que en Bolivia, un chofer que trabaja más horas que su homólogo americano, con caminos más difíciles y peligrosos, con suerte llega a ganar ocho mil dólares al año. Y así podemos hablar de mineros, mecánicos, secretarias, empleadas domésticas, etc. cuyos salarios en Estados Unidos y Europa les permite tener casa, vehículo y una alimentación adecuada, mientras sus homólogos del segundo y tercer mundo trabajan para apenas escapar de la miseria y el hambre.
Santa Cruz de la Sierra, 15/02/11
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jueves, 10 de febrero de 2011
El socialismo que todos queremos
Javier Paz García
El socialismo que todos queremos es el que nos protege a nosotros y jode a todos los demás. Es el que aplasta con impuestos y regulaciones a todos los sectores, menos al mío. Porque todos deben entender que es bueno para el país que a mi sector le rebaje los impuestos y le otorgue subsidios, bonos y protecciones contra la salvaje competencia capitalista.
El socialismo que todos queremos es el que compra caro a los productores y vende más barato a los consumidores, para que todos estén contentos y hace que esa diferencia de precio no la pague nadie, o por lo menos que no la pague yo con mis impuestos, que la paguen otros.
El socialismo que todos queremos es el que nacionaliza y estatiza a todos los sectores menos al mío.
El socialismo que todos queremos es el que regula el precio de todos los productos, menos el mío. Porque si yo vendo papa, el gobierno tiene que entender que si me obliga a venderla barata, no me va a alcanzar para seguir produciendo y me voy a quedar sin trabajo y el pueblo se va a quedar sin papas. Pero cuidado que el gobierno permita que suba el precio del azúcar o la gasolina que yo no produzco, ¡Acaso no entiende este insensible gobierno que yo me alimento con arroz y me transporto con gasolina!
El socialismo que todos queremos es el que protege a mi industria de la competencia internacional, para que así yo pueda venderle al pueblo un producto caro, sin preocuparme de mejorar la eficiencia, la productividad ni la calidad, pero que sí permite la competencia para todos los otros productos, para que yo, a la hora de hacer compras, tenga muchas opciones para elegir entre lo mejor y más barato.
El socialismo que todos queremos es el que puede garantizarme una pega en la administración pública pero solo a mí, porque el pueblo tiene que entender que el gobierno tampoco puede darle trabajo a todos. Es el que me garantiza un trabajo donde sea y no me exige que trabaje, no me exige que cumpla con mis obligaciones laborales y no le permite a mi empleador botarme si no hago bien mi trabajo.
El socialismo que todos queremos me da salud y educación cuyos costos pagan todos menos yo. El socialismo que todos queremos resuelve todos mis problemas, para que yo pueda estar tenderme en una hamaca y olvidar las preocupaciones.
El socialismo que todos queremos exige responsabilidad, solidaridad y sacrificio de todos, en beneficio mío y me exime a mí de hacer lo mismo en beneficio de todos.
El socialismo que todos queremos es inviable porque exige sacrificios de todos menos de mí. Es egoísta porque exige beneficios para mí a costa de todos los demás. Es insostenible porque requiere de enormes gastos que nadie quiere pagar, y que a la larga, nadie puede pagar. Es irresponsable porque conduce a un país a la parálisis y la debacle económica. Es inmoral porque exime al individuo (me exime a mí), de toda responsabilidad y se la carga a ese ente abstracto llamado Estado.
Por eso el socialismo fracasa donde se lo prueba.
Santa Cruz de la Sierra, 10/02/11
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El socialismo que todos queremos es el que nos protege a nosotros y jode a todos los demás. Es el que aplasta con impuestos y regulaciones a todos los sectores, menos al mío. Porque todos deben entender que es bueno para el país que a mi sector le rebaje los impuestos y le otorgue subsidios, bonos y protecciones contra la salvaje competencia capitalista.
El socialismo que todos queremos es el que compra caro a los productores y vende más barato a los consumidores, para que todos estén contentos y hace que esa diferencia de precio no la pague nadie, o por lo menos que no la pague yo con mis impuestos, que la paguen otros.
El socialismo que todos queremos es el que nacionaliza y estatiza a todos los sectores menos al mío.
El socialismo que todos queremos es el que regula el precio de todos los productos, menos el mío. Porque si yo vendo papa, el gobierno tiene que entender que si me obliga a venderla barata, no me va a alcanzar para seguir produciendo y me voy a quedar sin trabajo y el pueblo se va a quedar sin papas. Pero cuidado que el gobierno permita que suba el precio del azúcar o la gasolina que yo no produzco, ¡Acaso no entiende este insensible gobierno que yo me alimento con arroz y me transporto con gasolina!
El socialismo que todos queremos es el que protege a mi industria de la competencia internacional, para que así yo pueda venderle al pueblo un producto caro, sin preocuparme de mejorar la eficiencia, la productividad ni la calidad, pero que sí permite la competencia para todos los otros productos, para que yo, a la hora de hacer compras, tenga muchas opciones para elegir entre lo mejor y más barato.
El socialismo que todos queremos es el que puede garantizarme una pega en la administración pública pero solo a mí, porque el pueblo tiene que entender que el gobierno tampoco puede darle trabajo a todos. Es el que me garantiza un trabajo donde sea y no me exige que trabaje, no me exige que cumpla con mis obligaciones laborales y no le permite a mi empleador botarme si no hago bien mi trabajo.
El socialismo que todos queremos me da salud y educación cuyos costos pagan todos menos yo. El socialismo que todos queremos resuelve todos mis problemas, para que yo pueda estar tenderme en una hamaca y olvidar las preocupaciones.
El socialismo que todos queremos exige responsabilidad, solidaridad y sacrificio de todos, en beneficio mío y me exime a mí de hacer lo mismo en beneficio de todos.
El socialismo que todos queremos es inviable porque exige sacrificios de todos menos de mí. Es egoísta porque exige beneficios para mí a costa de todos los demás. Es insostenible porque requiere de enormes gastos que nadie quiere pagar, y que a la larga, nadie puede pagar. Es irresponsable porque conduce a un país a la parálisis y la debacle económica. Es inmoral porque exime al individuo (me exime a mí), de toda responsabilidad y se la carga a ese ente abstracto llamado Estado.
Por eso el socialismo fracasa donde se lo prueba.
Santa Cruz de la Sierra, 10/02/11
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jueves, 3 de febrero de 2011
Socialismo y el empresariado
Javier Paz García
Lenin dijo que los capitalistas eran capaces de vender la soga con la cual serían ahorcados… y tenía razón. Podría parecer paradójico que empresarios apoyen regímenes socialistas cuyas políticas van en contra de la libre empresa. Esta aparente paradoja se explica por varios motivos. Mencionaré primeramente que el empresario en general no es político, ni economista, ni historiador, ni mucho menos liberal. No necesariamente sabe de las barbaridades del socialismo a lo largo de la historia, no necesariamente sabe del efecto empobrecedor de las políticas socialistas sobre la producción y el crecimiento económico, probablemente ni siquiera entiende a cabalidad que es liberalismo, ni que es socialismo. Además, el empresario busca maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas. Su estrategia de negocios rara vez está influenciada por consideraciones políticas, ideológicas o filantrópicas. El empresario busca como hacer dinero en tiempos buenos y como no perderlo en tiempos difíciles. Y así como un empleado, puede estar dispuesto a trabajar con un jefe abusivo y tacaño en épocas de crisis, pero a la primera oportunidad, se cambia a una pega mejor, también el empresario trabajará con el gobierno que le toque y en las condiciones que tenga, hasta que la soga lo ahorque. El empresario en general actúa con un instinto de supervivencia y si tiene que asociarse con el enemigo, la mayoría de las veces lo hará. Es complicado criticar esta actitud, ya que es la misma que, bajo condiciones favorables, hace del empresario un agente de innovación y creatividad, tomador de riesgos, proveedor de fuentes de empleo e impulsor del desarrollo económico de una región o país.
Por otro lado, aunque el socialismo genera pobreza, atraso y decrecimiento, no es malo para todos los empresarios. La consecuencia del socialismo es la estatización de la economía, el férreo control estatal sobre el sector privado y la creación de una burocracia encargada de dar o quitar permisos de producción, de exportación, fijación de precios, etc. Bajo estas condiciones puede ser fácil enriquecerse si se conoce a las personas adecuadas dentro del régimen, y siempre habrá quienes que conozcan a las personas adecuadas para conseguir adjudicaciones, monopolios, subvenciones, tasas preferenciales de interés, concesiones y otras bondades del socialismo. La diferencia entre un régimen liberal donde existe la libre competencia y el régimen socialista-estatista es que en el primero, los empresarios que triunfan y adquieren fortunas son aquellos que logran ofrecer a la población el mejor producto al menor precio, es decir los que logran ser mejores que la competencia, mientras que en el segundo es la burocracia socialista la que de antemano elije con el dedo a los nuevos ricos, que siempre son los parientes, los amigos y los allegados al régimen, quienes además pueden ofertar productos caros y de mala calidad, porque el Estado los protege de la competencia.
