Javier Paz García
Evo Morales suma casi 14 años en el poder sembrando odio y racismo. Su gobierno utilizó todo el aparato del Estado, con logística, comunicación, radios, canales de televisión, con recursos ilimitados para promover la idea de que existe una oligarquía cruceña que odia a los indígenas. Pensemos en un joven de digamos 20 años, digamos en Warisata con un nivel educativo bajo, con poco acceso a la educación que tres cuartas partes de su vida ha escuchado el mismo discurso de odio. Lo normal sería que internalice ese odio, que crea ese discurso. Lo raro, lo extraordinario sería que escape a ese lavado de cerebro y piense por sí mismo. Este fenómeno no es exclusivo de gente pobre ni de gente con baja educación: la mayoría de la gente tiene la creencia religiosa de sus padres y aunque ahora pueden creer fervientemente en su religión, eso se debió a años de adoctrinamiento. No pretendo con este ejemplo atacar el adoctrinamiento religioso, ya que eso es una potestad de los padres y todos los padres, de una forma u otra, queramos o no, adoctrinamos a nuestros hijos en ciertas creencias y valores. Lo que el ejemplo intenta mostrar es que el adoctrinamiento es efectivo y funciona tanto para hacer creer que Jesús es hijo de Dios, que Mahoma es el profeta de Alá que Evo Morales es el protector de los indígenas o que los cambas odian a los indios. Es decir, el adoctrinamiento sirve tanto para cosas buenas como inculcar valores como cosas malas como incitar al odio.
Evo Morales, más que ningún otro presidente azuzó las diferencias entre oriente y occidente, entre pobres y ricos, entre indios y blancos para beneficio propio. Ese tal vez es su mayor legado, un legado de odio que tomará mucho tiempo revertir. Por supuesto que Evo tenía elementos para azuzar estos odios: ya existía un choque cultural y una pugna política entre oriente y occidente antes de Evo, existían y siguen existiendo personas que creen que por tener dinero pueden tratar mal y humillar a quien no lo tiene, existían y existen personas que creen que el color de su piel o la tradición de su apellido de alguna manera los hace superiores a otros. Este tipo de personas, clasistas y racistas existían y siguen existiendo y eso es lamentable. Sin embargo me inclino a pensar que no son la mayoría porque la mayoría de las personas le deseamos el bien a nuestro prójimo; que cuando vemos un niño, nos alegra su inocencia, sin importar su raza; que nos conmueve ver a una persona sufrir aunque sea negra, blanca o amarilla.
Pero Evo Morales no buscó lo bueno de la mayoría para construir unidad, sino lo malo de una minoría para dividir y generar odio. Buscó al blanco que peyorativamente llama indio al indio, buscó al camba que insulta a un colla, buscó al rico que explota al pobre y con estos estereotipos generó películas, videos, discursos, documentales, libros, folletos, propagandas de televisión y cuñas radiales que fueron difundidos a través de toda una maquinaria de ministros, funcionarios estatales, dirigentes del partido, medios estatales y que día a día, todos los días durante 14 años bombardearon a la población. No nos debe sorprender entonces que, luego de 14 años de una maquinaria propagandística implacablemente efectiva ahora haya mucha gente que crea ese discurso. No nos debe sorprender que haya gente asustada porque se fue Evo y cree que vendrán los k´aras o los oligarcas a patearlos, humillarlos, quitarles sus casas o locuras más grandes como que no va a salir el sol. No nos debe sorprender que haya gente vomitando odio ahora mismo, haciendo vandalismo, prometiendo hacerle daño a tal o cual persona porque está dolido porque Evo se fue.
Ese es el triste legado de Evo, pero es nuestro deber no contribuir a dicho legado. El odio genera odio. Pero si al odio le respondemos con empatía, con un deseo de escuchar y entender a la otra parte, de entender de donde viene y por qué piensa así, si respondemos al insulto con palabras de paz, podemos poco a poco ir desmoronando esas barreras y creando puentes de entendimiento y tolerancia. No pretendo con esto alentar la impunidad. No debe haber ninguna tolerancia al vandalismo y la violencia escudadas en reivindicaciones étnicas o de clase. Quien golpea y daña a alguien debe ser castigado de acuerdo a ley. Quien destruye propiedad ajena debe hacer reparaciones y ser castigado de acuerdo a ley.
El camino de una Bolivia unida en la diversidad, una nación de gentes tolerantes y respetuosas, de oportunidad para todos es la ruta a seguir. A pesar de los discursos, en estos 14 años hemos retrocedido en esta ruta, porque el gobierno hizo de la lucha contra la discriminación y el racismo un instrumento para perseguir opositores mientras el mismo gobierno humillaba y apaleaba indígenas; hizo de esto un eslogan con bonitos discursos que convencieron a muchos dentro y fuera del país pero que no condecían con las acciones. Ahora nos toca retomar esta ruta para hacer de la tolerancia y el respeto la base de un mejor país.
Santa Cruz de la Sierra, 12/11/19
http://javierpaz01.blogspot.com/
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