viernes, 12 de diciembre de 2014

Estatismo, alimentación y coca


Javier Paz García

La noción de que el Estado debe regular, por motivos de salud, lo que puede y no puede consumir una persona, es absolutamente contrario a los principios de libertad y responsabilidad individual. Me resulta inaceptable que el Estado nos imponga la dieta alimenticia. Permitirlo, abre una ventana peligrosa y sienta un precedente nefasto sobre las potestades del Estado sobre el individuo, su soberanía y su libertad. Las decisiones de cada ser humano sobre sí mismo y sus asuntos, en tanto esas decisiones no comprometan la vida, la integridad y la propiedad de otros, deben ser absolutamente inviolables.

Lo cierto es que son poquísimas personas las que siguen una dieta alimenticia óptima. La mayoría comemos demasiada carne roja, frituras, bebidas alcohólicas, tabaco, gaseosas, sal, azúcar, caramelos y un largo etc. Lo hacemos porque para la mayoría de las personas, vivir largo tiempo, aunque es algo importante, no es el único objetivo en la vida; ni siquiera el principal. Casi todos cometemos irresponsabilidades con nuestra dieta, pero no es función del Estado prohibirnos las carnes rojas o la sal en exceso.

Pero incluso si suponemos que el Estado tiene un legítimo derecho a intervenir coercitivamente en las opciones alimenticias de la gente, tampoco considero que, por motivos de salud el consumo de coca debería ser prohibido, porque ni el té de coca ni el acullico en cantidades moderadas son dañinos a la salud. Por supuesto, si yo comiera 10 huevos fritos todos los días en el desayuno, el almuerzo y la cena, en poco tiempo mi salud estaría muy deteriorada. Pero el responsable de ello no serían los huevos, sino mi propia irresponsabilidad e insensatez. Que muchos consumidores de coca, abusen de ella, y no se laven los dientes, y tengan dientes verdes y no coman ni duerman adecuadamente, no es culpa de una hoja cuyo consumo, en cantidades moderadas (como debe ser todo alimento) no ocasiona mayores perjuicios para la salud.

La convención de Viena cometió una arbitrariedad al decir que el consumo de la coca debería ser eliminado, legislando sobre un tema que en primer lugar no debería ser de su competencia y en segundo lugar porque la coca ni es dañina para la salud, ni es peor que otros alimentos que no están prohibidos, como ser las bebidas alcohólicas, el tabaco, las papas fritas o las tripas rellenas. Que el Estado determine la dieta de las personas me parece una de las formas más denigrantes de estatismo e irrespeto a la dignidad humana.

Santa Cruz de la Sierra, 22/03/12

http://javierpaz01.blogspot.com/

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