domingo, 4 de noviembre de 2012

El mesianismo norteamericano


Javier Paz García
Estados Unidos es la cuna del capitalismo y existen millones de personas que odian el capitalismo sin siquiera entenderlo, por ende, odian a Estados Unidos. Pero también es una potencia militar que desde la segunda guerra mundial no tiene una década sin haberse involucrado en algún conflicto bélico.
Entre las razones para esto no podemos descartar el pragmatismo de la diplomacia norteamericana y la búsqueda de sus objetivos estratégicos. Por ejemplo, hay que ser muy ingenuo para pensar que los intereses petroleros no tuvieron nada que ver en la defensa de Kuwait ante la invasión iraquí a principios de los noventa. Pero también existe en el imaginario de los norteamericanos la idea de que por gracia de Dios pertenecen a una nación destinada a ser grande y poderosa, y aunque no se la imaginan como dominadora del mundo, sí como regente capaz de decidir quiénes son los buenos y premiarlos y quiénes son los malos y castigarlos. Este mesianismo patente en los discursos políticos, en su literatura y en su producción cinematográfica permea su política exterior en no poca medida y lleva a esta nación a gastar ingentes cantidades de recursos en programas de desarrollos, en desestabilizar regímenes considerados adversos, en apoyar a gobiernos considerados aliados e incluso en llevar a cabo invasiones militares y participar en guerras.
Por supuesto, no todo lo hecho por Estados Unidos es malo: su participación en la segunda guerra mundial fue sin lugar a dudas en pro de la defensa de valores como la libertad y la democracia y contra la opresión del nazismo y el fascismo; juzgada por sus resultados, su intervención en Corea se puede considerar beneficiosa si vemos la diferencia en prosperidad y calidad de vida de los habitantes de Corea del Sur y los de Corea del Norte; la defensa de Kuwait, aunque sea para proteger sus intereses, sigue siendo la defensa del débil, contra una nación más fuerte que fue la que inició la agresión. En fin, existen muchas cosas rescatables sobre la política exterior norteamericana, pero considero que ese mesianismo que mencioné anteriormente los ha llevado a intervenir en otros países mucho más allá de lo que es prudente, necesario y conveniente para ellos mismos.  El resultado es que se han ganado una antipatía casi universal, porque a nadie le gusta que otros se metan en sus asuntos, incluso cuando tienen buenas intenciones (que por supuesto, en este caso, casi nunca solo son buenas intenciones). Sus intentos de exportar democracia no han sido muy exitosos y han servido para reforzar la imagen no del todo justa (y no del todo injusta) de que Estados Unidos es una potencia imperialista en busca de ampliar sus dominios. Considero que harían bien los norteamericanos en ser más humildes en cuanto a la capacidad que creen tener de cambiar al resto del mundo, en dejar de lado ese mesianismo que los cree predestinados a ser rectores de las demás naciones y dejar que, para bien o para mal, cada nación lidie con sus problemas. Se ahorrarían un montón de plata y la antipatía de millones de personas.
Santa Cruz de la Sierra, 04/11/12
http://javierpaz01.blogspot.com/

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