lunes, 11 de mayo de 2020

En defensa de la libertad de expresión

Javier Paz García
No soy muy fan del eje izquierda – derecha para describir la tendencia ideológica de las personas. Yo por ejemplo probablemente sería catalogado por la mayoría de la gente como de derecha o ultraderecha, por mi línea de defensa al libre mercado y de limitada intervención del Estado, y sin embargo también soy un firme defensor de que los homosexuales deben tener los mismos derechos que el resto de la población y estoy a favor de la despenalización de las drogas, dos temas que típicamente son banderas de quienes se denominan de izquierda. Pero en realidad el mismo principio que me hace defender el libre mercado es el que me lleva a defender el derecho de los homosexuales o la decisión de consumir drogas: la libertad individual. Prefiero utilizar el eje libertad – autoritarismo para describir las preferencias ideológicas. Si aceptamos la premisa de que está bien vivir en una monarquía absoluta donde un rey ostenta la soberanía y el resto somos vasallos cuyo único propósito para existir es servir al rey y engrandecer al Estado que Su Majestad dirige, entonces está bien que el Rey trate a sus súbditos como animales a su servicio, sin volición, sin voluntad, sin derecho a nada más que hacer lo que él diga y vivir y morir para su grandeza. Yo repudio esta visión. Si creemos que el ser humano es valioso en sí, que nadie tiene derecho a subyugar a otros y que cada quien es y debe ser soberano de sí mismo, entonces debemos abogar por un estado republicano con poderes limitados, cuya función es cuidar la libertad y la soberanía de los habitantes. Yo no acepto la noción de que nuestro propósito en la vida es engrandecer al Estado, sino que el Estado es quien debe estar al servicio de los ciudadanos. Un Estado así no busca expandir el poder de los gobernantes, sino preservar la libertad de sus habitantes. Este es sucintamente el ideario liberal. No existe ningún país que encuadre perfectamente en este ideario, pero hay países mejores que otros. 
Una de las instituciones (en el sentido del institucionalismo económico) fundamentales para preservar la libertad de los ciudadanos es la libertad de expresión. Esta es una condición sine que non de la libertad individual. Pero la libertad de expresión molesta a los gobernantes (a todos) y no es infrecuente que traten de limitarla. En la medida en que los gobernantes debilitan las instituciones republicanas, ganan poder, van quitando esta libertad esencial a los ciudadanos y empiezan a transitar el camino del autoritarismo. Esto siempre ocurre en el marco de la “búsqueda de proteger el bien común” o alguna entelequia parecida, no siempre ausente de buena fe, ya que como sabemos, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Todo gobierno autoritario intentará limitar la libertad de expresión, porque ésta, junto a algunas otras cosas adicionales, garantiza que la soberanía resida en el pueblo y que ningún gobernante la usurpe ni se eternice en el poder. Por ello la libertad de expresión deben estar entre un puñado de cosas sagradas para una república, sagradas en el sentido de intocables. Esta es una de las cosas donde es preferible pecar de exceso que de falta y si viene un idiota y dice que le metan coronavirus en las venas porque es alteño, el Estado debe respetarlo en toda su idiotez. Y si otro idiota como yo (desde la perspectiva del gobierno) cuestiona la sensatez de la cuarentena, el ministro que quiera debería tener la opción de refutarme, desacreditarme o ignorarme pero nunca de meterme preso o iniciarme un proceso por una opinión. 
El gobierno actual ha sacado una serie de decretos, 4119, 4200 y 4231 que buscan precisamente perseguir a quienes opinan diferente al gobierno. Con un lenguaje vago que lo permite todo amenazan con encarcelar a quienes difundan información escrita, impresa e incluso artística que genere incertidumbre en la población. Por supuesto eso puede ser cualquier noticia, después de todo, si se informa que atropellaron un perro, algún ciudadano sentirá aflicción por la noticia. Así redactan sus leyes los abusivos, de tal forma que les sirva para todo. El ministro de la presidencia Yerko Núñez, que por cierto ha causado incertidumbre en la población con su uso discrecional de los aviones del Estado, ha amenazado con que “tienen que cuidarse esos ciudadanos que difunden mala información” y otras barrabasadas en la línea de andar con el testamento bajo el brazo de un infame colega suyo de la última dictadura boliviana. También ha dicho que tal decreto no se aplica a periodistas, como si la libertad de expresión fuera un privilegio exclusivo de un gremio. Estos decretos son un ataque directo a la libertad de expresión y deben comandar el repudio de toda la población.
Entre octubre y noviembre del año pasado, los bolivianos hicimos una parada heroica contra el gobierno de turno, precisamente reclamando democracia y libertad. El anterior era un gobierno que por casi 14 años había ido limitando la libertad de expresión, persiguiendo opositores, generando miedo y autocensura. La lucha que hicimos era para acabar con esto y restaurar el Estado de derecho, la paz y la libertad. Este gobierno de transición, que no ha sido elegido por nadie, y cuya única misión era restablecer la vigencia de las instituciones democráticas y garantizar la libertad, no tiene ningún derecho a profundizar el camino de autoritarismo y abusos de su antecesor.
Santa Cruz de la Sierra, 11/05/20
http://javierpaz01.blogspot.com/

1 comentario:

Chaly Vera dijo...

Yo soy de izquierda pero no estoy de acuerdo que los maricones tengan los mismos derechos que los hetero y estoy en contra de la despenalización de las drogas.

El gobierno de Jeanine en razón de no contar con apoyo popular, encuentra en los decretos 4119, 4200 y 4231 el arma para defenderse del MAS, y de los críticos que están publicando que Jeanine es igual que Evo.

Saludos