viernes, 14 de febrero de 2025

Capitalismo de stakeholder vs. la maximización de utilidades: un falso dilema

 Javier Paz García

Quienes crean una empresa, lo hacen con la expectativa de ganar dinero. Cuando los dueños de una empresa contratan a gerentes para manejar la empresa, en lugar de ellos mismos, encomiendan a dichos gerentes que ganen dinero, dentro de ciertos marcos éticos, legales y estratégicos. Los gerentes tienen una responsabilidad hacia los propietarios de la empresa; actúan como agentes fiduciarios, buscando el beneficio de los dueños y como tales, deben procurar hacer el mejor uso de los activos que se les ha encomendado para maximizar la utilidad. 

En las últimas décadas ha surgido una corriente llamada capitalismo stakeholder (stakeholder capitalism) que rechaza esta visión de la empresa a la que acusa de miope y dice que los gerentes deben mirar a todos los stakeholders, es decir a empleados, proveedores, clientes, comunidades, etc. Quienes promueven esta idea, a menudo utilizan al premio Nobel de economía Milton Friedman como el villano. Friedman defendía la noción de que la responsabilidad social de una empresa es usar sus recursos de manera eficiente y ganar dinero cumpliendo las leyes, compitiendo en el mercado y no cometiendo fraude. ¿Cómo gana dinero una empresa en un mercado libre? Dando un producto o servicio que la gente valore más que el precio del producto. En una economía libre los consumidores pueden elegir en qué gastan su dinero y ninguna empresa puede obligarlos a gastar su dinero a través de la coerción (como sí sucede con el Estado y las economías planificadas). La única forma en que una empresa puede lograr que un consumidor les compre un producto o servicio, es convenciéndolo de que dicho producto vale más para ese consumidor, del precio que debe pagar. Si a un mismo precio, una empresa baja la calidad de sus productos, pierde clientes; si a igual calidad, una empresa sube el precio de sus productos, pierde clientes. Entonces la forma de maximizar la utilidad de la empresa a largo plazo, es siendo eficiente y dando más valor a los clientes. Por ello, una empresa que quiere maximizar sus ganancias, debe estar centrada en los clientes, buscando cómo atenderlos mejor, darles un mejor producto y una mejor experiencia. Para tener productos, servicios de calidad y atención de calidad una empresa debe tener trabajadores y proveedores de calidad. Para ello debe pagar sueldos competitivos, promover un buen ambiente de trabajo, capacitar y mejorar los conocimientos y habilidades de los trabajadores entre muchas cosas más y debe hacer esto en un entorno competitivo, donde cada empleado (y proveedor) tiene la opción de ir a trabajar a otro lugar donde sienta que tendrá mejores condiciones u oportunidades. Es decir, para maximizar las utilidades de una empresa, es fundamental tener en mente el bienestar de los trabajadores. Podríamos plagiar a Adam Smith y decir que no es por la benevolencia del dueño de una empresa que los clientes y empleados reciben un beneficio, sino de su preocupación por su propio interés. O mejor aún, podemos citar su obra cumbre, La Riqueza de las Naciones, donde dice:

“En la medida en que todo individuo procura en lo posible invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa actividad para que su producción alcance el máximo valor, todo individuo necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Es verdad que por regla general él no intenta promover el interés general ni sabe en qué medida lo está promoviendo. Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera él solo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad para producir el máximo valor, él busca su propio beneficio; pero en este caso como en otros muchos, una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si deliberadamente intentase fomentarlo.”

La noción que defiende Milton Friedman de que la empresa debe ganar dinero, no es antagonista de la visión de que debe buscar el beneficio de clientes, trabajadores y proveedores. Creo que quienes ven este antagonismo sufren la miopía keynesiana de solo mirar el corto plazo. En el corto plazo hay una aparente pugna de intereses contrapuestos: mayor remuneración a los trabajadores significa un mayor precio a clientes o menor ganancia para los dueños; reducir la calidad de un producto y mantener el precio redunda en mayores ganancias para los dueños o mejor remuneración para los trabajadores. Este aparente antagonismo es más bien es un área de negociación entre los interesados (stakeholders) en lo que preeminentemente es un acuerdo de cooperación altamente beneficioso para todos. Los dueños de empresas, los clientes y empleados no compiten entre sí, sino que colaboran entre sí para beneficio de todos. Si no fuera así, no existirían empresas, ni trabajadores que vendan su tiempo y talento por un sueldo, ni clientes que compren productos de otros. Por supuesto hay y seguirán existiendo empresas que tratan mal a sus empleados, que mienten a sus clientes o intentan capturar todo el valor de sus productos con precios altos y que en el corto plazo pueden ganar dinero, pero en general, esas empresas no retienen el mejor talento, no crecen en clientes y se mantienen pequeñas o desaparecen. En el largo plazo, las grandes empresas, las que más han crecido, ganado dinero y lo han hecho de manera sostenida en el tiempo son aquellas que valoran a sus empleados y buscan generar valor para sus clientes. Para ser un buen trabajo y generar valor de largo plazo, es irrelevante que un gerente se crea un fridmanita que debe tratar de generar las mayores utilidades posibles, o se crea un capitalista de stakeholder que busca el beneficio de todos, porque en ambos casos debe hacer las mismas cosas y debe crear valor para todos. Incluso si incluimos el medio ambiente, maximizar la utilidad significa ser lo más eficiente con el uso de recursos, es decir tratar de producir con menos agua, con menos energía, lo cual es bueno para el medio ambiente. Tratar de maximizar la utilidad, implica poner un precio tal que la gente que no valora tanto dicho producto, no lo compre, reduciendo el consumismo y el impacto sobre los recursos naturales. El dilema entre la maximización de la utilidad y el capitalismo de stakeholders es un falso dilema y la mano invisible de Adam Smith funciona mejor que las buenas intenciones.