Santa Cruz de la Sierra, 03/02/11
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Lenin dijo que los capitalistas eran capaces de vender la soga con la cual serían ahorcados… y tenía razón. Podría parecer paradójico que empresarios apoyen regímenes socialistas cuyas políticas van en contra de la libre empresa. Esta aparente paradoja se explica por varios motivos. Mencionaré primeramente que el empresario en general no es político, ni economista, ni historiador, ni mucho menos liberal. No necesariamente sabe de las barbaridades del socialismo a lo largo de la historia, no necesariamente sabe del efecto empobrecedor de las políticas socialistas sobre la producción y el crecimiento económico, probablemente ni siquiera entiende a cabalidad que es liberalismo, ni que es socialismo. Además, el empresario busca maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas. Su estrategia de negocios rara vez está influenciada por consideraciones políticas, ideológicas o filantrópicas. El empresario busca como hacer dinero en tiempos buenos y como no perderlo en tiempos difíciles. Y así como un empleado, puede estar dispuesto a trabajar con un jefe abusivo y tacaño en épocas de crisis, pero a la primera oportunidad, se cambia a una pega mejor, también el empresario trabajará con el gobierno que le toque y en las condiciones que tenga, hasta que la soga lo ahorque. El empresario en general actúa con un instinto de supervivencia y si tiene que asociarse con el enemigo, la mayoría de las veces lo hará. Es complicado criticar esta actitud, ya que es la misma que, bajo condiciones favorables, hace del empresario un agente de innovación y creatividad, tomador de riesgos, proveedor de fuentes de empleo e impulsor del desarrollo económico de una región o país.
Por otro lado, aunque el socialismo genera pobreza, atraso y decrecimiento, no es malo para todos los empresarios. La consecuencia del socialismo es la estatización de la economía, el férreo control estatal sobre el sector privado y la creación de una burocracia encargada de dar o quitar permisos de producción, de exportación, fijación de precios, etc. Bajo estas condiciones puede ser fácil enriquecerse si se conoce a las personas adecuadas dentro del régimen, y siempre habrá quienes que conozcan a las personas adecuadas para conseguir adjudicaciones, monopolios, subvenciones, tasas preferenciales de interés, concesiones y otras bondades del socialismo. La diferencia entre un régimen liberal donde existe la libre competencia y el régimen socialista-estatista es que en el primero, los empresarios que triunfan y adquieren fortunas son aquellos que logran ofrecer a la población el mejor producto al menor precio, es decir los que logran ser mejores que la competencia, mientras que en el segundo es la burocracia socialista la que de antemano elije con el dedo a los nuevos ricos, que siempre son los parientes, los amigos y los allegados al régimen, quienes además pueden ofertar productos caros y de mala calidad, porque el Estado los protege de la competencia.
Santa Cruz de la Sierra, 03/02/11
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jueves, 27 de enero de 2011
Liberalismo y el empresariado
Javier Paz García
Es común calificar al liberalismo como un movimiento a favor de los empresarios y en contra de los empleados. Marx así lo sostenía y lo mismo han hecho los movimientos socialistas desde entonces. Es cierto que el liberalismo valora la importancia del empresario capitalista como agente fundamental de innovación y desarrollo; es cierto que considera la propiedad privada como una institución indispensable para la preservación de la libertad y el crecimiento económico. Pero no es correcto afirmar que el liberalismo privilegia a los capitalistas. Ludwig von Mises (1881 – 1973), en su libro Liberalismo afirma que “[h]istóricamente el liberalismo fue la primera orientación política que se preocupó del bienestar de todos y no del de determinados estamentos sociales” . Como el mismo Mises hace notar, tampoco es cierto “que los empresarios y capitalistas tengan particular interés en preferir el liberalismo. Su interés en preferir el liberalismo es idéntico al de cualquier otro individuo” . Y como cualquier otro individuo, asociación o gremio, intentan (cuando se les permite) obtener privilegios por parte del Estado. Los gremios empresariales buscan obtener del Estado subsidios, protección contra la competición extranjera, tasas de interés preferenciales, créditos estatales que muchas veces no pagan, obtención de monopolios y otros beneficios cuya otorgación va en perjuicio del resto de la población. La frase “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas” es sinónimo de esa actitud aprovechadora y antiliberal común en los empresarios. Los movimientos de izquierda han hecho una buena labor en vender esta situación como liberalismo y hay que admitir, que los movimientos políticos de supuesta tendencia liberal han colaborado a reforzar este error conceptual. El liberalismo condena estas prácticas, como condena cualquier privilegio sectorial o corporativo.
Esta crítica no intenta condenarlos, ni tomar la actitud simplona de clasificarlos entre buenos y malos empresarios. Más bien pretende hacer notar que el marco institucional afecta el comportamiento de los individuos. La misma actitud que, bajo cierto marco institucional, hace del empresario un agente de innovación y desarrollo, bajo otras condiciones institucionales lo convierte en un buscador de rentas y privilegios a costa de otros. Pretender que el empresario (y casi cualquier persona en el planeta) no piense en la ganancia es negar su naturaleza. Pero esa búsqueda de riqueza puede ser beneficiosa o perjudicial para la sociedad dependiendo de las instituciones que la misma sociedad construya. En realidad, no existe motivo para limitar el análisis al empresario. La misma actitud se aplica a los obreros, profesionales, campesinos, maestros o cualquier sector. Estos sectores también buscan conseguir privilegios sectoriales en detrimento del resto de la sociedad.
El problema no radica en que ciertos sectores intenten obtener privilegios del Estado, sino en tener un Estado institucionalmente débil y proclive a otorgar dichos privilegios.
Santa Cruz de la Sierra, 27/01/11
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Es común calificar al liberalismo como un movimiento a favor de los empresarios y en contra de los empleados. Marx así lo sostenía y lo mismo han hecho los movimientos socialistas desde entonces. Es cierto que el liberalismo valora la importancia del empresario capitalista como agente fundamental de innovación y desarrollo; es cierto que considera la propiedad privada como una institución indispensable para la preservación de la libertad y el crecimiento económico. Pero no es correcto afirmar que el liberalismo privilegia a los capitalistas. Ludwig von Mises (1881 – 1973), en su libro Liberalismo afirma que “[h]istóricamente el liberalismo fue la primera orientación política que se preocupó del bienestar de todos y no del de determinados estamentos sociales” . Como el mismo Mises hace notar, tampoco es cierto “que los empresarios y capitalistas tengan particular interés en preferir el liberalismo. Su interés en preferir el liberalismo es idéntico al de cualquier otro individuo” . Y como cualquier otro individuo, asociación o gremio, intentan (cuando se les permite) obtener privilegios por parte del Estado. Los gremios empresariales buscan obtener del Estado subsidios, protección contra la competición extranjera, tasas de interés preferenciales, créditos estatales que muchas veces no pagan, obtención de monopolios y otros beneficios cuya otorgación va en perjuicio del resto de la población. La frase “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas” es sinónimo de esa actitud aprovechadora y antiliberal común en los empresarios. Los movimientos de izquierda han hecho una buena labor en vender esta situación como liberalismo y hay que admitir, que los movimientos políticos de supuesta tendencia liberal han colaborado a reforzar este error conceptual. El liberalismo condena estas prácticas, como condena cualquier privilegio sectorial o corporativo.
Esta crítica no intenta condenarlos, ni tomar la actitud simplona de clasificarlos entre buenos y malos empresarios. Más bien pretende hacer notar que el marco institucional afecta el comportamiento de los individuos. La misma actitud que, bajo cierto marco institucional, hace del empresario un agente de innovación y desarrollo, bajo otras condiciones institucionales lo convierte en un buscador de rentas y privilegios a costa de otros. Pretender que el empresario (y casi cualquier persona en el planeta) no piense en la ganancia es negar su naturaleza. Pero esa búsqueda de riqueza puede ser beneficiosa o perjudicial para la sociedad dependiendo de las instituciones que la misma sociedad construya. En realidad, no existe motivo para limitar el análisis al empresario. La misma actitud se aplica a los obreros, profesionales, campesinos, maestros o cualquier sector. Estos sectores también buscan conseguir privilegios sectoriales en detrimento del resto de la sociedad.
