Javier Paz
García
En
las finanzas personales cada familia tiene que equilibrar los gastos del mes
con los ingresos. Lo prudente es gastar menos de lo que uno gana y de esa forma
tener un ahorro. Hay periodos en los que uno gasta más de lo que uno gana, sea
por una cuestión de salud, la compra de un vehículo, un viaje de vacaciones, la
adquisición de una casa, etc. Hay dos formas de financiar estos gastos:
utilizándose los ahorros acumulados u obteniendo un préstamo. La familia que se
presta dinero para adquirir un vehículo o una casa, adquiere un activo que
puede vender para pagar el préstamo. En cambio la familia que se presta para
financiar gastos corrientes, aquellos del día a día, al final del mes ha
adquirido una deuda, pero no ha adquirido ningún activo que sirva para pagarla.
A
veces es necesario endeudarse para mantener los gastos del hogar, pero tales
situaciones no deben prolongarse por mucho tiempo porque a la larga la familia
va a tener deudas que no podrá cumplir.
Algo
similar le sucede a Grecia. Durante décadas, los diferentes gobiernos de este
país vivieron por encima de sus medios, gastando más de lo que recaudaban,
incrementando el número de funcionarios estatales, inflando la burocracia
pública. Y todo esto se financió con deuda. Pero llegó un momento en que los
prestamistas, al ver que la situación era insostenible, que Grecia era
insolvente y que corrían el riesgo de que no devuelva los préstamos, dejaron de
prestarle. ¿Y qué puede hacer un gobierno cuando ya no le quedan ahorros y
nadie le quiere prestar dinero para financiar los déficit fiscales? Pues a la
fuerza tiene que gastar menos, tiene que despedir personal, reducir salarios,
reducir beneficios sociales, aumentar impuestos hasta que los ingresos que el Estado
recibe sean iguales o superiores a sus gastos.
La
crisis en Grecia, España, Portugal e Italia no se inició hace uno o dos años.
Sus causas provienen de políticas fiscalmente irresponsables de gastar año tras
año más de lo que recaudaban. La austeridad requerida no es un capricho de los
políticos de turno ni una imposición del FMI o el BCE, es una imposición de la
realidad económica. De hecho los préstamos del FMI y el BCE lo que hacen es
retardar o reducir la magnitud de las medidas de austeridad necesarias para
balancear ingresos y gastos. Estos préstamos de ninguna manera resuelven la
causa del problema, sólo atenúan sus efectos, es como dar suministrar morfina a
un enfermo terminal, sólo quita el dolor, pero no lo cura.
Los
préstamos del FMI y el BCE lo único que hacen es comprar tiempo. Si durante ese
tiempo, los países en crisis toman las medidas estructurales adecuadas, pueden
tener un periodo menos traumático. Pero si no lo hacen, eventualmente la
debacle les va a llegar y en algún punto nadie, ni el FMI ni el BCE estará
dispuesto a seguir prestándoles.
Shanghai,
02/12/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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