Javier Paz García
Estaba en San Borja con mi padre, acompañándolo en su trabajo cuando tuvimos una de esas conversaciones que los padres dan a los hijos adolescentes que naturalmente resultan incómodas para ambos. Una de las cosas que me recomendó fue que trate con respeto a las personas y que no me involucre en pateaduras o insultos a homosexuales. Me dijo que a uno puede no gustarle o no estar de acuerdo con la homosexualidad, pero eso es cuestión de cada uno y mientras no se metan con uno, uno debe respetar o en todo caso no agredirlos. El consejo de mi padre (en especial el consejo sobre no involucrarme en pateaduras) da luces sobre la mentalidad de nuestra sociedad, donde la homosexualidad es mal vista y a menudo los homosexuales son acosados y agredidos. Me solidarizo cuando pienso en lo difícil que debe ser para una persona homosexual, ya sea mantener su condición en secreto y vivir una mentira ante la sociedad o ser abiertamente homosexual y recibir el rechazo y acoso de la misma. Pienso en la naturaleza humana con su aversión a las cosas diferentes y cómo esto ha ocasionado miles de muertos por guerras religiosas, en Europa por ejemplo donde por diferencias mínimas, protestantes y católicos se matasen bajo la bandera del mismo Dios. En tal sentido, yo entiendo el avance de la civilización fundamentalmente como un avance de la tolerancia y el respeto hacia el prójimo; el ser civilizado es ser civil con otros. Y por supuesto, hay poco mérito en ser respetuoso de la gente con la que nos sentimos a gusto o con la que compartimos valores. Lo difícil y encomiable es serlo con personas con las que tenemos diferencias e incluso nos desagradan. Ser liberal, es precisamente promover la tolerancia y en tal sentido me encanta la definición de Alberto Benegas Lynch hijo que Javier Milei ha popularizado: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. La mayoría de la gente circunscribe erróneamente el liberalismo a una doctrina económica, cuando de hecho nace de fundamentos morales y políticos y en muchos aspectos el ámbito económico es un corolario de éstos. Por ejemplo, mi padre, sin dar un dato económico, ni hablar de propiedad privada y tal vez sin saberlo, me estaba enseñando principios liberales de tolerancia y respeto hacia el prójimo. Yo quisiera pasar esos mismos principios a mis hijos y creo que debemos seguir avanzando como sociedad en promover los valores de respeto y tolerancia.
Ahora quisiera clarificar un poco más cómo entiendo la tolerancia. Por ejemplo, yo no quisiera que mis hijos sean homosexuales. Si alguno lo fuera, no dejaría de quererlo, pero preferiría que fueran heterosexuales y formen una familia, de la misma manera en que prefiero que sean ingenieros antes que curas o zapateros. Quiero inculcar en mis hijos el respeto a las personas, incluidos los homosexuales, pero no quiero promover en ellos la homosexualidad. Creo que muchos padres sentimos algo similar y nos preocupa esta onda Woke, que llega principalmente de Europa y Estados Unidos, donde los movimientos LGTB (lesbianas, gays, transexuales y no binarios), van más allá de promover la tolerancia hacia sus preferencias sexuales y quieren imponer una agenda educativa, un lenguaje y hasta una ciencia en contra de la libertad de las personas, especialmente los padres. Muchos de estos grupos han pasado de demandar la tolerancia hacia ellos a imponer su intolerancia hacia otros, de manera violenta, a veces usando el vandalismo o la agresión física, otras descalificando e insultando a quienes piensan diferente y también utilizando el monopolio de la fuerza del Estado para imponer su intolerancia mediante leyes.
