martes, 28 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre la intolerancia

Javier Paz García
Los seres humanos tenemos una tendencia a preferir aquello que se nos parece o nos es familiar y a rechazar lo extraño, lo diferente. La xenofobia, la homofobia, el racismo, el antisemitismo son diferentes manifestaciones de rechazo a lo que es de alguna manera diferente a nosotros. Esta tendencia, no solo se manifiesta a nivel individual, sino también en la organización política y las leyes de un país. Las persecuciones religiosas que han plagado la historia de la humanidad son un ejemplo extremo de cómo el rechazo a lo diferente puede llegar hasta los más atroces actos. La historia de la humanidad abunda en casos de Estados cuyo fin es el de excluir,  perseguir o explotar a ciertos grupos: las teocracias, la inquisición, el apartheid, el nazismo, el comunismo ateo forman esta historia universal de la infamia.
Un axioma que deberíamos tener los seres humanos es vivir y dejar vivir. Es decir, pueden haber actitudes, características o creencias de otros con las que yo no esté de acuerdo, pero mientras no me perjudiquen o perjudiquen a otros, no tengo por qué prohibirlas. Verbigracia, la creencia religiosa es una cuestión de consciencia y no tenemos por qué prohibir cierta fe, solo por el hecho de que no es la nuestra. La homosexualidad es otro caso en cuestión. Que dos personas del mismo sexo decidan llevar una vida en común no afecta en nada el derecho de otros a tener una relación heterosexual. Sin embargo a lo largo de la historia, al igual que con el racismo, los seres humanos han hecho cuestión de perseguir y castigar a los homosexuales. La cultura occidental, madre de la tolerancia y los derechos humanos, ha aplacado esta tendencia. Pero incluso hoy siguen siendo discriminados por muchos Estados en su derecho a tener las mismas prerrogativas de una pareja heterosexual en cuanto a bienes, herencia, patrimonio y el reconocimiento oficial de que son una pareja que hace vida en común. Entre los argumentos que uno escucha para rechazar este derecho es que viola o pone en riesgo “lo más sagrado: la familia”, pero este argumento no tiene sustento, ya que permitir la unión homosexual no quita a nadie el derecho de tener una pareja del sexo opuesto y tener hijos si así lo desea.
La vida en sociedad abunda en cosas que no nos gustan, en ideas que no compartimos, pero si no interfieren con nuestras vidas, deberíamos tener la sensatez de ser tolerantes y dejar que cada persona elija la forma de vida que vea conveniente.
Santa Cruz de la Sierra, 11/11/17

http://javierpaz01.blogspot.com/

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