Javier Paz
García
Existe
una confusión generalizada entre los conceptos de desigualdad y pobreza. La
desigualdad mide la diferencia de ingresos entre los más ricos y más pobres en
un grupo. La pobreza se la puede definir como un nivel de ingreso por debajo
del necesario para satisfacer ciertos estándares mínimos de acceso a bienes y
servicios. La posibilidad de acumular riquezas en las sociedades capitalistas
hace que las personas se esfuercen, inventen y sean más competitivas. Las
innovaciones de Bill Gates o Steve Jobs al hacerlos multimillonarios, aumentan
la desigualdad, pero también mejoran la productividad general contribuyendo así
a reducir la pobreza. Por el contrario las sociedades socialistas enfatizan la
lucha contra la desigualdad y logran reducirla a costa de hacer a todos más
pobres. Mientras que luchar contra la pobreza implica hacer un esfuerzo para
que quienes se encuentran por debajo de cierto nivel de ingresos puedan
superarse y mejorar sus estándares de vida, luchar contra la desigualdad
implica asegurarse que nadie pueda ser mucho más rico que otros… es en cierta
manera una forma de envidia hacia los ricos, más que una preocupación por los
pobres. Efectivamente el discurso de la desigualdad se caracteriza por
resentimientos e incitaciones a odiar a quienes tienen más, lo cual no mejora
en nada la situación material de quienes tienen menos. Es una forma disimulada
de promover la lucha de clases; es un vestigio del marxismo.
Es
frecuente sin embargo que analistas y comentaristas que no se identifican como
socialistas, hablen de la lucha contra la desigualdad como un fin social
supremo. Por ejemplo recientemente el periodista Julio Cesar Caballero aseveró
que la inequidad es “hoy por hoy, el cáncer del subcontinente.” (El péndulo se
mueve. El Deber, 26/06/12).
También
es frecuente que se refieran a la “distribución de la riqueza”, como si la
riqueza existiera a priori y el problema fuera cómo repartirla. El problema es
que la riqueza antes de ser distribuida tiene que ser creada y su distribución
no es independiente de su creación. Antes de que un agricultor prepare la
tierra, siembre, fumigue, coseche y transporte su producto, no existe nada qué
distribuir: él ha creado riqueza. Entonces hablar de “la equidad en la distribución
de la riqueza” como también lo hace el señor Caballero en la nota antes
mencionada, induce al lector a presuponer injusticias y robos donde no existen
tales; a suponer un juego de suma cero, donde lo que unos tienen es producto de
habérselo quitado a otros e ignorar el inmenso esfuerzo que se requiere para
crear riqueza.
Este
lenguaje es en mi opinión nefasto porque por un lado genera en quienes tienen
menos, la falsa sensación de haber sido robados y explotados. Y por otro lado
desincentiva las ganas de innovar e invertir debido a un ambiente hostil al
éxito, generando a la larga sociedades crónicamente pobres como la boliviana.
Santa Cruz de la
Sierra, 28/06/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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