Javier Paz García
La ascensión de Evo Morales al poder generó una especie de hechizo, de embrujo en la población boliviana y el mundo entero. La historia del indio pobre, relegado, discriminado que llegaba a ser presidente de su país era demasiado linda e inspiradora, al estilo de las telenovelas mejicanas. Bolivia no era la Sudáfrica del apartheid, tenía una constitución que reconocía a todos como bolivianos y les otorgaba los mismos derechos, una constitución que no discriminaba a nadie, a diferencia de la constitución que actualmente tenemos que sí discrimina en base a clasificaciones étnicas y raciales (pero este es otro tema). Bolivia estaba lejos de ser como Sudáfrica durante el apartheid, pero existía y sigue existiendo la discriminación y el racismo y Evo pudo haber sido una figura similar a la de Nelson Mandela, quien, a través del perdón y la tolerancia, pacificó a su país. En cambio, Morales eligió la ruta de la impostura, el latrocinio y violencia.
Evo nunca estuvo a la altura de su envestidura y desde el principio de su gestión dio muestras de actos reñidos con la cultura de la paz que en sus discursos pregonaba. Para muestra cito los siguientes artículos publicados por mí el 2006 en su primer año de gobierno: Paralelismos funestos (El Deber, 04/10/06), Poder total: económico, político y cultural (El Deber 16/10/2006) y El tirano y el pueblo (El Deber, 04/12/2006). Estos artículos muestras que desde sus inicios había fuertes indicios de las intenciones tiránicas y totalitarias del Movimiento al Socialismo. Sin embargo, no importaba lo que hacía el MAS, su popularidad aumentaba. Casos como la Calancha, el cerco a Santa Cruz, el cerco a Cochabamba con la quema de la prefectura, la masacre de El Porvenir muestran el modus operandi del MAS: generar violencia y luego utilizar un abrumador y efectivo aparato propagandístico para aparecer como víctimas y dejar a los opositores como los violentos, como los vendepatria, los racistas, etc.
Su estrategia les funcionó, porque como en el príncipe hechizado en el cuento de la sirenita, gran parte del pueblo creyó ciegamente en Evo Morales, creyó que era “la reserva moral de la humanidad” como él mismo se hizo llamar y entonces sucedía algo que cuesta explicar: cada vez que el MAS utilizaba la violencia, su popularidad subía. Y cuando el MAS cometía alguna fechoría que no podía endilgar a la oposición, como el escandaloso robo del fondo indígena, quienes estaban bajo este embrujo exculpaban a Evo diciendo que “deben ser sus ministros” o que “no le informan bien al pobrecito” o cosas por el estilo.
Evo siempre fue un mentiroso: mintió el 2009 que iría solo a una reelección, y volvió a mentir para la 3ra. reelección y 4ta. reelección y mintió sobre muchas cosas más, se pasó su constitución por el trasero, ha sido un impostor con su discurso de la cultura de la paz y el indigenismo que nunca practicó y su gobierno ha robado como ningún otro gobierno y ha despilfarrado el dinero de los bolivianos y aun así su popularidad era altísima. Pero cuando mintió que tuvo en sus brazos a un hijo que no existió y luego mintió que respetaría los resultados del 21F la gente empezó a salir de su hechizo, empezó a ver a Evo Morales como la persona que siempre fue: un mentiroso e impostor.
Hoy, con el escandaloso fraude electoral, hay un cambio de paradigma fundamental: ya nadie les cree. Bolivia ha salido de un largo hechizo. Se acabó el embrujo.
Santa Cruz de la Sierra, 31/10/19
http://javierpaz01.blogspot.com/
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