domingo, 29 de marzo de 2015

La importancia de la desigualdad

Javier Paz García
Definitivamente la igualdad o desigualdad en la distribución de la riqueza no sirve como parámetro de desarrollo, bienestar o felicidad. Teóricamente uno puede imaginar un país con mucha desigualdad donde nadie es pobre y otra con la mayor igualdad donde todos son mendigos.
Tal vez el problema fundamental de la ciencia económica sea la eliminación de la pobreza; la reducción de la desigualdad, incluso para quienes la consideran un problema, tendría que estar en una categoría muy inferior. Pero aunque desde la perspectiva económica la desigualdad, en mi opinión no es muy importante, desde una perspectiva política es importantísima.
Para un joven que ha tenido que trabajar desde sus 10 años, que apenas tiene para vivir el día a día y que ve una sociedad de abundancia, de adolescentes con vehículos último modelo y camisas que valen más de lo que él gana en un mes, es poco convincente que yo o el más renombrado economista le venga con el cuento de que, a pesar de todo, él está mejor que sus antepasados. Este joven no conoce de historia, feudalismo, ni de la revolución industrial y poco le importa que alguien le documente y demuestre que el mundo en general es cada vez menos pobre. Él se compara con los que están aquí y ahora, con jóvenes que tienen 100 veces más que él y nunca han tenido que trabajar para ello. No menosprecio lo trágico de esta situación, pero considero que culpar a los ricos no es la respuesta ni soluciona el problema. Nada impide que el mismo proceso mental ocurra con personas de clases medias y altas que sigan mirando con envidia y frustración (a veces justificada) a quienes tienen más que ellos; nada impide que quienes tengan estos sentimientos sean adultos, profesionales o filósofos; y nada impide que los políticos, con buenas o malas intenciones, creyéndose o no el cuento de que la desigualdad es de alguna manera producto del robo y la injusticia y que una mayor igualdad equivale a menos pobreza, hagan uso del mismo y muevan muchedumbres para encumbrarse en el poder. La desigualdad sí importa… prueba de ello son los totalitarismos comunistas del siglo XX, el entristecedor pueblo cubano todavía víctima de una dictadura decrépita, la vorágine venezolana, la asombrosamente constante decadencia argentina que luego de ser una tierra de desarrollo y esperanza bajo la constitución liberal de Juan Bautista Alberdi, retrocedió y lo seguirá haciendo bajo el embrujo igualitarista del peronismo. La desigualdad es, lamentablemente, muy importante en el paradigma de las personas y las consecuencias políticas y económicas de las políticas de la igualdad son reales, importantes y en general negativas para el desarrollo y la reducción de la pobreza a largo plazo.
Santa Cruz de la Sierra, 22/03/15

http://javierpaz01.blogspot.com/

viernes, 20 de marzo de 2015

Más sobre desigualdad y riqueza

Javier Paz García
Don Pedro Shimose, además de poeta renombrado, es un hombre guiado por valores liberales como la tolerancia, los derechos humanos y la defensa de la libertad. Por ello, y precisamente porque yo también comparto esos valores es que considero valiosa su crítica hacia mí (La desigualdad no es ninguna tontería – ED, 27/02/15). Éste y tal vez un par de artículos más serán mi intento de explicarme mejor.
En general un obrero hoy tiene mejores condiciones de vida que un obrero hace 50 años. Un obrero hace 50 cincuenta años tenía mejores condiciones de vida que hace 200 años. Este hecho es mucho más importante en el debate del desarrollo que el asunto de la desigualdad. Creo que el énfasis en la desigualdad existe porque muchos, tal vez subconscientemente, creen que la riqueza es estática y que la economía es un juego de suma cero donde para que alguien gane otro tiene que perder: ambos conceptos son erróneos. Para explicarme mejor veamos un ejemplo, si la riqueza total de una sociedad es de 100 peras y un obrero posee 2 peras, entonces su porcentaje de riqueza es de 2%. Si 30 años más tarde la riqueza total de la sociedad es de 1000 peras y el obrero posee 10 peras, entonces su porcentaje de riqueza será de 1%. En términos absolutos la riqueza de este obrero habrá pasado de 2 a 10, un 400% de incremento, pero su riqueza relativa habrá caído de 2% a 1%, un 50% de reducción. Yo sostengo que más importante es la riqueza absoluta, que mide la mejora de la condición de vida con respecto a sí mismo o a un mismo grupo, que la relativa, que la mide con respecto al total. Este ejemplo hipotético se asemeja a lo que le ha sucedido en casi todo el mundo a lo largo de los últimos 200 años: ha existido una mejora general en las condiciones de vida y algunos han amasado grandes fortunas, lo cual también ha aumentado la desigualdad económica. Por lo tanto es falso el estribillo de que los “ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres”. La premisa de este estribillo es que la riqueza de una economía es fija y el intercambio es un juego de suma cero; es decir muchos suponen que la riqueza total es eternamente de 100 peras, entonces si yo gano 2 peras, alguien tiene que perderlas. La historia nos muestra que las naciones crecen, prosperan y que en realidad los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez menos pobres, aunque aumente o disminuya la desigualdad.
Santa Cruz de la Sierra, 15/03/15

