martes, 21 de junio de 2011

Sobre el “justo” medio

Javier Paz García
A menudo, cuando se debaten dos posiciones, interviene alguien afirmando que la verdad no se encuentra en ninguna de las situaciones “extremas”, sino en el “justo” medio. La idea de que los extremos son malos y que “lo justo y correcto” está en el medio es admisible en charlas familiares pero no tiene valor científico ni coherencia lógica y por supuesto en un debate formal no es un argumento válido.
Sobre su nulo valor científico doy un ejemplo: dos personas debaten sobre cuánto es 2+2 Juan afirma que 2+2=4 y Pedro que 2+2=3. Según la regla del justo medio, la respuesta correcta sería 3,5. Por otro lado, la regla es inconsistente porque el resultado correcto (el medio) varía de acuerdo a la posición inicial de los extremos. En el ejemplo previo, si Juan cree que 2+2=1 entonces los extremos son 1 y 3 y el medio (la nueva respuesta “correcta”) sería 2. Y 2 no es igual a 3,5, ergo, la regla es inconsistente.
Otro ejemplo del uso inadecuado del justo medio es el siguiente, muy real y muy frecuente por cierto. En los debates de economía política entre liberalismo y socialismo, no faltan los “intelectuales” que descalifican estos “extremos” y apoyados en nada más que un refrán popular, proclaman victoriosos que la verdad se encuentra en el “justo medio” de un sistema mixto. En este caso podríamos incluir el anarquismo en el debate y tendríamos que concluir que el “justo medio” es el liberalismo por situarse entre los extremos del anarquismo y el socialismo. Por supuesto no hay manera más imbécil que ésta de deducir la superioridad técnica o moral del liberalismo.
La idea de llegar a puntos de consenso tiene un valor en el ámbito de la negociación, la política y la diplomacia. En un divorcio o en un conflicto limítrofe entre países no hay duda que llegar a consensos es importante. Si Juan cree que 2+2=4 y Pedro que es 3, y si la consecuencia de no ponerse de acuerdo es que vayan a la guerra o Juan muera en la horca, tal vez es mejor para Juan acordar que 2+2=3,5 ¡pero eso de ninguna manera lo hace lógicamente verdadero! Ni la imposición de la fuerza o la creencia de la mayoría hacen verdadero lo que es falso. Si no pregúntenle a Galileo. La noción de evitar los extremos no es un mal consejo de una madre a sus hijos y tiene su valor en este tipo de contextos, como una fábula que sin ser cierta tiene una moraleja. Pero en un debate serio, donde la lógica debe primar por sobre la retórica y donde se deben presentar argumentos para defender posiciones, es bastante débil y mediocre usar como argumento un simple aforismo. El frecuente uso del citado aforismo como si fuera un teorema o un dogma, es una evidencia de la pobreza de nuestros intelectuales.
Santa Cruz de la Sierra, 21/06/11
http://javierpaz01.blogspot.com/

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