Javier Paz García
Parece inagotable la capacidad que tiene este gobierno para causar asombro. Cuando uno piensa que lo ha visto y oído todo, viene usted, y en calidad de vicepresidente proclama que en el oriente estamos contentos por las muertes de Huanuni, de que estamos felices, de que estamos aplaudiendo tales hechos. Primero permítame decirle que no hay nada cómico en la tragedia de Huanuni, y que no tenemos por que alegrarnos de la muerte de gente que no nos ha hecho ningún mal, quienes no son nuestros enemigos y con quienes mas bien compartimos una misma lengua, historia y nacionalidad. No nos alegramos porque como ciudadanos de bien, nos interesa que exista la paz y estabilidad necesaria para generar trabajo y prosperidad. Sabemos como personas racionales que somos, que el bienestar de nuestros vecinos repercute en nosotros de forma positiva, y que el caos y la violencia acaecida en cualquier parte de Bolivia repercuten de forma negativa. No señor, no nos alegramos para nada de las muertes en Huanuni, porque ver viudas y huérfanos desamparados, sin hogar y sin medios de subsistencia no son motivo de alegría, sino de congoja. No nos alegramos porque somos concientes de que, por culpa de su gobierno, el día de mañana puede ocurrirnos lo mismo a nosotros, y no ver la violencia, la muerte y el luto por televisión y periódicos, sino en vivo y en directo en nuestras mismas ciudades. No nos alegramos, ni mucho menos aplaudimos o apoyamos tales enfrentamientos porque somos gentes de paz, quienes, a diferencia de usted, no tenemos la experiencia de haber matado, y que creemos que el asesinato es motivo de repudio y no de evocaciones nostálgicas. Le vuelvo a repetir que no nos alegramos de lo acontecido en Huanuni, porque apostamos al progreso y estamos convencidos de que la dinamita debe ser usada para extraer minerales y no para matar compatriotas – o destruir torres de electricidad. Huanuni no nos alegra, Huanuni nos enluta y nos llena de congoja. Huanuni nos asusta porque tal vez es el presagio de cosas peores. Huanuni nos une en solidaridad con los heridos – sean quienes sean – con las viudas, con los huérfanos y con quienes han perdido sus posesiones. Creo señor vicepresidente, que nos debe una disculpa, pero no se la voy a pedir porque estoy convencido que no hay sinceridad en sus palabras, ni arrepentimiento en sus actos. En cambio sí le exijo que usted y su gobierno abandonen de una vez por todas el discurso demagógico y divisionista que han tenido hasta ahora, y empiecen a trabajar por Bolivia, para que haya paz, progreso y para que la tragedia de Huanuni no se vuelva a repetir.
Fayetteville, 11/10/06.
El Deber, 22/10/06.
domingo, 22 de octubre de 2006
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