El problema no radica en que ciertos sectores intenten obtener privilegios del Estado, sino en tener un Estado institucionalmente débil y proclive a otorgar dichos privilegios.
Santa Cruz de la Sierra, 27/01/11
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martes, 25 de enero de 2011
Homenaje a Monseñor Tito Solari
Javier Paz García
Conocí a Monseñor Tito Solari debido a su amistad con la familia de mi esposa. Mis suegros le pidieron que oficie nuestro matrimonio, solicitud que aceptó. Fue por este motivo que un par de meses antes de la boda, nos reunimos para que él conociera a los entonces novios. Fue una reunión de poco más de una hora pero no hace falta conversar mucho con Monseñor Tito para darse cuenta que uno está ante una gran persona. Tiene un carácter afable y su voz posee una serenidad contagiosa, su conversación es cordial e intercala con frecuencia anécdotas simpáticas de su vida, lo que ayuda a que uno rápidamente se sienta en confianza. Su actitud da la sensación de que no ve en otros a inferiores, sino a iguales; no adopta el rol de moralizador situado por encima del resto de la humanidad. Por eso, conversar con Monseñor Tito es una experiencia maravillosa.
Estas impresiones se vieron reforzadas en mi segundo encuentro con él, la noche de mi boda.
Apenas unas semanas después, Monseñor Tito se vio envuelto en una controversia por declarar su preocupación de que hayan niños en el Chapare traficando con droga. Los sindicatos cocaleros y el gobierno lo atacaron duramente, amenazándolo incluso con expulsarlo del país. Su reacción fue de humildad y conciliación. Resolvió la crisis ofreciendo la otra mejilla, respondiendo las ofensas ajenas, con una disculpa propia. Para quienes no lo conocen, su respuesta podría parecer una capitulación; para quienes hemos tenido el privilegio de conocerlo, es una muestra más de coherencia con sus principios.
Uno de los personajes más adorables de la literatura, es el Monseñor Myriel, de la obra Los Miserables de Victor Hugo. Uno de los momentos sublimes de la obra es cuando este personaje en vez de delatar a Jean Valjean por el hurto de su platería, se la regala con yapa. Este acto le muestra al personaje principal de Los Miserables que existe bondad en el mundo y le permite iniciar el camino de la redención. Monseñor Myriel salva el alma de Jean Valjean.
La actitud de Monseñor Tito Solari ante la crisis con los cocaleros me recordó a ese personaje literario tan bueno y bondados. Creo que es válida la comparación entre ambos. Creo que, como el ficticio Monseñor Myriel, nuestro Monseñor Tito, verdadero, de carne y hueso, viene a salvar almas. No busca reconocimientos, fama o poder, no intenta ganar batallas políticas, sino hacer el bien y ayudar al prójimo. Y es extraordinaria la humildad con la cual desempeña su misión. Por ello es capaz de devolver bien por mal, de intermediar en conflictos aparentemente irresolubles, de ver más allá de la noción maniquea de buenos y malos, de ver como una victoria lo que para otros sería una humillación.
Hace poco recibió un reconocimiento en Santa Cruz por su labor para con los jóvenes. Fue notorio en el público la admiración y el agradecimiento sentido por este extraordinario hombre. En su discurso de agradecimiento él dijo que la más contenta por el premio sería su mamá. Sería un honor si mi pequeño homenaje también provocase su alegría.
Santa Cruz de la Sierra, 21/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
Conocí a Monseñor Tito Solari debido a su amistad con la familia de mi esposa. Mis suegros le pidieron que oficie nuestro matrimonio, solicitud que aceptó. Fue por este motivo que un par de meses antes de la boda, nos reunimos para que él conociera a los entonces novios. Fue una reunión de poco más de una hora pero no hace falta conversar mucho con Monseñor Tito para darse cuenta que uno está ante una gran persona. Tiene un carácter afable y su voz posee una serenidad contagiosa, su conversación es cordial e intercala con frecuencia anécdotas simpáticas de su vida, lo que ayuda a que uno rápidamente se sienta en confianza. Su actitud da la sensación de que no ve en otros a inferiores, sino a iguales; no adopta el rol de moralizador situado por encima del resto de la humanidad. Por eso, conversar con Monseñor Tito es una experiencia maravillosa.
Estas impresiones se vieron reforzadas en mi segundo encuentro con él, la noche de mi boda.
Apenas unas semanas después, Monseñor Tito se vio envuelto en una controversia por declarar su preocupación de que hayan niños en el Chapare traficando con droga. Los sindicatos cocaleros y el gobierno lo atacaron duramente, amenazándolo incluso con expulsarlo del país. Su reacción fue de humildad y conciliación. Resolvió la crisis ofreciendo la otra mejilla, respondiendo las ofensas ajenas, con una disculpa propia. Para quienes no lo conocen, su respuesta podría parecer una capitulación; para quienes hemos tenido el privilegio de conocerlo, es una muestra más de coherencia con sus principios.
Uno de los personajes más adorables de la literatura, es el Monseñor Myriel, de la obra Los Miserables de Victor Hugo. Uno de los momentos sublimes de la obra es cuando este personaje en vez de delatar a Jean Valjean por el hurto de su platería, se la regala con yapa. Este acto le muestra al personaje principal de Los Miserables que existe bondad en el mundo y le permite iniciar el camino de la redención. Monseñor Myriel salva el alma de Jean Valjean.
La actitud de Monseñor Tito Solari ante la crisis con los cocaleros me recordó a ese personaje literario tan bueno y bondados. Creo que es válida la comparación entre ambos. Creo que, como el ficticio Monseñor Myriel, nuestro Monseñor Tito, verdadero, de carne y hueso, viene a salvar almas. No busca reconocimientos, fama o poder, no intenta ganar batallas políticas, sino hacer el bien y ayudar al prójimo. Y es extraordinaria la humildad con la cual desempeña su misión. Por ello es capaz de devolver bien por mal, de intermediar en conflictos aparentemente irresolubles, de ver más allá de la noción maniquea de buenos y malos, de ver como una victoria lo que para otros sería una humillación.
Hace poco recibió un reconocimiento en Santa Cruz por su labor para con los jóvenes. Fue notorio en el público la admiración y el agradecimiento sentido por este extraordinario hombre. En su discurso de agradecimiento él dijo que la más contenta por el premio sería su mamá. Sería un honor si mi pequeño homenaje también provocase su alegría.
Santa Cruz de la Sierra, 21/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
jueves, 13 de enero de 2011
Bolivia en el Índice de Libertad Económica 2011
Javier Paz García
La Fundación Heritage y el Wall Street Journal acaban de publicar la última versión del Índice de Libertad Económica correspondiente al año 2011. El estudio mide 179 países en diez áreas vitales para el desarrollo económico. Este año los cinco países con mayor puntaje son: Hong Kong con 89,7 puntos sobre un total de 100, seguido por Singapur, Australia, Nueva Zelandia y Suiza. Los cinco países con menor puntaje, comenzando por el peor son: Corea del Norte, Zimbadwe, Cuba, Eritrea y Venezuela.
La fuerte correlación positiva que existe entre la libertad económica y el desarrollo económico, demostrada en este índice se constituye en una sólida evidencia empírica a favor de políticas de libre mercado y de una participación limitada del Estado en la actividad económica. Pero el índice no solo sirve para mostrar empíricamente la superioridad del libre mercado por sobre el estatismo y el socialismo sino que también puede ser utilizado como un poderoso instrumento y guía de política económica. Un gobierno podría usar este índice como una hoja de ruta para encaminarse hacia una senda de crecimiento económico ya que el índice evalúa 10 áreas de la economía: la libertad empresarial, la libertad de comercio exterior, la libertad fiscal (nivel de impuestos), el gasto público, la política monetaria, la libertad de inversión, el sector financiero, los derechos de propiedad, la corrupción y la libertad del mercado laboral.
Dentro de Sudamérica, Chile tiene el mayor puntaje (77,4), seguido por Uruguay (70), Perú (68,6) y Colombia (68). Bolivia obtuvo un puntaje de 50 sobre 100 y quedó ubicado en el puesto 146 sobre un total de 179 países evaluados (a 33 países de la cola). Según el informe las áreas más problemáticas en Bolivia son: la situación de los derechos de propiedad, la libertad de inversión, la corrupción y la libertad del mercado laboral. Por supuesto esto no significa que no exista trabajo que hacer en las otras áreas.
