viernes, 14 de febrero de 2025

Capitalismo de stakeholder vs. la maximización de utilidades: un falso dilema

 Javier Paz García

Quienes crean una empresa, lo hacen con la expectativa de ganar dinero. Cuando los dueños de una empresa contratan a gerentes para manejar la empresa, en lugar de ellos mismos, encomiendan a dichos gerentes que ganen dinero, dentro de ciertos marcos éticos, legales y estratégicos. Los gerentes tienen una responsabilidad hacia los propietarios de la empresa; actúan como agentes fiduciarios, buscando el beneficio de los dueños y como tales, deben procurar hacer el mejor uso de los activos que se les ha encomendado para maximizar la utilidad. 

En las últimas décadas ha surgido una corriente llamada capitalismo stakeholder (stakeholder capitalism) que rechaza esta visión de la empresa a la que acusa de miope y dice que los gerentes deben mirar a todos los stakeholders, es decir a empleados, proveedores, clientes, comunidades, etc. Quienes promueven esta idea, a menudo utilizan al premio Nobel de economía Milton Friedman como el villano. Friedman defendía la noción de que la responsabilidad social de una empresa es usar sus recursos de manera eficiente y ganar dinero cumpliendo las leyes, compitiendo en el mercado y no cometiendo fraude. ¿Cómo gana dinero una empresa en un mercado libre? Dando un producto o servicio que la gente valore más que el precio del producto. En una economía libre los consumidores pueden elegir en qué gastan su dinero y ninguna empresa puede obligarlos a gastar su dinero a través de la coerción (como sí sucede con el Estado y las economías planificadas). La única forma en que una empresa puede lograr que un consumidor les compre un producto o servicio, es convenciéndolo de que dicho producto vale más para ese consumidor, del precio que debe pagar. Si a un mismo precio, una empresa baja la calidad de sus productos, pierde clientes; si a igual calidad, una empresa sube el precio de sus productos, pierde clientes. Entonces la forma de maximizar la utilidad de la empresa a largo plazo, es siendo eficiente y dando más valor a los clientes. Por ello, una empresa que quiere maximizar sus ganancias, debe estar centrada en los clientes, buscando cómo atenderlos mejor, darles un mejor producto y una mejor experiencia. Para tener productos, servicios de calidad y atención de calidad una empresa debe tener trabajadores y proveedores de calidad. Para ello debe pagar sueldos competitivos, promover un buen ambiente de trabajo, capacitar y mejorar los conocimientos y habilidades de los trabajadores entre muchas cosas más y debe hacer esto en un entorno competitivo, donde cada empleado (y proveedor) tiene la opción de ir a trabajar a otro lugar donde sienta que tendrá mejores condiciones u oportunidades. Es decir, para maximizar las utilidades de una empresa, es fundamental tener en mente el bienestar de los trabajadores. Podríamos plagiar a Adam Smith y decir que no es por la benevolencia del dueño de una empresa que los clientes y empleados reciben un beneficio, sino de su preocupación por su propio interés. O mejor aún, podemos citar su obra cumbre, La Riqueza de las Naciones, donde dice:

“En la medida en que todo individuo procura en lo posible invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa actividad para que su producción alcance el máximo valor, todo individuo necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Es verdad que por regla general él no intenta promover el interés general ni sabe en qué medida lo está promoviendo. Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera él solo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad para producir el máximo valor, él busca su propio beneficio; pero en este caso como en otros muchos, una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si deliberadamente intentase fomentarlo.”

