domingo, 14 de diciembre de 2025

Una tragedia invisible

 Javier Paz García

Estos días de lluvias excesivas hemos visto tragedias causadas por riadas en lugares como Achira y El Torno, donde aguas correntosas han inundado casas e incluso han ocasionado la pérdida de vidas humanas. Ver a una anciana llorando mientras mira su humilde casa inundada o a un hombre esperando recuperar el cuerpo de su esposa entre el lodazal, deja nuestros corazones tristes y compungidos. 

Una inundación o un accidente provocan tragedias palpables, visibles e inmediatas.  Hay otras tragedias, que incluso siendo de mucho mayor impacto, no se ven: una de ellas es la herencia que nos dejan 20 años del MAS en la educación. La educación en Bolivia en los últimos 20 años, no solo no ha avanzado, sino que ha retrocedido. El propósito de la educación formal debería ser desarrollar habilidades de análisis, pensamiento crítico y conocimientos concretos con el objetivo de formar personas criteriosas y capaces de desarrollar actividades productivas que les permita prosperar y crecer económicamente. El crecimiento y la productividad de un país es la suma de la productividad de cada una de las personas que viven en ese país e innumerables estudios muestran que la inversión que genera el mayor retorno a largo plazo es la educación. Aunque un país puede crecer por sus recursos naturales, si su población es poco educada, la riqueza será temporal. Este es el caso de Bolivia que a lo largo de su historia ha tenido periodos de crecimiento impulsados por la plata, el estaño, la goma, el petróleo y el gas, para luego de que se acaban, como inevitablemente debe suceder, volver a la pobreza y el lánguido crecimiento. Tristemente, los bolivianos no aprendemos la lección y nuestro paradigma sigue siendo poner la esperanza en el próximo boom, ya sea de litio, de hierro o de soya, para que milagrosamente demos el salto al desarrollo. Y es que la riqueza que generan las materias primas es inmediata, es como una inyección de azúcar en la sangre que inmediatamente nos da energía y también se acaba en un dos por tres. Es palpable y genera réditos políticos a los gobiernos de turno. En cambio, la educación es una inversión cuyo fruto demora décadas, pero que perdura siglos.

Hoy nuestro sistema educativo está peor que hace 20 años y soy testigo de jóvenes que obtienen títulos universitarios y no saben resolver una regla de tres, que no tienen la capacidad de redactar un argumento de forma coherente, de interpretar un texto y sacar inferencias y cuya capacidad de análisis y pensamiento crítico es ínfima, y por supuesto, no les pidamos que tengan buena ortografía, si ni sus profesores la tienen. 

El ser humano es proclive a ser optimista y eso es muy bueno. Hoy en Bolivia muchos vemos el futuro con cierto optimismo, porque el cambio de gobierno significa un cambio de paradigma hacía una economía con un sector privado con mayor seguridad jurídica y la posibilidad de que lleguen inversiones que impulsen el desarrollo económico y la prosperidad. Y por supuesto no abandonamos nuestros sempiternos sueños de enriquecernos con el litio, el mutún y otros regalos que la tierra nos da; ojalá sucedan, pero debemos ser conscientes que mientras no elevemos el nivel educativo de nuestra gente, no podemos aspirar a una prosperidad sostenida, solamente al fuego de chala de los recursos naturales, que nos dan una llama fuerte unos segundos para luego desaparecer por completo. Siendo objetivos y mirando la situación política, económica y el nivel educativo de nuestro país, nuestras perspectivas de largo plazo siguen siendo la de ser pobres y subdesarrollados. 

Si de verdad queremos cambiar nuestro país, creo que la educación debería ser un imperativo estratégico para el Estado boliviano y debería ser un área donde se debería invertir mucho, pero de una forma muy diferente a lo que se hace ahora. No es la intención de esta nota ser un tratado completo de todas las reformas que se deberían hacer, sino un punteo de algunos lineamientos estratégicos para el debate. 

1.     Un primer elemento a considerar es que el objetivo de la educación son los niños y adolescentes. Ellos son los clientes y beneficiarios. El sistema educativo no debería estar orientado a acomodar las exigencias de profesores y sindicados, sino a mejorar la calidad de educación que reciben los niños. Los profesores están al servicio de los niños y no al revés. 

