Javier
Paz García
Uno de los leitmotiv del socialismo es pronosticar el fin
del capitalismo. Karl Marx, en una brillante estrategia de mercadotecnia,
calificó a las ideas de sus predecesores como socialismo utópico y posicionó sus ideas como socialismo científico. Sus ideas no eran menos utópicas que la de
sus antecesores y una de las centrales era el inevitable fin del capitalismo.
Según el autor de El Capital, el
capitalismo llevaría al empobrecimiento del proletariado que ganaría un salario
apenas de subsistencia, al estilo maltusiano, lo que llevaría a la revolución
comunista. Marx creía que había descubierto una ley, al estilo de las leyes
físicas descubiertas por Newton. Creía también que el capitalismo era un paso
necesario para llegar al comunismo, por lo que países como Inglaterra, Alemania
o Francia serían los primeros en pasar a ese estadio “superior” de la evolución
de las sociedades humanas y que, por el contrario, países poco industrializados
como Rusia o China, no tenían las “condiciones objetivas” para iniciar la
revolución. Su profecía resultó equivocada, como muchas otras de sus conjeturas
“científicas”. Desde entonces sus seguidores han seguido haciendo lo que se ha
convertido en una tradición socialista: anunciar el fin del capitalismo (no
puedo evitar hacer la comparación con los pastores, sectas religiosas y
charlatanes que cada cierto tiempo aparecen anunciando el fin del mundo, la
llegada del Mesías, el Juicio Final, e incluso invasiones extraterrestres).
Ante cualquier turbulencia, desaceleración, recesión, depresión o crisis
económica, sale algún socialista con el mismo augurio que Marx hacia hace más
de 150 años. La situación antes de la Gran Guerra, el Crash del 29, la crisis
del petróleo en los 70, la burbuja de las dotcom a inicios del siglo XXI, la
caída de Lehman Brothers el 2008 han servido de palanca para que algún
curandero de las ciencias sociales continúe la larga tradición socialista de
anunciar el inminente fin del capitalismo. La tragedia del coronavirus es una nueva
oportunidad para ello. Hace unos días El Deber publicó una entrevista
de la BBC con Paul Mason, uno de estos agoreros. Podemos identificar muchos
errores crasos en sus opiniones, como por ejemplo afirmar que en América Latina
“las revoluciones coloniales fueron también contra los grandes terratenientes”
cuando el mayor exponente de las luchas coloniales en América Latina, el
Libertador Simón Bolívar era uno de los mayores terratenientes de Colombia, al
igual que lo fueron más al norte del continente George Washington y Thomas
Jefferson, por citar algunos nombres.
Culpar al capitalismo de todos los males del mundo es
otro leitmotiv socialista y Mason cumple su papel afirmando que el sistema
“crea las condiciones para que millones de personas vivan en barrios
marginales”, pero también es culpable del tabaquismo y la obesidad en las
sociedades más desarrolladas. Por supuesto, los socialistas dejan de lado que
durante toda la historia de la humanidad desde hace 200.000 años cuando
aparecieron los primeros Homo Sapiens hasta los inicios de la revolución
industrial, la vasta mayoría de los habitantes era bastante pobre con excepción
de una minúscula cúpula gobernante (similar a la Unión Soviética o Cuba) y ha
sido el sistema capitalista el que ha sacado a la gente de la pobreza y
generado una clase media próspera. Los socialistas olvidan mencionar que la
expectativa de vida ha ido incrementándose sistemáticamente en todo el mundo y
que donde menos se ha incrementado es en los países socialistas. Y bueno,
culpar al capitalismo por la decisión que una persona tome sobre fumar, es algo
que no merece mayor réplica, más allá de notar la fanática insistencia
socialista en quitarle al individuo toda responsabilidad individual para
convertirlo en un títere de las circunstancias, una víctima, un ente sin
voluntad y sin obligaciones para sí mismo.
Otro leitmotiv de los detractores del capitalismo tal vez
más reciente y que encuentro con mucha frecuencia es explicar o denunciar los
problemas del capitalismo en términos de lo que hace el Estado. Veamos este
fragmento de la entrevista: “En 2008, dijimos: hay demasiada deuda. Y la razón
fue que los bancos centrales imprimieron demasiado dinero y la gente lo usó
para especular. Y la solución fueron 75 billones extras en deuda y más dinero
por parte de los bancos centrales.” Aquí es necesario hacer aclaraciones
semánticas, porque es bastante común la falacia de suponer que porque Estados
Unidos y Europa son sociedades predominantemente capitalistas, las acciones de
sus gobiernos también lo son. El capitalismo es un régimen de respeto a la
libertad individual y la propiedad privada. La intervención estatal en la
economía es doctrinalmente más cercana al socialismo que al capitalismo. La
emisión excesiva de dinero por parte de los Estados no es un problema del
capitalismo, es un problema del estatismo, incluso en sociedades capitalistas y
como lo explicaron pensadores como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek (Nobel de
Economía) y Murray Rothbard, la expansión del crédito por causa del sistema
fiduciario que han adoptado los Estados es la causante de los ciclos económicos
que aquejan a las economías contemporáneas. Mason demuestra su escasa
comprensión de teoría monetaria, lo cual es entendible por ser algo complicado,
incluso para economistas; ante el reto intelectual, es más fácil recurrir al
cliché de culpar al capitalismo por algo que depende enteramente de la voluntad
de los gobiernos.
Anunciar el fin del capitalismo, culpar al capitalismo
por políticas estatistas, sugerir que más estatismo es la solución al fracaso
de las actuales políticas estatistas no es nada nuevo. Tal vez lo único
original de Mason es afirmar que el tabaquismo también es culpa del
capitalismo.
Santa Cruz de la Sierra, 28/05/20
http://javierpaz01.blogspot.com/
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