Javier Paz
García
Si
por los burócratas fuera, los tentáculos del Estado llegarían a cada rincón de
nuestras vidas, regulando, supervisando, controlando todo para alcanzar un
mundo mejor. Lo curioso, lo irónico es que el mismo Estado que regula las
actividades de otros, cuando es comparado precisamente con aquellos a quienes
regula, resulta ser el peor de todos. Me explico mediante ejemplos.
Por
regulación estatal, los bancos en Bolivia no deben permitir que una persona
espere más de media hora para ser atendida, caso contrario puede presentar una
queja. Lo curioso es que no existe institución estatal donde uno haga una cola
menor de media hora. Ir a Tránsito, Identificación, Ministerio de Trabajo, Caja
de Salud o a Migración requiere sacrificar medio día sin trabajar. Y mientras
en los bancos uno espera adentro con aire acondicionado y en cómodas sillas, con
el Estado uno espera afuera, parado y no tiene a quien quejarse.
Mientras
los colegios y universidades privados producen las mentes más brillantes del
país, los empresarios más productivos, innovadores y generadores de fuentes de
trabajo, en los colegios fiscales apenas aprenden a leer y escribir y no se
puede soñar con que los jóvenes salgan con nociones de cálculo diferencial,
idioma inglés o siquiera un nivel de redacción y comprensión aceptables. Y sin
embargo es el Estado productor de colegios y universidades mediocres el que
impone normas y regula la actividad de la educación privada. En la salud sucede
algo similar.
Mientras
que al Estado se le ocurre poner un ingenio azucarero donde no hay caña o hacer
inmensas fábricas de leche donde no hay vacas, despilfarrando así millones de
dólares del dinero de todos, los productores arriesgan sus capitales para
producir la leche y el azúcar que alimentan al país, cuando les va mal pierden
su propio dinero, y no el dinero ajeno y cuando ganan reinvierten,
incrementando la producción y generando más fuentes de empleo. Y sin embargo es
el Estado, campeón de la ineficiencia, quien regula y controla a los
productores.
Y
el Estado que regula a los demás, resulta ser el más chambón de todos, el que
peor servicios brinda, el que más caro cobra por sus productos, el que más
tiempo hace perder a sus usuarios, el que más errores comete, el que hace los
peores negocios. Y cuando uno ve esto, se da cuenta que el Estado regulador es
similar a un pirómano encargado del departamento de bomberos o a un pillo como
jefe de policías. Entonces vale preguntarse ¿quién regula a los reguladores?
Santa Cruz de la
Sierra, 18/12/11
http://javierpaz01.blogspot.com/
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