Javier Paz
García
Con
tantas noticias feas es fácil caer en el pesimismo de pensar que la gente es
mala por naturaleza. Sin embargo en el mundo también abundan los actos de amor,
de solidaridad, de altruismo. En realidad nuestra vida es tan abundante de estos
actos que los pasamos por alto. Es más fácil recordar al taxista que se nos
cruzó en la vía y encima nos insultó que a la persona que sin conocernos esperó
para que entremos en el ascensor. Cosas como vecinos que se prestan azúcar, parejas
que cumplen día a día el incesante rol de ser padres, alguien que nos da una
dirección en la calle, misioneros que dedican su vida a ayudar a los demás, un
estudiante que se desvela para preparar a su amigo a dar un examen, son tan cotidianas que las olvidamos.
Pero
algunos actos de solidaridad quedan en la memoria. Narró dos anécdotas de un viaje
de mochilero por Europa el 2002. Los hostales de Londres son muy caros y para que
mi presupuesto alcance, una noche me quedé en la calle. Guardé mi mochila en un
“locker” en la estación de trenes y salí a caminar. Terminé conversando con un
vagabundo quien me ayudó a construir una cama con cartones. Aparte de
distraerme gran parte de la noche narrándome una inverosímil versión de su
vida, me enseñó que cuando uno busca cartones en la basura, debe olerlos antes
para asegurarse que no apesten a comida podrida. También prometió llevarme la
mañana siguiente a comprar el café más barato de Londres, promesa que no pudo
cumplir porque yo decidí seguir otros rumbos.
La
segunda anécdota acontece en el puerto de Patras en Grecia. Yo ya había
finalizado mi viaje y estaba retornando hacia el norte de Italia donde debía
buscar trabajo para sobrevivir el resto del verano boreal. Para mi mala suerte
el puerto estaba paralizado por una huelga laboral. Con el dinero justo para
volver y sin la certidumbre de encontrar trabajo en Italia, la demora me tenía
preocupado. En el hostal conocí a un mochilero alemán que quería llegar hasta
la India. Jugamos ajedrez unas cuantas veces y vimos algún partido del Mundial
de fútbol que se jugaba en Corea y Japón. Al saber que me estaba quedando sin
dinero, este mochilero, a pesar de no tener dinero de sobra, ni de conocerme y a
quien nunca volvería a ver se ofreció a prestarme lo suficiente para llegar a
mi destino y me dijo que se lo trasfiera cuando pueda.
Vale
la pena recordarnos a nosotros mismos que hay una abundancia de bondad entre
los seres humanos y que hay más cosas buenas que malas en la sociedad.
Santa Cruz de la
Sierra, 23/12/12
http://javierpaz01.blogspot.com/