lunes, 15 de diciembre de 2014

Lecciones del achachairú

Javier Paz García
Una de las frutas más deliciosas que conozco es el achachairú, cuyo árbol es endémico de Bolivia. Esta fruta es tal vez uno de los secretos mejor guardados del país, lo cual no es motivo para enorgullecerse. Y lo que quiero decir es que si tenemos algo tan delicioso, ¡entonces por qué no lo producimos en gran escala, lo industrializamos y lo vendemos al mundo!
En realidad ya hay personas que han hecho esto ¡en Australia! Un grupo de inversionistas extranjeros (y que no son australianos) llevo semillas de Bolivia y plantó cientos de hectáreas al otro lado del mundo. Alguien me comentó que ya empezaron a comercializar la fruta, que le acortaron el nombre a achacha, porque pronunciar achachairú para un gringo o un europeo resulta muy complicado y podría desincentivar las ventas y que lo venden como algo exótico y exclusivo. No debería sorprendernos si en 20 años el mundo conoce el “achacha” como la maravilla australiana.
Vale la pena hacernos varios cuestionamientos sobre esta situación. Por ejemplo ¿no hay en Bolivia personas emprendedoras y visionarias que pudieran haber emprendido un proyecto serio de producción y exportación del achachairú? Yo creo que abundan los emprendedores en este país, y que podemos encontrar centenas de personas que viniendo de la  absoluta pobreza han creado fortunas a punta de trabajo honesto, creatividad y visión de futuro. Entonces no podemos atribuir la responsabilidad a la falta de iniciativa y talento empresarial. Una pregunta que tal vez nos lleva hacia una respuesta más acertada es ¿por qué un extranjero que no es australiano, se llevaría la semilla a Australia en vez de sembrarla acá?
Para responder a esta pregunta, voy a formular otra. ¿Usted invertiría ahora en un proyecto que requiere una fuerte inversión ahora y que empieza a producir ganancias en 10 años si ese proyecto debe realizarse en Irak? Probablemente no. Y usted si tiene la alternativa entre invertir en un país donde organizaciones criminales avasallan tierras productivas impunemente, donde el sistema judicial es tan corrupto que los jueces otorgan sus fallos a quien más dinero les da y donde el Estado no solo no protege la inversión y la propiedad privada, sino que la ataca y la vulnera o invertir un país donde si usted compra un pedazo de tierra, tiene la tranquilidad de que nadie se la va a quitar, ni le va a controlar los precios o ponerle cuotas de exportación. ¿Qué país elegiría? Esa es la diferencia entre Australia y Bolivia.
Santa Cruz de la Sierra, 08/12/14


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