viernes, 8 de noviembre de 2019

El empresariado en un régimen fascista

Javier Paz García
Una de las características de un régimen fascista es la existencia de la empresa privada, pero sometida, no al imperio de la ley, sino del partido. Por un lado, en algo similar al capitalismo de Estado, el gobierno crea empresas para generar trabajo para una masa fiel al partido y adjudica obras a los amigos, que en muchos casos son socios o testaferros de los mismos jerarcas del partido. Así se van enriqueciendo ilícitamente, quienes sin excepción hablan de ser paradigmas de la honestidad. Por otro lado, exige la sumisión del empresariado en general a las directrices del partido y castiga a quienes no se encuadran. En un régimen fascistas los empresarios o se alinean y en el mejor de los casos se quedan callados, o desaparecen. En un sistema de libre mercado prosperan las empresas que sirven al consumidor, las empresas eficientes, las que generan mayor valor agregado. Bajo un régimen fascista, aunque la necesidad de servir al consumidor y ser eficiente no desaparece, disminuye y se agrega la necesidad de tener buenas relaciones con el gobierno, de tener contactos políticos, de donar al partido, de lisonjear al caudillo y de no contradecirlo por nada. 
En Bolivia existe un régimen fascista y el vicepresidente Álvaro García Linera lo dijo claramente el 2009: “Señores empresarios, quieren ganar dinero, quieren hacer negocios, háganlo, el Gobierno les abre mercados, les da plata para tecnología, les apoya en lo que ustedes pidan, pero no mezclen eso con la política”. La advertencia era clara y venía acompañada del ejemplo de lo que le sucedió a Branko Marinkovic: para quien tuviera la osadía de meterse en política – se entiende en contra del partido, porque son bienvenidos de meterse en política si es para apoyar al gobierno. Por supuesto, para un régimen fascista, los derechos humanos son un adorno que hay que usar cuando conviene. Negar derechos civiles y políticos básicos, como el derecho de cualquier ciudadano, sea empresario o no, de participar en política o dar su opinión, no es ningún problema para un fascista como García Linera. 
Por eso desde que el MAS está en el poder, los empresarios han perdido seguridad jurídica y han perdido libertades civiles y políticas que en un Estado de Derecho democrático son inviolables para cualquier ciudadano. Instituciones del Estado, como impuestos, la Autoridad de Empresas y el Poder Judicial han pasado a convertirse en mecanismos de amedrentamiento y persecución para quienes no se encuadren. Medidas como la prohibición de exportaciones, la ley de empresas sociales, la función económica y social de la tierra y muchas cosas más son otra forma de chantaje y control al sector empresarial. Tienen todos los mecanismos para destruir una empresa y confiscar la propiedad de quien así lo decidan.
En un ambiente así, lamentablemente la única forma de sobrevivir es encuadrándose y las cámaras de comercio y los gremios empresariales están obligados a, en el mejor de los casos mantenerse callados, y preferentemente a alabar y lisonjear al gobierno. Por eso la Confederación de Ganaderos de Bolivia le regala un caballo a Evo, por eso la Cainco en un momento donde nos jugamos la democracia del país lanza un comunicado tibio hasta el tuétano, casi pusilánime, porque sabe que si se ponen contra Evo y Evo no se va, los van a reventar. 
Ahora pongámonos un momento en los zapatos del presidente de la Cainco, Fernando Hurtado, alguien que poco conozco pero que parece una buena persona. En primer lugar, él conduce una empresa familiar, que da un servicio fundamental a la población, importando equipos e insumos médicos. Luego, como presidente de Cainco, debe velar por el bienestar de sus asociados. Aquí tiene la justificación moral para su tibieza. También desde un punto de vista netamente del propio interés en un sentido estrecho y mercantilista, no fijar una posición abiertamente contraria al gobierno es lo mejor. Si cae el gobierno, bien y si no cae, no hemos dañado nuestra relación con ellos y seguimos con los negocios como hasta ahora. Aquí tiene una justificación basada en un análisis de riesgo y costo-beneficio.  
Unos dirán que Luis Fernando Camacho se ha jugado su vida y su patrimonio y que Fernando Hurtado debería hacer lo mismo. No lo sé. Creo que Camacho ha mostrado una extraordinaria valentía, una valentía que la mayoría de las personas no tienen, por eso lo admiramos y tal vez pasará a la historia como un actor fundamental en la recuperación de la democracia mientras que Hurtado será un presidente más de Cainco a quien nadie recordará en unos años. Yo no quiero condenar a nadie por falta de valentía, por ser una persona normal, y supongo, que la mayoría de las personas, incluso muchos de los que ahora critican a Cainco y a Fernando Hurtado, actuarían de una manera similar si tuvieran su patrimonio y estuvieran en su posición. El miedo es parte del régimen. Personalmente me hubiera gustado más compromiso y valentía de parte de la Cainco y concuerdo plenamente con la carta del padre de Luis Fernando Camacho reclamando a la Cainco y la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia una posición de defensa ante los abusos cometidos a sus empresas (otro ejemplo de cómo actúa un régimen fascista). Entiendo el silencio y la tibieza de estos gremios: por miedo, por falta de valentía, por cuidar su patrimonio, para que no les hagan precisamente lo que le están haciendo a Luis Fernando Camacho y sus empresas, para velar por los intereses de corto plazo propios y de sus asociados. No me parece admirable su posición y creo que uno la puede criticar, pero tampoco creo justo llegar a tildarlos de vendidos o traidores. Ya tenemos bastantes traidores de verdad, gente militante que ha participado activamente en la extorsión, el abuso de poder, la persecución política, la conculcación de derechos y la degradación de la democracia como para tirar nuestros dardos contra personas cuya falta es simplemente tener miedo y ausencia de valentía.
Santa Cruz de la Sierra, 07/11/19
http://javierpaz01.blogspot.com/

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