La noción que defiende Milton Friedman de que la empresa debe ganar dinero, no es antagonista de la visión de que debe buscar el beneficio de clientes, trabajadores y proveedores. Creo que quienes ven este antagonismo sufren la miopía keynesiana de solo mirar el corto plazo. En el corto plazo hay una aparente pugna de intereses contrapuestos: mayor remuneración a los trabajadores significa un mayor precio a clientes o menor ganancia para los dueños; reducir la calidad de un producto y mantener el precio redunda en mayores ganancias para los dueños o mejor remuneración para los trabajadores. Este aparente antagonismo es más bien es un área de negociación entre los interesados (stakeholders) en lo que preeminentemente es un acuerdo de cooperación altamente beneficioso para todos. Los dueños de empresas, los clientes y empleados no compiten entre sí, sino que colaboran entre sí para beneficio de todos. Si no fuera así, no existirían empresas, ni trabajadores que vendan su tiempo y talento por un sueldo, ni clientes que compren productos de otros. Por supuesto hay y seguirán existiendo empresas que tratan mal a sus empleados, que mienten a sus clientes o intentan capturar todo el valor de sus productos con precios altos y que en el corto plazo pueden ganar dinero, pero en general, esas empresas no retienen el mejor talento, no crecen en clientes y se mantienen pequeñas o desaparecen. En el largo plazo, las grandes empresas, las que más han crecido, ganado dinero y lo han hecho de manera sostenida en el tiempo son aquellas que valoran a sus empleados y buscan generar valor para sus clientes. Para ser un buen trabajo y generar valor de largo plazo, es irrelevante que un gerente se crea un fridmanita que debe tratar de generar las mayores utilidades posibles, o se crea un capitalista de stakeholder que busca el beneficio de todos, porque en ambos casos debe hacer las mismas cosas y debe crear valor para todos. Incluso si incluimos el medio ambiente, maximizar la utilidad significa ser lo más eficiente con el uso de recursos, es decir tratar de producir con menos agua, con menos energía, lo cual es bueno para el medio ambiente. Tratar de maximizar la utilidad, implica poner un precio tal que la gente que no valora tanto dicho producto, no lo compre, reduciendo el consumismo y el impacto sobre los recursos naturales. El dilema entre la maximización de la utilidad y el capitalismo de stakeholders es un falso dilema y la mano invisible de Adam Smith funciona mejor que las buenas intenciones.

Santa Cruz de la Sierra, 14/02/25

http://javierpaz01.blogspot.com/

domingo, 9 de febrero de 2025

La tolerancia vs. la onda Woke

 Javier Paz García

Estaba en San Borja con mi padre, acompañándolo en su trabajo cuando tuvimos una de esas conversaciones que los padres dan a los hijos adolescentes que naturalmente resultan incómodas para ambos. Una de las cosas que me recomendó fue que trate con respeto a las personas y que no me involucre en pateaduras o insultos a homosexuales. Me dijo que a uno puede no gustarle o no estar de acuerdo con la homosexualidad, pero eso es cuestión de cada uno y mientras no se metan con uno, uno debe respetar o en todo caso no agredirlos. El consejo de mi padre (en especial el consejo sobre no involucrarme en pateaduras) da luces sobre la mentalidad de nuestra sociedad, donde la homosexualidad es mal vista y a menudo los homosexuales son acosados y agredidos. Me solidarizo cuando pienso en lo difícil que debe ser para una persona homosexual, ya sea mantener su condición en secreto y vivir una mentira ante la sociedad o ser abiertamente homosexual y recibir el rechazo y acoso de la misma. Pienso en la naturaleza humana con su aversión a las cosas diferentes y cómo esto ha ocasionado miles de muertos por guerras religiosas, en Europa por ejemplo donde por diferencias mínimas, protestantes y católicos se matasen bajo la bandera del mismo Dios. En tal sentido, yo entiendo el avance de la civilización fundamentalmente como un avance de la tolerancia y el respeto hacia el prójimo; el ser civilizado es ser civil con otros. Y por supuesto, hay poco mérito en ser respetuoso de la gente con la que nos sentimos a gusto o con la que compartimos valores. Lo difícil y encomiable es serlo con personas con las que tenemos diferencias e incluso nos desagradan. Ser liberal, es precisamente promover la tolerancia y en tal sentido me encanta la definición de Alberto Benegas Lynch hijo que Javier Milei ha popularizado: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. La mayoría de la gente circunscribe erróneamente el liberalismo a una doctrina económica, cuando de hecho nace de fundamentos morales y políticos y en muchos aspectos el ámbito económico es un corolario de éstos. Por ejemplo, mi padre, sin dar un dato económico, ni hablar de propiedad privada y tal vez sin saberlo, me estaba enseñando principios liberales de tolerancia y respeto hacia el prójimo. Yo quisiera pasar esos mismos principios a mis hijos y creo que debemos seguir avanzando como sociedad en promover los valores de respeto y tolerancia. 

Ahora quisiera clarificar un poco más cómo entiendo la tolerancia. Por ejemplo, yo no quisiera que mis hijos sean homosexuales. Si alguno lo fuera, no dejaría de quererlo, pero preferiría que fueran heterosexuales y formen una familia, de la misma manera en que prefiero que sean ingenieros antes que curas o zapateros. Quiero inculcar en mis hijos el respeto a las personas, incluidos los homosexuales, pero no quiero promover en ellos la homosexualidad. Creo que muchos padres sentimos algo similar y nos preocupa esta onda Woke, que llega principalmente de Europa y Estados Unidos, donde los movimientos LGTB (lesbianas, gays, transexuales y no binarios), van más allá de promover la tolerancia hacia sus preferencias sexuales y quieren imponer una agenda educativa, un lenguaje y hasta una ciencia en contra de la libertad de las personas, especialmente los padres. Muchos de estos grupos han pasado de demandar la tolerancia hacia ellos a imponer su intolerancia hacia otros, de manera violenta, a veces usando el vandalismo o la agresión física, otras descalificando e insultando a quienes piensan diferente y también utilizando el monopolio de la fuerza del Estado para imponer su intolerancia mediante leyes. 

