miércoles, 6 de agosto de 2014

Las leyes y el trabajo infantil


Javier Paz García
En mi nota anterior señalé que el trabajo infantil no se erradica con leyes, sino con una sistemática mejora en las condiciones económicas y que prohibir el trabajo infantil sirve de poco o nada. En realidad prohibir el trabajo infantil pone a los niños trabajadores en una peor situación. En primer lugar desde una perspectiva de oferta y demanda, la prohibición hace que muchas de las personas que inicialmente están dispuestas a contratar niños, dejen de hacerlo. Esto reduce la demanda laboral de niños y por tanto estos tienen menos opciones de trabajo y posiblemente menores salarios. Por otro lado, la prohibición, al imponer multas pecuniarias y penales a quienes contraten niños, hace más costosa su contratación, tanto por el mayor riesgo, como por los mecanismos que el contratante tendrá que utilizar para no ser encontrado por la ley, deprimiendo aun más los salarios. Finalmente, la prohibición hace que la gente menos proclive a delinquir deje de contratar niños, dejando como potenciales empleadores a los más inescrupulosos, abusivos y violentos (lo mismo sucede con la prohibición de drogas). En otras palabras la prohibición de contratar niños disminuye sus salarios y aumenta sus riesgos. Esto no es mera teoría, por ejemplo en Bangladesh a principios de los 90, miles de niños fueron despedidos de industrias manufactureras debido a que las transnacionales a las cuales les vendían se negaron a aceptar productos hechos por niños. Estudios posteriores mostraron que muchos niños despedidos terminaron trabajando en peores condiciones e incluso en prostitución y semi esclavitud.
Por supuesto que lo ideal sería que ningún niño trabaje, y que reciba una educación adecuada. Pero la opción para muchos niños no es ir al colegio o trabajar, sino trabajar o morir. Entonces lo que uno tiene que evaluar es la alternativa entre que los niños tengan un trabajo medianamente decente o dejarlos en una situación de mayor peligro, ya sea trabajando con gente inescrupulosa, trabajando por su cuenta o mendigando en las calles expuestos al clima, al tráfico vehicular y a la influencia de drogadictos y abusadores.
Pocas cosas son tan triste como un niño trabajando, robado de su niñez y su educación. Si yo me opongo a que los gobiernos prohíban el trabajo infantil, no es por insensibilidad o ánimo de lucro, sino porque en general dichas leyes terminan empeorando la situación de los niños a quienes pretenden ayudar.
Santa Cruz de la Sierra, 26/07/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

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