martes, 22 de abril de 2025

¿Los aumentos salariales generan inflación?

 

Javier Paz García

Los aumentos salariales impuestos por el gobierno no generan inflación. La inflación es siempre un fenómeno monetario, cómo explica el Nobel de economía Milton Friedman y su causa es la excesiva impresión de papel moneda. Lamentablemente no es infrecuente ver opinadores, incluso economistas confundidos que dicen, equivocadamente, que los aumentos salariales generan inflación porque hace que aumente el costo de producción. En realidad, los precios son determinados por el mercado. El gerente de una empresa puede creer que define el precio de su producto, pero lo que hace es un proceso de descubrimiento del precio: si pone un precio muy alto, vende poco y si pone un precio muy bajo, quiebra su inventario y deja una demanda insatisfecha, por lo que continuamente tiene que estar en un proceso de prueba y error. Si una empresa subiera sus precios, luego de ser obligada a dar un aumento salarial y siguiera vendiendo lo mismo, entonces, ¿por qué tendría que esperar el aumento salarial para subir precios? Si el aumento de precios no castigara su volumen de ventas, entonces podría subir precios y ganar más, independientemente de que haya o no un aumento salarial. Por otro lado, los aumentos salariales no generan un aumento generalizado de los precios, sino cambios relativos; es decir, algunos sectores ganan más a costa de otros. En cambio, la impresión excesiva de papel moneda genera precisamente que todos los precios suban y lo hagan de manera sostenida en el tiempo.

Lo anteriormente expuesto no es de ninguna manera una vindicación de los incrementos salariales impuestos al sector privado por el gobierno. Los incrementos salariales por decreto son una violación de la libertad contractual entre personas; son también una violación de la propiedad privada, porque consisten en que una entidad (el Estado) toma algo ajeno contra la voluntad de los legítimos dueños (parte del patrimonio de las empresas) y se lo da a otros (los empleados), algo no muy diferente del robo o hurto. Es decir que los aumentos salariales por decreto son inmorales y deberían ser rechazados por principio. Pero incluso dejando la justicia y la moral de lado, las consecuencias de los incrementos salariales son contraproducentes. Al generar inseguridad jurídica, reducen el incentivo a crecer y contratar personas, lo que genera menos crecimiento económico para el país y menos empleo; al imponer incrementos generalizados, hace más difícil que las empresas premien a los mejores empleados, lo que promueve la mediocridad y repercute en menor crecimiento económico; puede hacer inviables ciertas empresas, que se ven obligadas a reducir personal o cerrar, generando desempleo y mayor informalidad. En definitiva, los incrementos salariales forzosos frenan el crecimiento económico de un país, reducen el empleo, reducen la meritocracia y aumentan la informalidad.

El Estado, como empleador, tiene la potestad de negociar y otorgar aumentos salariales a los funcionarios públicos; pero imponer aumentos salariales al sector privado, es cometer un robo, una injusticia, una inmoralidad, y además los efectos de largo plazo son perjudiciales para la economía y para los trabajadores. La única política consecuente con la justicia, con el respeto a la libertad individual y la propiedad privada y conducente a mayor crecimiento económico y bienestar de los trabajadores es el respeto irrestricto por parte del Estado a la libertad contractual expresada en los contratos libremente convenidos entre empleadores y empleados. El Estado nunca debería imponer ningún incremento salarial en el sector privado.

Santa Cruz de la Sierra, 22/04/25

viernes, 18 de abril de 2025

Mario Vargas Llosa y el pudor de la historia

 

Javier Paz García

¿Fue Mario Vargas Llosa un político fracasado? Su trayectoria política consiste en una candidatura a la presidencia del Perú en 1990, donde perdió con Alberto Fujimori, por lo que es natural concluir que sí.

La ciencia es el intento de los seres humanos de encontrar explicación a los fenómenos de nuestro mundo; en esencia, trata de establecer la causalidad de los hechos. Y nos enseña por ejemplo que a una atmósfera de presión, si el agua hierve a 100 °C, se evapora. Llegamos a esta conclusión porque hemos presenciado este fenómeno millones de veces, siempre con el mismo resultado. Estos experimentos no son replicables al estudio de la historia, que también intenta explicar la causalidad de las sociedades humanas. Por ejemplo, cuando decimos que las duras condiciones del Tratado de Versalles, generaron descontento en la sociedad alemana, lo que llevó al crecimiento del movimiento nazi y eventualmente a la segunda guerra mundial, estamos tratando de explicar fenómenos en términos de A produjo B. Pero estas aseveraciones son inverificables. No podemos hacer un “experimento” donde exista una Alemania con Tratado de Versalles y otra sin el tratado y ver empíricamente si en está no aparece el nazismo y no se da la segunda guerra mundial. No podemos deducir el devenir de la historia con el mismo grado de certeza que tenemos para descubrir a qué temperatura hierve el agua.

Jorge Luis Borges dice que “la historia, la verdadera historia, es más pudorosa y que sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas.” Y especula por ejemplo que la introducción de un segundo actor en el teatro por parte de Esquilo podría tener mayor trascendencia que muchos hechos ampliamente documentados, digamos la revolución francesa o la caída del muro de Berlín.

En 1987 el gobierno de Alan García intentó nacionalizar la banca en Perú. Mario Vargas Llosa organizó un movimiento contra estos intentos estatizantes y logró cambiar la opinión pública y frenar las intenciones de García. Desde entonces, en Perú no se ha vuelto a flotar la idea de nacionalizar la banca privada y que incluso, a pesar de la inestabilidad política, el desprestigio de los políticos y los cambios frecuentes del presidente de la nación, el Banco Central del Perú goza de independencia y es muy respetado por la sociedad en general.  

Si medimos el éxito de un político por los cargos que ocupó, las elecciones que ganó o la plata que robó, Vargas Llosa no merece mención alguna y tendríamos que rendir honores a Fidel Castro, Rafael Trujillo o Evo Morales que hundieron a sus países en la pobreza y el autoritarismo. Pero si entendemos que el ejercicio de la política tiene como objetivo preservar la libertad y mejorar la vida de los pueblos, entonces podríamos concluir que Mario Vargas Llosa, sin ganar una elección y sin asumir ningún cargo público, ha sido más exitoso que estos sátrapas. Tal vez el Perú le debe más al Nobel de literatura que a muchos de sus presidentes y ministros y tal el actual presidente del Banco Central del Perú le debe el cargo, pero estas aseveraciones son inverificables porque la historia tiene su pudor y deja cosas para la imaginación.

Santa Cruz de la Sierra, 18/04/25