http://javierpaz01.blogspot.com/

lunes, 16 de marzo de 2015

Sobre nuestra mala ortografía

Javier Paz García
La mala ortografía en nuestro país es un asunto de Estado. Desde que llegamos al mundo, el Estado registra nuestro nombre obviando tildes en los certificados de nacimiento y carnets de identidad. Yo, por ejemplo, según los documentos oficiales del Estado boliviano soy Garcia, y no García. Y de igual forma los Rodríguez, Fernández, y compañía tienen sus apellidos mal escritos. Igual destino sufren los Matías y Sebastián y seguramente un Argüello en realidad se llama Arguello.
Las antiguas máquinas de escribir con frecuencia no podían poner tilde a una letra mayúscula, porque ésta al ser de mayor altura, abarcaba el espacio que le correspondía al tilde. Por tal motivo se permitía la omisión del tilde en palabras mecanografiadas en mayúsculas. La computadora superó ese problema y por ello las MAYÚSCULAS se deben tildar; el no hacerlo es incurrir en mala ortografía.
En Bolivia, hace mucho, mucho tiempo, alguien decidió que los nombres propios deberían escribirse completamente en mayúsculas. Sería interesante investigar quienes tomaron esta decisión y por qué motivos. Tal vez hubo una consideración práctica, como por ejemplo, que poner tilde implica una digitación adicional y por ende una pérdida de tiempo; quizá pensaron que obviar el tilde evitaría complicaciones legales como ser el llamarse Pérez en el certificado de nacimiento y Perez en el carnet de identidad. O tal vez razonaron que, siendo Bolivia un país donde predominan los ignorantes y analfabetos, no sería infrecuente que tanto el interesado, como el policía responsable de mecanografiar el nombre en el carnet de identidad, no sepan que el susodicho nombre lleva tilde. Cualesquiera que fueran las causas que llevaron a escribir los nombres con mayúsculas y sin acentos, hoy las computadoras permiten la acentuación de las mayúsculas y no existe justificativo para que las palabras mayúsculas estén exentas de ser acentuadas. Lo único que nos impide escribir nuestros nombres propiamente es la inercia de las leyes y la incultura de nuestros funcionarios públicos.
Pero nuestros nombres no son las únicas víctimas de la incultura gubernamental: las calles de la ciudad de Santa Cruz tampoco tienen tilde y con seguridad que no es el único caso.
Santa Cruz de la Sierra, 01/03/15

http://javierpaz01.blogspot.com/

domingo, 1 de marzo de 2015

El carnaval de los políticos

Javier Paz García
Algo feo del carnaval cruceño es el abuso que se comete contra bienes públicos y privados que son pintarrajeados, ensuciados y orinados por los participantes. No debe ser nada agradable para el propietario de un negocio o para un habitante del centro de la ciudad amanecer el miércoles con su pared manchada con pinturas. Pero los carnavaleros no son los únicos que pintarrajean y ensucian la ciudad; los políticos cada cierto tiempo hacen lo propio. Cada elección viene precedida por una avalancha de afiches, banderines y pinturas que, como un tsunami, inundan, ensucian y afean la ciudad. La propaganda política no respeta nada: uno puede ver un canal de desagüe pintado con los colores de un partido, los postes de luz adornados con banderas de otro partido o las paredes de domicilios privados bombardeada con afiches de un candidato tapando los afiches del contrario.
Por supuesto que los candidatos tienen el derecho de hacer propaganda, como lo tiene cualquier empresa, pero la misma no debería infringir las normas, ni ensuciar espacios públicos o privados sin autorización; pero lo que sucede es que pintan paredes sin permiso de los dueños, prenden afiches en todas partes y llenan la ciudad de basura. Lo irónico de todo esto es que estos políticos, o al menos quienes salen victoriosos, son los responsables de hacer que las leyes y normas se cumplan, pero ellos ganan sus elecciones gracias a un aparato propagandístico que infringe las normas de limpieza, aseo y uso de espacios públicos y privados; incluso no nos debería sorprender que quien más ensucie sea el ganador.
Y así, los políticos cada cierto tiempo festejan su carnaval, embanderando, pintarrajeando y ensuciando la ciudad. En fin, no deberíamos ser tan duros con Evo por meterle nomás; en este país todos le meten nomás.
Santa Cruz de la Sierra, 15/02/15

http://javierpaz01.blogspot.com/