martes, 28 de noviembre de 2017

Reflexiones sobre la humildad y la pobreza

Javier Paz García
Warren Buffet, el segundo hombre más rico del mundo con una fortuna valuada en 75.600 millones de dólares, es famoso por su vida austera, de hecho vive en la misma casa que compró en 1958 por $us 31.500. Hace unos días compartí unos momentos con un señor que tiene un patrimonio de decenas de millones de dólares. Nada en su comportamiento denotaba superioridad o boato: vestía con ropas sencillas, en su conversación no se filtraban temas de vehículos lujosos, casas y viajes, hacía una cuestión de saludar y despedirse de todas las personas y trataba a todos con respeto y consideración.
Juan Pari, un funcionario del Banco Unión que hurtó cerca de 5 millones de dólares era una persona de ingresos medianos, en todo caso ingresos bajísimos si los comparamos con un Warren Buffet o incluso con cualquier renombrado empresario boliviano. La nueva fortuna no le llegó solo para disfrutarla, sino también para derrochar y publicitarlo. Autos exclusivos, viajes, botellas de whisky, todo estúpidamente documentado por él mismo en las redes sociales. Su caso no es único, uno lo ve en estrellas de rock, narcotraficantes, deportistas que pareciera que se valoran a sí mismos por su capacidad de dispendio y fanfarronería. Y por supuesto que este comportamiento tampoco es único de ricos y famosos: las redes sociales hoy permiten que cada quien anuncie en tiempo real el plato de mariscos que come, el auto que se compró, la playa en la que reposa o el aeropuerto en el que se encuentra y abundan quienes no dan descanso a esta insulsa actividad informativa para mostrar al mundo su consumo.
Tal vez debamos a la tradición cristiana la confusión entre pobreza y humildad. Una línea del cristianismo ve la escasez, la suciedad, el desprecio por la prosperidad como algo virtuoso. En la Edad Media había cristianos que pasaban toda su vida sin bañarse porque el cuerpo es de este mundo y todo lo de este mundo es malo y preocuparse por las cosas de este mundo es pecaminoso. Hasta hoy, uno puede escuchar a curas y obispos hablando de la pobreza como una virtud y de la riqueza material como algo inmoral. Yo prefiero pensar que la humidad es una virtud del carácter mientras que la pobreza es una condición económica. En tal sentido, la humildad no depende del poco o mucho dinero que se tenga, sino de la actitud y el respeto que uno tenga hacia los demás y hacia uno mismo. Hay pobres y ricos humildes. Hay pobres que nunca han conocido la humildad. Me parece un error semántico referirse a los pobres como “los humildes”.
Santa Cruz de la Sierra, 05/11/17

http://javierpaz01.blogspot.com/

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