domingo, 11 de octubre de 2015

Quietud de Pueblo y la Santa Cruz que se fue

Javier Paz García
Aproveché el feriado para irme al campo, escaparme del bullicio de la ciudad y olvidarme momentáneamente de las preocupaciones del trabajo. Quería también descansar de la lectura técnica, dejar de lado, las noticias, los textos de economía y buscar alguna novela o cuento corto que me invite a la relajación. Fue así que tuve el acierto de elegir Quietud de Pueblo de Alfredo Flores. El libro es un compendio de anécdotas, impresiones y recuerdos de la Santa Cruz de la Sierra de principios del siglo XX, escrito por alguien que ha vivido en grandes metrópolis y atesora la sencillez, el provincialismo e incluso la pobreza de su pequeño pueblo natal. El libro no es novela pero su estilo me recordó a las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer. Tampoco es un tratado sociológico, pero retrata la forma de vivir y de pensar de la sociedad cruceña de la época.
Quedé sorprendido por la clarividencia del autor que en su prólogo sostiene:
Algún día el riel revolucionará el silencio de su ambiente colonial y hará de la tranquila villa provinciana una ciudad moderna y bulliciosa… Pero entonces ya no gozaremos de ese apacible sol de la mañana, tan nuestro, tan claro, tan intenso, porque en las ciudades grandes hasta el brillo del sol parece que perdiera su pureza; ya no veremos pasar a la hora de la misa a las jovenzuelas cubiertas por negros mantones largos, ni a las viejas mascullando su rosario, porque el progreso ahuyenta la ingenuidad de las sencillas almas; ya no oiremos tampoco al pie de la ventana el rasgueo de las guitarras ni el canto apasionado de los galanes, porque eso sería ridículo frente a la música infernal de los vehículos y ante la seriedad gris de las enormes casas modernas… Yo aplaudo a los que hablan de la riqueza de nuestra tierra, a los que trabajan para atraer la mirada del capital a su fecundo suelo, para que su transformación de pueblo en ciudad se lleve pronto a cabo; pero con profundo egoísmo, quizás con sacrílego egoísmo, declaro que añoraré siempre la rústica hermosura de mi pueblo, su reposo completo, su calma de aldea, que convida a soñar y es fuente inagotable de poesía.
El pueblo que don Alfredo Flores describe todavía existe como un anacronismo en algunos pueblos de la chiquitanía, pero Santa Cruz de la Sierra, para bien y para mal, es ya la metrópoli que él vaticinó con tristeza y resignación.
Santa Cruz de la Sierra, 27/09/15

http://javierpaz01.blogspot.com/

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