En esta carrera por imponer una ideología es sorprendente lo absurdo a lo que se puede llegar. Por ejemplo, la noción de que un hombre se autoperciba como mujer, sea suficiente para serlo. Si tomamos este criterio en serio, invalidamos toda la ciencia. Cada célula de nuestro cuerpo tiene codificada una de dos opciones, según nuestros cromosomas sean XX o XY. Cada célula de nuestro cuerpo o la de cualquier animal sexual indica si ese individuo es macho o hembra según el tipo de cromosomas que tenga: no hay otras alternativas y esto no está definido por la cultura, o el lenguaje, sino por la biología. Cuando los antropólogos descubrieron a Lucy, un australopithecus afarensis de aproximadamente 3,5 millones de años de antigüedad, pudieron determinar que era una hembra, no porque hayan sido personas prejuiciosas e intolerantes, sino porque guiados por sus conocimientos científicos, sabían que los esqueletos de las hembras y de los machos difieren en ciertos aspectos. Si un antropólogo Woke descubriera a Lucy ahora, ¿diría que no se puede determinar su género, porque Lucy no está viva para preguntarle cómo se autopercibía? ¿O bajo la misma lógica no podría ser catalogada como australopithecus afarensis, porque tal vez ella en vida sentía que era un delfín o una gacela? Hace 50 años, si alguien se autopercibía como Napoleón Bonaparte o como un delfín, se lo internaba en un manicomio, porque su autopercepción distaba mucho de la realidad. Hoy, en muchos países, si uno critica lo absurdo de la noción de autopercepción, es atacado como intolerante y discriminador. La noción de que un hombre con cromosomas XY, pueda autopercibirse como mujer y pasar a una cárcel de mujeres, competir en competencias deportivas de mujeres o utilizar el baño de mujeres es absurda y peligrosa, y sin embargo es algo que está sucediendo. En Estados Unidos, grupos activistas promueven que adolescentes, que por supuesto están en una etapa muy confusa de sus vidas, inicien tratamientos hormonales para cambios de sexo, con consecuencias irreparables para esos adolescentes. Vuelvo a la definición de Alberto Benegas Lynch hijo: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Aquí no está en cuestión el derecho de una persona a vivir su vida cómo mejor le parezca, incluida su opción a autopercibirse como no binaria, ballena o eucalipto. Si alguien se cree ballena, yo pensaría que esa persona está loca, pero no tengo motivo para meterme en su vida. Si esa persona quiere imponerme su realidad y obligarle a que la llame ballena, o le diga señorita a una persona con dos testículos, entonces esa persona está tratando de imponerme a mí su visión de la vida, y si utiliza la fuerza y la violencia, incluida la violencia del Estado a través de sus leyes y aparatos represivos para imponer dicha visión, entonces está violando el principio de no agresión e irrespetando mi proyecto de vida, y eso no tengo por qué tolerarlo. Si esa persona quiere imponer, mediante leyes y mecanismos de fuerza del Estado, una agenda educativa que vaya más allá de la tolerancia, sino que promueva el homosexualismo, la censura del debate y la libertad de expresión, incluso negando descalificando a la ciencia misma, entonces está haciendo lo que critica de los otros, está siendo intolerante y abusivo y uno tiene el derecho de defenderse. Desde el punto de vista del respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, aquí tampoco está en cuestión si ser homosexual o transexual o creerse hipopótamo o ballena es bueno o malo: esa es una cuestión que cada persona debe decidir según sus principios y creencias. Lo que está en cuestión es si un heterosexual tiene el derecho de imponer su visión a una persona que no lo sea y también si un homosexual o trans o hipopótamo o ballena tiene el derecho de imponer su visión a quien no lo sea. En ambos casos la respuesta es no. Las personas LGTB tienen el derecho a exigir respeto hacia sus preferencias; también deben entender que no todos comparten dichas preferencias y respetarlas. La tolerancia y el respeto debe ser de ambas partes.
Santa Cruz de la Sierra, 09/02/2025
http://javierpaz01.blogspot.com/
1 comentario:
Por suerte pareciera que el mundo esta recuperando el sentido comun. Trump ya prohibio a hombres en deportes de mujeres, hombres en carceles de mujeres, y les quito los fondos a activistas LGBTQ en el sistema educativo e instituciones gubernamentales (gracias Elon y sus descubrimientos sobre USAID)... esperemos que el resto de occidente lo siga.
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