Acompañan a Bolivia en el ranking países como Etiopía, Nepal, Burundi y Sierra Leona. No es de extrañarse entonces que el nivel económico de Bolivia sea más cercano al de países africanos y muy lejos de países del primer mundo. Como ya mencioné antes, Cuba y Venezuela se encuentran entre los últimos lugares en el Índice de Libertad Económica. La economía cubana es un desastre y la venezolana va camino al descalabro. El sentido común nos indica que si Bolivia sigue los pasos de estos países (cosa que está haciendo), pues terminará en la misma situación calamitosa (ya se ven los primero síntomas). Más prudente y lógico sería seguirle los pasos en materia de política económica a países como Chile o Perú, cuya apertura al mercado (demostrada por un alto puntaje en el índice), les ha permitido tener las tasas de crecimiento más altas de Sudamérica.
El estudio puede ser visto en inglés en la siguiente página: www.heritage.org/index/
Santa Cruz de la Sierra, 13/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
La Fundación Heritage y el Wall Street Journal acaban de publicar la última versión del Índice de Libertad Económica correspondiente al año 2011. El estudio mide 179 países en diez áreas vitales para el desarrollo económico. Este año los cinco países con mayor puntaje son: Hong Kong con 89,7 puntos sobre un total de 100, seguido por Singapur, Australia, Nueva Zelandia y Suiza. Los cinco países con menor puntaje, comenzando por el peor son: Corea del Norte, Zimbadwe, Cuba, Eritrea y Venezuela.
La fuerte correlación positiva que existe entre la libertad económica y el desarrollo económico, demostrada en este índice se constituye en una sólida evidencia empírica a favor de políticas de libre mercado y de una participación limitada del Estado en la actividad económica. Pero el índice no solo sirve para mostrar empíricamente la superioridad del libre mercado por sobre el estatismo y el socialismo sino que también puede ser utilizado como un poderoso instrumento y guía de política económica. Un gobierno podría usar este índice como una hoja de ruta para encaminarse hacia una senda de crecimiento económico ya que el índice evalúa 10 áreas de la economía: la libertad empresarial, la libertad de comercio exterior, la libertad fiscal (nivel de impuestos), el gasto público, la política monetaria, la libertad de inversión, el sector financiero, los derechos de propiedad, la corrupción y la libertad del mercado laboral.
Dentro de Sudamérica, Chile tiene el mayor puntaje (77,4), seguido por Uruguay (70), Perú (68,6) y Colombia (68). Bolivia obtuvo un puntaje de 50 sobre 100 y quedó ubicado en el puesto 146 sobre un total de 179 países evaluados (a 33 países de la cola). Según el informe las áreas más problemáticas en Bolivia son: la situación de los derechos de propiedad, la libertad de inversión, la corrupción y la libertad del mercado laboral. Por supuesto esto no significa que no exista trabajo que hacer en las otras áreas.
Acompañan a Bolivia en el ranking países como Etiopía, Nepal, Burundi y Sierra Leona. No es de extrañarse entonces que el nivel económico de Bolivia sea más cercano al de países africanos y muy lejos de países del primer mundo. Como ya mencioné antes, Cuba y Venezuela se encuentran entre los últimos lugares en el Índice de Libertad Económica. La economía cubana es un desastre y la venezolana va camino al descalabro. El sentido común nos indica que si Bolivia sigue los pasos de estos países (cosa que está haciendo), pues terminará en la misma situación calamitosa (ya se ven los primero síntomas). Más prudente y lógico sería seguirle los pasos en materia de política económica a países como Chile o Perú, cuya apertura al mercado (demostrada por un alto puntaje en el índice), les ha permitido tener las tasas de crecimiento más altas de Sudamérica.
El estudio puede ser visto en inglés en la siguiente página: www.heritage.org/index/
Santa Cruz de la Sierra, 13/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
viernes, 7 de enero de 2011
Persecución política y exilio
Javier Paz García
La persecución política que existe en Bolivia ya ha causado la huída de buen número de ciudadanos bolivianos. Cada vez que un perseguido político huye del país, los acólitos del gobierno (que en su gran mayoría no destacan por su brillantez) salen a la luz pública a anunciar la culpabilidad del escapado, arguyendo cosas como que “el que nada debe, nada teme” y que huir es una admisión de culpabilidad. Semejante argumentación solo puede venir de inteligencias mentecatas cuando en Bolivia han destrozado el Estado de Derecho, los procesos judiciales son anunciados de antemano por altos funcionarios del Poder Ejecutivo a lo que le sigue algún fiscalillo y no se puede esperar imparcialidad, ni independencia de los tribunales de justicia. Aquí los juicios son un show para mantener las apariencias.
Quienes creen que huir es una prueba de culpabilidad, tendrán que aceptar entonces que Albert Einstein, Ana Frank, Jesús de Nazaret o Marcelo Quiroga Santa Cruz eran culpables de algo. Einstein, uno de los mayores científicos de todos los tiempos emigró de Alemania para huir de los nazis. Ana Frank pasó escondida de los nazis en el ático de una casa desde sus 13 hasta sus 15 años, murió en un campo de concentración. ¿Qué crimen pudo haber cometido esta niña? La biblia (Mateo 2, 13-16) narra la huída de la familia de Jesús de Nazaret a Egipto ante amenazas de Herodes de matar a los recién nacidos. Por supuesto, ningún crimen podría serle imputado a un recién nacido, pero ese tipo de aberraciones suceden en regímenes totalitarios. Razones políticas causaron que Mahoma huya de La Meca a Medina en el año 622 de la era cristiana. La revolución rusa no tenía nada para acusar a Trotsky y más bien mucho que agradecerle, pero las pugnas de poder hicieron que Trotsky huyera a Méjico; aun así Stalin lo mandó asesinar. Cuba tiene una larga lista de exiliados políticos que no cometieron otro delito que expresar una opinión contraria al régimen castrista, el periodista Carlos Alberto Montaner es uno de ellos; también tiene un gran número de fusilados y presos por los mismos motivos (fusilar “traidores” era un hobby del Che Guevara). Dictaduras como las de Stroessner en Paraguay, Videla en Argentina, Banzer en Bolivia y Pinochet en Chile, hicieron que muchas personas inocentes huyan de sus respectivos países ante el miedo de la persecución política (uno de los exiliados de la época fue Marcelo Quiroga Santa Cruz). Estos dictadores idearon el plan Cóndor para realizar una persecución política a escala continental.
Pero hay algunos que no huyeron, por ejemplo Sócrates a quien un tribunal lo condenó a muerte, por razones políticas. A Quiroga Santa Cruz finalmente lo mató otro dictador. Otro que no huyó fue Leopoldo Fernández; hoy lleva más de dos años de prisión sin tener sentencia.
Simplemente es erróneo concluir que huir es sinónimo de culpabilidad, cuando existe claramente una persecución política, violación de los derechos humanos, ausencia del debido proceso y carencia de tribunales imparciales.
Santa Cruz de la Sierra, 07/01/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
La persecución política que existe en Bolivia ya ha causado la huída de buen número de ciudadanos bolivianos. Cada vez que un perseguido político huye del país, los acólitos del gobierno (que en su gran mayoría no destacan por su brillantez) salen a la luz pública a anunciar la culpabilidad del escapado, arguyendo cosas como que “el que nada debe, nada teme” y que huir es una admisión de culpabilidad. Semejante argumentación solo puede venir de inteligencias mentecatas cuando en Bolivia han destrozado el Estado de Derecho, los procesos judiciales son anunciados de antemano por altos funcionarios del Poder Ejecutivo a lo que le sigue algún fiscalillo y no se puede esperar imparcialidad, ni independencia de los tribunales de justicia. Aquí los juicios son un show para mantener las apariencias.
Quienes creen que huir es una prueba de culpabilidad, tendrán que aceptar entonces que Albert Einstein, Ana Frank, Jesús de Nazaret o Marcelo Quiroga Santa Cruz eran culpables de algo. Einstein, uno de los mayores científicos de todos los tiempos emigró de Alemania para huir de los nazis. Ana Frank pasó escondida de los nazis en el ático de una casa desde sus 13 hasta sus 15 años, murió en un campo de concentración. ¿Qué crimen pudo haber cometido esta niña? La biblia (Mateo 2, 13-16) narra la huída de la familia de Jesús de Nazaret a Egipto ante amenazas de Herodes de matar a los recién nacidos. Por supuesto, ningún crimen podría serle imputado a un recién nacido, pero ese tipo de aberraciones suceden en regímenes totalitarios. Razones políticas causaron que Mahoma huya de La Meca a Medina en el año 622 de la era cristiana. La revolución rusa no tenía nada para acusar a Trotsky y más bien mucho que agradecerle, pero las pugnas de poder hicieron que Trotsky huyera a Méjico; aun así Stalin lo mandó asesinar. Cuba tiene una larga lista de exiliados políticos que no cometieron otro delito que expresar una opinión contraria al régimen castrista, el periodista Carlos Alberto Montaner es uno de ellos; también tiene un gran número de fusilados y presos por los mismos motivos (fusilar “traidores” era un hobby del Che Guevara). Dictaduras como las de Stroessner en Paraguay, Videla en Argentina, Banzer en Bolivia y Pinochet en Chile, hicieron que muchas personas inocentes huyan de sus respectivos países ante el miedo de la persecución política (uno de los exiliados de la época fue Marcelo Quiroga Santa Cruz). Estos dictadores idearon el plan Cóndor para realizar una persecución política a escala continental.