En esta carrera por imponer una ideología es sorprendente lo absurdo a lo que se puede llegar. Por ejemplo, la noción de que un hombre se autoperciba como mujer, sea suficiente para serlo. Si tomamos este criterio en serio, invalidamos toda la ciencia. Cada célula de nuestro cuerpo tiene codificada una de dos opciones, según nuestros cromosomas sean XX o XY. Cada célula de nuestro cuerpo o la de cualquier animal sexual indica si ese individuo es macho o hembra según el tipo de cromosomas que tenga: no hay otras alternativas y esto no está definido por la cultura, o el lenguaje, sino por la biología. Cuando los antropólogos descubrieron a Lucy, un australopithecus afarensis de aproximadamente 3,5 millones de años de antigüedad, pudieron determinar que era una hembra, no porque hayan sido personas prejuiciosas e intolerantes, sino porque guiados por sus conocimientos científicos, sabían que los esqueletos de las hembras y de los machos difieren en ciertos aspectos. Si un antropólogo Woke descubriera a Lucy ahora, ¿diría que no se puede determinar su género, porque Lucy no está viva para preguntarle cómo se autopercibía? ¿O bajo la misma lógica no podría ser catalogada como australopithecus afarensis, porque tal vez ella en vida sentía que era un delfín o una gacela? Hace 50 años, si alguien se autopercibía como Napoleón Bonaparte o como un delfín, se lo internaba en un manicomio, porque su autopercepción distaba mucho de la realidad. Hoy, en muchos países, si uno critica lo absurdo de la noción de autopercepción, es atacado como intolerante y discriminador. La noción de que un hombre con cromosomas XY, pueda autopercibirse como mujer y pasar a una cárcel de mujeres, competir en competencias deportivas de mujeres o utilizar el baño de mujeres es absurda y peligrosa, y sin embargo es algo que está sucediendo. En Estados Unidos, grupos activistas promueven que adolescentes, que por supuesto están en una etapa muy confusa de sus vidas, inicien tratamientos hormonales para cambios de sexo, con consecuencias irreparables para esos adolescentes. Vuelvo a la definición de Alberto Benegas Lynch hijo: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Aquí no está en cuestión el derecho de una persona a vivir su vida cómo mejor le parezca, incluida su opción a autopercibirse como no binaria, ballena o eucalipto. Si alguien se cree ballena, yo pensaría que esa persona está loca, pero no tengo motivo para meterme en su vida. Si esa persona quiere imponerme su realidad y obligarle a que la llame ballena, o le diga señorita a una persona con dos testículos, entonces esa persona está tratando de imponerme a mí su visión de la vida, y si utiliza la fuerza y la violencia, incluida la violencia del Estado a través de sus leyes y aparatos represivos para imponer dicha visión, entonces está violando el principio de no agresión e irrespetando mi proyecto de vida, y eso no tengo por qué tolerarlo. Si esa persona quiere imponer, mediante leyes y mecanismos de fuerza del Estado, una agenda educativa que vaya más allá de la tolerancia, sino que promueva el homosexualismo, la censura del debate y la libertad de expresión, incluso negando descalificando a la ciencia misma, entonces está haciendo lo que critica de los otros, está siendo intolerante y abusivo y uno tiene el derecho de defenderse. Desde el punto de vista del respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, aquí tampoco está en cuestión si ser homosexual o transexual o creerse hipopótamo o ballena es bueno o malo: esa es una cuestión que cada persona debe decidir según sus principios y creencias. Lo que está en cuestión es si un heterosexual tiene el derecho de imponer su visión a una persona que no lo sea y también si un homosexual o trans o hipopótamo o ballena tiene el derecho de imponer su visión a quien no lo sea. En ambos casos la respuesta es no. Las personas LGTB tienen el derecho a exigir respeto hacia sus preferencias; también deben entender que no todos comparten dichas preferencias y respetarlas. La tolerancia y el respeto debe ser de ambas partes. 