Santa Cruz de la Sierra, 14/02/25

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domingo, 9 de febrero de 2025

La tolerancia vs. la onda Woke

 Javier Paz García

Estaba en San Borja con mi padre, acompañándolo en su trabajo cuando tuvimos una de esas conversaciones que los padres dan a los hijos adolescentes que naturalmente resultan incómodas para ambos. Una de las cosas que me recomendó fue que trate con respeto a las personas y que no me involucre en pateaduras o insultos a homosexuales. Me dijo que a uno puede no gustarle o no estar de acuerdo con la homosexualidad, pero eso es cuestión de cada uno y mientras no se metan con uno, uno debe respetar o en todo caso no agredirlos. El consejo de mi padre (en especial el consejo sobre no involucrarme en pateaduras) da luces sobre la mentalidad de nuestra sociedad, donde la homosexualidad es mal vista y a menudo los homosexuales son acosados y agredidos. Me solidarizo cuando pienso en lo difícil que debe ser para una persona homosexual, ya sea mantener su condición en secreto y vivir una mentira ante la sociedad o ser abiertamente homosexual y recibir el rechazo y acoso de la misma. Pienso en la naturaleza humana con su aversión a las cosas diferentes y cómo esto ha ocasionado miles de muertos por guerras religiosas, en Europa por ejemplo donde por diferencias mínimas, protestantes y católicos se matasen bajo la bandera del mismo Dios. En tal sentido, yo entiendo el avance de la civilización fundamentalmente como un avance de la tolerancia y el respeto hacia el prójimo; el ser civilizado es ser civil con otros. Y por supuesto, hay poco mérito en ser respetuoso de la gente con la que nos sentimos a gusto o con la que compartimos valores. Lo difícil y encomiable es serlo con personas con las que tenemos diferencias e incluso nos desagradan. Ser liberal, es precisamente promover la tolerancia y en tal sentido me encanta la definición de Alberto Benegas Lynch hijo que Javier Milei ha popularizado: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. La mayoría de la gente circunscribe erróneamente el liberalismo a una doctrina económica, cuando de hecho nace de fundamentos morales y políticos y en muchos aspectos el ámbito económico es un corolario de éstos. Por ejemplo, mi padre, sin dar un dato económico, ni hablar de propiedad privada y tal vez sin saberlo, me estaba enseñando principios liberales de tolerancia y respeto hacia el prójimo. Yo quisiera pasar esos mismos principios a mis hijos y creo que debemos seguir avanzando como sociedad en promover los valores de respeto y tolerancia. 

Ahora quisiera clarificar un poco más cómo entiendo la tolerancia. Por ejemplo, yo no quisiera que mis hijos sean homosexuales. Si alguno lo fuera, no dejaría de quererlo, pero preferiría que fueran heterosexuales y formen una familia, de la misma manera en que prefiero que sean ingenieros antes que curas o zapateros. Quiero inculcar en mis hijos el respeto a las personas, incluidos los homosexuales, pero no quiero promover en ellos la homosexualidad. Creo que muchos padres sentimos algo similar y nos preocupa esta onda Woke, que llega principalmente de Europa y Estados Unidos, donde los movimientos LGTB (lesbianas, gays, transexuales y no binarios), van más allá de promover la tolerancia hacia sus preferencias sexuales y quieren imponer una agenda educativa, un lenguaje y hasta una ciencia en contra de la libertad de las personas, especialmente los padres. Muchos de estos grupos han pasado de demandar la tolerancia hacia ellos a imponer su intolerancia hacia otros, de manera violenta, a veces usando el vandalismo o la agresión física, otras descalificando e insultando a quienes piensan diferente y también utilizando el monopolio de la fuerza del Estado para imponer su intolerancia mediante leyes. 

En esta carrera por imponer una ideología es sorprendente lo absurdo a lo que se puede llegar. Por ejemplo, la noción de que un hombre se autoperciba como mujer, sea suficiente para serlo. Si tomamos este criterio en serio, invalidamos toda la ciencia. Cada célula de nuestro cuerpo tiene codificada una de dos opciones, según nuestros cromosomas sean XX o XY. Cada célula de nuestro cuerpo o la de cualquier animal sexual indica si ese individuo es macho o hembra según el tipo de cromosomas que tenga: no hay otras alternativas y esto no está definido por la cultura, o el lenguaje, sino por la biología. Cuando los antropólogos descubrieron a Lucy, un australopithecus afarensis de aproximadamente 3,5 millones de años de antigüedad, pudieron determinar que era una hembra, no porque hayan sido personas prejuiciosas e intolerantes, sino porque guiados por sus conocimientos científicos, sabían que los esqueletos de las hembras y de los machos difieren en ciertos aspectos. Si un antropólogo Woke descubriera a Lucy ahora, ¿diría que no se puede determinar su género, porque Lucy no está viva para preguntarle cómo se autopercibía? ¿O bajo la misma lógica no podría ser catalogada como australopithecus afarensis, porque tal vez ella en vida sentía que era un delfín o una gacela? Hace 50 años, si alguien se autopercibía como Napoleón Bonaparte o como un delfín, se lo internaba en un manicomio, porque su autopercepción distaba mucho de la realidad. Hoy, en muchos países, si uno critica lo absurdo de la noción de autopercepción, es atacado como intolerante y discriminador. La noción de que un hombre con cromosomas XY, pueda autopercibirse como mujer y pasar a una cárcel de mujeres, competir en competencias deportivas de mujeres o utilizar el baño de mujeres es absurda y peligrosa, y sin embargo es algo que está sucediendo. En Estados Unidos, grupos activistas promueven que adolescentes, que por supuesto están en una etapa muy confusa de sus vidas, inicien tratamientos hormonales para cambios de sexo, con consecuencias irreparables para esos adolescentes. Vuelvo a la definición de Alberto Benegas Lynch hijo: el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y la defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Aquí no está en cuestión el derecho de una persona a vivir su vida cómo mejor le parezca, incluida su opción a autopercibirse como no binaria, ballena o eucalipto. Si alguien se cree ballena, yo pensaría que esa persona está loca, pero no tengo motivo para meterme en su vida. Si esa persona quiere imponerme su realidad y obligarle a que la llame ballena, o le diga señorita a una persona con dos testículos, entonces esa persona está tratando de imponerme a mí su visión de la vida, y si utiliza la fuerza y la violencia, incluida la violencia del Estado a través de sus leyes y aparatos represivos para imponer dicha visión, entonces está violando el principio de no agresión e irrespetando mi proyecto de vida, y eso no tengo por qué tolerarlo. Si esa persona quiere imponer, mediante leyes y mecanismos de fuerza del Estado, una agenda educativa que vaya más allá de la tolerancia, sino que promueva el homosexualismo, la censura del debate y la libertad de expresión, incluso negando descalificando a la ciencia misma, entonces está haciendo lo que critica de los otros, está siendo intolerante y abusivo y uno tiene el derecho de defenderse. Desde el punto de vista del respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, aquí tampoco está en cuestión si ser homosexual o transexual o creerse hipopótamo o ballena es bueno o malo: esa es una cuestión que cada persona debe decidir según sus principios y creencias. Lo que está en cuestión es si un heterosexual tiene el derecho de imponer su visión a una persona que no lo sea y también si un homosexual o trans o hipopótamo o ballena tiene el derecho de imponer su visión a quien no lo sea. En ambos casos la respuesta es no. Las personas LGTB tienen el derecho a exigir respeto hacia sus preferencias; también deben entender que no todos comparten dichas preferencias y respetarlas. La tolerancia y el respeto debe ser de ambas partes. 

