miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cosas que yo no entiendo



Javier Paz García
Este fin de semana se ha mantenido en mi pensamiento, a veces en primer plano, en otras ocasiones como una melancolía subyacente permeando la cotidianidad, la noticia del bebé de 8 meses que murió a causa de una vejación sexual. Tal vez estas cosas no me deberían sorprender; después de todo, cada día mueren niños por hambre, por negligencia, por violencia familiar, por guerras y por miles de motivos (inicialmente escribí “niños inocentes” ¿pero acaso un niño puede ser culpable?).
La muerte y el sufrimiento de un niño, sea por causas naturales o no, es algo que yo no entiendo y es una de las razones por las cuales no creo en el Dios omnisciente, omnipotente, benévolo y misericordioso del cristianismo; ese Dios y este mundo, ni siquiera con la noción del libre albedrío (¿qué libre albedrío ejerció ese bebé?), me parecen compatibles (aunque, como Unamuno, quisiera creer). Pero a pesar de mi incredulidad, de mi posición agnóstica, no creo ser un completo hedonista. Creo que, aunque tenemos la misión principal de ser felices, también tenemos la obligación de no dañar al prójimo, de no mentir, de no robar, de no causar un daño que no sea justificable como una defensa de nuestra vida, integridad y propiedad; de hecho, en concomitancia con una noción muy cristiana, considero que el mejor camino hacia la felicidad es el amor y me alegro de ver a personas felices a mi alrededor como también me entristezco por el sufrimiento ajeno (tal vez Descartes tiene razón y estas ideas innatas me las pone Dios). También creo que no hay mayor responsabilidad que la protección de los hijos, ni mayor placer que verlos felices. Por ello no entiendo cómo un padre puede dejarlos en el abandono.
La muerte de este bebé, se asemeja a una inevitable tragedia griega. La indefensa criatura es arrebata de padres alcohólicos para su protección y muere por el maltrato de sus supuestos protectores. He alzado a mi hijo de dos meses pensando en su completa indefensión y dependencia; pensando que aquél bebé que falleció era tan indefenso y tan dependiente como el mío, como el que yo tengo en mis brazos. Cuando suceden estas cosas, cuando una criatura inocente sufre injusta e innecesariamente, cuando surgen entre nosotros los comportamientos más depravados y crueles, este mundo me resulta incomprensible.
Santa Cruz de la Sierra, 16/11/14
http://javierpaz01.blogspot.com/

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