lunes, 19 de febrero de 2007

Profecías auto-cumplidas en los cálculos de riesgo e inversión

Javier Paz García
Hace unos días leí en una revista de energía un artículo que decía que la reciente nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia mostraba cuan volátil y riesgosa es Latinoamérica y sugería a actuales y potenciales inversionistas reevaluar sus modelos de riesgo antes de aventurar capitales adicionales en la región. Algo que me llamó la atención es que, en el caso de Bolivia, la nacionalización – que según los entendidos no es más que un cambio en el código tributario – se dio precisamente porque existía entre la población la impresión de que las empresas petroleras asentadas en Bolivia tenían contratos ‘demasiado ventajosos’ hasta el punto de considerar que estaban ‘robando’ al país de su riqueza. No es el propósito de esta nota discutir si tal impresión es correcta o no, lo cierto es que ese sentimiento existía y era generalizado. La razón por la que las petroleras obtuvieron contratos ventajosos se debe parcialmente a que cuando el Estado quiso atraer inversiones hacia el sector, el país era considerado de alto riesgo, por lo tanto solamente contratos así podrían atraer las inversiones necesarias. Aclaro que no soy un conocedor del tema, y no sé si la generosidad de los contratos se debió puramente al factor riesgo-país, o si hubo ineptitud y corrupción por parte de nuestros gobiernos; lo más probable es una mezcla de ambas cosas.
Existe en la literatura el concepto de la profecía auto-cumplida que es una predicción que una vez hecha, modifica el comportamiento de los actores, lo cual hace que la predicción se materialice. La tragedia Edipo Rey de Esquilo es un ejemplo. Es posible especular que algo similar sucedió en el caso de Bolivia. 1) Existe un estado inicial donde las transnacionales perciben un alto riesgo y por lo tanto exigen un retorno alto. 2) El país se ve obligado a otorgar esos retornos para atraer capitales. 3) La población ve los altos retornos de las transnacionales como un mal negocio, como un robo. 4) Luego de un cambio de régimen se da una nacionalización con el objetivo de subsanar contratos ‘lesivos al Estado’ y ‘demasiado ventajosos’ para las transnacionales. 5) En consecuencia la percepción inicial de que existe un alto riesgo se vuelve realidad, en parte debido a la misma percepción inicial.
Un corolario es que esto se convierte en un ciclo en espiral, ya que luego de la nacionalización los inversionistas reevalúan sus cálculos de riesgo en la región (como sugiere el artículo que inspiró esta nota) y exigen mayores retornos para inversiones adicionales, sentando así las bases para futuras nacionalizaciones o renegociaciones forzadas.
Si una percepción de país riesgoso se puede convertir en una profecía auto-cumplida y causar además una espiral ascendente en los análisis de riesgo, entonces el Estado debe emprender políticas destinadas a detener tal espiral y disminuir el riesgo-país ante los ojos de los inversionistas. La seguridad jurídica es clave para ello. El Estado tiene que trabajar en una imagen de seriedad, responsabilidad y de compromiso con la palabra empeñada y no una de informalidad, incapacidad y de incumplimiento de obligaciones asumidas, como actualmente ocurre. Otro factor importante es que el Estado y las transnacionales tengan una estrategia conjunta para beneficiar a la población y comunicar eficazmente tales beneficios. Estos van más allá de lo que las transnacionales pagan en impuestos. La inversión extranjera también cumple un bien social porque trae capitales, tecnología, crea empleos, aumenta el capital humano, e incluso invierte directamente en proyectos de carácter social (escuelas, caminos, etc.) Es importante que el Estado y las transnacionales no tengan una relación de confrontación y más bien trabajen juntos para crear y comunicar estos beneficios.
Fayetteville, 19/02/07.
El Deber, 08/03/07.

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