2.     Lo que no se mide, no se gestiona. Si el Estado invierte nuestro dinero (el dinero de los contribuyentes bolivianos) en educación tiene la obligación de velar que se haga el mejor uso de esos recursos. Los colegios fiscales y universidades estatales deberían estar sujetos a evaluaciones, preferentemente por organismos internacionales e independientes para medir la calidad de la educación y que esas evaluaciones tengan impacto en los presupuestos que reciben. Los profesores deberían estar sujetos a evaluaciones que tengan impacto en sus salarios, promociones y retiros. Nadie, solo por pertenecer a un sindicato o magisterio, debería tener garantizado de por vida su empleo, si la calidad de su trabajo no está a la altura. 

3.     En los debates sobre educación y presupuesto, veo un sesgo alto de los políticos y analistas por la educación secundaria. Escucho mucho de presupuesto para universidades y poco sobre la educación primaria. Sin embargo, la inteligencia y el pensamiento crítico se desarrollan en los primeros años de vida y son estas habilidades las que están disminuyendo en nuestros jóvenes. Creo que hoy, un dólar invertido en educación primaria, ayudaría mucho más a nuestro país que ese mismo dólar invertido en educación secundaria. Además, la inversión en educación primera llega a todos, en tal sentido es mucho más democrática y justa, mientras que es solo un pequeño porcentaje de la población la que termina una carrera universitaria. Si nosotros lográramos tener una educación primaria de primer mundo, transformaríamos este país, incluso sin invertir un peso en las universidades. Elevar sustancialmente la calidad de la educación primaria a niveles de primer mundo debería ser uno de los ejes del Estado boliviano.

4.     Un punto clave para el desarrollo de un cerebro es la estimulación que se da en parte a través de la formación en colegio, es decir, a un niño que le enseñen a escribir en 1ro básico, probablemente tendrá mayor potencial y futuro que uno a quien recién le enseñaron lo mismo en 3ro básico. Otro punto clave es una nutrición adecuada. Bolivia es un país pobre y muchos niños no tienen una buena nutrición. El sistema educativo fiscal puede contribuir con programas nutricionales buenos y no los azúcares y carbohidratos baratos que reciben actualmente. De igual manera hay que priorizar el uso de los recursos para mejorar la educación, por encima del clientelismo y la propaganda. El bono Juancito Pinto, no contribuye nada en la educación y sirve solo para la foto de turno e los políticos. Ese dinero sería mejor utilizado en útiles o desayuno. 

5.     El análisis y el pensamiento crítico se desarrolla a través del manejo del lenguaje y las matemáticas. Pensar es saber traducir lo que vemos y sentimos en palabras. La matemática misma es también un lenguaje. La capacidad de pensar, razonar coherentemente y analizar viene de nuestra capacidad de utilizar lenguajes. Los animales también tienen formas de lenguaje, pero bastante rudimentarias y básicas. Nos autoclasificamos como seres racionales, a diferencia del resto de los seres vivos, y lo que nos hace racionales es precisamente el lenguaje. Una persona que no supiera ningún idioma, no sería muy diferente de un perro, solo tendría instinto. El corolario de esto es que mientras mayor sea nuestro uso del lenguaje, seremos capaces de hacer análisis más rigurosos, tomar mejores decisiones en nuestras vidas y tener más prosperidad y felicidad. Nuestra inteligencia y racionalidad es en cierta forma una función de nuestra capacidad de dominar el lenguaje. Luego, las materias de lenguaje y matemáticas deberían ser el eje central de la educación primaria. Estas materias son la base para luego desarrollar las materias de ciencias, tecnología, ingeniería e incluso las materias sociales como historia o derecho. Hay que despolitizar los programas educativos y enfocarse en las materias que serán la base para que esos niños puedan tener mejores futuros. 

