Javier Paz
García
Argentina
es un país decadente. Pero no es decadente hace uno o diez años: lo es hace
casi un siglo. Argentina a principios del siglo XX era una de las naciones más
prósperas del mundo. Sus habitantes tenían uno de los más altos niveles de
vida, incluso por encima de países europeos y fue considerada como el granero
del mundo. Los flujos migratorios, que llegaban de Europa a esta nación
atestiguan esta realidad. Sin embargo, desde mediados del siglo pasado el país
se fue rezagando y hoy a lo máximo que puede aspirar es a ser considerado uno
de los países más desarrollados entre el grupo de naciones subdesarrolladas.
¿A
qué se debe el auge? Buena parte del auge Argentino se explica por la
influencia liberal que tuvo el país en sus inicios. Por ejemplo la constitución
que Argentina adoptó en 1853 se basó en la obra de Juan Bautista Alberdi, Bases y Puntos de Partida para la
Organización Política de la República Argentina.
¿Cómo
se explica el periodo de decadencia? La decadencia se la puede explicar en los
mismos términos. A medida que el Estado se alejó de esos principios liberales
que empoderan a los individuos y los protegen del abuso del propio Estado, a
medida que el Estado fue acaparando actividades que antes eran llevadas a cabo
por personas y asociaciones civiles, a medida que el Estado se convirtió en un
otorgador de rentas y privilegios especiales para ciertos grupos de poder
político y económico, limitando la competencia y la igualdad ante la ley, el
país fue decayendo.
Hace
medio siglo, Perón dejó un legado de matonaje, populismo, clientelismo político
e ineficientes monopolios estatales
justificados con discursos patrioteros dirigidos al vulgo ignorante. Tres
cuartos de siglo después ese mismo clima impera en la Argentina y las políticas
públicas que adopta el gobierno son sacadas del manual del perfecto idiota. El
gobierno actual mantiene una retórica
tercermundista de condenar la inversión privada, de reprobar la acumulación de
riqueza (mientras que la presidenta, en un acto de ironía y cinismo mayúsculo,
se gasta 110 mil dólares en 20 pares de zapatos), crea monopolios estatales,
prohíbe u obstaculiza las operaciones de comercio exterior, impone controles
cambiarios, ataca a la prensa independiente y mantiene una política fiscal de
gastar hasta lo que no se tiene, de no honrar las deudas, confiscar las
pensiones y dejar el problema para futuras generaciones. No hay pues nada de
sorprendente en la situación de Argentina, ni existen conjuros mágicos o
conspiraciones ocultas que expliquen su deterioro. En su cuento El informe de
Brodie, Jorge Luis Borges dice: “Creo que con el tiempo merecemos que no haya
gobiernos”. Con los gobiernos que ha tenido su país, no es difícil
justificarlo.
Santa Cruz de la
Sierra, 08/06/12
http://javierpaz01.blogspot.com/
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