Javier
Paz García
A
menudo uno encuentra socialistas cuyo fanatismo llega a semejarse al fervor
religioso y que están tan convencidos de sus ideas, que no hay forma de debatir
civilizadamente con ellos. La discusión con esta gente es un ejercicio en
futilidad. Cualquier argumento que desacredite sus postulados es simplemente
una fabricación burguesa. Si usted les muestra que en los países socialistas
hay mayor pobreza que en los países capitalistas responden algo como que es propaganda
burguesa y capitalista; si le indica limitaciones concretas de la libertad en
los países socialistas, como ser la falta de alternativas políticas o de prensa
libre, responden que la libertad es una noción burguesa que solo sirve para
proteger a los intereses de clase y que la libertad socialista, aquella donde
el gobierno decide por todos, es la verdadera libertad; si usted habla de
economía, y explica los mecanismos de mercado y las fallas de la teoría
marxista, replican que ningún economista entiende las verdaderas leyes de la
economía, debido a sus prejuicios de clase. Y de esa manera relativizan todo y
despojan a la humanidad de cualquier conocimiento absoluto. El lenguaje, la
economía, la historia, la filosofía e incluso las matemáticas y la física
varían según la clase social a la que uno pertenece. De esa manera si uno es
burgués, 2+2 es 4, pero para la clase proletaria que está en la vanguardia
revolucionaria 2+2 puede ser 3 o 4 o 5 o -1, de acuerdo a la conveniencia del
momento. De igual manera, utilizando este mecanismo pueden argumentar que matar
a millones de personas en purgas, hambrunas y campos de concentración es un
acto de humanidad y que la verdadera libertad consiste en subordinar la
opinión, la conciencia e incluso la vida a los designios de un dictador
socialista.
Otra
artimaña es recurrir a la verborrea ininteligible, por ejemplo decir que “el
capitalismo aumenta la plusvalía de los valores pluscuamperfectos en las
relaciones sociales creando una superestructura en los medios de producción” o
cosas por el estilo que nadie entiende porque no significan nada. Hablan en un
lenguaje oscuro, ambiguo, rebuscado, para aparentar una sabiduría tan superior,
que pocos pueden entender.
También
pueden recurrir al insulto y a la violencia, recursos predilectos de humanistas
como Marx y Lenin.
Santa Cruz de la Sierra, 19/06/14
http://javierpaz01.blogspot.com/
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