Javier
Paz García
Soy
miembro de una fraternidad formada por algunos compañeros de colegio. Cada año
elegimos una directiva y generalmente lo que sucede es que tenemos que buscar
un consenso sobre a quienes les toca formar parte de ella, ya sea porque nunca
lo han sido antes o porque creemos que lo harían bien. Luego toca arengar a que
se postulen, apelando a su solidaridad, compañerismo, responsabilidad, etc. Es
que nadie se quiere postular, e incluso alguien casi llegó a las lágrimas para
pedir que no lo obliguen a estar en la directiva. Es tal nuestra dificultad
para encontrar postulantes voluntarios que hemos llegado al punto de hacerlo
por sorteo, una especie de lotería de Babilonia donde ganar es perder y ser
maldito por un año.
La
situación de mi fraternidad contrasta con la de los cargos a presidentes,
gobernadores, alcaldes, parlamentarios, rectores de universidades públicas y un
sinfín de cargos donde existe una sobreabundancia de postulantes que dan alma,
vida y corazón para obtener el puesto y además gastan ingentes cantidades de
dinero para hacer campañas.
¿Cuál
es la diferencia entre mi fraternidad y las otras instituciones? Podría ser que
en mi fraternidad, los miembros de la directiva no ganan salario o algún
beneficio económico. Pero cuando uno ve que lo que algunos candidatos gastan en
una campaña es mayor a lo que recibirían de sueldo en toda su gestión, entonces
debe concluir que el incentivo del puesto debe estar en otras cosas. Cuando uno
ve que las posturas que defienden se basan en lo que circunstancialmente
conviene o dicen las encuestas que es más provechoso, uno debe descartar que su
objetivo para llegar al cargo sea por defender principios o por una motivación
altruista.
Uno
se pregunta ¿por qué quieren tanto ganar un cargo público que además paga mal? Si
uno medita sobre esta pregunta fácilmente llega a concluir que quieren esos
cargos porque van a obtener grandes réditos económicos, que cada centavo
invertido en la campaña se multiplicará como soya en tierra fértil, y que
mientras más encarnizada es la lucha por conquistar el poder, mayor es el
botín. Los cargos públicos sirven para enriquecerse. Lamentablemente y con
pocas excepciones, la elección de autoridades es la elección de nuestros
verdugos… vamos a elegir quien o quienes serán los próximos en robarnos el
fruto de nuestro trabajo.
Santa Cruz de la Sierra, 19/06/16
http://javierpaz01.blogspot.com/
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