Javier
Paz García
Uno
de los requisitos indispensables para crear un caudillo es generar un mito
alrededor suyo. Hay que convencer a las masas que el caudillo es honesto,
trabajador, humilde, bondadoso, caritativo, humano, etc., es decir hay que
convertirlo en el paradigma de la virtud. Y por supuesto que para ello hay que
gastar mucho dinero en propaganda. La contemporánea marea de caudillos
sudamericanos juegan muy bien ese papel, desde el fallecido Hugo Chávez hasta
Cristina Fernández.
El
objetivo de fabricar un culto a la personalidad, aunque deleznable, no es
ilegítimo. Cualquiera tiene el derecho de hacer con su propio dinero lo que le
plazca, y si alguien desea tener canales de televisión, radios y carteleras
dedicados a difundir lo maravilloso que es, pues está en todo su derecho. El
problema radica en que estos caudillos no gastan su dinero, sino el de los
contribuyentes. Usan medios de prensa estatales como instrumentos de exaltación
del líder, llenan las ciudades de anuncios y panfletos con el mejor perfil de
sus rostros y gastan inmensas cantidades de dinero en propaganda en televisión,
radio y prensa escrita ¡Todo sin poner un peso de su bolsillo!
Aunque
los socialistas modernos, estos del siglo XXI, han llevado el uso de recursos
públicos para propagandas personales al cénit del abuso (el nazismo, el
fascismo y el comunismo del siglo XX fueron peores, pero esos “ismos” no pretendían
ser democracias), no es justo endilgarles el exclusivo uso de esta práctica. De
hecho todos o casi todos los políticos sin importar el espectro ideológico han
aprovechado las ventajas de disponer de recursos ajenos (recursos de todos los
ciudadanos) para gastar en propaganda que les ayude a ser reelegidos. Por
ejemplo donde vivo, el presidente del país, el gobernador del departamento y el
alcalde de la ciudad - todos de partidos políticos diferentes - utilizan los
recursos de los ciudadanos, para recordarles a los ciudadanos que no hay mejor
políticos que ellos y que el país, el departamento y la ciudad estarían en las
ruinas sin su sublime presencia. Y tenemos que verlos con una frecuencia
desagradable en propagandas radiales y televisivas, en carteles gigantes
alrededor de la ciudad. Encomiable sería que sigan el ejemplo del presidente de
Costa Rica que ha lanzado un decreto para prohibir el uso de su foto en
oficinas públicas y de su nombre en las plaquetas de inauguraciones. Y que si
quieren llenar el país con fotos suyas, que lo hagan con su dinero. Sería un
buen comienzo.
Santa Cruz de la Sierra, 13/07/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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