Javier
Paz García
Existen
una infinidad de formas en las cuales los seres humanos se pueden organizar
como sociedad. Tales formas están influenciadas por los paradigmas mentales de
las personas. Por ejemplo, en un contexto donde se cree mucho en lo místico, la
tradición y en castas sociales inamovibles es natural que la forma de gobierno
sea una monarquía apoyada bajo la noción de que el monarca es elegido por Dios,
como sucedía en la Europa del medioevo.
Pero
si la libertad, la dignidad y la igualdad de derechos de todos los seres
humanos son nuestro paradigma, un sistema monárquico e incluso un Estado
socialista son incompatibles. El Estado es una organización que ejerce acciones
colectivas, que en general involucran a todos o casi todos sus habitantes. Por
su naturaleza, el Estado es un ente coercitivo: estamos obligados a cumplir las
leyes, aunque no nos gusten. Por otro lado el mercado es el lugar o la acción
de entablar transacciones voluntarias entre dos o más partes. Si no existiera
el Estado y todas las transacciones fueran voluntarias, tendríamos un estado de
anarquía, donde nadie es obligado a hacer nada en contra de su voluntad. Al
otro extremo está el Estado que decide todo por el individuo y le confisca su libertad.
El extremo del Estado omnipotente es abominable y el extremo anarquista es
utópico.
Es
difícil imaginar un conglomerado social sin un ente que gestione las acciones
colectivas. Por ello el Estado es una necesidad, tal vez un mal necesario, pero
en la medida en que valoramos la libertad y la dignidad de las personas,
entonces debemos reconocerles el derecho a tener el mayor grado de acción
posible dentro de la sociedad, debemos procurar que en la sociedad predominen
los acuerdos voluntarios por sobre la acción colectiva del Estado, un Estado
que, al contrario del mercado que se basa en acuerdos voluntarios y de
beneficios mutuos entre partes y sin intentar ser peyorativo, se basa en la
imposición, la coerción, el monopolio de la fuerza y la amenaza de multas y
cárcel para quienes no cumplen con sus leyes.
El
anarquismo es una hermosa utopía, que a mi parecer es impracticable, pero si
valoramos la libertad y la dignidad humana, debemos inclinarnos por el lado de
menos leyes y menos coerción estatal. Debemos tener un Estado tan pequeño como
sea posible y dejar que los acuerdos voluntarios (también llamados “el mercado”)
primen en las relaciones humanas.
Santa Cruz de la Sierra, 20/09/15
http://javierpaz01.blogspot.com/
1 comentario:
Javier, me da su mail para que le mande una propuesta? Gracias
Roberto Laserna
laserna_r@yahoo.com
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