miércoles, 27 de mayo de 2009

Saludo a la mujer

Javier Paz García
Postular la superioridad física del hombre sobre la mujer es posible; la intelectual, difícil; la moral, absurdo.
El hombre es en promedio de mayor tamaño y masa corporal que la mujer y tiende a superarla en fuerza. Lo mismo sucede al más alto nivel de desempeño físico, en competencias deportivas donde generalmente los records mundiales absolutos pertenecen a hombres y no así a mujeres. Bajo esta óptica no es controversial decir que el hombre es físicamente superior a la mujer.
Sin embargo, no basta limitarnos a pruebas de fuerza o velocidad. Por ejemplo, la eficiencia del cuerpo humano para usar energía es claramente una parte de su cualidad física. En ese sentido, la mujer promedio necesita menos calorías que el hombre promedio para sobrevivir, es más eficiente y por ende superior. En otras pruebas físicas como ser la capacidad para mantenerse sin dormir por prolongados periodos de tiempo, soportar el estrés o el dolor, la diferencia no debe ser tan evidente. Sobre la resistencia al dolor, es curioso lo que las mujeres pueden llegar a hacer por razones estéticas: la depilación es un acto de tortura al cual se someten voluntariamente; yo lloriqueo cuando me arranco un pelo. El uso de tacos es otro ejemplo. Hay además dos capacidades físicas exclusivas de las mujeres; la de mantener en el útero a un bebé en gestación y una vez fuera, producir leche para su alimentación. Ambas son esenciales para la sobrevivencia humana y por lo tanto, dentro del ámbito de la capacidad física, pueden ser tan o más importantes que correr rápido o alzar harto peso.
Al observar que la mayoría de los pensadores, gobernantes y científicos son hombres podríamos suponer su superioridad intelectual. A lo largo de la historia, las mujeres han sido limitadas en el acceso a la educación y al poder, prohibidas de ciertas actividades y recluidas a labores del hogar. Por lo tanto, el hecho de que existan más ilustres del género masculino se puede explicar convincentemente como el producto de instituciones patriarcales. A medida que superemos esas instituciones (leyes, normas, tradiciones), veremos achicarse esa diferencia. Sobre este punto, hay que destacar la valentía de muchas mujeres que, viviendo en sociedades que todavía no se han despojado completamente de costumbres anacrónicas, trabajan fuera de casa, muchas veces en ambientes hostiles, y a la vez llevan a cabo sin ayuda del cónyuge las labores del hogar.
Desde el punto de vista moral, postular la dignidad de todo ser humano nos impide crear jerarquías de orden racial o de género. Sin embargo, en temas de responsabilidad podemos encontrar mucha evidencia que no favorece al hombre. Me explico con un comentario que me hizo un amigo hace años, va más o menos así: “En nuestra empresa preferimos pagarle a las esposas de los trabajadores. Si les pagamos a los trabajadores, la mitad de ellos se bebe su sueldo ese fin de semana, se gastan hasta la leche para sus hijos y no vienen a trabajar el lunes por dormir su borrachera”.
Enhorabuena a todas las mujeres.
La Paz 18/05/09

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