Santa Cruz de la Sierra, 09/02/2025

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domingo, 2 de febrero de 2025

Las consecuencias de las tarifas arancelarias

 Javier Paz García

En 1929, la bolsa de valores de Nueva York se desplomó, lo que dio inicio a la gran depresión, aproximadamente una década de estancación económica, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa. Los motivos que llevaron a tan largo periodo de estancamiento son varias, una de ellas fue el aumento de las tarifas entre los países y la subsiguiente caída del comercio mundial. Los líderes políticos de Estados Unidos en ese momento pensaron que imponer tarifas a otros países encarecería los bienes importados y haría que los estadounidenses prefieran los bienes locales, lo cual incentivaría la economía, además de generar mayores ingresos al gobierno. Lo que sucedió y generalmente sucede fueron medidas reciprocas de imposición de tarifas de los países afectados que encarecieron los bienes transados, redujeron el comercio mundial y empobrecieron a todos los países involucrados. 

Analicemos las tarifas desde el punto de vista del consumidor. Si un consumidor compra un producto importado, lo hace porque cree que es la mejor opción considerando el precio y la calidad. Una tarifa sobre dicho bien importado lo hace más caro, lo cual significa que el consumidor tendrá que 1) pagar un monto mayor que antes o 2) preferirá comprar un producto similar probablemente producido localmente, pero que antes de la subida de precios, era considerado por el consumidor como inferior en su evaluación interna de precio/calidad o 3) dejará de comprar dicho producto. En los tres casos el consumidor está peor que cuando no había la tarifa. 

Ahora analicemos las tarifas desde el punto de vista del productor local que compite con productos importados. Sin tarifas, los productos importados y los locales compiten en igualdad de condiciones y son los consumidores quienes deciden cuál quieren. Entonces el productor local debe competir con el mundo para hacer productos atractivos desde la perspectiva calidad/precio, lo cual beneficia a los consumidores y puede ser una molestia para los productores. Una tarifa a productos importados hace menos competitivos dichos productos, lo cual permite al productor local subir precios sin mejorar calidad o bajar calidad sin bajar precios y aun así seguir vendiendo y ganando más dinero que antes. Una tarifa protege a las empresas locales de la competencia, lo cual a la larga lleva a las empresas a ser más ineficientes. La ineficiencia la paga el consumidor, por lo que el productor local está feliz con la tarifa que lo protege de competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo. 

El gobierno cree que las tarifas le permitirán incrementar sus ingresos, pero si los volúmenes importados caen lo suficiente, esto puede no pasar. Y en términos generales el país que impone tarifas se empobrece, el consumidor paga más caro y queda con menos opciones elegir, los recursos productivos se redirigen a actividades ineficientes que serían mejor proveídas por industrias extranjeras desde un punto de vista de ventaja comparativa y se protege a ciertas industrias que se hacen ineficientes.

¿Qué debería hacer el país al que le imponen tarifas? Sorprendentemente la respuesta podría ser que no debe hacer nada. Si un país X impone tarifas sobre los productos de un país, esto puede tener consecuencias graves en dicha industria, sin embargo, desde un punto de vista técnico económico, si Y responde imponiendo tarifas sobre los productos que X exporta a Y, no soluciona en nada los problemas de la industria exportadora en Y, pero daña a los consumidores del país Y que ahora tienen productos importados más caros. En la realidad, los países responden en reciprocidad por varios motivos que responden a las dinámicas políticas como ser la percepción pública de que si no hacen nada no están protegiendo al país, o generar presión para posteriormente negociar, o simplemente la testosterona y el impulso a no dejarse con otro.

La imposición de tarifas lleva a una guerra comercial donde los otros países responden recíprocamente, el comercio y la economía mundial cae, cae el empleo y el consumidor pierde. En cada país algunas industrias locales ganan, otras industrias exportadoras pierden, pero en el agregado el país y sus ciudadanos pierden. 

El presidente de Estados Unidos. Donald Trump ha impuesto tarifas a algunos de sus socios comerciales. Vamos a ver desarrollarse la dinámica antes descrita, con el riesgo de desencadenar una estancación de la economía mundial, como sucedió en la década de 1930. Paradójicamente una de las promesas de Trump como candidato era bajar la inflación en su país. Las tarifas y las deportaciones de ilegales (más allá de consideraciones legales) tendrán como consecuencia un encarecimiento de los bienes y servicios para los consumidores americanos. Trump no va a reducir la inflación con estas medidas, va a aumentar la inflación y va a empobrecer a sus ciudadanos.

Santa Cruz de la Sierra, 02/02/2025

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domingo, 19 de enero de 2025

Los sistemas de jubilación estatales son inmorales y fraudulentos

 Javier Paz García

Existen básicamente dos sistemas de pensiones gestionados por el Estado: uno donde el Estado mete todo lo que recauda a una bolsa común y paga a los jubilados con lo que recauda de los jóvenes aportantes. Este sistema lo utiliza el gobierno de Estados Unidos, lo cual es curioso porque si una persona de manera particular intentara hacer lo mismo en ese país, iría a la cárcel por implementar un esquema piramidal. En efecto, el sistema de reparto es un esquema piramidal, o esquema Ponzi como dicen los anglosajones, donde se paga a los jubilados con los fondos de los nuevos aportantes y para que funcione necesita que el número de aportantes crezca constantemente o de lo contrario colapsa; el gobierno norteamericano procura meter a la cárcel a los estafadores, excepto cuando son ellos mismos. El otro esquema es aquél en el que las personas tienen su propia cuenta de ahorro individual que se genera a través de una porción de los ingresos que el Estado quita a cada trabajador. Este es el esquema que existe en Bolivia actualmente y es un poco mejor que el de reparto. Uno de los problemas con este esquema es de naturaleza semántica y tiene que ver con el concepto de propiedad. Nos dicen que tenemos una cuenta de jubilación individual que nos pertenece: sin embargo, no decidimos cuánto podemos poner a esa cuenta, lo define el Estado y nos quita nuestra plata y se la apropia; no decidimos en qué se invertirán esos fondos, lo define el Estado sin consultarnos; no definimos cuánto ni cuándo podemos sacar fondos para nuestro uso, lo define el Estado. Entonces me cuesta entender que algo sea mío si no lo puedo disponer; me parece que el verdadero dueño es el Estado, quien además, como veremos más adelante, usufructúa de los mismos. Engañan diciendo que algo es tuyo, cuando en la realidad no lo es. 

 Además, el concepto de un fondo de pensión obligatorio tiene otro pecado original desde el punto de vista de una sociedad republicana y es que nace de la presunción de que los ciudadanos no son lo suficientemente inteligentes y responsables para cuidarse por sí mismos y que el Estado los debe cuidar como un padre cuida a sus niños o como un pastor cuida a sus ovejas. Probar que hay personas idiotas y que esos esquemas les ayudan a llegar con ahorros a la vejez no es suficiente. Por supuesto que hay idiotas, y muchos. Sin embargo, el espíritu de una república es el de una sociedad de iguales, donde el Estado debe garantizar la libertad de las personas para elegir su destino. No es suficiente que aceptemos la premisa de que hay idiotas en la sociedad (premisa fácilmente demostrable), sino que aceptemos la premisa de que eso le da al Estado el derecho de precautelar sus vidas y haciendas y además (y esta es la mayor incongruencia con los ideales republicanos) la de todos. En una república el ciudadano es libre y soberano y es la razón de ser del Estado, cuya función es preservar la libertad de las personas, administrar justicia y proveer la defensa nacional. La noción de que el Estado debe definir las haciendas de las personas, como sucede cuando crea sistemas de jubilación obligatorios, está filosóficamente reñido con el republicanismo. Nuevamente con solo admitir que el ciudadano es libre y tiene el derecho a administrar su propiedad, hace conceptualmente contradictorio el apoyar esquemas que le quitan el derecho de administración de parte de dicha propiedad. Solo se justifica la intromisión del Estado en este asunto tan privado y personal si y solo si se cumplen estas tres premisas: 1) la gente es irresponsable e incapaz de tomar buenas decisiones, 2) El Estado es más responsable y más capaz, es decir, el Estado es intelectualmente y moralmente superior a sus ciudadanos y 3) el Estado tiene derecho a administrar la vida y la propiedad de los ciudadanos. Si cualquiera, aunque sea una de estas premisas no se cumpliera, la intervención del Estado no estaría justificada. La primera premisa es tal vez la más plausible y en efecto, aunque no todos son irresponsables, existen personas que sí lo son y se beneficiarían de ser tratados como niños y no como adultos libres. El problema está en que, aunque una persona sea irresponsable, eso no le da el derecho a otros a convertirse en sus tutores. Incluso si las premisas 1 y 2 fueran ciertas, en un Estado republicano de personas libres, el Estado debe respetar y proteger la propiedad privada y no tiene derecho a quitarle a nadie el fruto de su trabajo, aunque sea para un noble fin. Pero para motivos argumentativos asumamos como válida la intromisión del Estado en la propiedad de las personas; luego, si asumimos que las personas son responsables y capaces de tomar decisiones sensatas sobre su futuro y su propiedad (segunda premisa), concluimos que no necesitan del Estado para administrarles su jubilación. Y si aceptamos las premisas 1 y 2 de que la gente es irresponsable e incapaz de tomar buenas decisiones y el Estado sí lo es, entonces bajo estos mismos argumentos, ¿cómo podemos justificar que esta misma gente irresponsable e incapaz de tomar buenas decisiones vote para elegir a sus gobernantes? Esta es la misma línea argumentativa de quienes en su momento defendían las monarquías con sus élites iluminadas por sobre el vulgo ignorante, la misma línea argumentativa de quienes decían que las mujeres eran inferiores a los hombres y por ende debían mantenerse bajo su tutela o que los blancos eran superiores a los negros y por lo tanto tenían la obligación moral de cuidarlos, un eufemismo para justificar la esclavitud. Si la gente es irresponsable e incapaz de tomar buenas decisiones, una república democrática no es el gobierno adecuado para ellos y deberían vivir bajo una monarquía o dictadura socialista. Un sistema obligatorio de pensiones es más congruente con monarquías y dictaduras socialistas que efectivamente ven a sus habitantes como siervos, personas incapaces de cuidarse a sí mismas, que existen para el beneficio del Estado y que deben ser cuidadas por el Estado. En efecto, el sistema de pensiones público no surgió en una república democrática sino en la Alemania Imperial de finales del siglo XIX, introducida por Otto von Bismark, su canciller, artífice de la unificación alemana bajo el esquema clasista y militarista prusiano y una visión paternalista del pueblo. 

Por lo visto anteriormente, independientemente de si los fondos de pensiones obligatorios ayudan a las personas a administrar mejor su patrimonio, éstos están reñidos con los principios republicanos de libertad, soberanía individual y respeto a la propiedad privada y que además rayan en lo fraudulento. Pero alguien podría argumentar que todo lo anterior es muy filosófico, que no hay que ser purista con lo del respeto a la libertad individual del republicanismo, que no existen repúblicas puras, que hay que ser prácticos y que en la práctica, es bueno nomás que los Estados creen fondos de pensiones que aseguren a la población una vejez digna, porque el Estado es mejor administrador y puede ayudar a que muchas personas no acaben en la pobreza. Este es el argumento maquiavélico de que el fin justifica los medios y aunque los medios estén reñidos con el republicanismo y la libertad individual, si ayuda a la gente, no importa, aunque debilite las bases republicanas de la nación. Entonces, ¿estos esquemas ayudan a las personas? ¿Y son bien administrados por el Estado? Tomemos como ejemplo el caso de Argentina. En este país, el Estado obligaba a sus ciudadanos a aportar a fondos administrados por empresas privadas llamadas Administradoras de Fondos de Jubilación y Pensión (AFJP). Aún así, un destino de esos fondos era el mismo Estado, con lo cual existe un conflicto de interés, ya que el Estado tiene el incentivo de obligar a que aumenten los aportes, no por el bien de la gente, sino para tener más dinero disponible. Pero este esquema le quedó corto al gobierno que confiscó a las AFJPs y pasó a administrar esos fondos directamente, con lo cual el conflicto de intereses se hace aún mayor. El sistema monetario contemporáneo basado en monedas fiduciarias sin ningún respaldo real permite a los Estados imprimir libremente su propia moneda, en efecto rebajando su valor, lo que comúnmente llamamos inflación. Este mecanismo permite a los Estados licuar su deuda en moneda local porque, en términos sencillos con la impresión de billetes, cuando se prestan mil pesos, digamos esos mil pesos pueden comprar mil manzanas, pero años después, producto de la inflación, esos mismos mil pesos solo compran una manzana. Es decir, el Estado tiene el mecanismo para prestarse mil manzanas y solo devolver una. En efecto, en Argentina, un pensionista que en el año 2000 recibía una pensión de mil pesos argentinos, podía cambiar esos mil pesos por mil dólares. Hoy esos mil pesos valen 1 dólar. A ese pensionista el Estado argentino le robó el 99,9% de sus aportes en términos de valor real, aunque nunca haya fallado en darle los mil pesos de pensión. Un Estado que puede obligar a la gente a darle dinero a través de esquemas confiscatorios y obligatorios de aportes para fondos de pensiones y que además puede devaluar su moneda libremente tiene el mecanismo para cometer el robo más grande de la historia. Se endeuda a lo máximo con dineros confiscados a los ciudadanos y luego imprime billetes, genera inflación y convierte esa deuda en nada. Los fondos de pensiones obligatorios no solo no funcionaron en Argentina, no solo no salvaron a la gente de acabar pobres en su vejez, sino que contribuyeron a que gobiernos corruptos, ladrones y criminales puedan sostenerse por más tiempo robando y empobreciendo a sus ciudadanos. ¡Vaya beneficio! Bolivia sigue el mismo camino de Argentina casi como un libreto. El Estado creo en los 90 un sistema de Administradoras Fondos de Pensiones (AFPs) privados que canalizaban y administraban dinero quitado por la fuerza a los trabajadores. El Estado usufructuaba de esos fondos. Algunas décadas después, al Estado le queda corto el modelo, saca a las administradoras privadas del esquema y pasa a administrar los fondos de manera directa, direccionando cada vez más de esos fondos para sí mismo. Hoy el Estado empieza a imprimir, generar inflación y con ello licuar la deuda que tiene con todos los pensionistas. En las próximas décadas veremos a los pensionistas bolivianos perder casi todos sus ahorros en términos de poder adquisitivo, porque, aunque el Estado les siga pagando la misma cantidad de bolivianos, esos billetes valdrán menos. Nuevamente la estafa perfecta y una de las mayores transferencias de riquezas de pensionistas que verán esfumarse sus ahorros para beneficio de los prestamistas, entre ellos el Estado que nuevamente es juez y parte, que obliga a la gente a darle plata y tiene el mecanismo para hacer que luego, cuando le toque repagar la deuda, esa plata no valga nada. Alguien dirá que el esquema es bueno, es noble pero que Argentina y Bolivia no son buenos ejemplos, porque después de todo, son naciones bananeras, de gente ignorante, que no sabe elegir gobernantes, con una casta política insalvablemente corrupta. Este argumento se cae cuando vemos el caso de Estados Unidos, una nación que nadie calificará de bananera, pero que en este aspecto comparte muchas similitudes. Su sistema de seguridad social (Social Security) es un esquema de reparto que de por sí es análogo a un fraudulento esquema piramidal donde los nuevos aportantes solventan a los pensionistas. Este esquema es insostenible y va generando una bola de nieve cuyas consecuencias tendrán que ser pagadas por futuras generaciones. El gobierno americano también usufructúa de estos fondos por lo tiene un conflicto de interés y el gobierno americano también controla su moneda y tiene una política inflacionaria que va licuando las deudas, lo que significa otro conflicto de interés, aunque, a diferencia de las repúblicas bananeras, sus tasas de inflación sean mucho más bajas. El Estado no es más responsable que la gente ni toma mejores decisiones que lo que las personas pueden tomar sobre sus propios bienes, ni tiene la superioridad moral o la honestidad que tal esquema presupone.

En definitiva, los esquemas de fondos de pensiones obligatorios instaurados por el Estado presuponen que la gente es incapaz de manejarse a sí misma, lo que invalida los principios republicanos y la democracia misma y no es cierto de todos; presupone un Estado más capaz, más honesto y más moral que sus ciudadanos, algo reñido con la historia de la humanidad; presupone el derecho del Estado de quitar la propiedad privada, algo nuevamente reñido con los principios republicanos de libertad individual y estado de derecho. La instauración de los esquemas de pensiones obligatorios se hace mediante la fuerza y la violencia del Estado que obliga a sus ciudadanos a participar de algo que no necesariamente quieren, se mantienen con el engaño de que administran dinero que es de las personas, cuando las personas no tienen ningún control, ninguna agencia sobre esos recursos y se manejan de forma similar a fraudulentos esquemas piramidales y con muchos conflictos de interés. Además, los resultados de estos esquemas son mediocres en la mayoría de los casos y en algunos casos con consecuencias nefastas, con la pérdida casi total de los fondos, en beneficio de una casta política que se enriquece y se mantiene en el poder, gracias al derroche que esos fondos momentáneamente les permite realizar.    

Santa Cruz de la Sierra, 19/01/25

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domingo, 12 de enero de 2025

Finanzas personales en tiempos de inflación

 Javier Paz García

La inflación se describe comúnmente como el aumento generalizado de los precios, pero una descripción análoga y un poco más rigurosa, sería la de la pérdida de valor de la moneda. En efecto, si tomamos precios relativos, es decir, el costo de tomates en términos de papas, (con cuantos kilos de papa compro un kilo de tomates) o el costo de un vehículo en términos de licuadoras (con cuentas licuadoras compro un vehículo) vamos a ver que en realidad los precios se mantienen estables. Incluso si medimos los precios en términos de dólares americanos (al tipo de cambio real de mercado) o soles o euros o cualquier moneda, también vamos a ver que los bienes y servicios no han subido de precio. Lo que ha sucedido es que la moneda boliviana ha perdido valor y ahora se requieren más bolivianos para comprar papas, tomates, licuadoras, vehículos, dólares, soles o euros. El valor de una moneda depende de la emisión monetaria que haga el banco central, y mientras más imprima billetes, menos valdrá su moneda. El gobierno sigue gastando por encima de sus posibilidades, endeudando al país, comiéndose las reservas internacionales e imprimiendo billetes por lo que para los próximos años podemos esperar mayor inflación. La inflación es un impuesto disfrazado que impone el Estado a sus habitantes y además es un impuesto regresivo, es decir que golpea en mayor proporción a los más pobres. Es paradójico que los gobiernos socialistas que dicen tener una predilección por los pobres, tengan una tendencia a generar políticas altamente inflacionarias, a menos que dicha predilección se refiera efectivamente a hacer que haya más gente pobre. 

