Javier Paz García
Las luchas cívicas cruceñas no son contra Bolivia o contra La Paz, son contra el centralismo. La sede de gobierno está en La Paz y esta ciudad se beneficia por tal condición. Parte del desarrollo de esta metrópoli se debe a la posición estratégica que ha tenido a lo largo de su historia, a su industria y al esfuerzo de su gente. Sin embargo, otra parte es debida al aparato burocrático que allí existe, al flujo de ingresos que llegan de todas las regiones del país por concepto de impuestos y no vuelven a salir y al excesivo poder político y administrativo que concentra. Es contra tales beneficios que los cruceños estamos luchando, no para trasladarlos a nuestra ciudad o departamento, más bien para distribuirlos entre todo el país y que Santa Cruz reciba lo que le corresponde, ni más ni menos. Santa Cruz no busca quitarle a La Paz lo que La Paz ha logrado con su trabajo y esfuerzo; tampoco pretende arrebatarle el poder político derivado de ser la sede de gobierno. Pero si pretende descentralizar y desburocratizar al país y cualquier paso en esa dirección significa para La Paz una pérdida de ciertos beneficios, por lo menos en el corto plazo. Es natural en cualquier persona defender sus posesiones, aunque estas hayan sido adquiridas de manera justa o injusta. Es también natural que ahora La Paz (capital del centralismo anacrónico y excluyente) se aferre con uñas y dientes a beneficios que no le corresponden y que ya ha disfrutado por bastante tiempo. Es bajo esta visión como resulta entendible la posición paceña; no obstante, lo que es natural no siempre es correcto.
Santa Cruz se ha puesto a la vanguardia de las luchas autonómicas y esto ha generado una confrontación entre las dos ciudades; las crisis económicas y políticas que hemos vivido, junto con el usual regionalismo dañino que existe en ambos lados han exacerbado los ánimos, creado susceptibilidades, y elevado la retórica ofensiva. Los insultos y las acusaciones han llegado a niveles preocupantes.
El propósito de esta nota es recordarle al pueblo cruceño y hacerle saber al resto de Bolivia que no peleamos contra una raza, una región, una ciudad o un gobierno: peleamos contra una injusticia. Los gobiernos autonómicos serán una realidad, y eventualmente La Paz tendrá que resignarse a ello. Esperemos que la actual tensión entre las dos urbes se disipe y no queden rencillas ni cicatrices. Al final, Bolivia necesita de La Paz tanto como de Santa Cruz. Solo una Bolivia unida en su diversidad puede emprender los retos del siglo XXI y llevarnos hacia un desarrollo económico y social sostenible y duradero.
Fayetteville, 08/05/06.
El Deber, 23/05/06.
martes, 17 de octubre de 2006
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