miércoles, 2 de noviembre de 2011

Me reservo el derecho de admisión


Javier Paz García

Como dije antes, el populismo, la demagogia y la estupidez no son exclusivos de ninguna tendencia política. Hace poco el municipio cruceño prohibió a bares y restaurantes que pongan el letreros advirtiendo que se reservan el derecho de admisión.

En primer lugar, desde un punto de vista principista, la medida es una violación de la propiedad privada. Los bares y restaurantes son propiedad privada y los dueños deberían tener la potestad de decidir quiénes pueden entrar o no a su propiedad, de la misma manera que cada persona decide a quién invita a su propia casa.

En segundo lugar la medida es innecesaria. No se cuan generalizado es que los boliches discriminen a su clientela en base a raza o color de piel, pero sospecho que no es algo frecuente. El dueño de un negocio está para hacer dinero y su mayor discriminante es quién puede pagar su producto y quién no. No es una buena estrategia comercial discriminar sobre otra cosa que no sea la capacidad económica del potencial cliente, y supongo que la mayoría de los comerciantes evitan acciones que van en detrimento propio. Pero incluso si existieran restaurantes que discriminan a su clientela en base a, digamos la raza, existe una oferta tan amplia de restaurantes y boliches en la ciudad, que sería irrelevante. Hay tanto para elegir, que no veo por qué una persona vaya elegir un lugar donde no es bienvenido y darle su dinero a personas que lo discriminan.

En tercer lugar la medida es contraproducente, porque evita que el restaurante niegue el servicio a borrachos, drogadictos o pendencieros. Y si alguien entra desnudo, ¿el restaurante no se puede reservar el derecho de admisión? ¡Qué estupidez!

En cuarto lugar la medida evidencia mediocridad en el conocimiento del derecho. Se obliga a los locales a poner el letrero “Todos son iguales ante la ley”. Y estamos de acuerdo que todos deberían ser iguales ante la ley, ¡pero los restaurantes no son la ley! ¡O es que los meseros se van a convertir en jueces! Extrapolar el principio de la imparcialidad de la justicia (todos son iguales ante la ley) y pretender aplicar ese principio a la venta de pollos y hamburguesas solo demuestra lo mediocre de sus impulsores. Un estudiante de derecho sabe (y conste que yo no estudie derecho) que la ley debe tratar a todos por igual, pero que los individuos en sus actividades privadas tienen el derecho a no tratar a todos por igual.

Por último, deseo hacer notar lo siguiente: a menudo una norma que restringe las libertades individuales es justificada en base a un objetivo encomiable. En este caso se impone una restricción a la libertad de los dueños de restaurantes con el pretexto de luchar contra la discriminación. De esa manera, quien proteste es tildado de discriminador y racista. Y por supuesto, pocos se atreven a ser malinterpretados y ser víctimas del escarnio público promovido por las autoridades. Es exactamente el mismo mecanismo que usó el gobierno central (salvando las diferencias de grado) cuando aprobó una ley que restringe la libertad de prensa y expresión y la llamó “ley contra el racismo”. Rechazar este tipo de medidas es indispensable para legar una sociedad libre y abierta a las futuras generaciones.

Santa Cruz de la Sierra, 02/11/11

http://javierpaz01.blogspot.com/

No hay comentarios.: