Javier Paz García
En el occidente de Bolivia, muchos (faltos tal vez de un diccionario), confunden estos dos términos que tienen significados tan diferentes. La palabra “élite” significa lo mejor, lo más alto. Pertenecer a la élite es pertenecer a lo mejor de un grupo con ciertas características. Se denomina élites intelectuales al grupo de personas más inteligentes, más preparadas de nuestra sociedad. Las élites empresariales están compuestas por los empresarios más exitosos y con mayores capitales disponible. Es importante aclarar que la élite no es una organización. Dos personas pueden formar parte de una misma élite sin haberse conocido nunca. La élite, como tal, no tiene como objetivo la acumulación de poder, pero en general, el poder esta en ésta porque en la élite están los más aptos para guiar y representar al pueblo.
Una oligarquía por otro lado, es un grupo de personas que buscan el poder, para beneficio propio y exclusivo. Este grupo es unido, reducido, y entre sus miembros pueden haber personas capaces, como también burros y pillos. En la élite están los mejores del pueblo, al servicio del pueblo. En una oligarquía esta cualquiera, al servicio de si mismo.
Existe por lo tanto una diferencia abismal entre ambos conceptos, y no debería existir confusión en su uso. Sin embargo, para el que tiene dudas sobre el significado de estas palabras, algunos ejemplos pueden ser esclarecedores:
Aferrarse con uñas y dientes a escaños parlamentarios que no les corresponden es propio de una oligarquía.
Democratizar el gobierno departamental e incluso el gobierno provincial, es propio de élites comprometidas con el pueblo.
Ocasionar una guerra civil con el mezquino objetivo de trasladar la capital de la república es obra de oligarquías. Llamar a esa guerra “revolución federal” es hipocresía. Y peor aún, 126 años después renegar de las autonomías (que son menos descentralizadas que un sistema federalista), llega al límite del cinismo.
Luchar para que cada pueblo (dentro de la nación) busque y persiga su destino y maneje los recursos que él mismo generó, es un ejemplo de lo que hacen las élites.
Vender al país a precio regalado, repartirse la plata y mandarse mudar (a los Estados Unidos) es propio de oligarquías.
Defender las regalías a costa de sangre, sin recibir ningún beneficio directo de ellas, es lo que hacen las élites.
Lanzar una campaña propagandista para mostrar al oriente como oligarca y separatista, y así engendrar odios y desconfianzas entre bolivianos es trabajo de oligarquías.
Trabajar por una Bolivia progresista, emprendedora y mejor que aquella que heredamos es lo que hacen nuestras élites.
Mantener el status quo, el centralismo: propio de oligarquías.
Pedir más democracia, más poder para el pueblo: propio de élites.
Mantener a Bolivia en la pobreza y la ignorancia extrema: lo que las oligarquías occidentales han hecho a lo largo de nuestra historia.
Levantar a este país de su adormecimiento y retraso, e insertarlo en un mundo dinámico, competitivo, sin fronteras: el reto de las élites cruceñas.
Fayetteville, 17/01/06.
El Deber, 11/03/06.
martes, 17 de octubre de 2006
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