Pero hay algunos que no huyeron, por ejemplo Sócrates a quien un tribunal lo condenó a muerte, por razones políticas. A Quiroga Santa Cruz finalmente lo mató otro dictador. Otro que no huyó fue Leopoldo Fernández; hoy lleva más de dos años de prisión sin tener sentencia.
Simplemente es erróneo concluir que huir es sinónimo de culpabilidad, cuando existe claramente una persecución política, violación de los derechos humanos, ausencia del debido proceso y carencia de tribunales imparciales.
Santa Cruz de la Sierra, 07/01/11
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viernes, 31 de diciembre de 2010
Socialismo y derechos humanos
Javier Paz García
Los derechos humanos, desde la concepción lockeana, son limitaciones impuestas al Estado con el objetivo de impedir que el Estado cometa abusos y arbitrariedades contra los ciudadanos. Por ejemplo el derecho a la libre expresión, el habeas corpus y el requerimiento del debido proceso protegen al ciudadano contra abusos del Estado; el derecho a la propiedad privada impide que el Estado despoje arbitrariamente a alguien de los frutos de su trabajo.
El socialismo rechaza esta doctrina de derechos humanos individuales, a veces de manera abierta, como Marx, y a veces de manera disimulada. Lo hace exaltando lo colectivo y denigrando lo individual; equiparando el estado y la colectividad con el bien común y equiparando lo individual con el egoísmo y el mal común. El endiosamiento de lo colectivo por sobre lo individual, del Estado por sobre el hombre tiene como consecuencia la degradación de los derechos humanos. Cualquier acto, por más cruel o inhumano que sea, puede ser justificado por el bien del Estado y la colectividad. Stalin creyó contribuir al bien común cuando ordenó la colectivización de la agricultura; la hambruna correspondiente causó la muerte de aproximadamente siete millones de personas entre 1932 y 1933 solamente en Ucrania. El régimen de Mao Tse-Tung en China ejecutó a cerca de tres millones de personas en los primeros años de haberse instaurado. El reciente galardonado con el premio nobel de la paz 2010, Liu Xiaobo, es un preso político del régimen comunista chino; su crimen es pedir de manera no violenta que el régimen chino respete los derechos humanos de los ciudadanos. La revolución socialista en Cuba ha ejecutado sumariamente a cientos de personas y mantiene un buen número de presos políticos. En Camboya, el socialista Pol Pot intentó que la historia comience con él, destruyó todo lo relacionado a la cultura occidental, desde vehículos hasta equipos médicos, hizo matar a todos los profesionales e intelectuales y enterrar vivos a sus hijos, quemar los libros, confiscar la propiedad privada, convirtiendo al país en un inmenso campo de concentración. El socialismo dice anteponer lo colectivo por sobre lo individual, y usa esto como pretexto para violar derechos humanos como la libertad de expresión y de conciencia. Con el pretexto de proveer educación, impide el libre ejercicio de la educación; con el pretexto de proveer salud, impide el libre ejercicio de la medicina; con el pretexto de construir una sociedad mejor, construye un Estado policiaco y militarista basado en el miedo y la persecución a quienes sean contestatarios al régimen. Por ello, cuando se instaura un régimen socialista o colectivista en una democracia liberal, los derechos humanos pronto empiezan a degradarse. La historia muestra que no existe mucha diferencia entre las dictaduras y los regímenes socialistas en cuanto al respeto y la protección de los derechos humanos.
Santa Cruz de la Sierra, 31/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
Los derechos humanos, desde la concepción lockeana, son limitaciones impuestas al Estado con el objetivo de impedir que el Estado cometa abusos y arbitrariedades contra los ciudadanos. Por ejemplo el derecho a la libre expresión, el habeas corpus y el requerimiento del debido proceso protegen al ciudadano contra abusos del Estado; el derecho a la propiedad privada impide que el Estado despoje arbitrariamente a alguien de los frutos de su trabajo.
El socialismo rechaza esta doctrina de derechos humanos individuales, a veces de manera abierta, como Marx, y a veces de manera disimulada. Lo hace exaltando lo colectivo y denigrando lo individual; equiparando el estado y la colectividad con el bien común y equiparando lo individual con el egoísmo y el mal común. El endiosamiento de lo colectivo por sobre lo individual, del Estado por sobre el hombre tiene como consecuencia la degradación de los derechos humanos. Cualquier acto, por más cruel o inhumano que sea, puede ser justificado por el bien del Estado y la colectividad. Stalin creyó contribuir al bien común cuando ordenó la colectivización de la agricultura; la hambruna correspondiente causó la muerte de aproximadamente siete millones de personas entre 1932 y 1933 solamente en Ucrania. El régimen de Mao Tse-Tung en China ejecutó a cerca de tres millones de personas en los primeros años de haberse instaurado. El reciente galardonado con el premio nobel de la paz 2010, Liu Xiaobo, es un preso político del régimen comunista chino; su crimen es pedir de manera no violenta que el régimen chino respete los derechos humanos de los ciudadanos. La revolución socialista en Cuba ha ejecutado sumariamente a cientos de personas y mantiene un buen número de presos políticos. En Camboya, el socialista Pol Pot intentó que la historia comience con él, destruyó todo lo relacionado a la cultura occidental, desde vehículos hasta equipos médicos, hizo matar a todos los profesionales e intelectuales y enterrar vivos a sus hijos, quemar los libros, confiscar la propiedad privada, convirtiendo al país en un inmenso campo de concentración. El socialismo dice anteponer lo colectivo por sobre lo individual, y usa esto como pretexto para violar derechos humanos como la libertad de expresión y de conciencia. Con el pretexto de proveer educación, impide el libre ejercicio de la educación; con el pretexto de proveer salud, impide el libre ejercicio de la medicina; con el pretexto de construir una sociedad mejor, construye un Estado policiaco y militarista basado en el miedo y la persecución a quienes sean contestatarios al régimen. Por ello, cuando se instaura un régimen socialista o colectivista en una democracia liberal, los derechos humanos pronto empiezan a degradarse. La historia muestra que no existe mucha diferencia entre las dictaduras y los regímenes socialistas en cuanto al respeto y la protección de los derechos humanos.
Santa Cruz de la Sierra, 31/12/10
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sábado, 25 de diciembre de 2010
Liberalismo y derechos humanos
Javier Paz García
En estos tiempos en que el liberalismo ha sido reducido a una doctrina económica (tanto por sus detractores como por muchos de sus promotores), seguramente pocos saben que entre los principales precursores de los derechos humanos están los liberales del siglo XVII y XVIII. Tal vez la figura más importante en este sentido es el filósofo escocés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo.
La historia del ser humano, en su mayor parte, ha sido la historia de los poderosos sirviéndose de los débiles. De los reyes y patrones viviendo a costa de los siervos y esclavos. Son escasos los reyes o príncipes que han gobernado procurando la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. Son más abundantes quienes han glorificado las guerras, expandido sus territorios a costa de sangre ajena y han dispuesto de vidas y haciendas sin la menor compasión o respeto por sus súbditos o conquistados. La historia de la libertad, encuentra en John Locke a uno de sus pensadores más importantes, ya que en una época en la cual se creía que los monarcas derivaban su soberanía de Dios y estaban por encima de los demás, el refutó dicho principio y sostuvo la idea de que los hombres son libres e iguales entre sí, que existen ciertos “derechos naturales” que todos los seres humanos poseemos, solo por el hecho de ser seres humanos, y que los gobernantes deben estar al servicio de su pueblo y respetar los derechos de los ciudadanos.
Estas ideas tuvieron una profunda influencia en la revolución americana, a tal punto que podríamos afirmar que la inspiraron. La declaración de independencia de los Estados Unidos escrita en 1776 sostiene que “todos los hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”; conceptos netamente lockeanos. Estos a su vez sirvieron de bases para la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa en 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.
La lucha por los derechos humanos ha sido y sigue siendo una lucha por poner límites al poder de los Estados sobre los ciudadanos, de los reyes con respecto a sus súbditos, de los poderosos con respecto a los débiles. Por ello desde la concepción liberal, los derechos humanos son derechos negativos, es decir, están definidos por la ausencia de coacción al individuo. Por ejemplo los derechos a la vida y la libertad son derechos negativos, porque obligan al Estado y a la sociedad a respetar ese derecho que tiene cada persona. En este sentido, la palabra “negativo” no tiene un sentido peyorativo o pesimista, sino en el sentido de impedir o limitar la interferencia que puede tener un tercero (el Estado, el rey o una persona X) sobre la libertad del individuo.
Una de las mayores victorias del liberalismo ha sido universalizar el concepto de los derechos humanos como derechos inherentes a todas las personas independientemente de su género, nacionalidad, edad, raza o condición socioeconómica.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com
En estos tiempos en que el liberalismo ha sido reducido a una doctrina económica (tanto por sus detractores como por muchos de sus promotores), seguramente pocos saben que entre los principales precursores de los derechos humanos están los liberales del siglo XVII y XVIII. Tal vez la figura más importante en este sentido es el filósofo escocés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo.
La historia del ser humano, en su mayor parte, ha sido la historia de los poderosos sirviéndose de los débiles. De los reyes y patrones viviendo a costa de los siervos y esclavos. Son escasos los reyes o príncipes que han gobernado procurando la paz, la tolerancia y el respeto mutuo. Son más abundantes quienes han glorificado las guerras, expandido sus territorios a costa de sangre ajena y han dispuesto de vidas y haciendas sin la menor compasión o respeto por sus súbditos o conquistados. La historia de la libertad, encuentra en John Locke a uno de sus pensadores más importantes, ya que en una época en la cual se creía que los monarcas derivaban su soberanía de Dios y estaban por encima de los demás, el refutó dicho principio y sostuvo la idea de que los hombres son libres e iguales entre sí, que existen ciertos “derechos naturales” que todos los seres humanos poseemos, solo por el hecho de ser seres humanos, y que los gobernantes deben estar al servicio de su pueblo y respetar los derechos de los ciudadanos.
Estas ideas tuvieron una profunda influencia en la revolución americana, a tal punto que podríamos afirmar que la inspiraron. La declaración de independencia de los Estados Unidos escrita en 1776 sostiene que “todos los hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentra la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”; conceptos netamente lockeanos. Estos a su vez sirvieron de bases para la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolución francesa en 1789 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas en 1948.
La lucha por los derechos humanos ha sido y sigue siendo una lucha por poner límites al poder de los Estados sobre los ciudadanos, de los reyes con respecto a sus súbditos, de los poderosos con respecto a los débiles. Por ello desde la concepción liberal, los derechos humanos son derechos negativos, es decir, están definidos por la ausencia de coacción al individuo. Por ejemplo los derechos a la vida y la libertad son derechos negativos, porque obligan al Estado y a la sociedad a respetar ese derecho que tiene cada persona. En este sentido, la palabra “negativo” no tiene un sentido peyorativo o pesimista, sino en el sentido de impedir o limitar la interferencia que puede tener un tercero (el Estado, el rey o una persona X) sobre la libertad del individuo.
Una de las mayores victorias del liberalismo ha sido universalizar el concepto de los derechos humanos como derechos inherentes a todas las personas independientemente de su género, nacionalidad, edad, raza o condición socioeconómica.
Santa Cruz de la Sierra, 23/12/10
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domingo, 19 de diciembre de 2010
Socialismo y crecimiento económico
Javier Paz García
La escritora rusa, nacionalizada norteamericana Ayn Rand (1905-1982), en su extraordinaria novela “la rebelión de Atlas”, narra la historia de una sociedad donde el socialismo y el colectivismo van ganando espacio. Las consecuencias son la parálisis de la producción, de la innovación, del desarrollo y un empobrecimiento moral y económico de la sociedad.
La novela contiene frases memorables como la siguiente: “Cuando vea que se comercia, no por consentimiento sino por compulsión; cuando note que para producir, se requiere el permiso de quienes no producen nada; cuando vea que el dinero fluye hacia aquellos que negocian no bienes, sino favores; cuando vea que los hombres se enriquecen más por peculado y palancas, que por trabajar y que las leyes no lo protegen a usted de ellos, sino a ellos de usted; cuando vea que se recompensa la corrupción, y la honestidad se convierte en auto sacrificio, -puede usted saber que su sociedad está condenada”.
Son impresionantes las similitudes que uno encuentra entre la novela y la realidad de muchos países como Venezuela o Bolivia. Estas similitudes no son coincidencias, antes de emigrar a los Estados Unidos, la autora vivió los inicios de la revolución Bolchevique, el nacimiento de la Unión Soviética y conoció de primera mano la opresión del socialismo (a su padre le expropiaron su farmacia).
Pero sería absurdo argumentar que el socialismo es malo basado en lo que dice una novela, después de todo existe literatura abundante que propugna lo contrario. El test supremo de toda teoría, es la capacidad de predecir resultados; el fin supremo de una doctrina es lograr ciertos objetivos. El socialismo promete una sociedad con justicia, con igualdad, con progreso económico y con hombres felices. Esas son las promesas del socialismo, desde Marx, su más ilustre pensador, hasta los innumerables panfletistas y charlatanes que existen hoy como Fidel Castro, Hugo Chávez o Álvaro García Linera. Sin embargo donde se impone el socialismo sucede todo lo contrario: la justicia degenera en un aparato opresivo y arbitrario manejado al antojo de quienes tienen el poder; existen dos igualdades, la de los que tienen todo, y la de los que no tienen nada; la sociedad se estanca económica y tecnológicamente; y aquellos que no pertenecen a la cúpula del poder (la gran mayoría) viven pobres y frustrados. Esto no es invento, ni es novela, es lo que pasó en la Unión Soviética, en la Alemania comunista, en la Yugoslavia de Tito, la China de Mao, la Camboya de Pot Pol, la Cuba de Fidel y es lo que está empezando a suceder en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Cuando comparamos el discurso socialista con la realidad, cuando comparamos las promesas del socialismo con sus resultados vemos que existe una distancia abismal y por ello debemos concluir que el socialismo es un fracaso, un fracaso muy costoso.
Santa Cruz de la Sierra, 18/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
La escritora rusa, nacionalizada norteamericana Ayn Rand (1905-1982), en su extraordinaria novela “la rebelión de Atlas”, narra la historia de una sociedad donde el socialismo y el colectivismo van ganando espacio. Las consecuencias son la parálisis de la producción, de la innovación, del desarrollo y un empobrecimiento moral y económico de la sociedad.
La novela contiene frases memorables como la siguiente: “Cuando vea que se comercia, no por consentimiento sino por compulsión; cuando note que para producir, se requiere el permiso de quienes no producen nada; cuando vea que el dinero fluye hacia aquellos que negocian no bienes, sino favores; cuando vea que los hombres se enriquecen más por peculado y palancas, que por trabajar y que las leyes no lo protegen a usted de ellos, sino a ellos de usted; cuando vea que se recompensa la corrupción, y la honestidad se convierte en auto sacrificio, -puede usted saber que su sociedad está condenada”.
Son impresionantes las similitudes que uno encuentra entre la novela y la realidad de muchos países como Venezuela o Bolivia. Estas similitudes no son coincidencias, antes de emigrar a los Estados Unidos, la autora vivió los inicios de la revolución Bolchevique, el nacimiento de la Unión Soviética y conoció de primera mano la opresión del socialismo (a su padre le expropiaron su farmacia).
Pero sería absurdo argumentar que el socialismo es malo basado en lo que dice una novela, después de todo existe literatura abundante que propugna lo contrario. El test supremo de toda teoría, es la capacidad de predecir resultados; el fin supremo de una doctrina es lograr ciertos objetivos. El socialismo promete una sociedad con justicia, con igualdad, con progreso económico y con hombres felices. Esas son las promesas del socialismo, desde Marx, su más ilustre pensador, hasta los innumerables panfletistas y charlatanes que existen hoy como Fidel Castro, Hugo Chávez o Álvaro García Linera. Sin embargo donde se impone el socialismo sucede todo lo contrario: la justicia degenera en un aparato opresivo y arbitrario manejado al antojo de quienes tienen el poder; existen dos igualdades, la de los que tienen todo, y la de los que no tienen nada; la sociedad se estanca económica y tecnológicamente; y aquellos que no pertenecen a la cúpula del poder (la gran mayoría) viven pobres y frustrados. Esto no es invento, ni es novela, es lo que pasó en la Unión Soviética, en la Alemania comunista, en la Yugoslavia de Tito, la China de Mao, la Camboya de Pot Pol, la Cuba de Fidel y es lo que está empezando a suceder en Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Cuando comparamos el discurso socialista con la realidad, cuando comparamos las promesas del socialismo con sus resultados vemos que existe una distancia abismal y por ello debemos concluir que el socialismo es un fracaso, un fracaso muy costoso.
