jueves, 22 de mayo de 2014

Whitman y Solyenitzin


Javier Paz García
Fue la conjunción de Jorge Luis Borges y mi abuelo Hernando lo que me hizo conocer a Walt Whitman (Huntingon, New York, 1819 – Camden, New Jersey, 1892) y Alexander Solyenitzin (Kislovodsk, 1911 – Rusia, 2008). Borges por sus referencias sobre el poeta americano y mi abuelo por la predilección que tenía por el Nobel ruso. De Whitman había leído algunos poemas de Hojas de Hierbas, de la editorial Marymar, edición de 1977 traducido Francisco Alexander. El libro pertenecía a mi abuelo, pero como ya dije, fueron los escritos de Borges los que atrajeron mi curiosidad hacia el poeta. Pero no es hasta hace poquísimo tiempo que mirando una biblioteca ajena encontré una serie de cuentos cortos de Solyenitzin, titulados Cuentos en Miniatura, de la editorial Emecé y traducidos por Irina Astrau.
Así como algunas canciones nos recuerdan a ciertas personas o situaciones pasadas, de alguna forma que no comprendo del todo, la lectura de los cuentos de Solyenitzin me recordaron a Whitman (a pesar de haber leído al ruso mucho tiempo después de hojear los poemas de Whitman por última vez). Primero pensé que ambos representaban caras opuestas: el optimismo de Whitman se contraponía a la tristeza de Solyenitzin. Whitman festeja en sus poemas la vida, la naturaleza, la libertad; se siente privilegiado y orgulloso de pertenecer a una joven nación, donde no hay reyes ni nobleza y donde cada persona es libre para perseguir sus sueños. Solyenitzin escribe sobre la falta de libertad, sobre la desesperanza de vivir en un régimen que controla a cada ciudadano y donde la desobediencia puede ser castigada con la muerte. Pero esta explicación, este intento de racionalización no encajaba del todo, no me agradaba. Y es que también hay esperanza en las letras del ruso; también hay un amor por la naturaleza y una reivindicación del espíritu humano, capaz de sobreponerse y triunfar sobre grandes adversidades. Creo que más que caras opuestas, ambos autores representan realidades opuestas. De hecho existen muchas similitudes entre ambos, más allá de que uno escribió en verso y el otro en prosa, los temas que tocan son similares y el estilo es simple y directo, casi didáctico. Sospecho que Solyenitzin hubiera sido un Whitman de no haber vivido en un régimen tan brutal y represivo como el comunista.
Me queda pendiente (como tantos otros libros) la lectura de Archipiélago Gulag, el libro más famoso de Alexander Solyenitzin. Espero que me alcance la vida para disfrutar tal placer.
Santa Cruz de la Sierra, 11/05/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

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