6.     El Estado es un eterno aplazado en lo que hace, esto no tiene un sesgo ideológico y no se circunscribe solo a nuestro país: es un dato constatable que la educación pública, en todas partes del mundo, es generalmente peor a la privada. La naturaleza de incentivos para tomar decisiones en el ámbito político genera dinámicas muy diferentes a las del sector privado. Y si esto es así y si el fin de la inversión del Estado en la educación es dar las mejores oportunidades a esos niños para mejorar sus futuros, entonces la discusión debería centrarse en cómo el Estado puede usar de la mejor manera los limitados recursos que tiene, para dar la mejor educación posible a los niños. En esta línea, el Nobel de economía Milton Friedman propuso hace décadas que el Estado en vez de subvencionar directamente a los colegios públicos, diera vales a los padres para que puedan elegir a qué colegio llevar a sus hijos. Esto no equivale a eliminar la educación pública; un papá puede utilizar ese vale para llevar a su hijo a un colegio público de manera gratuita. Pero también puede utilizarlo para llevarlo a un colegio privado y si por ejemplo el vale tiene un valor de Bs 100 mensuales y el colegio privado cobra Bs. 150 al mes, entonces el papá solo paga 50 y el Estado le compensa los otros 100 al colegio. Este esquema da más libertad a los padres para elegir sobre la educación de sus hijos y hace que los colegios públicos tengan que competir por sus clientes (que en la actualidad son clientes cautivos). La competencia es el mejor aliciente para mejorar la calidad, con este esquema probablemente veríamos una mejora de la educación pública e incluso privada. 

Hay cientos de cosas que debemos hacer para mejorar la educación, yo solo he puesto unas cuantas que no llegan a decálogo. No me imagino el trabajo y las reformas que hay que hacer para despolitizar los magisterios y las universidades controladas por mediocres ganapanes. Si queremos tener la prosperidad de países europeos, Singapur o Corea del Sur, muchos de los cuales no tienen cosas sobresalientes en términos de recursos naturales y sin embargo son mucho más prósperos que nosotros, entonces debemos tomar mucho más en serio a la educación e invertir de verdad y con propósito. 

Aunque creo que nuestra educación pública mejorará algo, simplemente porque no podemos estar peor, termino mi nota expresando mi pesimismo de que tengamos mejorar significativas, por lo menos en el corto plazo. Tenemos un país en crisis económica, social y política, y un Estado con mil frentes que atender. Todo está mal: la justicia, las finanzas, la corrupción, la infraestructura, la constitución, el aparato público, la seguridad pública, el narcotráfico y la violencia, etc. Muchos de estos males generan un dolor inmediato y protesta social instantánea. No es el caso de la educación. Para muchos padres es suficiente saber que su hijo va a un colegio y recibe un desayuno. Puede que en ese colegio el niño no esté aprendiendo nada, pero eso no es palpable. El resultado recién se materializa 10 o más años después cuando ese niño tiene un potencial productivo menor que le va a quitar la posibilidad de tener mayor prosperidad económica, pero aun así no es fácilmente rastreable a la educación que tuvo décadas atrás. Por eso es una tragedia invisible, como la presión sanguínea alta que no molesta, pero mata a largo plazo. Los padres no tienen las herramientas necesarias para evaluar la calidad de educación de sus hijos y si no pueden costear colegios privados, tampoco tienen muchas opciones y por su parte los políticos tienen poco incentivo para invertir en algo que no les genera ningún rédito inmediato, entonces mientras los niños vayan al colegio, aunque sea a mirar el techo y los políticos puedan tomarse fotos dando un bono, la mayoría de padres están contentos. 

Finalizo con una digresión. El enfoque de esta nota es netamente materialista, en el sentido de decir que el objetivo de la educación debe ser dar herramientas para que las personas sean más productivas, ganen más dinero y sean más prósperas y tengan la posibilidad de llevar mejores vidas en lo material. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar el inconmensurable valor que una buena educación puede significar en aspectos mentales y espirituales. Una buena educación abre la mente para disfrutar por ejemplo de escuchar a Mozart (Luis Miguel, diría mi tía Nuty), de meditar con Schopenhauer o disfrutar de una pintura o una obra de teatro, una buena educación contribuye a valorar la naturaleza o la amistad en un mundo donde los niños son invadidos por mensajes de poder, riqueza, glamour y derroche. El desarrollo mental y espiritual que puede aportar la educación es tremendamente enriquecedor en un sentido no material, pero no por ello no real. Definitivamente la mayor riqueza está en lo que tenemos entre nuestras orejas. 

Santa Cruz de la Sierra, 14/12/25

http://javierpaz01.blogspot.com/