Santa Cruz de la Sierra, 18/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
viernes, 10 de diciembre de 2010
Liberalismo y crecimiento económico
Javier Paz García
Solo basta ver cualquier índice de desarrollo económico para constatar que los países donde existen democracias liberales, donde hay respeto y protección a la propiedad privada, donde se permite funcionar a los mercados, donde las leyes se cumplen y donde el Estado tiene un rol limitado en la economía, son los países con mayor desarrollo económico. Por el contrario, los países cuyos gobiernos pretenden manejar la economía, “planificar” el crecimiento económico, controlar los precios, intervenir los mercados, crear Estados de bienestar, son precisamente los países más pobres, con niveles inferiores de crecimiento económico y donde gran parte de la población pasa hambre y penurias.
Esta constatación empírica se ha producido a lo largo del tiempo, con diferentes culturas, razas o condiciones geográficas. Hay algunos casos que se asemejan a experimentos de laboratorio. Por ejemplo, Alemania luego de la 2da guerra mundial, fue dividida en dos. Antes de la división en ambas partes existían condiciones similares en cuanto a raza, cultura, nivel de educación, recursos naturales, ingresos per cápita, etc. Sin embargo para 1989 cuando las dos Alemanias se unificaron, la parte oriental, que había adoptado el comunismo, estaba mucho menos desarrollada que la parte occidental, mucho más pobre. Corea es otro caso de laboratorio, un solo país con la misma cultura, mismo nivel de educación y similares recursos naturales, luego de una guerra se dividió en dos. Hoy Corea del Norte (comunista) es uno de los países más pobres del mundo, su gobierno prefiere invertir en armas que en educación o salud y su gente se muere de hambre. Por el contrario Corea del Sur que abrazó el capitalismo, tiene ingresos per cápita similares a los europeos, produce y exporta de todo, ha sido sede de los Juegos Olímpicos y de un mundial de fútbol y ha sacado de la pobreza a millones de sus habitantes. Un ejemplo de cambios a través del tiempo es Argentina donde en el siglo XIX, bajo un régimen liberal era un país de primer mundo, más avanzado que Europa, tanto así que atraía migrantes del viejo continente. El siglo XX le trajo a esta nación peronismo, populismo y demagogia, con lo cual decayó hasta ser una más de las mediocres naciones sudamericanas; hoy continúa orgullosamente por ese camino.
Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” nos presenta ejemplos de lo contrario, con países como China, Irlanda, o los tigres asiáticos, que siendo pobres, adoptaron medidas de apertura de sus economías junto con políticas públicas responsables y consecuentemente experimentaron niveles de crecimiento económico que parecerían imposibles de alcanzar. Esto va más allá de ideologías, dogmatismos o teorías, sino que son hechos empíricos verificados innumerables veces y que muestran con bastante certeza que existen recetas favorecen el crecimiento económico y otras que lo retardan. Los gobiernos inteligentes y verdaderamente preocupados por su gente deberían seguir los ejemplos de los países exitosos. Hacer lo contrario demuestra ignorancia o desinterés por el bienestar del pueblo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/12/10
http://javierpaz01.blogspot.com/
Solo basta ver cualquier índice de desarrollo económico para constatar que los países donde existen democracias liberales, donde hay respeto y protección a la propiedad privada, donde se permite funcionar a los mercados, donde las leyes se cumplen y donde el Estado tiene un rol limitado en la economía, son los países con mayor desarrollo económico. Por el contrario, los países cuyos gobiernos pretenden manejar la economía, “planificar” el crecimiento económico, controlar los precios, intervenir los mercados, crear Estados de bienestar, son precisamente los países más pobres, con niveles inferiores de crecimiento económico y donde gran parte de la población pasa hambre y penurias.
Esta constatación empírica se ha producido a lo largo del tiempo, con diferentes culturas, razas o condiciones geográficas. Hay algunos casos que se asemejan a experimentos de laboratorio. Por ejemplo, Alemania luego de la 2da guerra mundial, fue dividida en dos. Antes de la división en ambas partes existían condiciones similares en cuanto a raza, cultura, nivel de educación, recursos naturales, ingresos per cápita, etc. Sin embargo para 1989 cuando las dos Alemanias se unificaron, la parte oriental, que había adoptado el comunismo, estaba mucho menos desarrollada que la parte occidental, mucho más pobre. Corea es otro caso de laboratorio, un solo país con la misma cultura, mismo nivel de educación y similares recursos naturales, luego de una guerra se dividió en dos. Hoy Corea del Norte (comunista) es uno de los países más pobres del mundo, su gobierno prefiere invertir en armas que en educación o salud y su gente se muere de hambre. Por el contrario Corea del Sur que abrazó el capitalismo, tiene ingresos per cápita similares a los europeos, produce y exporta de todo, ha sido sede de los Juegos Olímpicos y de un mundial de fútbol y ha sacado de la pobreza a millones de sus habitantes. Un ejemplo de cambios a través del tiempo es Argentina donde en el siglo XIX, bajo un régimen liberal era un país de primer mundo, más avanzado que Europa, tanto así que atraía migrantes del viejo continente. El siglo XX le trajo a esta nación peronismo, populismo y demagogia, con lo cual decayó hasta ser una más de las mediocres naciones sudamericanas; hoy continúa orgullosamente por ese camino.
Andrés Oppenheimer en su libro “Cuentos Chinos” nos presenta ejemplos de lo contrario, con países como China, Irlanda, o los tigres asiáticos, que siendo pobres, adoptaron medidas de apertura de sus economías junto con políticas públicas responsables y consecuentemente experimentaron niveles de crecimiento económico que parecerían imposibles de alcanzar. Esto va más allá de ideologías, dogmatismos o teorías, sino que son hechos empíricos verificados innumerables veces y que muestran con bastante certeza que existen recetas favorecen el crecimiento económico y otras que lo retardan. Los gobiernos inteligentes y verdaderamente preocupados por su gente deberían seguir los ejemplos de los países exitosos. Hacer lo contrario demuestra ignorancia o desinterés por el bienestar del pueblo.
Santa Cruz de la Sierra, 10/12/10
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Socialismo y libertad de prensa
Javier Paz García
El socialismo es la imposición de un pensamiento único, es la transferencia usurpadora de la soberanía de un pueblo hacia un grupo de planificadores con delirio de omnipotencia y omnisciencia. No es por lo tanto extraño que el socialismo en general antagonice con la prensa independiente. El socialismo es el control y la planificación centralizada de un país. ¿Por qué vamos a suponer que la prensa vaya a quedar fuera de la planificación y el control socialista? El socialismo es la abolición de la propiedad privada, acción que se da gradualmente. Y si un requisito para crear medios independientes es la propiedad privada, ¿por qué vamos a suponer que el socialismo no vaya a abolir a los medios gradualmente?
La Unión Soviética solo tenía medios estatales, tan serviles al régimen como lo es la prensa cubana del régimen castrista. La prensa independiente, aquella que no depende del Estado es la única capaz de criticarlo. No podemos esperar que el periódico Gramma de Cuba critique a Fidel o a Raul Castro como lo hacen con los presidentes norteamericanos medios como CNN, el New York Times, el Washington Post, Fox News, el Wall Street Journal, el Miami Herald o cientos otros. La prensa estatizada, deja de ser prensa y se convierte en propaganda. En China incluso el internet está regulado, y los propios chinos no pueden averiguar en Google que pasó en la masacre de Tiananmen en 1989. En Venezuela y Bolivia los canales estatales son ejemplo de servilismo y lisonja hacia sus respectivos Jefes de Estado, esperar una crítica seria de estos canales es una utopía.
Pero incluso para los socialistas es políticamente dificultoso pronunciarse contrarios a la libertad de prensa. Por eso eligen un lenguaje engañoso que los permita controlarla y limitarla, aduciendo otras razones más nobles. Hablan por ejemplo de democratizar los medios, como lo hizo Cristina Kirchner en Argentina; luchar contra el golpismo y la oligarquía, como arguyó Hugo Chávez en Venezuela para cerrar RCTV; cobrar deudas, como lo hizo Rafael Correa para apropiarse de varios medios en Ecuador; o luchar contra el racismo, como lo hizo Evo Morales en Bolivia.
