Javier
Paz García
No
es infrecuente escuchar a los políticos invocar la unidad del pueblo. La unidad
es a menudo elevada a lo más alto de nuestros valores, imprescindible para la
supervivencia de la nación y el desarrollo de la misma. Si utilizamos un poco
de nuestra capacidad intelectual, podemos encontrar ciertas grietas en tal
razonamiento.
Para
empezar la democracia es signo de desacuerdo, de falta de unidad. Si cada
cierto tiempo vamos a elegir entre 2 o más postulantes a un cargo, entonces no
estamos unidos en torno a nuestras preferencias políticas: la idea de la
unidad, planteada por los políticos es sinónimo de caudillismo y dictadura. En
lo económico, la unidad tendría que implicar la existencia de una empresa por
sector, es decir una serie de monopolios. En lo intelectual, la noción de
unión, nuevamente en la frecuente concepción de los políticos de turno consiste
en las ideas únicas, en la ausencia de debates y discrepancias.
¿Es
beneficiosa la unidad? Viendo a lo largo de la historia quienes han sido los
mayores defensores de la unidad, tal vez tengamos una pauta. Lenin, Stalin,
Hitler, Mussolini, Franco, Perón, Castro son algunos paladines de la unidad,
defendida en discursos y en hechos, incluso a fuerza de sangre. No existe
aspirante a tirano que no invoque la unidad y justifique atrocidades en su
nombre. Ejemplos contemporáneos son Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa
o Evo Morales. Matar, encarcelar, acosar, mentir son justificables cuando se
hacen por la unidad. Así vista, la unidad es poco beneficiosa para el respeto a
los derechos civiles y políticos de las personas. En lo económico, no son las
naciones más centralizadas y unidas las que prosperan, sino las más abiertas.
Los países donde hay democracia real y mercados abiertos a la competencia son
los que ofrecen mejores oportunidades y niveles de vida a sus ciudadanos. Cuba
o Corea del Norte, países que han llegado a los límites de la unificación y
centralización de ideas y criterios son de los más pobres del mundo, al igual
que todas las naciones que siguieron el camino “unificador” del comunismo;
Venezuela, gracias a su totalizadora revolución bolivariana en pocos años ha
visto desplomarse sus niveles de vida. La ciencia, casi por definición es
discrepancia e inconformidad. El progreso científico no se basa en la unidad de
criterios, sino en la búsqueda de explicaciones alternativas.
La
unidad, como la quieren vender los políticos, no es el mayor de los valores,
sino el camino al totalitarismo. Un verdadero valor es la tolerancia, la
discusión y el debate de ideas diametralmente opuestas en un ambiente de
respeto.
Santa Cruz de la Sierra, 02/07/16
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1 comentario:
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