Santa Cruz de la Sierra, 09/02/2025

http://javierpaz01.blogspot.com/

domingo, 2 de febrero de 2025

Las consecuencias de las tarifas arancelarias

 Javier Paz García

En 1929, la bolsa de valores de Nueva York se desplomó, lo que dio inicio a la gran depresión, aproximadamente una década de estancación económica, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa. Los motivos que llevaron a tan largo periodo de estancamiento son varias, una de ellas fue el aumento de las tarifas entre los países y la subsiguiente caída del comercio mundial. Los líderes políticos de Estados Unidos en ese momento pensaron que imponer tarifas a otros países encarecería los bienes importados y haría que los estadounidenses prefieran los bienes locales, lo cual incentivaría la economía, además de generar mayores ingresos al gobierno. Lo que sucedió y generalmente sucede fueron medidas reciprocas de imposición de tarifas de los países afectados que encarecieron los bienes transados, redujeron el comercio mundial y empobrecieron a todos los países involucrados. 

Analicemos las tarifas desde el punto de vista del consumidor. Si un consumidor compra un producto importado, lo hace porque cree que es la mejor opción considerando el precio y la calidad. Una tarifa sobre dicho bien importado lo hace más caro, lo cual significa que el consumidor tendrá que 1) pagar un monto mayor que antes o 2) preferirá comprar un producto similar probablemente producido localmente, pero que antes de la subida de precios, era considerado por el consumidor como inferior en su evaluación interna de precio/calidad o 3) dejará de comprar dicho producto. En los tres casos el consumidor está peor que cuando no había la tarifa. 

Ahora analicemos las tarifas desde el punto de vista del productor local que compite con productos importados. Sin tarifas, los productos importados y los locales compiten en igualdad de condiciones y son los consumidores quienes deciden cuál quieren. Entonces el productor local debe competir con el mundo para hacer productos atractivos desde la perspectiva calidad/precio, lo cual beneficia a los consumidores y puede ser una molestia para los productores. Una tarifa a productos importados hace menos competitivos dichos productos, lo cual permite al productor local subir precios sin mejorar calidad o bajar calidad sin bajar precios y aun así seguir vendiendo y ganando más dinero que antes. Una tarifa protege a las empresas locales de la competencia, lo cual a la larga lleva a las empresas a ser más ineficientes. La ineficiencia la paga el consumidor, por lo que el productor local está feliz con la tarifa que lo protege de competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo. 

El gobierno cree que las tarifas le permitirán incrementar sus ingresos, pero si los volúmenes importados caen lo suficiente, esto puede no pasar. Y en términos generales el país que impone tarifas se empobrece, el consumidor paga más caro y queda con menos opciones elegir, los recursos productivos se redirigen a actividades ineficientes que serían mejor proveídas por industrias extranjeras desde un punto de vista de ventaja comparativa y se protege a ciertas industrias que se hacen ineficientes.

¿Qué debería hacer el país al que le imponen tarifas? Sorprendentemente la respuesta podría ser que no debe hacer nada. Si un país X impone tarifas sobre los productos de un país, esto puede tener consecuencias graves en dicha industria, sin embargo, desde un punto de vista técnico económico, si Y responde imponiendo tarifas sobre los productos que X exporta a Y, no soluciona en nada los problemas de la industria exportadora en Y, pero daña a los consumidores del país Y que ahora tienen productos importados más caros. En la realidad, los países responden en reciprocidad por varios motivos que responden a las dinámicas políticas como ser la percepción pública de que si no hacen nada no están protegiendo al país, o generar presión para posteriormente negociar, o simplemente la testosterona y el impulso a no dejarse con otro.

La imposición de tarifas lleva a una guerra comercial donde los otros países responden recíprocamente, el comercio y la economía mundial cae, cae el empleo y el consumidor pierde. En cada país algunas industrias locales ganan, otras industrias exportadoras pierden, pero en el agregado el país y sus ciudadanos pierden. 

El presidente de Estados Unidos. Donald Trump ha impuesto tarifas a algunos de sus socios comerciales. Vamos a ver desarrollarse la dinámica antes descrita, con el riesgo de desencadenar una estancación de la economía mundial, como sucedió en la década de 1930. Paradójicamente una de las promesas de Trump como candidato era bajar la inflación en su país. Las tarifas y las deportaciones de ilegales (más allá de consideraciones legales) tendrán como consecuencia un encarecimiento de los bienes y servicios para los consumidores americanos. Trump no va a reducir la inflación con estas medidas, va a aumentar la inflación y va a empobrecer a sus ciudadanos.

Santa Cruz de la Sierra, 02/02/2025

http://javierpaz01.blogspot.com/