Altos niveles de inflación distorsionan la información contable, dificultan las proyecciones de largo plazo e imponen nuevos riesgos en la gestión de las empresas. También generan presiones por aumentos salariales. Con un horizonte inflacionario, cada empresa tendrá que establecer sus políticas salariales de acuerdo a sus circunstancias, pero con la inflación todos pierden, las empresas no pueden aumentar indiscriminadamente los sueldos y puede suceder que todos, empleadores y empleados, terminen insatisfechos. La inflación alta requiere que, tanto empresas como personas, pongamos más atención a nuestros ingresos y gastos y esto es algo donde las empresas pueden ayudar a sus colaboradores, asesorándoles en sus finanzas personales. 

Esta nota pretende ser una guía genérica sobre buenas prácticas para gestionar nuestras finanzas a nivel personal.

Propósitos de vida

Considero importante comenzar con los propósitos personales. ¿Qué aspiraciones tenemos? ¿Qué quisiéramos lograr en el corto, mediano y largo plazo? Por ejemplo, un objetivo de corto plazo podría ser comprar un vehículo, un objetivo de mediano plazo podría ser tener una casa propia o poder pagar una universidad privada a los hijos y un objetivo de largo plazo podría ser ahorrar para la jubilación y no depender de las pensiones estatales. Algo que sugiero es que no nos limitemos a temas de finanzas o de acumulación de bienes, sino más bien que comencemos con nuestros propósitos de vida y luego veamos como nuestras finanzas pueden contribuir a dichos propósitos. Hay aspiraciones comunes a casi todos, como tener una casa propia, tener buena salud o criar hijos que sean personas de bien que puedan valerse por sí mismos. Otras aspiraciones son más particulares y dependen de la situación y las preferencias de cada persona. Por ejemplo, para un profesional joven la prioridad podría ser trabajar en diferentes funciones o empresas para ganar experiencia sin importar el sueldo, mientras que para otra persona podría ser prioritario tener estabilidad laboral. Todos los seres humanos aspiramos a ser felices y lo somos a través de las amistades que cultivamos, de actividades que nos gustan, ya sea pintar, jugar fútbol los fines de semana, escribir, ayudar a los necesitados, etc., o de desafíos que vamos superando. Como podemos ver, no todas nuestras aspiraciones tienen que ver con dinero y acumulación de capital, pero una buena gestión de nuestras finanzas personales puede contribuir a cada una de estas aspiraciones. Entender nuestros propósitos de vida nos ayudará a priorizar, a discriminar lo importante de lo superfluo y entender que, sin importar cuántos pantalones tenemos en nuestro ropero, tenemos más de los que necesitamos.

Presupuesto

El presupuesto es un documento donde identificamos y segmentamos nuestras fuentes de ingreso y nuestros gastos. No tiene que ser complicado y debe reflejar nuestras prioridades y propósitos de vida; entonces, si queremos tener dinero para empezar a construir una casa dentro de 5 años, debemos establecer una meta de ahorro que nos permita lograr ese objetivo. Cada familia vive una situación diferente y para algunos el reto puede ser simplemente llegar a fin de mes. En todos los casos, la base de unas finanzas saludables está en gastar menos de lo que se gana y nuestro presupuesto debería apuntar a ello, generando algún ahorro para inversiones. Es esta etapa en la cual debemos decidir qué es prioritario y a qué gastos queremos renunciar: ¿este año voy a salir menos los fines de semana o voy a postergar la compra de las zapatillas de fútbol que deseaba? El presupuesto tiene un componente aspiracional, por ejemplo, una meta relacionada con la salud, puede ser consumir menos bebidas alcohólicas, luego nuestro presupuesto tiene que reflejar que este año gastaré menos en bebidas alcohólicas, lo cual en la realidad puede suceder o no, según la disciplina que tenga para cumplir mi meta. 

Control de gastos

Lo que no se mide no se gestiona y si queremos manejar mejor nuestras finanzas personales, necesitamos medir nuestros gastos. El establecer objetivos y elaborar un presupuesto nos da un horizonte de lo que tenemos que hacer. Lo siguiente es controlar que nuestros gastos reales se ajusten a nuestro presupuesto. Llevar un control de nuestros gastos, nos permite identificar los desvíos y corregirlos o ajustar nuestro presupuesto. Las empresas tienen áreas de contabilidad que llevan un control minucioso de los gastos, hasta el último centavo. Para las personas este ejercicio puede ser tedioso e impráctico, y cada quien debe decidir el nivel de rigurosidad con el que quiere llevar el control de sus gastos, pero en todo caso, es recomendable que por lo menos algún tiempo mida los gastos de manera rigurosa y sepa en qué se le va la plata. Esto le permitirá hacer un mejor presupuesto, lo más ajustado a la realidad y también identificar más fácilmente las oportunidades de ahorro. 

Los gastos están compuestos por dos componentes: volumen y precio. El control de gastos no solo tiene que ver con decisiones de comprar o no comprar algo, sino también con acciones que nos permiten reducir precios de compras o volúmenes de consumo. En algunos artículos no podemos reducir el precio, por ejemplo, la electricidad, pero podemos bajar el consumo cuidando que no queden luces innecesariamente encendidas. En otros, podemos bajar el precio por ejemplo comprando una mayonesa más barata o haciendo nuestra propia mayonesa o sustituyendo proteínas animales por proteínas vegetales que son más baratas. Otras acciones que nos pueden ayudar a bajar gastos son cotizar en diferentes mercados o buscar ofertas y promociones. 

