Javier
Paz García
La
idea de un Estado de Derecho pretende desterrar el abuso de los más fuertes y
establecer normas de convivencia pacífica entre los habitantes. Sin embargo el
Estado es también un instrumento de abusos contra los ciudadanos, por ello, las
repúblicas democráticas ponen límites al poder del Estado y garantizan ciertos
derechos ciudadanos. Uno de los derechos fundamentales para evitar que los
gobernantes se conviertan en déspotas y las repúblicas en tiranías es el de la
libertad de expresión. Hay dos cosas que los gobernantes necesitan controlar
para establecer una tiranía: las ideas y las armas. Por ello, es fundamental
para preservar una república democrática que los ciudadanos tengan derecho a
expresarse libremente y a poseer armas.
Dejando
el tema de las armas a un lado, el derecho de las personas a expresarse
libremente, sin temor a represalias del Estado es fundamental para una
república. Sin ese derecho se pone en riesgo el pluralismo político, el debate
de ideas y la democracia misma. Dar al Estado la tuición sobre los límites de
la libertad de expresión es más peligroso que permitir la difusión de ideas
universalmente condenables, como la xenofobia o el racismo. Como prueba de
ello, en Bolivia hemos llegado a la estupidez de que no hay ciudades feas;
todas las ciudades de Bolivia son bonitas y no solo eso, sino que por corolario,
todas son igualmente bonitas, porque si una es más bonita que otra, eso es
discriminatorio y puede ser materia de un juicio penal. En Bolivia los
ciudadanos hemos cedido al Estado nuestro derecho a la libertad de expresión y
gracias a ello, el gobierno puede fácilmente enjuiciar y encarcelar a cualquier
persona so pretexto de luchar contra el racismo y la discriminación.
Hace
poco salió a la luz una publicación despectiva contra las madres del oriente
boliviano. No me quepa duda que quien escribió eso es un reverendo imbécil,
pero no considero que lo que hizo sea un crimen ni que merezca ir a la cárcel
por ello. Ser imbécil no es un delito y decir estupideces es un derecho que los
republicanos debemos defender. Eso no libra a los imbéciles del repudio público
que puedan tener por parte de la sociedad civil, pero poner en riesgo el
derecho a la libre expresión, supeditándolo al capricho de los gobernantes de
turno es más peligroso y más dañino que permitir a los xenófobo, racistas o
machistas expresar sus opiniones. Después de todo, parte de vivir en una
sociedad abierta es aprender a tolerar y convivir con personas y con ideas que
nos desagradan.
Santa Cruz de la Sierra, 17/05/15
http://javierpaz01.blogspot.com/
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