Javier Paz García
En dos notas anteriores he argumentado, basado en la historia del siglo XX y en un análisis básico de la psicología humana, que el comunismo es inapropiado y dañino para un estado y que futuros intentos de implementarlo están destinados a fracasar. Me parece que la evidencia a favor de mi conclusión es abrumadora.
¿A qué se debe entonces, que las corrientes comunistas y ultra izquierdistas sigan vigentes (y en aparente crecimiento en Latinoamérica)? Existen varias razones, quiero tocar tres:
1) Vivimos bajo un modelo de libre mercado en el que existen cada día más pobres y marginados sociales.
2) El comunismo promete un mundo sin pobreza (y sin riqueza). La esperanza es lo último que se pierde, reza un dicho; un sistema igualitario y homogenizador es tal vez la última esperanza para muchos que, aparte de vivir en miseria, tienen la desdicha de presenciar la riqueza de unos pocos.
3) Los grupos más empobrecidos y marginados no tienen nada que perder y potencialmente algo que ganar con un cambio del sistema económico y político. Tal como sucede en los bloqueos, el bloqueador no exporta ni transita por la vía que bloquea, entonces bloquear no le representa ningún costo, mientras que potencialmente puede traerle beneficios (que el gobierno atienda sus demandas, por ejemplo).
Sobre el primer punto, existe una confusión entre causa y efecto. El capitalismo no es responsable de la pobreza de nuestro país (estoy convencido que estaríamos peor bajo un capitalismo de estado o un comunismo). Pero es el sistema imperante, por lo tanto al único al que se le puede culpar. Repito que no es el capitalismo el causante de la pobreza, son mas bien la corrupción, las luchas de poder a lo largo de nuestra historia, la ineptitud de nuestros líderes, la baja inversión en educación, salud, tecnología y caminos, mala distribución de tierra, mal sistema judicial y pobres garantías jurídicas los mayores causantes de nuestra pobreza. Es muy improbable que un cambio de sistema político y económico den fin por si solos a estos endémicos males que sufre Bolivia.
Sobre el segundo y tercer punto pienso que el comunismo, como el populismo, da solo esperanzas y la idea de una sociedad en armonía, sin dar políticas factibles y pragmáticas que conduzcan a tal sociedad. La baja educación y la extrema pobreza en la que vive la mayoría, hacen fácil convencer a esta mayoría que un sistema alternativo, de corte izquierdista sería mejor que el actual. Asegurar que la mayoría de la población esté convencida de que otro sistema económico es peor que el actual es tarea de nuestros futuros líderes. Nuestros líderes deben integrar social, política y económicamente a las masas hasta ahora excluidas, educar a la población, luchar contra la discriminación, el nepotismo y la corrupción. Deben darse cuenta que Bolivia es de todos, que no están en el poder por derechos divinos, sino por la voluntad del pueblo y es para el pueblo por quien deben trabajar. En la actualidad, la mayoría de nuestra población no tiene nada que perder porque simplemente no tiene nada. Tal situación hace que las protestas y revoluciones no sean difíciles de generar. Solo cuando cambiemos eso, alcanzaremos estabilidad económica, y política. No es un cambio radical del modelo económico lo que necesita Bolivia, es un cambio radical de mentalidad. Más fácil dicho que hecho.
Fayetteville, 03/11/05.
El Deber, 1/12/05.
lunes, 16 de octubre de 2006
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