Ahorro e inversión

Idealmente ganamos más de lo que gastamos para vivir y nos sobra dinero que ahorramos e invertimos. Aunque a lo largo de nuestras vidas no siempre nos sobra para ahorrar, es algo que debemos procurar porque el ahorro y la inversión es lo que nos permitirá tener ingresos adicionales en el futuro y un colchón en caso de urgencias e imprevistos. El ahorro es el resultado de un buen presupuesto y una disciplina de gastos. ¿Cómo invertimos nuestros ahorros? Algunas opciones pueden ser un lote de terreno, o un departamento que genere un alquiler, o convertir el ahorro en capital de trabajo para hacer compra venta de algo. 

En tiempos de alta inflación, la moneda pierde valor rápidamente por lo que tener los ahorros en moneda local o colocarlos a un DPF es una mala idea. Algunas alternativas son los dólares, que por la situación de Bolivia no conviene depositar en bancos o criptoactivos como el USDT que a través de plataformas como Binance permiten a la gente tener dinero de inmediata disponibilidad, como en una cuenta bancaria, sin necesidad de tenerlos bajo el colchón. En todo caso, no conviene mantener balances en moneda local más allá de las necesidades que uno vaya a tener durante el mes. Mucha gente invierte su dinero prestándolo a otros. Más allá del riesgo de crédito que cada persona debe sopesar, ahora existe el riesgo de pérdida de valor de la moneda debido a la inflación, por lo que esta actividad es aún más riesgosa.

Deuda 

En tiempos de inflación, donde el salario alcanza para menos, sugerir endeudarse y adquirir una obligación adicional puede parecer contradictorio; sin embargo, el endeudamiento nos protege parcialmente contra la inflación.  Para la mayoría de las familias el activo más importante es su propia casa y la forma más viable de obtener una es a través de préstamos bancarios. El tener deuda con el banco y tener una casa propia es una forma de protección contra la inflación, ya que el valor de la deuda es fijo y en términos reales disminuye con la inflación, mientras que el valor de la casa lo determina el mercado y se va ajustando (generalmente para arriba) con el tiempo. Es un fenómeno bastante frecuente, incluso en entornos de baja inflación que para cuando alguien ha terminado de pagar sus cuotas al banco, luego de 15 o 20 años, su casa vale más de lo que le costó originalmente. Si tener deuda nos da una protección parcial contra la inflación, entonces es bueno mantener un nivel de endeudamiento en el sistema bancario y pagar las cuotas que correspondan, sin adelantar pagos. 

Por supuesto, existen niveles óptimos de endeudamiento y otros niveles que pueden ser insostenibles y peligrosos. Es importante hacer una buena evaluación de nuestra capacidad de endeudamiento y para ello, nuevamente hacer un buen presupuesto y ser cuidadoso con nuestros gastos nos permitirá hacer una mejor evaluación, aumentar nuestra capacidad de ahorro y por ende nuestra capacidad de endeudamiento. También es importante considerar para qué nos endeudamos. Idealmente deberíamos tomar deuda para algo que se valorice en el tiempo, como sucede con un lote o que nos genere una renta, como un departamento para alquilar o capital para un negocio. Menos recomendable es endeudarse para obtener activos que pierden valor con el tiempo y no generan ingresos como un vehículo (que sí puede generar ingresos si se lo utiliza de taxi) o un electrodoméstico. Aún menos recomendable es endeudarnos para hacer un gasto como ir de viaje al Caribe. Finalmente podemos esperar que con la inflación las tasas de interés suban en el futuro, lo que significará cuotas mensuales más altas, que pueden estresar nuestras finanzas.

Consideraciones finales

No se necesita ser genio para mantener las finanzas personales saludables, sino ser disciplinado. Tener una disciplina financiera donde gastemos menos de lo que nos ingresa y generemos ahorros tiene beneficios que van más allá de acumular capital y que incluyen una vida con menos estrés, mejor salud, la priorización de objetivos de vida y mayor disfrute de la misma.

Santa Cruz de la Sierra, 12/01/25

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domingo, 5 de enero de 2025

¿Cómo solucionar la falta de dólares y combustible?

 Javier Paz García

El abastecimiento de combustibles es intermitente y menor a lo que la población requiere, el Banco Central ya no da dólares al sistema financiero, los bancos no dan dólares a la población, el uso de tarjetas de crédito en el exterior ha sido restringido a niveles mínimos, las aerolíneas internacionales no quieren operar en el mercado boliviano, prácticamente todo ha subido de precio en los mercados. Todos estos diversos fenómenos tienen un origen común: un Estado en bancarrota y un gobierno que se niega a aceptarlo. 

Desde el 2014, el gobierno ha incurrido en déficit fiscal todos los años, es decir ha gastado más de lo que recaudaba. Para hacer esto, se ha ido gastando los ahorros y por ello es que las reservas internacionales que llegaron a pasar los 15 mil millones de dólares el 2014, hoy están en menos de 2. Cuando el gobierno se quedó prácticamente sin divisas, el boliviano empezó a devaluarse, los precios empezaron a subir y como no hubo suficientes dólares para pagar el combustible, empezaron las colas en los surtidores. También han recurrido a endeudar al país: el 2014 la deuda del Estado equivalía a 38% de su PIB y hoy sobrepasa el 80%. El gobierno insiste en que la solución es seguir endeudando al país, para que ellos puedan seguir gastando lo que no tienen y cavando un pozo más hondo que los bolivianos tendremos que pagar en el futuro. La solución de fondo a la crisis económica de Bolivia pasa por un ajuste drástico de los gastos del Estado con reformas estructurales que abran la economía y den seguridad jurídica. 

Mientras que algunas medidas pueden tomar tiempo en implementarse y años en dar resultados, tanto la falta de dólares como el desabastecimiento de combustibles se pueden solucionar de manera definitiva en un par de semanas. En el caso de los dólares, lo único que el Estado tiene que hacer es dejar de querer imponer la ficción de que un dólar vale Bs. 6,96. El gobierno utiliza la violencia y la amenaza para evitar que las personas y empresas negocien libremente el tipo de cambio. Por ejemplo, un banco está obligado a vender un dólar a Bs. 6,97, pero para comprarlo ahora tiene que pagar alrededor de Bs 11, entonces no vende dólares y restringe el uso de tarjetas de crédito en el extranjero. Una aerolínea que vende un billete en digamos 300 dólares, y recibe su dinero en bolivianos al cambio oficial en realidad obtiene alrededor de 190 dólares, entonces o tiene que subir sus precios en Bolivia o dejar de vender billetes. Si el gobierno no tratara de imponer la mentira del 6,96 y dejara fluctuar el tipo de cambio, se acabaría la falta de dólares. Alguien dirá que tendríamos un dólar más caro en términos de bolivianos, pero eso ya lo tenemos: el dólar no vale 6,96 y quien quiere dólares ahora mismo tiene que pagar lo que dicta el mercado, ya sea utilizando platarformas como Binance, con los cambistas o amigos, o pagando costos de transferencia a los bancos. Con liberar el tipo de cambio, en un día se acabaría la falta de dólares, y los bancos ofrecerían a los demandantes de dólares, tanto como ellos lo requieran, las tarjetas de crédito tendrían todos sus límites disponibles para pagos en el exterior, las aerolíneas venderían sus boletos con normalidad, la gente podría guardar sus dólares en el sistema financiero y se acabaría la mal llamada falta de dólares ¡en un solo día!

Para solucionar el desabastecimiento de combustible se requieren 3 medidas:

1.     Eliminar la subvención del combustible y dejar que los precios fluctúen libremente.

2.     Eliminar el monopolio de YPFB y permitir que las empresas importen, almacenen y comercialicen libremente.

3.     Quitar a los combustibles de la lista de sustancias controladas y permitir su libre tránsito y consumo, sin necesidad de permisos y tramitología. 

Con estas tres medidas se acabaría el desabastecimiento de combustibles y las colas en surtidores en cuestión de semanas y de manera definitiva. Por supuesto tendríamos combustibles más caros, a precios de mercado, como sucede en casi todo el mundo, pero no tendríamos desabastecimiento ni colas y esto ayudaría también a reducir el déficit fiscal que es el origen del problema en sí. Además, con precios no subvencionados, los biocombustibles serían relativamente más atractivos, incentivando su producción nacional y reduciendo las importaciones de combustibles fósiles.

Estamos a un día de solucionar la falta de dólares y a unas semanas de solucionar la falta de combustible con medidas que no le cuestan al Estado y más bien le ahorran dinero. ¿Entonces, por qué el gobierno no toma estas medidas? Imagino que en parte porque hacerlo significa reconocer el fracaso de su modelo estatista. El presidente Arce dijo recientemente que no devaluaba el boliviano porque eso encarecería los bienes importados y empobrecería a los bolivianos, como si eso no hubiera sucedido ya. En el caso del combustible, acabar con la subvención ocasionaría protestas de gremios y descontento social. El actual es un gobierno débil, sin capacidad de negociación y persuasión, tratando de sobrevivir hasta las elecciones y tal vez prefiera dejar que el país se siga desangrando y dejar el problema a otros, antes de reconocer errores y tomar medidas valientes. Otra razón, es que, aunque la ficción del tipo cambiario y la subvención son pésimos negocios para el Estado y el país, pueden ser un excelente negocio para algunos funcionarios de gobierno y sus allegados. Seguramente existen algunos allegados que consiguen dólares del Banco Central a 6,96 para venderlos a 11 y se hacen ricos de la noche a la mañana; seguramente existen algunos allegados que consiguen diésel a Bs. 3,72 y lo venden a 8 y se hacen ricos de la noche a la mañana. A ellos no les interesa solucionar los problemas del país, a ellos les va muy bien.

Santa Cruz de la Sierra, 05/01/2025

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miércoles, 1 de enero de 2025

Mis deseos para el año nuevo

 Javier Paz García

Ayer un amigo expresó sus buenos deseos para el nuevo año de que me vaya bien en todo y que todos mis proyectos y anhelos se cumplan y yo pensé si les desearía lo mismo a mis hijos y la verdad que no. Al igual que un músculo que necesita cierto nivel de estrés para desarrollarse y crecer, el ser humano necesita cierto nivel de dificultades y fracasos. Es proverbial la historia de personas que siendo pobres acumularon riqueza mediante mucho trabajo y sacrificio y que a sus hijos les dieron todos los gustos “para que no sufra lo que yo sufrí” y terminaron siendo flojos y consentidos que dilapidaron la riqueza los padres y volvieron a ser pobres en lo material, porque nunca dejaron de serlo en lo espiritual. La mayor riqueza que podemos heredar a nuestros hijos es la de aprender a valerse por sí mismos y eso no se logra dándoles gustos, sino dándoles responsabilidades, exponiéndolos a retos, dejándolos fracasar, errar y golpearse un poco. Los adultos también necesitamos retos, dificultades y tropezones para seguir creciendo. Fracasar en un proyecto, hacer mal un trabajo, perder dinero en un negocio, dañar una relación son cosas que nadie desea para otros ni para sí mismo, pero sin las cuales uno se priva de importantes lecciones de vida.  La vida está llena de meandros y cuando uno mira para atrás con frecuencia encuentra que los fracasos y dificultades pasados fueron un peldaño indispensable hacia logros y alegrías posteriores. A menudo lo más memorable de un viaje es aquello que no estaba planificado y nadie deseaba, como cuando se plantaba el vehículo en los barriales y teníamos que bajarnos a empujar y todos quedábamos embarrados hasta el coto; o se volcó la canoa y se mojó todo… y nos seguimos acordando de esas experiencias con nostalgia. 

Dicho esto, mis deseos para este y futuros años son que riamos mucho; que tengamos retos que nos empujen a hacer cosas que no nos creíamos capaces de hacer; que nuestros fracasos nos enseñen algo; que nuestros problemas de salud nos hagan apreciar lo frágil que es la vida y disfrutarla más; que la pérdida de nuestros seres queridos nos hagan apreciar lo valioso que es el amor y la amistad; que a pesar de las dificultades, miremos el futuro con optimismo y alegría; que tengamos muchas reuniones familiares; que los primos, dejen de dar tanta mamadera y se den tiempo para juntarse; que nuestros hijos, luego de aporrearse en una bicicleta, quieran volver a subirse en ella; que dejemos que nuestros hijos se aporreen responsablemente; que aprendamos a perdonar, sobre todo a nosotros mismos; que a las reuniones de amigos, vayan todos; que los amigos se burlen de nosotros y nosotros de ellos, siempre en buena onda; que encontremos un propósito en nuestra existencia y que, a pesar de los fracasos, sinsabores y tristezas, siempre quede un balance positivo del rumbo de nuestras vidas.

Santa Cruz de la Sierra, 01/01/2025

http://javierpaz01.blogspot.com/