Como dijo acertadamente Mario Vargas Llosa: “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido. Lo que necesitamos es que haya libertad para que proliferen los medios de comunicación independientes. Los medios se democratizan solos. Cuando hay libertad, hay órganos que expresan distintos puntos de vista, que compiten entre ellos, que defienden opciones diferentes. Eso es la democratización.” Una prensa libre, controla y fiscaliza a los gobernantes. Eso es molesto para cualquier gobernante, pero es insoportable para un socialista, que busca, como lo dijo el ex-guerrillero y actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, “el poder total: político, económico y cultural”.
Santa Cruz de la Sierra, 19/10/10
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El socialismo es la imposición de un pensamiento único, es la transferencia usurpadora de la soberanía de un pueblo hacia un grupo de planificadores con delirio de omnipotencia y omnisciencia. No es por lo tanto extraño que el socialismo en general antagonice con la prensa independiente. El socialismo es el control y la planificación centralizada de un país. ¿Por qué vamos a suponer que la prensa vaya a quedar fuera de la planificación y el control socialista? El socialismo es la abolición de la propiedad privada, acción que se da gradualmente. Y si un requisito para crear medios independientes es la propiedad privada, ¿por qué vamos a suponer que el socialismo no vaya a abolir a los medios gradualmente?
La Unión Soviética solo tenía medios estatales, tan serviles al régimen como lo es la prensa cubana del régimen castrista. La prensa independiente, aquella que no depende del Estado es la única capaz de criticarlo. No podemos esperar que el periódico Gramma de Cuba critique a Fidel o a Raul Castro como lo hacen con los presidentes norteamericanos medios como CNN, el New York Times, el Washington Post, Fox News, el Wall Street Journal, el Miami Herald o cientos otros. La prensa estatizada, deja de ser prensa y se convierte en propaganda. En China incluso el internet está regulado, y los propios chinos no pueden averiguar en Google que pasó en la masacre de Tiananmen en 1989. En Venezuela y Bolivia los canales estatales son ejemplo de servilismo y lisonja hacia sus respectivos Jefes de Estado, esperar una crítica seria de estos canales es una utopía.
Pero incluso para los socialistas es políticamente dificultoso pronunciarse contrarios a la libertad de prensa. Por eso eligen un lenguaje engañoso que los permita controlarla y limitarla, aduciendo otras razones más nobles. Hablan por ejemplo de democratizar los medios, como lo hizo Cristina Kirchner en Argentina; luchar contra el golpismo y la oligarquía, como arguyó Hugo Chávez en Venezuela para cerrar RCTV; cobrar deudas, como lo hizo Rafael Correa para apropiarse de varios medios en Ecuador; o luchar contra el racismo, como lo hizo Evo Morales en Bolivia.
Como dijo acertadamente Mario Vargas Llosa: “Cada vez que los gobernantes han hablado de democratizar los medios, la libertad de expresión ha entrado en receso y ha desaparecido. Lo que necesitamos es que haya libertad para que proliferen los medios de comunicación independientes. Los medios se democratizan solos. Cuando hay libertad, hay órganos que expresan distintos puntos de vista, que compiten entre ellos, que defienden opciones diferentes. Eso es la democratización.” Una prensa libre, controla y fiscaliza a los gobernantes. Eso es molesto para cualquier gobernante, pero es insoportable para un socialista, que busca, como lo dijo el ex-guerrillero y actual vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, “el poder total: político, económico y cultural”.
Santa Cruz de la Sierra, 19/10/10
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Liberalismo y libertad de prensa
Javier Paz García
La posición del liberalismo con respecto a la libertad de prensa es indiscutiblemente a favor de la misma. El liberal es por definición un defensor de la libertad de expresión y de prensa.
Sin embargo, una crítica recurrente contra el liberalismo es que al estar los medios de comunicación en manos privadas, responden a intereses particulares, los periodistas reciben presiones de los propietarios y que por tanto en el sistema capitalista no puede haber una verdadera libertad de prensa.
Este es un ejemplo de razonamiento defectuoso e incompleto. Las dos premisas son verdaderas: 1) los medios están en manos privadas y 2) los propietarios ejercen presiones sobre los periodistas. Sin embargo la conclusión de que no existe libertad de prensa es falsa. La razón es la competencia. Un régimen de libertad económica y política genera una diversidad de medios de comunicación representando diferentes enfoques y visiones políticas. Esta variedad, que solo es posible bajo un régimen de propiedad privada, limita o torna ineficaz los intentos de cualquier persona o grupo de interés por controlar la información. La premisa de que la propiedad privada de los medios de comunicación limita la libertad de expresión o de la prensa solo podría ser cierta si todos los medios estuvieran en manos de una persona, de un cartel o de un gobierno. Además, las nuevas tecnologías hacen que la comunicación sea cada vez más barata y accesible, haciendo aun más difícil que los propietarios de medios intenten acciones monopólicas de la información. Hoy cualquiera puede crear un blog, grabar con su celular, subir un video a Youtube y difundir sus ideas a nivel mundial prácticamente sin ningún costo.
En un régimen liberal, el periodista que recibe presiones del propietario del medio en el que trabaja, para que publique o deje de publicar algo, tiene opciones para trabajar en otro medio de la competencia. Para cada escándalo o acto delictivo que un propietario de medio quiera ocultar, habrá una multitud de medios alternativos dispuestos a publicar. En un régimen socialista donde la prensa está en manos del Estado, el periodismo no tiene esta posibilidad y el periodista no tiene más alternativa que convertirse en un vasallo. Por lo tanto, no solo el argumento de que la propiedad privada de los medios de comunicación restringe la libre expresión es falsa, sino también que la alternativa – los medios de comunicación controlados por el Estado – es peor.
Además, la libre competencia, que surge como consecuencia de la propiedad privada de los medios de comunicación, obliga a los mismos a buscar a los mejores periodistas, permite el contraste y la verificación de las noticias, genera pluralidad de visiones y reduce la manipulación de la información.
En los hechos, la prensa más independiente, profesional y plural se ha desarrollado en los países donde el Estado respeta y protege la propiedad privada y donde está restringido de interferir en la libertad de expresión y de la prensa.
Santa Cruz de la Sierra, 17/10/10
http://javierpaz01.blogspot.com
La posición del liberalismo con respecto a la libertad de prensa es indiscutiblemente a favor de la misma. El liberal es por definición un defensor de la libertad de expresión y de prensa.
Sin embargo, una crítica recurrente contra el liberalismo es que al estar los medios de comunicación en manos privadas, responden a intereses particulares, los periodistas reciben presiones de los propietarios y que por tanto en el sistema capitalista no puede haber una verdadera libertad de prensa.
Este es un ejemplo de razonamiento defectuoso e incompleto. Las dos premisas son verdaderas: 1) los medios están en manos privadas y 2) los propietarios ejercen presiones sobre los periodistas. Sin embargo la conclusión de que no existe libertad de prensa es falsa. La razón es la competencia. Un régimen de libertad económica y política genera una diversidad de medios de comunicación representando diferentes enfoques y visiones políticas. Esta variedad, que solo es posible bajo un régimen de propiedad privada, limita o torna ineficaz los intentos de cualquier persona o grupo de interés por controlar la información. La premisa de que la propiedad privada de los medios de comunicación limita la libertad de expresión o de la prensa solo podría ser cierta si todos los medios estuvieran en manos de una persona, de un cartel o de un gobierno. Además, las nuevas tecnologías hacen que la comunicación sea cada vez más barata y accesible, haciendo aun más difícil que los propietarios de medios intenten acciones monopólicas de la información. Hoy cualquiera puede crear un blog, grabar con su celular, subir un video a Youtube y difundir sus ideas a nivel mundial prácticamente sin ningún costo.
En un régimen liberal, el periodista que recibe presiones del propietario del medio en el que trabaja, para que publique o deje de publicar algo, tiene opciones para trabajar en otro medio de la competencia. Para cada escándalo o acto delictivo que un propietario de medio quiera ocultar, habrá una multitud de medios alternativos dispuestos a publicar. En un régimen socialista donde la prensa está en manos del Estado, el periodismo no tiene esta posibilidad y el periodista no tiene más alternativa que convertirse en un vasallo. Por lo tanto, no solo el argumento de que la propiedad privada de los medios de comunicación restringe la libre expresión es falsa, sino también que la alternativa – los medios de comunicación controlados por el Estado – es peor.
Además, la libre competencia, que surge como consecuencia de la propiedad privada de los medios de comunicación, obliga a los mismos a buscar a los mejores periodistas, permite el contraste y la verificación de las noticias, genera pluralidad de visiones y reduce la manipulación de la información.
En los hechos, la prensa más independiente, profesional y plural se ha desarrollado en los países donde el Estado respeta y protege la propiedad privada y donde está restringido de interferir en la libertad de expresión y de la prensa.
Santa Cruz de la Sierra, 17/10/10
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